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«Los Cuatro Fantásticos», de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 39-42 (junio-septiembre de 1965)

La portada simbólica del nº 39 de Los Cuatro Fantásticos (junio de 1965) muestra a nuestros héroes liderados por Daredevil, mientras una figura gigante del Doctor Muerte acecha sobre el perfil de la ciudad de Nueva York. Esa ilustración y el título lo decían todo: «¡Un ciego los guiará!». Tras su derrota por los Cuatro Terribles en el número anterior, los 4F descubren ahora que han perdido sus superpoderes.

Desesperado, Mr. Fantástico inventa una serie de artilugios que duplican artificialmente sus poderes, pero en un momento tan crítico, el Dr. Muerte se hace con el control del cuartel general del grupo, el Edificio Baxter. Volviendo sus propias armas contra ellos, no le cuesta mucho a Muerte darse cuenta de la indefensión de sus enemigos y la tensión aumenta todavía más. Liderados por Daredevil (cuya figura fue entintada por Wally Wood, por entonces el dibujante de esa serie), los cuatro deben alcanzar el edificio y abrirse paso hasta los pisos superiores.

Daredevil, el justiciero ciego creado por Stan Lee, no había sido un éxito. Bill Everett se había encargado del apartado gráfico en el primer número pero sus problemas para entregar a tiempo hicieron que Lee lo sustituyera inmediatamente por Joe Orlando, quien tampoco fue de su agrado ni del de los lectores. Pero en el nº 5 se incorporó como dibujante el brillante y experimentado Wally Wood. Lo primero que hizo fue una completa reforma del personaje, cambiándole el uniforme por uno rojo sobre el que Wood jugaba con sus famosas sombras. También mejoró el bastón del héroe, convirtiéndolo en un útil instrumento que le servía para moverse entre los edificios. Y, por último, puso especial énfasis en diseñar elegantes portadas con las que atraer a los lectores.

Cuando Kirby dibujó este número, el traje rojo de Daredevil aun estaba por diseñar (o no se había enterado de que lo habían cambiado), por lo que Matt Murdock aún aparece vestido con su viejo uniforme amarillo. Lee hubo de llamar a Wood para que redibujase y entintase a Daredevil en todas las viñetas en las que éste aparecía. Aunque su trabajo en Marvel nunca alcanzó el nivel de calidad de sus antiguos cómics de ciencia ficción para la editorial EC, aún conservaba una gran claridad y elegancia narrativas. Sin duda, Wood era el tercer mejor artista, quizá el segundo, de la escudería de Stan Lee, quien utilizó esta aparición en los Cuatro Fantásticos para intentar dar un mayor empuje a la colección de Daredevil.

Con Chic Stone fuera de la serie, Stan Lee se encontró con problemas para encontrar un sustituto para las tintas de Kirby. Desde el ya lejano número 5, Lee había querido a Joe Sinnott en el título, pero seguía sin poder quitárselo a Archie Comics a base de tirar de talonario. Frank Giacoia, el más próximo a Sinnott en lo que a talento se refería, fue su segunda opción. Frank había querido entintar el trabajo de Kirby desde aquel día de 1956 en el que le sugiriera a Lee volver a contratar a Jack. Aunque sus tintas (firmó como Frank Ray) en este número 39 ayudaron a facilitar la transición entre los opuestos estilos de Chic Stone y Vince Colletta, lo más destacable, como de costumbre, fue el propio Kirby, que ofreció a los lectores su habitual energía gráfica y una nueva y espectacular página de collage. Por desgracia, Giacoia no cumplió los plazos de entrega y Lee decidió retirarle de la colección (aunque aún entintaría las portadas de los números 40 y 41).

El número 39 (junio de 1965) marcó el comienzo de un cambio, el más importante quizá desde que empezara la serie: los cinco números que acompañaron la transición de las tintas de Chic Stone a las de Joe Sinnott trajeron una nueva sofisticación y una cierta oscuridad que habían estado hasta el momento ausentes de la serie. Durante esta fase, elementos humorísticos como las broncas entre Johnny y Ben en el Edificio Baxter o la enemistad de La Cosa con la banda de la calle Yancy, desaparecerían totalmente de la colección. Entre los nº 39 y 43 asistimos a un reforzamiento de los argumentos, una mejora en la descripción de las relaciones entre los personajes y una profundización en la épica. Desde este punto en adelante, las historias acusaron una mayor influencia de Jack Kirby.

El acto final de este primer ciclo argumental tiene lugar en el nº 40 (julio de 1965), cuando los 4F consiguen llegar a los pisos superiores del Edificio Baxter. En un desarrollo bastante mediocre tras haber acumulado tanto suspense, cuando los debilitados héroes alcanzan su meta, Mr. Fantástico se saca del sombrero un estimulador electrónico que, aplicado sobre ellos, restaura sus perdidos poderes. Resulta que el estimulador era todo lo que necesitaba, pero necesitaba «unos pocos días para recargarlo». Además, Daredevil desaparece de la historia en la página trece y su ausencia sólo es explicada de mala manera a través de unas líneas de diálogo al final. Probablemente, Kirby se olvidó de Daredevil en mitad de la batalla por el Edificio Baxter.

Desde luego, no era el clímax más satisfactorio para una historia tan interesante, pero proporcionó a Lee y Kirby el tipo de drama humano que volvía a poner de manifiesto por qué la Edad de Plata de Marvel estaba muy por delante de la competencia. Además, la Cosa nunca había actuado de forma tan incontenible y rabiosa. Para derrotar a Muerte, Reed se ve obligado a transformar a un recientemente humanizado Ben Grimm de nuevo en la Cosa sin su consentimiento. En un alud volcánico de furia, Ben aguanta todo lo que el arrogante Muerte le lanza: puños de hierro, rocas voladoras y rayos nerviosos. Nada le detiene. Un espíritu indomable le empuja hacia adelante para conseguir su venganza y machaca a su oponente hasta casi matarlo. A pesar de vencer a Muerte, no hay sentimiento de victoria o celebración. «Saqué el palito corto en este asunto. ¡Vosotros os podéis casar, pero yo no! Podéis ser normales… pero yo no!».

La historia finaliza con el anuncio de la Cosa de que abandona el grupo, lo que lleva la línea argumental a su siguiente etapa.

Ben ya no es el ingenioso y hasta cómico sobrino de la tía Petunia, sino el monstruo asesino y consumido por la amargura y la autocompasión de los primeros números de la serie. El drama recaía sobre él, el único del grupo descontento con la restauración de sus poderes: «¡Pero…quizá no quiera convertirme en la Cosa otra vez! ¡Por fin soy normal, como cualquier otro! Pero Reed Richards tiene otra opinión, afirmando que la batalla contra Muerte requiere de medidas desesperadas. Necesitan la fuerza de La Cosa. ¡Pobre Ben! Es tan cruel!, dice la Chica Invisible. Puede que me odie para siempre por esto, responde Reed Richards, pero para bien o para mal, La Cosa debe regresar!». La Cosa, sin duda influenciado por la visión trágica de Jack Kirby, nunca tuvo un mejor momento.

Los números 41-43 constituyeron la primera aventura de tres números de duración dentro de la colección. Las páginas extra permitieron a Kirby ampliar su sentido visual y narrar a su propio ritmo. Habiendo escapado del límite de las veinte páginas, ya no tenía que ajustarse a las planchas de nueve viñetas tan comunes en los primeros números de la colección. Ahora recurriría a ese tamaño de viñeta con menor frecuencia, reservándolo a menudo para mostrar momentos más tranquilos y con mayor intensidad emocional. Con más páginas a su disposición, Kirby aumentó el número de planchas con tan sólo tres o cuatro viñetas y viñetas alargadas para potenciar el sentido épico.

Desde el principio, una de las características más apreciadas de Los Cuatro Fantásticos había sido su yuxtaposición de lo mundano y lo maravilloso y esta historia está llena de esos contrastes. Reed, Sue y la Antorcha quieren salir a buscar a la Cosa, que, amargado, ha abandonado el grupo, pero no pueden. El propietario del Edificio Baxter les ha amenazado por los desperfectos causados en su batalla contra el Doctor Muerte y antes de nada deben limpiar el desastre. Otra de esas mezclas de lo ordinario y lo increíble lo constituye la gran viñeta en la que se ve a Medusa y al Hombre de Arena jugando a las cartas. Medusa utiliza sus cabellos para barajar los naipes mientras se sirve de las manos para beber té. Medusa hace en esta saga su debut en una memorable viñeta en la que aparece recostada en un sofá en una pose inequívocamente sensual y provocativa. Madam Medusa, la peligrosa femme fatal de los Cuatro Terribles, inyectaría un claro matiz erótico a la historia, otra novedad en el mundo del cómic de superhéroes. Los celos –o el deseo‒ suscitan el conflicto y la lucha entre el Hombre de Arena, el Trampero y La Cosa, todos ellos compitiendo por llamar la atención de la atractiva fémina.

Todo el mundo había quedado satisfecho con el trabajo que Frank Giacoia había realizado en el número anterior sobre los lápices de Kirby, Joe Sinnott incluido, quien pensaba que el estilo de su colega era el más cercano al propio. También Kirby estaba de acuerdo con la forma en que su amigo y vecino Frank mantenía sus enérgicas figuras en movimiento en las escenas de acción, lo cual no es poca cosa porque es muy común que un magnífico trabajo a lápiz pierda su espontaneidad en el proceso de entintado.

Pero Stan necesitaba a alguien más constante que Giacoia. Y entonces hace su aparición Vince Colletta, que ejemplifica cómo un entintador perfectamente adecuado para el estilo de una colección, puede ser una elección insatisfactoria en otra. Colletta se había dado cuenta del volumen de trabajo –y el correspondiente dinero– que podía caer en sus manos si se convertía en el entintador regular de Kirby y solicitó el puesto recordándole a Stan que ya había cumplido tal labor en el pasado, en cómics románticos como Love Romances. Aun así, Stan, con buen criterio, no consideraba que Colletta fuera un artista adecuado para el género de los superhéroes y llevaba tiempo rechazando sus ofertas. Ni siquiera lo quería para colecciones secundarias como Millie the Model o Patsy Walker.

Infatigable al desaliento, Vince pidió a Sol Brodsky su intermediación. Éste le aconsejó que pusiera el énfasis en los volúmenes negros y el detallismo. Tan pronto como se le presentó la ocasión, Vince consiguió algunas páginas a lápiz de Charlton Comics y las entintó de la forma en que Brodsky le había indicado. Se las enseñó a Stan y, aunque no se diferenciaban demasiado de lo que ya venía haciendo, por alguna razón Lee le contrató.

Probablemente, en esa contratación más que las páginas de Charlton tuvo que ver la suerte. Por entonces, Dick Ayers estaba ocupado con sus propios títulos y George Roussos había dejado parte de sus encargos en Marvel a favor de otros de DC mejor pagados. Así que Colletta era casi el único dibujante autónomo que Lee podía permitirse financieramente. El problema era que su línea suave y fina, que tenía buen encaje en los cómics románticos y resultaba pasable en las fantasías medievales de Thor, no le hacía justicia a los lápices de Kirby en historias de ciencia ficción repletas de barroca tecnología futurista que exigían un pincel más duro que, simplemente, estaba más allá de la capacidad de Colletta, incapaz de insuflar vida a los frecuentes efectos explosivos de Kirby.

Por otro lado, Colletta tenía una bien ganada reputación de profesional rápido que respetaba las fechas de entrega y muchas veces salvó al editor de turno que necesitaba inmediatamente llevar un cómic a imprenta. Pero esa productividad tenía un precio. Independientemente de la idoneidad de su estilo, la velocidad con la que trabajaba la conseguía a base de borrar los detalles del lápiz de Kirby que él estimaba innecesarios.

Colletta, pues, debutó en Los Cuatro Fantásticos en La Trilogía de los Cuatro Terribles, demostrando lo que Kirby siempre había afirmado: ningún entintador profesional podría jamás arruinar una historia bien dibujada. Al fin y al cabo la colección ya había sufrido reveses de este tipo durante la época en la que George Roussos se encargó de tal labor.

Un cambio menor pero interesante tuvo lugar en el número 42 (septiembre 1965). Aparentemente, Marvel ya no estaba produciendo comic-books. De acuerdo con sus logos de portada, sus revistas eran ahora producciones pop-art. Era un concepto en el que Lee perseveraría tan solo cuatro meses.

Estrictamente hablando, Stan interpretó mal la idea. Puesto que el artista Roy Lichtenstein había situado en sus cuadros la estética del cómic en un nuevo contexto, el del Arte con mayúsculas y dado que su trabajo había sido calificado como pop-art, Stan asumió que los cómics eran también pop-art. Pero no lo eran. Los comic-books eran tan sólo uno de los vehículos de la cultura de masas que fue incorporado por algunos artistas de los sesenta a su trabajo con el objeto de enfatizar lo banal, insulso y de escasa calidad que era la estética dominante en la sociedad. Aún así, la iniciativa de Stan sirvió para demostrar que Marvel estaba dispuesta a cambiar con los tiempos, expandirse, progresar y experimentar.

Continúa en el siguiente artículo

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".