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«Los Cuatro Fantásticos», de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 43-45 (octubre-diciembre de 1965)

En el nº 43 de Los Cuatro Fantásticos (octubre de 1965), los lectores daban el adiós a la erótica y malvada Medusa. Sí, volvería, pero ya no como la seductora miembro de los Cuatro Terribles, sino como la novia de Rayo Negro y miembro de la raza perdida de los Inhumanos. Curiosamente, en esa transición perdió su carnalidad, su capacidad de seducción. Al final de la etapa Lee/Kirby, se revelaría que Rayo Negro era el hermano de Crystal… de lo que se seguía inmediatamente que la relación entre aquél y Medusa era incestuosa… ¿en qué estaría pensando Stan?

Por otra parte, Los Cuatro Fantásticos de Jack y Stan siempre estuvieron más centrados en La Cosa que en cualquier otro personaje. Siendo como era el primer superhéroe que suscitaba más lástima que admiración, Ben era el miembro del grupo más neurótico, complejo y popular. Con el final de la Trilogía de los Cuatro Terribles, La Cosa llega a una nueva encrucijada, otro punto de inflexión en su caracterización. Aquí terminaron la amargura y el resentimiento. Finalmente, Ben es capaz de aceptar su deformidad y vivir con ella. A pesar de algunas recaídas en la autocompasión, desde ahora, su papel será el del tipo gruñón, ingenioso y entrañable, el mejor amigo de Reed, protector de Sue y hermano mayor de la Antorcha.

Mientras tanto, aparece el Anual nº 3 (verano de 1965). Ejemplo perfecto de la consolidación externa e interna en un solo cómic, portada e historia mostraban una catarata de héroes y villanos, prácticamente todos los que hasta ese momento habían aparecido en el Universo Marvel y la respuesta a los sueños de cualquier aficionado. Apenas se puede decir que haya argumento pero, ¿a quién le importaba con semejante desfile de superseres? Dejando al margen su naturaleza de crossover perfecto, el acontecimiento principal de la historia, la boda de Sue Storm y Reed Richars también constituye un ejemplo de la antedicha consolidación.

El subargumento del romance de la pareja venía desarrollándose y evolucionando desde el primer número de la colección. Se reveló que ambos habían sido novios desde la escuela durante la Segunda Guerra Mundial; conforme la serie avanzó, se introdujo el elemento perturbador de Sub-Mariner, que obligó a Sue a reexaminar sus sentimientos hacia Reed. Con el tema resuelto en el número 27, Reed y Sue anunciaron su compromiso en el 36 (marzo de 1965).

Reed Richards y Sue Storm no fueron los primeros superhéroes en contraer matrimonio. Hawkman y el Hombre Elástico, de DC Comics, ya habían pasado por el altar. Pero nadie había sacado tanto provecho de una boda entre héroes como Stan y Jack.

Para los lectores, acontecimientos como estos le daban al universo Marvel una pátina de realismo y cuando el hijo de los Richads nació en el Anual nº 6 (noviembre de 1968), esa sensación de cambio y progresión verosímiles fue renovado.

La evolución de la relación de ambos personajes desde novios juveniles a padres se convirtió en la metáfora perfecta para la dirección que toda la línea de superhéroes Marvel había ido siguiendo en sus cinco primeros años. Era un lugar en el que los lectores habían aprendido a esperar cambio, evolución, idas y venidas e incluso la muerte de personajes. En ninguna otra compañía de cómics de superhéroes se había podido leer algo parecido. Y, sin embargo, aún quedaba mucho por llegar, ya que los años de grandeza estaban a la vuelta de la esquina, llenos de planetas vivientes, la maravilla de seres cósmicos, nacimiento y muerte, drogas, contaminación…

La boda de Reed y Sue supuso también el adiós de Vince Colletta a la colección. Martin Goodman se sintió tan molesto con la forma en que el entintador estaba masacrando las páginas del principal título de la casa, que autorizó el desembolso adicional que Lee necesitaba para contratar a Joe Sinnott. Es irónico, pero si no hubiera sido por el incompatible entintado de Colletta sobre los lápices de Kirby, Sinnot jamás habría contribuido al periodo de mayor grandeza de la colección.

Aunque parezca increíble, al final del Anual, cuando Reed y Sue se besan, el estilo suave de Colletta que tanto daño hacía a las escenas de acción, pareció el más adecuado en ese único y particular momento.

Aunque entonces nadie se diera cuenta de ello, los años de grandeza de la colección comenzaron con el número 44 (noviembre de 1965), momento en el que arranca la Saga de los Inhumanos. De hecho, ni siquiera está claro si los propios Lee o Kirby fueron conscientes de la importancia de lo que estaban creando. Por ejemplo, aunque resultó una buena idea revelar que Madame Medusa, la miembro femenina de los Cuatro Terribles, pertenecía en realidad a una civilización secreta de seres superpoderosos, la personalidad –y aspecto– de Gorgon, que está persiguiendo a Medusa para llevarla a la fuerza de regreso a Attilan (el refugio donde se oculta su pueblo) encajaría mal con la coyuntura política de ese lugar tal y como se describiría unos números más adelante.

Por otra parte, a primera vista Gorgon parece un error de cálculo. Llegado a las páginas de los Cuatro Fantásticos tras una serie de excelentes historias, un enemigo cuyo único poder era pegar patadas superpoderosas no parecía gran cosa. Quizá fue esa la razón por la que el Hombre Dragón fue añadido a la mezcla en este mismo número aunque no tuviera nada que ver con los Inhumanos.

El problema residía probablemente en la relación de trabajo que tenían Lee y Kirby. En los primeros años, el primero había escrito guiones completos, incluyendo un resumen del argumento, el guión detallado página a página y quizá incluso orientaciones concretas sobre el diseño gráfico. Pero a medida que pasaba el tiempo y Marvel crecía, esa dinámica cambió, otorgándole a Kirby más control sobre las historias. Fue, como ya hemos descrito, el nacimiento del llamado Método Marvel, en el que Lee escribía una sinopsis normalmente poco detallada, a veces incluso mediante una llamada telefónica, permitiendo a Kirby llenar los posibles huecos, para luego escribir el texto sobre las páginas ya terminadas de aquél. Más tarde, quizá alrededor de este número, las directrices de Lee se harían aún más difusas y breves. El resultado fue una estructura argumental muy débil a la que a Kirby le costaba más y más trabajo dar consistencia. De este modo, historias que en los años de consolidación se resolvían en un par de episodios, ahora se prolongaban durante números y números, incorporando más de un hilo narrativo, fundiéndose un episodio con el siguiente.

Lejos de intentar cambiar las cosas y quitarle atribuciones a Kirby, Lee, viendo que el acuerdo creativo implícito al que habían llegado no estropeaba el desarrollo general de la colección, adoptó ese estilo al suyo propio, escribiendo épicas en varios episodios para otros artistas de la casa en colecciones como Daredevil o Amazing Spiderman. En cualquier caso, aquella costumbre de alargar los argumentos data del nº 38 (en el que los Cuatro Terribles derrotaban a los héroes, éstos perdían sus poderes en el 39, la Cosa abandonaba el equipo y era reclutado por los villanos en el 41 y ambos conjuntos se veían las caras en el 43. Con la huida de Medusa de la persecución de Gorgon y su aparición en el 44, la saga de los Inhumanos se prolongaría y fundiría con la Trilogía de Galactus en el 48-50, con un epílogo en el 51 antes de que la colección comenzara su siguiente ciclo.

El número 44 fue también el punto a partir del cual el dibujo de Kirby empezó a irradiar una nueva energía. Gracias a un aumento de salario, el dibujante pudo recortar su carga de trabajo a la mitad y concentrarse más en sus páginas de Los Cuatro Fantásticos. Sus viñetas habían evolucionado desde el cómic de superhéroes estándar –estándar que él mismo había contribuido a establecer– a un estilo que parecía trascender la misma esencia del espacio y el tiempo. Los bordes de sus viñetas se convirtieron en ventanas a mundos futuristas que no se asemejaban a nada que el mundo del cómic hubiera visto antes, universos con un oscuro sentido de la majestad, la grandeza y el esplendor cósmico, turbulentos reinos e imperios decadentes habitados por seres Inhumanos, señores de junglas tecno-pop y dioses devoradores de mundos.

Su talento había madurado hasta un punto en el que era capaz de expresar en dibujos la increíble maravilla de sus visiones. Sus páginas eran una explosión de líneas y volúmenes; sus figuras ganaron nuevas simetrías y solidez, se hicieron más dinámicas y fluidas, ya fuera en acción o en reposo, se recreaba en las perspectivas y empujaba a sus personajes al primer plano, haciéndoles casi saltar fuera de la viñeta. Sus dioses y héroes aparecían ataviados con trajes recargados y ostentosos y sus fondos y paisajes urbanos fueron haciéndose más y más densos. Las escenas ambientadas en el espacio exterior evocaban un gran sentido de la maravilla y sus puntos de fuga llamaban al infinito. Estos espacios kyrbiescos eran enormes, interminables, repletos de cometas, planetoides, lejanos soles, agujeros negros, objetos celestiales y meteoros. También sus maquinarias y artefactos se recreaban en el barroquismo y las geometrías imposibles, hasta el punto de que pasaron a ser elementos característicos de su estilo. Las escenas de peleas eran tan explosivas que casi se diría que la página tenía problemas para contenerlas. Libre de una sobrecarga de trabajo inhumana, la creatividad de Kirby explotó.

En absoluto ajeno a este salto hacia delante fue el cambio de entintador. Joe Sinnott a partir del número 45 (diciembre de 1965), el nuevo –y durante mucho tiempo– entintador de los Cuatro Fantásticos, era un maestro en su especialidad que se enorgullecía del esfuerzo y la meticulosidad que volcaba en su trabajo. Años después recordaría ciertas planchas de esta colección en las que invirtió tanto tiempo y trabajo que le hicieron perder dinero.

El estilo de Sinnott, muy personal y elegante, demostró ser el complemento perfecto para este mundo de ciencia ficción trepidante. Sinnott había comenzado su carrera como dibujante, aprendiendo el oficio en la Cartoonists and Illustrators School tras ser licenciado por la Armada. Más tarde, trabajó para Stan Lee en Atlas hasta que el recorte de personal que realizó la editorial en 1957 lo mandó al paro. Pero más tarde, una vez consolidada de nuevo la línea superheróica y con más recursos económicos a su disposición, Lee le ofreció regresar, aunque no como dibujante, sino como entintador.

Sinnott tenía una línea elegante y al tiempo enérgica que representaba perfectamente el estilo naturalista que había dominado los cómics en los cincuenta y sesenta. La unión de Kirby y Sinnott fusionó la elegancia del estilo DC con el dinamismo de Marvel, estableciendo las bases estilísticas de toda la compañía. De hecho, la belleza del dibujo de artistas como Sinnott o John Romita no tardó en ser tan importante como la energía y pulso narrativo de Kirby a la hora de conseguir trabajo en Marvel por parte de los jóvenes dibujantes.

Sin abandonar el apartado artístico, debe subrayarse la contribución de Stan Lee al respecto, a menudo pasada por alto. No en vano era también el director artístico de la compañía. Para alguien que no dibujaba, Lee tenía un talento nato para comprender la importancia y el funcionamiento del arte del cómic. Sus elecciones de equipos artísticos y las revisiones y anotaciones que realizaba a menudo aportaban mejoras significativas. Lee también tenía un don para elegir las portadas más llamativas, un instinto muy desarrollado para comprender qué elementos gráficos llevarían a un muchacho a elegir éste o aquél cómic del expositor. Según declaró: «Dedicaba tanto tiempo a la portada como a las mismas historias. Aún recuerdo a Martin Goodman diciéndome que la portada era la parte más importante de cualquier revista. Es la portada lo que atrae la vista».

Ya estaban juntos todos los elementos de la gran etapa de los Cuatro Fantásticos: los melodramáticos pero humanistas guiones de Lee y el sentido narrativo y la grandiosidad gráfica de Kirby y Sinnott. Había llegado el clímax de la Edad de Plata marvelita.

Tras la frenética acción de los anteriores números, las cosas se complican en el 45 (diciembre de 1965). ¿Recordáis que Gorgon parecía un villano que trataba de capturar a Medusa? Pues bien, resulta que todo lo que quería era devolverla a los brazos de su familia, que, a su vez, se escondía de alguien llamado El Buscador. El Buscador es un agente del loco Máximus, quien se ha apoderado del trono de Attilan, hogar de los Inhumanos, cuyo legítimo monarca es en realidad Rayo Negro. Destronado, él y sus familiares más cercanos han huido al mundo exterior de los humanos.

Todo esto sería revelado en los dos siguientes episodios, pero mientras tanto, Lee y Kirby no parecían estar muy en sintonía en este capítulo, episodio, Entre nosotros se ocultan… Los Inhumanos. Para complicar aún más las cosas tenemos (una vez más de forma completamente innecesaria) al Hombre Dragón, una creación del villano Diablo que ya había aparecido en números anteriores. Revivido en el episodio precedente, los 4F acaban atrapados entre el Hombre Dragón y Gorgon. Consiguen detener al primero, pero pierden a Medusa a manos del segundo. En este número el grupo se pasa la mitad del tiempo tratando de decidir qué hacer con el Hombre Dragón mientras Johnny se va a dar un paseo (entretanto, los miembros restantes de los Cuatro Terribles escapan de prisión).

Una de esas coincidencias tan frecuentes en los comic-books, hace que Johnny se cruce con una misteriosa chica con extraños poderes elementales que lo toma por uno de los Inhumanos. Resulta que ella es miembro de la familia real y se lo presenta a sus parientes: Medusa (su hermana), Gorgon, Karnak, Triton (sus primos) y Mandíbulas (su perro). Naturalmente, Medusa (aparentemente sin rencores por haber sido reintegrada al grupo del que tan desesperadamente trataba de huir en el episodio anterior), lo reconoce. Al huir, la Antorcha Humana lanza la señal para que acuda el resto del grupo, que llega a bordo del nuevo fantasticar diseñado por Reed. El número termina en suspense, cuando entra en escena el principal miembro de la familia real en el exilio, Rayo Negro.

De Medusa ya hablamos anteriormente. Su perseguidor, el barbudo y misterioso Gorgon, con su diadema, orejas puntiagudas, piernas musculosas y pezuñas en lugar de pies, se asemejaba a un sátiro alimentado con esteroides. Estoico y tranquilo, el vacío emocional de Gorgon fue una decisión creativa inteligente, ya que si hubiera sido retratado como un hedonista extrovertido habría resultado una burda referencia al dios griego Dionisio. Pero la prometedora aparición de Gorgon en el número 44 no había durado mucho. Este misántropo enmascarado resultó tener poco potencial y no tardó en diluirse en el grueso de la familia real. A diferencia de Medusa, cuyo exuberante cabello proporcionaba muchas posibilidades, Gorgon era básicamente un pony pateador. Sí, sus patadas podían causar una destrucción devastadora, pero ¿hasta dónde podía llegar Jack Kirby con eso?

Crystal representaba la Madre Naturaleza, pero su forma era la de una tormentosa y exuberante adolescente. La hermosa Crystal tenía más características humanas que cualquier otro miembro de la familia real. Distinta del resto de su pueblo, esta seductora joven no tenía un nombre exótico y Kirby ni siquiera la dibujó con un uniforme durante un año tras su primera aparición.

Crystal era la ciudadana de Attilan más partidaria al aperturismo. Quizá debido a su inocencia juvenil, no compartía la desconfianza casi paranoica de su familia hacia la raza humana. Es esa falta de prejuicios lo que la lleva a enamorarse de Johnny Storm. La posterior separación de su amado le dio al romance entre ambos un sabor a lo Romeo y Julieta. Más adelante en la colección, Crystal sería también el primer personaje de Marvel en romper la exclusividad de los Cuatro Fantásticos, ya que sustituyó a Sue Storm durante su maternidad. La turbulenta adolescente demostró ser una heroína emocional pero testaruda cuya naturaleza en general tranquila podía explotar en furia tumultuosa cuando alguien querido por ella se veía amenazado.

La idea de un individuo de talla diminuta que pudiera vencer a oponentes mucho más grandes y numerosos era una idea ya bastante común para cuando Karnak debutó en el nº 45 de los Cuatro Fantásticos. Compañeros adolescentes de héroes principales, como Bucky Barnes, siempre habían sido capaces de vencer a enemigos más altos y fuertes que ellos.

El propio Steve Ditko había presentado un villano basado en esta premisa, Fancy Dan, en el nº 10 de Spiderman. Pero si Karnak tenía un antecedente claro, éste era Kato, el chófer experto en kárate del héroe pulp Avispón Verde. Kirby había dibujado a ese personaje para la editorial Harvey años atrás, en los cuarenta, y, de hecho, debió pensar en el origen de Kato, el lejano Oriente, a la hora de diseñar el uniforme de Karnak, una especie de traje de judo, mitad oriental y mitad egipcio. Su talento para encontrar el punto más débil de cualquier objeto iba de la mano con su habilidad para destrozarlo. Karnak era el guardaespaldas de Rayo Negro (como si necesitara uno) y rara vez se le veía relajado. Kirby siempre lo dibujaba en tensión, a punto de saltar al combate y descargar un golpe letal.

Tritón, el inhumano acuático cubierto de escamas, recibió su nombre del mítico hijo de Neptuno y no fue el primer personaje de estas características. Sub-Mariner había aparecido en 1939 y en un raro caso de plagio por parte de DC (solía ocurrir al revés), ésta creó a Aquaman. Lo que hacía único a Tritón y lo diferenciaba del elegante Namor o el atractivo Aquaman era su chocante aspecto. Sobresaliendo de su espalda se veía una gran aleta dorsal (que Kirby por olvido, eliminaría involuntariamente más adelante), aletas más pequeñas salían de su cabeza y una especie de membrana parecida a algas formaba sus cejas. Cuando abría la boca, se veían agallas. Parecía el pesadillesco producto del mestizaje entre un hombre y un pez. Paradójicamente, Kirby consiguió evitar el simple plagio de La Criatura de la Laguna Negra, otorgándole unas facciones faciales claramente superheróicas. Esta rara dicotomía entre la repulsión y el atractivo varonil, convirtió a Tritón en el más chocante de los Inhumanos, quizá el más inhumano de todos ellos, pero un éxito en cuanto a diseño.

Por último, Rayo Negro, la encarnación silente de la nobleza en su vertiente más trágica. Cuantos superhéroes tienen un poder tan grande que no atreven a utilizarlo? Era la clase de idea que hizo a Lee y Kirby el mejor equipo creativo que hubiera surgido en los comic-books. Se ha especulado con que el silencio de Rayo Negro fuera una idea exclusiva de Kirby, quizá como una referencia malintencionada a la verborrea de Lee. Y en honor a este último, hay que decir que resistió la tentación de utilizar globos de pensamiento para mostrar a los lectores lo que pasaba por la mente de Rayo Negro. Su total estoicismo le dio un elemento de represión emocional casi insoportable, un sufrimiento que rara vez se había visto en los cómics de superhéroes. Sus poderes eran claramente una maldición.

Por desgracia, en lo que se refiere a las personalidades de los Inhumanos, éstos fueron el gran fracaso de Lee. Los miembros de la familia real de Attilan eran prácticamente intercambiables, la misma persona y forma de hablar. Eran orgullosos, carecían de sentido del humor y apenas tenían rasgos distintivos. Con la obvia excepción del mudo Rayo Negro, sus discusiones en grupo parecían la conversación de alguien consigo mismo.

Habiendo resuelto el triángulo amoroso Reed-Sue-Namor, Lee y Kirby necesitan otro drama romántico. Aficionados ambos a la literatura clásica, retomaron la historia de Romeo y Julieta y convirtieron a Montescos y Capuletos en Los Cuatro Fantásticos e Inhumanos, mientras que a Johnny y Crystal les correspondió el papel de jóvenes enamorados. Ante la pasión de la Antorcha por la Inhumana, su antiguo amor, Dorrie Evans, se sumergió silenciosamente en la oscuridad.

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".