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«Los Cuatro Fantásticos», de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 68-77 (noviembre de 1967-agosto de 1968)

En el número 68 de Los Cuatro Fantásticos (noviembre de 1967) comienza una historia en cuatro entregas que se parece demasiado a la de los números 41-43. La Cosa vuelve a caer en uno de sus arranques autocompasivos y Reed llama a un afamado colega, el doctor Santini, que dice conocer un procedimiento que le devolverá al pétreo héroe su aspecto humano. El lector ya ha sido informado al comienzo de que el auténtico Santini ha sido secuestrado, quedando por conocer cuáles son sus auténticas intenciones al infiltrarse en el Edificio Baxter. Mientras tanto, Sue prueba un nuevo uniforme con minifalda y juguetea con Reed; y un Johnny Storm celoso experimenta el escarmiento de una sensata Crystal. Al final, se descubre que Santini pretendía, consiguiéndolo, lavar el cerebro de Ben y volverlo en contra de sus amigos, tal y como el Brujo ya había hecho en la Trilogía de los Cuatro Terribles.

A pesar de poca originalidad del argumento, no hay todavía una atrofia evidente en el dibujo. La sinergia alcanzada por Kirby y Sinnott sigue tan explosiva como siempre y en los dos años siguientes, Los Cuatro Fantásticos iría mejorando gráficamente cada vez más. Esta exasperante dicotomía entre un arte brillante y unas historias progresivamente más convencionales, sería lo que dominaría la última fase de la colaboración LeeKirby.

Eso es precisamente lo que ocurre en el nº 69 (noviembre de 1967), que continúa la aventura del episodio anterior en el mismo tono. La Cosa está desatado y entabla batalla contra sus antiguos amigos sin que nada, ni éstos ni la policía o los aviones militares, parezcan ser capaces de detenerlo. Mientras tanto, se revela –sin que el lector se sorprenda lo más mínimo– que el falso Santini era en realidad el Pensador Loco, que ahora tiene acceso a los secretos científicos de Reed. En lo más duro de la batalla contra la Cosa, Reed ordena a la Antorcha que se lleve a Sue y a Crystal a la seguridad de una comisaría de la policía. La ausencia de la Chica Invisible en las aventuras del equipo antes y después del nacimiento de su hijo será la norma en esta etapa.

En el número 70 (enero de 1968), la Cosa sigue rabiosa y Reed derrota en duelo singular al Pensador Loco; pero este, jugando una baza oculta, llama desde el calabozo a un indestructible androide fabricado por él para que lo rescate. Este artefacto humanoide sin rostro que se presentaba ya en la portada, no era ni mucho menos tan hipnótico como Klaw o Blastaar. En los diez meses que siguieron, los aficionados no tuvieron más remedio que resignarse a pasar página tras página de siniestros androides superpoderosos peleando contra los cuatro héroes en una monotonía indigna de la gloria de tiempos pasados.

Los episodios centrados en las batallas contra estos robots dejaban escaso espacio para la caracterización ¿Qué clase de inspirado diálogo podía inventar Lee cuando el antagonista era mudo y la mayor parte de las viñetas no consistían más que en intercambios de golpes? Ni siquiera parecía posible seguir inventando nombres mínimamente decentes para esos ingenios mecánicos, así que se limitaba a referirse a ellos como androide asesino, androide indestructible o, simplemente, hombre androide.

La portada del número 71 (febrero de 1968) ya dejaba bien claro que de lo que se trataba en ese cómic era de la «chispeante acción» («Sizzling Big Action Issue!», a decir de Lee): una composición bastante desganada de los cuatro héroes combatiendo individualmente contra el androide del Pensador Loco. Poco argumento, ningún desarrollo personal de los protagonistas, ausencia de diálogos memorables… tan sólo acción a raudales.

Por entonces, Kirby debía estar ya harto de dibujar siguiendo el Método Marvel, un sistema que permitía al artista realizar la mayor parte del argumento, pero sin cobrar por ello ni recibir el crédito merecido. Al hacer que Kirby le entregara las páginas dibujadas para luego añadir él los diálogos, Stan Lee se aprovechaba de las ideas de aquél para su propio lucimiento. Pero ahora lo único que recibía en su despacho no eran más que puñetazos y explosiones. ¿Qué texto podía añadir a aquello?

Ya he mencionado la negativa de Kirby a aportar ideas nuevas a consecuencia de los cambios que Stan Lee había forzado en el número 66. Pero no fue esa la única razón. A finales de los sesenta, Martin Goodman ordenó a Lee que se centrara en un público más joven, simplificando las historias a base de introducir más acción y combates. Cuando las ventas del Silver Surfer de Lee y Buscema, un tebeo más sofisticado y ambicioso desde el punto de vista conceptual, empezaron a mostrar un claro declive, Goodman ordenó a Lee cambiar el enfoque del título, eliminando reflexiones filosóficas y añadiendo más acción y peleas.

Por otro lado, Stan Lee estaba abarcando demasiado. Marvel se hallaba en plena expansión gracias a su sobresaliente labor editorial y de relaciones públicas. La distribuidora Independent News permitió por fin a Goodman incluir más títulos en su catálogo y en enero de 1966, el propietario de Marvel había convencido a Jack Liebowitz (editor en jefe de DC que, recordemos, controlaba Independent News) para que aumentara el número de colecciones a distribuir hasta alcanzar las trece, incluyendo Los Cuatro Fantásticos, Amazing Spiderman, Journey Into Mystery, Tales of Suspense, Tales to Astonish, Strange Tales, The Avengers, X-Men, Daredevil. Sgt.Fury and His Howling Commandos, Kid Colt Outlaw, Two-Gun Kid y Millie the Model. Ahora bien, cuatro de estos títulos no eran de género superheroico y Goodman ya era consciente a estas alturas que eran éstos los responsables del éxito de Marvel. En 1961, cuando salió al mercado el numero 1 de los Cuatro Fantásticos, Goodman vendía 18 millones de cómics al año; en 1968, esa cifra había saltado a los 50 millones.

Por tanto, Martin Goodman quería más superhéroes, y los quería ya. Pero su competidor Liebowitz no era fácil de convencer. Poco a poco y con bastantes prevenciones, Independent News permitió a Marvel expandir su catálogo siempre y cuando se ajustara a ciertas condiciones. De esta forma, en 1966, la editorial pudo poner en circulación cuatro nuevos títulos siempre y cuando se comercializaran en el formato –menos rentable- de 25 céntimos. Así aparecieron Fantasy Masterpieces (febrero 1966), reeditando las aventuras de los años cuarenta del Capitán América dibujadas por Jack Kirby. A continuación, Marvel Collector´s Item Classics (abril 1966), con reediciones de Cuatro Fantásticos, Hulk, Iron Man y Dr. Extraño. Tres meses más tarde debutaría Marvel Tales (julio 1966) con reediciones de Spiderman, Thor, la Antorcha Humana y el Hombre Hormiga. Con el fin de apoyar el estreno de una serie televisiva de animación titulada Marvel Super Heroes, producida por Gantray-Lawrence, Goodman le ordenó a Stan Lee lanzar otra antología de reediciones con el mismo título, Marvel Super-Heroes (octubre 1966), que recogía las primeras aventuras de los Vengadores, los X-Men y Daredevil.

Después, Goodman arrancó de Liebowitz otro compromiso: podría expandirse aún más, siempre y cuando ninguno de sus nuevos títulos estuviera protagonizado por superhéroes. El resultado fueron El Jinete Fantasma (febrero de 1967) y Not Brand Echh (agosto de 1967). Ambos eran cómics dirigidos a los mismos lectores que consumían superhéroes, si bien estrictamente hablando sus temáticas eran el western y el humor. A ellos les siguió un olvidable spin-off del Sargento Furia titulado Captain Savage and His Leatherneck Raiders (enero de 1968).

Jack Liebowitz temía que cualquier título nuevo de Marvel medrara a expensas de los de DC. Pero para 1968, finalmente accedió a dejar que Goodman publicara 24 cómics mensuales, incluyendo más títulos de superhéroes. En ese momento, colecciones hasta ese momento dobles (Tales to Astonish, Tales of Suspense y Strange Tales), se dividieron. Primero llegó The Incredible Hulk y Capitán América (abril de 1968), seguidos de Iron Man y Submariner (mayo de 1968) y, finalmente, Nick Fury, Agent of S.H.I.E.L.D. y Dr. Strange (junio de 1968). En mayo de 1968, se presentó una nueva serie titulada Capitán Marvel con el fin de capitalizar los recién adquiridos derechos de Marvel sobre el nombre del personaje.

The Spectacular Spider-Man (julio de 1968) fue una revista de 35 céntimos en blanco y negro editada con la esperanza de entrar en el mercado adulto. Su segundo (y último) número, se editó en color. Las pobres ventas de esta colección demostraron que el mundo no estaba preparado todavía para un proyecto tan ambicioso. Otro quebradero de cabeza para Stan Lee, que consumió su tiempo y energía, fue el ya mencionado The Silver Surfer (agosto de 1968). Tras dieciocho números, Lee y Buscema dejaron que Norrin Radd surfeara hacia el olvido.

Goodman había tratado de vender su compañía desde 1966, y sabía que unas cifras de ventas abultadas, incluso aunque fuera a corto plazo, podrían reportarle un mayor beneficio en la posible transacción. Toda esta expansión y reestructuración de títulos obligó a Stan Lee a coordinar artistas y entintadores a una escala cada vez mayor así como a contratar nuevos profesionales. Tampoco ayudó que Kirby dejara de abocetar para otros títulos, ya que las tarifas por página no le compensaban el tiempo y esfuerzo invertidos en ellas. Lee siempre había confiado en él para esa labor, y ahora debía esperar que los nuevos dibujantes comenzaran solos a familiarizarse con el Método Marvel, sin ayuda de los inestimables bocetos de Jack durante unos cuantos números. Todas estas presiones sobre Stan Lee tuvieron reflejo en su trabajo en Los Cuatro Fantásticos: los lectores empezaron a identificar más y más argumentos reciclados.

Una inercia que, como apuntaba, empezaba también a afectar a Kirby. En el nº 71 la aventura se abría con una espectacular viñeta-rostro de Sue gritando angustiada al pensar que Ben había matado a Reed y Johnny. Hubo una razón por la que Kirby decidió comenzar la historia con este primer plano extremo. El número fue dibujado poco después de que Marvel cambiara los tamaños base de sus páginas. Los nuevos, más reducidos, tuvieron el efecto sobre Kirby de dibujar todo más grande, especialmente las cabezas y las figuras humanas. Empezó entonces a abusar de páginas con rejillas de cuatro viñetas dominadas por cuerpos. Kirby nunca se sintió cómodo con este cambio pero, como había hecho durante toda su ya larga carrera profesional, se adaptó, haciendo que sus escenas de acción resultaran más atrevidas al tiempo que su creatividad se empobrecía.

Irónicamente y al tiempo que el entusiasmo de Jack Kirby por su trabajo iba disminuyendo, Marvel seguía creciendo. Su éxito la llevó a abandonar las oficinas de la casa madre, Magazine Management Corporation, y mudarse a un lugar más acorde a sus nuevas dimensiones. La nueva sede se encontró en el 635 de Madison Avenue, sólo un bloque más allá de las oficinas del 625, todavía ocupadas por Magazine Management. Curiosamente, la nueva dirección no se hizo constar en los cómics en un intento de despistar a los fans que acudían a montones a las oficinas de Marvel y que desde hacía años se habían convertido en una molestia.

Mientras tanto, en la colección que nos ocupa, la espada de Damocles había estado colgando sobre la calva cabeza del Vigilante desde hacía tiempo porque la repetición temática anulaba el impacto de las historias. Dado que su juramento le impedía interferir en las acciones humanas (juramento que había roto ocasionalmente), su principal papel consistía en avisar a los Cuatro Fantásticos de algún peligro inminente, a menudo de carácter cósmico. Ahora bien ¿cuántas veces podía repetir el truco antes de que éste se quedara viejo? El nº 72 (marzo de 1968) marcó la novena aparición del Vigilante en la colección de los Cuatro Fantásticos. Los lectores empezaban a cansarse del personaje y los autores lo sabían. Sería la última vez que Lee y Kirby lo mostraran en la serie.

A cambio, Silver Surfer regresa más espectacular incluso que en previas apariciones. Kirby lo dibuja con un aura de ser divino, rebosante de poder, que plasma a la perfección en la ilustración a página completa de la plancha nº 6. Es, probablemente, el Silver Surfer definitivo. En cuanto a la historia, se trata de uno de esos rutinarios enfrentamientos entre héroes por un malentendido y que acabará con una disminución en el inmenso poder cósmico del antiguo heraldo de Galactus, una estrategia de Lee necesaria para facilitarse a sí mismo su labor de guionista en la ya cercana colección que iba a inaugurarse con Silver Surfer de protagonista.

Por otra parte y como era norma en él, Stan utiliza su aportación a los diálogos para articular a mitad de camino entre el melodrama y la cursilería sus pensamientos y filosofía. En la última viñeta en la que el Vigilante aparecería en Los Cuatro Fantásticos de Lee y Kirby, una angustiada Sue Storm pregunta al sabio cósmico qué puede hacer Reed frente al todopoderoso Silver Surfer, a lo que aquél le responde: ¿Todopoderoso? Sólo hay alguien que merezca ese nombre. Y su única arma es el amor.

El nº 73 (abril de 1968) retrotraía a los ya viejos números entintados por Chic Stone en los que se ofrecían crossovers con otros personajes. En esta ocasión tenemos a Daredevil, Thor y Spiderman. Y aunque la historia no tiene demasiada sustancia, sí sirve recordarnos por qué Kirby hubiera sido el artista equivocado para Spiderman y Joe Sinnott el entintador menos apropiado para Thor.

El guion, si puede llamársele así, recupera esa convención del género en virtud de la cual cada cierto número de episodios, los héroes deben prescindir del sentido común y pelearse entre ellos por una equivocación o estupidez sin importancia. Pelea en la que, por supuesto, nadie sale herido y donde todos terminan tan amigos. Este episodios es, por tanto, otro ejemplo más de ese manido esquema que al menos aquí reviste más plausibilidad de lo habitual dado que viene de un desarrollo anterior en la colección de Daredevil, entre cuyos números 36 y 38, el Doctor Muerte utilizaba uno de sus artefactos para intercambiar su mente con la del héroe ciego. Éste, utilizando una ingeniosa táctica, obligaba luego a Muerte a revertir el proceso; pero el monarca de Latveria se tomaba a su vez la revancha convenciendo a los Cuatro Fantásticos de que seguía ocupando el cuerpo de Daredevil, lo que llevaba, ya en la colección del cuarteto, a un enfrentamiento de aquél con éstos en el que tomaban parte además los mencionados Thor y Spiderman.

Todas las sutilezas, complejidades y sofisticación que Lee y Kirby habían introducido dos años antes en la Trilogía de Galactus quedan ahora, en el segundo ciclo centrado en ese personaje, entre los números 74 y 77 (mayo-agosto de 1968), desleídas a favor de una acción ininterrumpida narrada a base de grandes viñetas, puñetazos y efectos sonoros. En este segundo ciclo de Galactus. Reed, Ben y la Antorcha se pasan el rato batiéndose contra el Castigador (el robot de Galactus), los típicos androides genéricos y, por último, Psico-Man.

Las diferencias entre estos dos ciclos de Galactus son representativas del cambio que se había producido en el tono de la colección. Las escenas tranquilas del primero, como aquella en la que Sue aconseja a Reed que se afeite y baje a cenar mientras el destino de la Tierra pende de un hilo, son lo que convirtieron a la primera trilogía en una épica perdurable llena de tensión. Por desgracia, no encontramos el mismo dramatismo en esta especie de secuela en la que triunfa el estilo sobre la sustancia. Como premio de consolación encontramos las páginas-viñeta que a partir de 1968 Kirby empezó a ofrecer con asiduidad. Esos dibujos se cuentan entre los más elaborados y espectaculares que jamás firmó y en este ciclo encontramos dos fantásticos retratos de Galactus que sólo encuentran igual en los que Kirby incluyó en los números 134 (noviembre de 1966) y 160 (enero de 1969) de Thor. Esto es casi lo más destacable de este segundo ciclo de Galactus si consideramos la altura de la saga original.

Stan Lee estaba encantado con el inminente lanzamiento (en agosto de 1968) de la colección dedicada a Silver Surfer y de cuyos guiones se iba a encargar él. Es una serie que comentaré en otra entrada pero baste decir aquí que Lee se sirvió de una de sus innovaciones editoriales para promocionarla: cuando un superhéroe Marvel estaba a punto de protagonizar su propia colección, Lee lo incluía como estrella invitada en otro título puntero. Por ejemplo, el combate entre Capitán América e Iron Man en Tales of Suspense 58 (octubre de 1964) sirvió como introducción a la nueva serie del primero que iba a debutar en esa misma cabecera un número después.

Pues bien, Lee utilizó la saga que transcurrió entre los números 74 y 77 de Los Cuatro Fantásticos como trampolín para la colección de Silver Surfer que, como he dicho, iba a escribir él pero que no estaría dibujada por Kirby sino por John Buscema. Es más que probable que a Kirby no le hiciera ninguna gracia tener que ilustrar una historia sobre un personaje que iba a recibir título propio y sobre la que no le habían consultado ni ofrecido nada aun cuando él había sido su creador gráfico. Todavía peor, la serie pervertiría el concepto que él mismo tenía sobre su personaje. Donde Kirby había inventado un alienígena que gradualmente se transformaba en humano, Stan invirtió la idea para convertirlo en un humano que se transforma en alienígena. El Silver Surfer de Lee y Buscema era todo solemnidad y altisonancia. Con sus brazos siempre retorcidos en gestos de exagerada emoción se enredaba en monólogos melodramáticos a través de los cuales Lee lanzaba su filosofía de baratillo a las masas.

Las reacciones que despertó este Silver Surfer dependen de la perspectiva de cada cual. Algunos fans pensaron que la emotividad que irradiaba Norrin Rad y sus discursos santurrones sonaban muy reales y estaban repletos de sabiduría. Para ellos, Silver Surfer fue la cumbre de Lee como guionista. Otros vieron esa bondad impostada del personaje como algo atrofiante y repetitivo. Parece que éstos últimos ganaron, porque la serie fue cancelada tras solo dieciocho números por mucho que Lee opinara que había sido su mejor obra.

En cualquier caso, Kirby sentía que había sido despojado de su creación y después del número 77, ya no volvería a dibujar al héroe plateado en los Cuatro Fantásticos. Lo retomó una última vez en el nº 18 de su propia colección, Silver Surfer (septiembre de 1970), pero su descuidado dibujo no hizo sino reflejar el resentimiento con el que había aceptado el encargo.

Aunque, como ya he indicado, los signos de decadencia de la colección eran patentes, Lee y Kirby consiguieron tejer entre los números 76 y 77 una de las mejores historias de esta etapa crepuscular, influidos quizás por la película Viaje Alucinante, que había sido un éxito de taquilla en 1966 (o también del relato de 1932, escrito por Jack Williamson, El Planeta Pigmeo). Así, en el episodio 76, Reed, Johnny y Ben (recordemos que Sue seguía de baja maternal) reducían su tamaño más allá del nivel molecular para entrar en un extraño universo subatómico.

Aunque la idea de estos mundos infinitesimales no era ni mucho menos nueva en el ámbito de la ciencia ficción (e incluso los Cuatro Fantásticos habían llegado a uno de ellos en su número 16), sí puede afirmarse que se trata de uno de los grandes conceptos presentados por la colección junto a Galactus, la Zona Negativa o los Kree. Como había hecho con la Zona Negativa, Kirby consigue representar Subatómica como un lugar muy extraño que trata de ocultar sus similitudes con la clásica imaginería del espacio exterior. Por ejemplo, cuando Reed, Johnny y Ben viajan en el último vehículo ideado por el primero (una nave reductora que se «impulsa con la fuerza de su propia contracción. Del mismo modo que un globo se mueve velozmente cuando expulsa el aire») y conforme van encogiéndose, penetran en una mancha de fluido sobre la placa de un microscopio para encontrarse atravesando un inexplicable túnel de moléculas (sólo Kirby podía esperar salirse con la suya representando ese modelo subatómico tan poco realista como los que se pueden encontrar en el laboratorio de cualquier escuela). Pudiendo respirar con normalidad en esta extraña y maravillosa realidad, el trío no tarda en verse atrapado en una serie de encuentros con amenazas tales como Psico-Man (al que se le había visto por última vez en el Anual 5) y sus androides.

Sea como fuere, ese número 76 volvía a adolecer de la misma paradoja que afectaba a todos los episodios de esta época: pobreza de tramas frente a espectaculares dibujos; el aburrimiento que despertaba el enésimo androide contra el que luchaban los héroes (en esta ocasión, mudo y bautizado simplemente como El Indestructible) frente el asombro suscitado por la imaginativa, surrealista y alucinatoria visión de Sub-Atómica.

Continúa en el siguiente artículo

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Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 68-77 (noviembre de 1967-agosto de 1968)

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".