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«Los Cuatro Fantásticos», de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 56-58 (noviembre de 1966-enero de 1967)

El número 56 de Los Cuatro Fantásticos (noviembre de 1966) fue el primero en el que los créditos anunciaban: Producido por Stan Lee y Jack Kirby en lugar de asignarle a cada cual la tarea de guionista e ilustrador respectivamente. Esto se hizo a solicitud del propio Kirby, que quería hacer público de forma expresa su participación en el desarrollo argumental de las historias. Inexplicablemente, Stan aún se negaba a otorgar a su colega la acreditación de guionista aun cuando sí se lo había concedido a otro dibujante, Jim Steranko, que llevaba sólo cuatro meses en Marvel, en el serial de Nick Furia publicado en la cabecera Strange Tales.

Es extraño que el villano Klaw sólo apareciera en un número de los Cuatro Fantásticos de Lee y Kirby. Habida cuenta de las dificultades que tenían para encontrar nuevos villanos a la altura de los 4F, uno podría pensar que este Amo del Sonido sería un mejor candidato que el retorno de, digamos, el Hombre Topo. Al final del nº 53, Klaw se había zambullido en el núcleo de su convertidor sónico, alterando de esta forma la estructura más íntima de su cuerpo. Desde ese momento, no habíamos sabido nada de él. El desesperado experimento lo convirtió en un ser magnífico, completamente rojo y de aspecto satánico, con una prótesis sónica en lugar de su mano. Desde luego, era un villano con potencial y su ausencia de la colección quizá fuera debida a que resultaba muy fácil derrotarlo: todo lo que hacía falta era un buen puñetazo del no particularmente fornido Mr. Fantástico siempre y cuando llevara puestos sus nudillos de vibranium proporcionados por Pantera Negra.

Los argumentos paralelos continuaban su marcha, con Johnny y Wyatt transportados por el inhumano Mandíbulas a un entorno sombrío que, sospechan, no se halla en la Tierra. Ahora que la Antorcha y su amigo se habían unido al perro de Crystal, su búsqueda adquiere un giro siniestro: ya no controlan su dirección ni destino. Mientras tanto, en el Himalaya, Medusa se enfurece con Maximus al enterarse de que puede neutralizar la Gran Barrera a voluntad pero que no quiere hacerlo.

El Anual nº 4 (noviembre de 1966) supuso una cierta decepción. Contenía una buena historia: La Antorcha que Fue, con excelentes páginas de Kirby y Sinnott, pero sólo duraba 19 páginas. El resto del número, que debería haber contenido algún tipo de acontecimiento relevante para el grupo, no revestía gran interés.

Los Cuatro Fantásticos parecían el lugar ideal para reintroducir en el Universo Marvel personajes nacidos en las amarillentas páginas de la Edad de Oro de Timely Comics. Esta práctica sin duda tuvo la aprobación de algunos fans veteranos que anhelaban el retorno de sus viejos héroes de infancia. El antepasado de Johnny Storm, el androide Antorcha Humana, hace aquí su primera aparición desde 1954. ¿Por qué recuperar a ese antiguo personaje solo para matarlo al final de la historia? La razón no estaba en el campo creativo, sino en el empresarial.

Carl Burgos había creado y dibujado la Antorcha para la editorial de Goodman durante los años cuarenta, cincuenta y sesenta. Su última colaboración había tenido lugar a comienzos de los sesenta dentro de la colección Strange Tales, aquel mediocre título en el que se narraban las aventuras de la Antorcha y la Cosa. Burgos nunca se llevó bien con Stan Lee, lo que hacía de su trabajo en Marvel una experiencia desagradable. Quizá esa fuera una de las razones por las que, en 1966, entabló un pleito contra la editorial por los derechos de la Antorcha Humana original. Entonces, Marvel se apresuró a incluir al personaje dentro de su nuevo Universo para demostrar que su vínculo con la editorial era mayor que con el autor. El asunto se zanjó mediante un acuerdo privado entre las partes nunca desvelado, aunque la hija de Carl recordaría más tarde que aquel día su padre se enfureció tanto que tiró a la basura toda su colección de cómics de la Golden Age. En 1967, su carrera como dibujante de comic-books había acabado.

En el tiempo transcurrido entre el Anual 3 y el 4 se habían consolidado definitivamente las personalidades del cuarteto. Todos se habían suavizado algo con la edad. Las dudas y tropiezos iniciales de Sue y Reed dejaron lugar a un profundo amor y compromiso en el seno del matrimonio. Las peleas entre ambos se convirtieron en algo menos frecuente.

Como muchas parejas casadas, se hicieron aburridos –lo cual no dejaba de tener su dosis de realidad–. Los cambios de humor de Ben, pasando de la depresión a la furia, también eran ya cosa del ayer. Pareció conformarse con su aspecto y su papel en el grupo, pasando de figura trágica a elemento cómico. Johnny también había cambiado significativamente en su transición hacia la madurez. Lee ya no le dejaba perder los nervios y Kirby le dio un aspecto menos enclenque, más fornido. Tan pronto como Crystal y la Antorcha se reunieron, la primera pasó a vivir en el Edificio Baxter. El asunto de quién dormía dónde permaneció siempre en la ambigüedad, lo que, a la postre, contribuyó a darle un perfil más adulto a Johnny. En resumen, en 1966, los Cuatro Fantásticos pasaron a ser quienes seguirían siendo ya para siempre.

La Trilogía de Galactus y la casi simultánea saga de Ego en la colección de Thor, resultaron ser las cumbres más destacadas de la Marvel de esta etapa y aunque lo que siguió todavía sobresalía por su imaginación, creatividad e incluso puntual brillantez, fue más o menos una repetición de los mismos esquemas. Se había alcanzado una especie de meseta, a mucha distancia de casi todo lo que se había conseguido en los cómics de superhéroes hasta entonces pero, en comparación con los primeros cinco años de la colección, ya no con el mismo grado de originalidad. Naturalmente, Lee y Kirby aún tenían un buen puñado de historias por contar pero ninguna con la inventiva arrolladora de Galactus o Ego.

En no poca medida, esto fue resultado de la creciente insatisfacción de Kirby con Marvel. No importaba lo mucho que aportara al proceso creativo en términos de argumento, ritmo y estructura: el resultado final estaba en manos de Stan Lee (quien, entretanto, se había convertido en la cabeza visible y símbolo de la editorial, un rostro que todo el mundo reconocía y apreciaba). Es más, la marcha de Steve Ditko de Amazing Spiderman, demostró que las ventas de esa colección, lejos de resentirse, aumentaban. Y así Kirby quedó como el último de los mosqueteros que habían entrado en la editorial antes de que esta diera en la diana con los superhéroes. Esto no quiere decir que Lee no participara en la formación de Marvel en estos años. Todo lo contrario, su visión editorial, sus textos (que, aunque hoy puedan parecer envejecidos entonces fueron un soplo de aire fresco en el acartonado género) y su interés en introducir temas que iban más allá del provinciano mundo de los comic-books, fueron contribuciones de importancia capital.

Y así, los números que siguieron a la Trilogía de Galactus fueron un ejemplo de todo lo que hizo a los cómics Marvel de esta época tan importantes, fascinantes y entretenidos. De hecho, en el número 57 (diciembre de 1966) arrancó una historia en cuatro partes tan espectacular que desafió incluso a los episodios de Galactus. Hasta ese momento, el elemento clásico más importante de la colección que estaba ausente en la Etapa Cósmica era la siniestra intervención del Señor de Latveria. De repente, el Doctor Muerte volvía para vengarse.

Fue de Jack Kirby la idea de que Silver Surfer llegara al mundo de los humanos como una página en blanco, absorbiendo en cada aventura nuevas lecciones sobre nuestra voluble naturaleza. En el 49, Surfer aprendió el valor de una vida humana. En el 55, supo de la fuerza de las emociones a través de los celos de Ben Grimm. En esta nueva saga, descubre la traición. En el magnífico arco argumental que comienza en este episodio, Muerte le roba a traición sus poderes cósmicos.

Esta historia fue posiblemente la última de su clase. Comienza de una forma casi cotidiana…si es que así puede calificarse la fuga de la cárcel de uno de los Cuatro Terribles, el Hombre de Arena, cuando éste y el Mago tienden una trampa a Reed, Sue y Ben. Sin embargo, no tardarán en averiguar que el Hombre de Arena es el menor de sus problemas porque a un continente de distancia, un zalamero Doctor Muerte, haciéndose pasar por pacífico benefactor de la Humanidad, engaña a Silver Surfer para que baje su guardia. Le enseña el castillo y cínicamente explica el fin de la letal maquinaria que desarrollan sus científicos: «Hace mucho que libro una eterna batalla por la paz y la justicia. Pero para eso necesito armas con las que defenderme de los enemigos de la libertad».

Finalmente, Muerte lo atrae hasta una pantalla en la que se proyectan imágenes del espacio profundo. Extasiado por la visión de lo que perdió tras enfrentarse a Galactus, Surfer no se percata de que Muerte se apresta para aplicarle un artefacto que le privará de su poder, traspasándoselo a sí mismo. La secuencia termina con una espectacular y dramática página-viñeta en la que aparece el victorioso y exultante Muerte, con sus manos crepitando con chispazos de pura energía, sobre un derrotado Surfer a sus pies. «¡Que la Humanidad tiemble, pues el Dr.Muerte se ha hecho con un poder sin límites, un poder como para desafiar al mismísimo Galactus!». Entonces, abandonando su castillo, Muerte inicia un enloquecido y destructor vuelo que aterroriza a los campesinos de sus tierras, los primeros en entrever el terrible destino que aguarda a toda la especie humana.

El Doctor Muerte había sido un villano carismático que había constituido una amenaza puntualmente peligrosa para el cuarteto, pero del que todos los lectores sabían en el fondo que no era un auténtico rival para la fuerza combinada de los protagonistas. Sin embargo, en esta ocasión, con el ilimitado poder cósmico de Silver Surfer a su disposición, Victor von Muerte se convertía en mucho más que un dictador molesto de un pequeño país: un enemigo contra el que los poderes de los 4F no tenían ninguna oportunidad. La extraordinaria viñeta de Kirby en la que se muestra a Muerte acechando al inocente alienígena parece la mismísima encarnación de la maldad y la vileza.

Incluso los críticos más duros encontraran difícil hallar algún defecto en el nº 58 (enero de 1967), una historia rebosante de poder y acción desde su viñeta-página inicial hasta su final, en el que el Doctor Muerte surca los cielos sobre su tabla de surf robada. Tras la sensación de amenaza inminente que, en mitad de una tormenta eléctrica sobre Nueva York, se respira en las dos primeras planchas, la Cosa es atacada y derrotada por el doctor Muerte mientras la Antorcha Humana (que, recordemos, se había pasado los últimos meses buscando el Gran Refugio de los Inhumanos) llega a la azotea del Edificio Baxter gracias a los poderes teleportadores de Mandíbulas.

Observando la destrucción sembrada por el choque entre su amigo y Muerte, parte para avisar a Reed y Sue, que se encuentran en su residencia de las afueras. A punto están de sucumbir a su enemigo cuando la Antorcha llega para defenderlos en un combate singular que les obliga a huir so pena de perecer ante tal despliegue de poder. En línea con la grandiosidad que Kirby y Lee imprimían a las historias de esta etapa, la Antorcha Humana, que sólo unos años antes tenía problemas para vérselas con Spiderman, es ahora inmensamente más poderosa. Por ejemplo, aquí le vemos amenazar a Muerte con la Explosión Supernova, tan intensa, nos dicen, que mataría instantáneamente a la mitad de la población del hemisferio.

A pesar de todo su poder, Doom prevalece, flotando intacto sobre las ruinas del hogar de Reed y Sue mientras comete su gran error: permitir que los Cuatro Fantásticos sigan viviendo. «Vosotros, que nunca antes habíais sido vencidos, viviréis el resto de vuestros días en la desesperación más absoluta sin saber cuándo me apetecerá extinguir vuestra lamentable vida». Por el momento, Muerte se alza más triunfante que nunca en su innoble gloria. Ya no volvería a lucir tan poderoso y oscuro.

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".