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«El Cuarto Mundo», de Jack Kirby (1973-1985): «Mr. Milagro» y «Perros Hambrientos»

Tras la cancelación en 1972 de Los Nuevos Dioses y Los Jóvenes Eternos, M. Milagro fue el único título superviviente del Cuarto Mundo, pero carente del apoyo de las otras colecciones se sumió en un desarrollo apático mucho más cercano al cómic de superhéroes tradicional. Desaparecieron las referencias al conflicto cósmico y las historias no eran más que variaciones del mismo tema: cómo el héroe caía en alguna trampa mortal y conseguía escapar de ella. La insatisfacción de Kirby se hizo patente también en el dibujo, rutinario y menos elaborado. La serie finalizaría en el número 18 (marzo de 1974).

Como siempre ha sido el caso de Kirby, su obra para DC fue inmensamente influyente (¿a alguien se le escapa el «parecido» entre Darkseid y el Thanos creado por Jim Starlin para Marvel en 1973?). Y aunque en su momento no tuvo el éxito esperado, toda su mitología fue luego incorporada al universo superheroico de la casa, donde diversos guionistas han dado su particular visión de la misma con resultados dispares. El primero fue un intento de revival por parte de Gerry Conway y el dibujante Don Newton, pero tampoco fue bien recibido, dejando que el Cuarto Mundo reposase mientras sus ideas y personajes iban filtrándose a los círculos de otros héroes.

En 1984, DC reedita en el lujoso formato Baxter la serie  Los Nuevos Dioses con ocasión de un acuerdo con la compañía juguetera Kenner, que iba a fabricar figuras de acción basadas en personajes de la casa, algunas de ellas extraídas del Cuarto Mundo. Volvieron a llamar a Kirby para colaborar en el diseño de aquéllas y aprovechando la ocasión realizó un episodio adicional de 48 páginas para la mencionada reedición que sirvió de conclusión supuestamente definitiva. En este punto, su arte estaba ya en franca decadencia, y pese a algunas interesantes composiciones de página, la torpeza en su trazo y en la definición de las figuras es patente. Tampoco el guión satisfizo a nadie y habría que esperar un año más, hasta marzo de 1985, para asistir al adiós final de Kirby a una de sus más insignes creaciones, en esta ocasión en forma de novela gráfica de 64 páginas titulada Perros Hambrientos (The Hunger Dogs).

Pero tampoco esta vez dejaron a Kirby en paz y de nuevo se incumplieron las promesas hechas. Esta iba a ser, esa era su intención, la resolución final y definitiva del Cuarto Mundo –aun cuando, tras tantos años, tengo la impresión de que seguía sin saber muy bien cómo rematar el asunto–. Pero cuando los ejecutivos descubrieron que su intención era matar a varios personajes importantes, como Orion o Darkseid, le dijeron que ni hablar. Al fin y al cabo, eran propiedades que podían exprimirse mediante licencias para merchandising y, de hecho y concretamente, el acuerdo con Kenner estaba en vigor. No podía acabar con personajes que ya habían sido convertidos en figuritas (hoy probablemente le hubieran dejado hacer y luego lo habrían etiquetado como mundo alternativo ajeno a la continuidad oficial DC).

Hasta qué punto esta interferencia afectó al resultado final es difícil de decir, porque Perros Hambrientos es una obra confusa, atropellada e ilógica en la que pueden adivinarse destellos de genialidad… en fin, como en casi todos los cómics en los que dispuso de total libertad.

A pesar de su formato de novela gráfica y de disponer de un título individualizado (en lugar de, por ejemplo, Los Nuevos Dioses: Perros Hambrientos), no es esta una historia recomendable para un lector que no esté previamente familiarizado con este universo y para cuya comprensión íntegra conviene incluso haber leído el último número de la mencionada reedición Baxter (que explica por qué Orion se encuentra al principio de la historia herido y en Apokolips).

Los temas que se tratan en Perros Hambrientos son básicamente los mismos que en el Cuarto Mundo: la tiranía, los peligros de la mecanización, la deshumanización, la lucha entre el bien y el mal… aunque llevados a un grado incluso superior en tanto en cuanto el mismísimo Darkseid empieza a sentirse prisionero del progreso tecnológico que él ha instigado: «¡La conspiración del tiempo! ¡Una nueva era de botones, diales y repugnantes compuestos químicos!» exclama cuando se da cuenta de que el temor al poder de su persona va a ser sustituido por el temor a meras armas de destrucción masiva. «¿Esperas que apruebe esta… porquería?», le espeta al científico que le ha presentado un arma terrible. Pese a sus reservas, como era de esperar, sí lo autoriza; pero esas dudas no fueron un acierto porque mermaron la hasta ese momento inquebrantable aura de poder y determinación de Darkseid, uno de sus rasgos más atractivos.

Mientras tanto, los Perros Hambrientos del título, la clase obrera de Apokolips y símbolo del poder arrollador que puede ejercer el individuo anónimo si se agrupa con otros, cada vez se muestran más irritados, amenazando con estallar en rebelión contra la tiranía de Darkseid gracias al apoyo de Orion e Himon. Hay también apariciones de Highfather y Lightray y alusiones a Metron (Kirby decidió ignorar todas las contribuciones tanto de la etapa Conway como de las añadidas en los quince años desde que aparecieron las series originales del Cuarto Mundo).

Como ya dije, Perros Hambrientos es un cómic confuso y enredado, pero si esto es debido a las injerencias editoriales o a los caóticos impulsos creativos de Kirby, nunca lo sabremos. Algunos de los problemas, como los cambios en la dirección del argumento, se deben a que inicialmente iba a ser un comic-book ordinario y el autor se vio obligado a encajar demasiadas ideas en una extensión menor de la prevista. Cuando en DC vieron el atropellado resultado, se asustaron y le ofrecieron más páginas para arreglar el desaguisado, reconvirtiendo el proyecto en novela gráfica. Ello obligó a Kirby a realizar cambios y ajustes que no terminaron de funcionar bien, sobre todo porque no podía rematarlo todo con el final que a él le habría gustado. Y como de costumbre, se muestra incapaz a la hora de refrenar ese continuo flujo de conceptos y personajes o de mantener un equilibrio en los textos: en una viñeta se puede leer un monólogo dramático y profundo seguido en la siguiente de un diálogo descacharrantemente torpe.

Desde el punto de vista artístico, Kirby hacía años que había dejado atrás su cénit y lo que encontramos aquí así lo demuestra. Quizá siendo consciente de que ya no era capaz de ofrecer un dibujo pulido y tan impactante como antaño (tenía además problemas físicos en sus ojos y mano), intenta compensarlo otra vez con montajes de página inusuales en él (y no siempre exitosas, cayendo a veces en lo farragoso), probablemente en un intento de aprovecharse de la libertad que le ofrecía el formato de mayor tamaño. Tampoco ayudaron los problemas técnicos que obligaron a que sus lápices acabaran entintados por tres profesionales distintos (Mike Royer, D. Bruce Berry y Greg Theakston).

Como clímax y cierre de la saga del Cuarto Mundo, Perros Hambrientos no es en absoluto satisfactorio. Ni hay un auténtico final ni vemos el esperado duelo a vida o muerte entre Orion y Darkseid. Es una mezcla de las fortalezas y debilidades de Kirby, pero a estas alturas las primeras ya no compensan las segundas con tanta rotundidad. Quince años después de abandonarla, Kirby se encuentra desconectado de su propia creación. Con todo, es una historia razonablemente interesante que evoca el fatalismo de la vida en Apokolips y su atmósfera opresiva, el tono de solemnidad, melancolía e inminente tragedia mejor de lo que otros creadores lograrían más adelante. En su espíritu y su resultado, esta fue el canto del cisne de Kirby para el Cuarto Mundo.

Con el paso de los años y de las décadas, los aficionados al comic-book americano han disfrutado hasta la insensibilización de grandes épicas que abarcan múltiples universos o dimensiones, con docenas de personajes interrelacionándose en narraciones que se extienden por muchas colecciones. Pero no siempre fue así, ni mucho menos. El Cuarto Mundo de Jack Kirby fue en muchos sentidos el primero en ofrecer esa visión, para bien y para mal. Como mínimo, merece la pena echar un vistazo a esta explosión descontrolada de creatividad, una obra que, con todos los fallos indicados, resulta impresionante por su honradez, pasión y originalidad. Jack Kirby fue uno de los principales artistas de comic-book del siglo XX. Y de todas sus obras, el Cuarto Mundo es puro Kirby.

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".