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«Los Cuatro Fantásticos», de Stan Lee y Jack Kirby: núm. 1 (noviembre de 1961)

A comienzos de los sesenta, como vimos en el artículo anterior, el éxito y la autocomplacencia habían malogrado el empuje artístico de DC Comics. Eran una gran organización elitista que contemplaba con desdén a sus competidores desde lo alto de su particular montaña. Los editores que controlaban el contenido de las colecciones parecían poco interesados en efectuar ningún cambio. Sus cómics se vendían, así que no existían incentivos para probar cosas nuevas. La mayoría seguían adelante impulsados por la rutina. Esos mismos editores controlaban de cerca a sus guionistas y artistas, imponiéndoles su visión personal. Los creadores –si se les podía llamar así‒ debían someterse al estilo de la casa, dibujando como si trabajaran en un laboratorio. Debidamente esterilizadas, sus páginas salían de su mesa como si de una cadena de montaje se tratara, todas similares, previsibles, sin energía ni chispa.

Durante estos años, los cómics de superhéroes estuvieron dominados casi enteramente por los títulos de Superman y Batman, totalizando nueve colecciones. Sus historias y dibujo estaban pensados para lectores de diez años. Y, entiéndaseme bien, cumplían su objetivo: tenían un nivel de calidad respetable, con un dibujo limpio y un pulido coloreado de tonos brillantes. Pero carecían de pasión y ambición. Así que si tenías diez años y estos cómics eran lo único que habías conocido, podían leerse perfectamente bien.

De hecho, casi todos los cómics de Superman y Batman de comienzos de los sesenta desprendían un sentimiento de tedio y monotonía. Las historias eran clichés banales repetitivos reciclados una y otra vez. Al final de cada episodio de World´s Finest, Superman y Batman derrotaban al villano de turno, sonreían y se estrechaban las manos satisfechos. Lo llevaban haciendo años y todo hacía temer que lo seguirían haciendo muchos años más… si es que los lectores no acababan desertando de aburrimiento.

Así, puede resultar engañoso que DC fuera la protagonista y ganadora absoluta de los premios otorgados en 1961 por la recién formada Academy of Comic-book Arts and Sciences. Estos premios, conocidos como Alleys –por Alley Oop, el primer héroe del cómic‒ fueron a parar a DC por la sencilla razón de que apenas tenía competencia. El mejor héroe resultó ser Linterna Verde y el mejor comic-book, Flash Comics nº 123 (en el que se reintroducía al Flash de los cuarenta).

La verdad es que el empuje que la editorial había dado al género unos años antes, se había esfumado. Las nuevas aventuras de Flash habían comenzado de forma prometedora, pero ahora incluso el corredor escarlata parecía atrapado por las rancias nociones de superheroísmo corporativo de DC. Creativamente, todo había quedado estancado en un punto muerto, en una especie de inercia que, con o sin premios, aseguraba una paralización de la industria. Había llegado el tiempo para una revolución. Los Cuatro Fantásticos serían la chispa que encendería de nuevo el motor.

Martes, 8 de agosto de 1961. Aquel día fue funesto para los Estados Unidos. Los titulares de todos los periódicos los ocupaba el nombre de un ruso: German Titov había completado un viaje de 25 horas alrededor de la Tierra a bordo de una astronave soviética. El premier ruso Nikita Kruschev apareció en televisión anunciando que las tropas soviéticas estaban agrupándose para terminar con la ocupación aliada en Berlín Occidental. Aquella misma semana, los rusos construyeron el Muro de Berlín.

Las únicas noticias esperanzadoras venían de la cultura popular. El ocho de agosto de 1961, los quioscos colocaron en sus escaparates una nueva revista titulada Los Cuatro Fantásticos. Su impacto sobre el mundo del cómic fue inmediato e irreversible. Desde el momento en que entraron en escena, los Cuatro Fantásticos transformaron el panorama superheroico.

De un solo brochazo, aquel número toscamente dibujado y escasamente desarrollado, sentó las bases para todo un nuevo universo de ideas que sacarían a los cómics de superhéroes de la mediocridad en que se hallaban sumidos. Dividió la historia de los comic-books en dos: antes y después de los Cuatro Fantásticos. Reescribió las reglas de los comics de justicieros con poderes y el resto de títulos y editoriales hubieron de ajustarse a ellas si querían sobrevivir.

Fantastic Four nº 1 introdujo el concepto de realismo. Por primera vez, el foco de las historias lo pasaban a ocupar las personalidades de los protagonistas, héroes o villanos –como se relacionaban los unos con los otros y con la sociedad y cómo ésta interactuaba con ellos–. Las historias evolucionaban sobre la base de cómo estos personajes, cada uno con una personalidad marcadamente diferente, reaccionaban a los dramas y decisiones que se les planteaban.

La historia exacta de cómo surgieron los Cuatro Fantásticos se ha perdido en la niebla de los tiempos, distorsionada tanto por la pobre memoria de quienes intervinieron en ella como por su ego artístico. Pero medio siglo después de su nacimiento, sí podemos deshacer algunos mitos que parecen haber calado hondo entre los propios estudiosos del medio.

Por ejemplo, esa leyenda que cuenta cómo Martin Goodman jugaba al golf con Jack Liebowitz cuando éste le comentó los buenos resultados que estaba obteniendo un nuevo título que habían lanzado recientemente, La Liga de la Justicia. Inspirado por la idea, Goodman encargó a Stan Lee que creara una nueva colección con un grupo de héroes.

Una gran historia. Y meticulosamente punteada de detalles que añaden color y verosimilitud. Sin embargo, es enteramente falsa.

Esta leyenda ha estado seduciendo a todos los aficionados desde mediados de los setenta. Es imposible determinar de dónde salió, pero no resulta descabellado que su creador fuera el propio Stan Lee. En 2002 todavía la repetía en su autobiografía. Una versión del mito es que Goodman en realidad jugaba con el presidente de DC, Harry Donenfeld. Otra versión apunta a que su contrincante era Jack Liebowitz, entonces editor de esa compañía. Sea como fuere, ambos han negado categóricamente tal episodio.

Donenfeld juró que jamás había estado en un campo de golf con Martin Goodman. Pero es que el propio Goodman, en los últimos años de su vida admitió que tal historia era apócrifa. A la vista de todos estos testimonios, resulta sorprendente que todavía se siga presentando la anécdota del campo de golf como verídica por gran parte de los críticos y comentaristas.

El jefe de producción de DC, Sol Harrison, afirmó que Goodman se enteró de las cifras de ventas de La Liga de la Justicia a través de uno de los directivos de la distribuidora de DC, Independent News. Harrison tuvo mucho contacto a lo largo de su carrera con la alta dirección de esa compañía por lo que no resulta descabellado pensar que su información proviniera directamente de la fuente. Para liar aún más las cosas, otros trabajadores de DC declararon que Goodman había pagado a personal de la distribuidora para que le mantuvieran informado sobre los tebeos mejor vendidos de la competencia.

Las declaraciones del propio Stan Lee en una entrevista apuntan a que la historia de los «informadores» era la que más visos de verosimilitud tenía: «Martin Goodman, que era el editor, me llamó y dijo: ¿Sabes Stan? Creo que los superhéroes están regresando. Estaba revisando las cifras de ventas de la Liga de la Justicia de DC. ¿Por qué no tenemos nosotros un equipo de superhéroes?».

Nótese que en esta versión de la historia no aparece por ninguna parte un campo de golf. Goodman dijo que había estado «revisando las cifras de ventas», como si tuviera el informe en su mesa. Es más probable obtener esta información de un empleado sobornado de la competencia que de un directivo mientras se hacen unos hoyos.

Y aún hay otra cosa extraña: a pesar de la obsesión de Goodman con obtener las cifras de distribución por cualquier medio necesario, Sol Brodsky, el ayudante de producción de Stan Lee, a menudo se sorprendía por lo rápido que actuaba Goodman cuando de cancelar una colección se trataba, antes incluso de que las cifras de ventas hubieran llegado a la redacción.

Goodman canceló Two-Gun Kid justo después de que Kirby se hiciera cargo del título; más tarde, cuando tuvieron el informe de ventas, se dieron cuenta de que habían subido. Irónicamente, Goodman estaba ya considerando reemplazar a los Cuatro Fantásticos por otro western cuando las cifras de ventas le aconsejaron no hacerlo.

Sea como fuere, lo importante es que Goodman se enteró del éxito de la Liga de la Justicia de América y ordenó a Stan Lee preparar su propia versión de un comic-book sobre un grupo de superhéroes. Así, lo que hicieron Stan y Jack fue atender un encargo directo de su jefe.

Y entonces entramos en otro debate, el de las contribuciones individuales de cada uno de ellos en el éxito del título, una polémica tristemente larga y aún no resuelta. En los años ochenta, Kirby se atribuía todo el mérito. Afirmaba que la popularidad de la Liga de la Justicia no había tenido nada que ver con el asunto y que creó a los cuatro personajes y su origen sin ayuda de nadie.

Respondiendo a tales declaraciones, Lee mostró la sinopsis de aquel primer episodio, recuperada y autentificada en 1983. Se trataba de un escrito de dos páginas mecanografiadas en las que se detallaba la aventura del número 1. En ella se describe a los cuatro personajes principales y las líneas generales del argumento. De acuerdo con Stan: «Después de que hubiera perfilado el concepto para los Cuatro Fantásticos y elegido a Jack como ilustrador, no tenía tiempo para escribir un guión detallado para él, porque estaba agobiado por un millón de otros asuntos. Pero, sabiendo que Jack tenía un gran talento para la narración visual, decidí pasarle un breve resumen conteniendo los elementos principales del argumento. Entonces, cuando él me entregara las páginas ya dibujadas, yo añadiría el diálogo y los textos. Le comenté el plan y a él le pareció bien (…). Fue rápido. Fue bueno. Funcionó».

Efectivamente, uno de los aciertos de Stan Lee como editor fue el crear un nuevo método de trabajo desde entonces conocido como Método Marvel. Nacido tanto de la necesidad como de la inspiración, permitió a los artistas alcanzar todo su potencial narrativo al hacer hincapié en los elementos visuales que constituyen el principal atractivo del medio.

Hasta el momento, la mayoría de los comic-books se elaboraban a partir de guiones redactados por los escritores o editores de la casa. Las palabras venían primero y a menudo los artistas recibían instrucciones de cómo dividir la historia en páginas y el desglose de éstas en viñetas. A veces incluso se les proporcionaban páginas con viñetas y globos de diálogo en blanco ocupando el lugar adecuado. El trabajo del dibujante consistía en arreglárselas para rellenar los espacios en blanco.

Este sistema funcionaba en editoriales grandes con mucho personal y rígidamente compartimentadas. Pero Marvel distaba mucho de serlo. Stan Lee era casi el único escritor, editor y director artístico. La única forma de proporcionar directrices a los dibujantes era abandonar los guiones detallados. Además, cuando se contaba con el respaldo de artistas del talento y experiencia de Jack Kirby, uno podía confiar en que el apartado gráfico quedaría bien resuelto incluso si sólo se aportaba una sinopsis. Eso fue lo que Lee le pasó a Kirby en el caso de Fantastic Four nº 1, un simple resumen. El resultado fue tan satisfactorio que ambos ya no cambiarían nunca esa dinámica. Poco a poco, Lee probó el mismo sistema con otros autores, y en poco más de un año todos los cómics de la compañía ya eran realizados con el Método Marvel.

Esta forma de trabajar otorgaba al dibujante una mayor libertad –y responsabilidad– sobre su trabajo. No sólo podía estructurar gráficamente la historia como mejor le pareciera, sino que tenía autonomía para introducir elementos que, a su vez, podían inspirar al guionista. Éste, además, podía adaptar sus historias a la capacidad y estilo del dibujante (por ejemplo, haciendo hincapié en las escenas de diálogo o, por el contrario, despejando de palabras las páginas y dejando más espacio a la acción). Por supuesto, no se trataba de algo rígido y estricto y cuando el escritor tenía interés en recalcar algo, incorporar un detalle específico o conseguir un efecto concreto, se realizaba una sinopsis mucho más prolija. Pero normalmente Lee se limitaba a entregar unas líneas generales y una descripción de cómo quería resolver el número al final.

Pero volvamos a la polémica: en una entrevista realizada a Jack Kirby por la revista Comics Journal en 1989, aquél calificó a la sinopsis de Stan Lee como una completa mentira, y su esposa, Roz Kirby, juró que nunca la había visto. Dijeran lo que dijeran, todo apunta a que, después de todo, aquel resumen era genuino. Los análisis han concluido que fue mecanografiada en la misma vieja Remington que Stan utilizaba para escribir todos sus otros guiones de comienzos de los sesenta.

Con todo, entre la defensa de Lee de la autenticidad del documento y la afirmación de Kirby de su falsedad, en realidad esa sinopsis no aclara gran cosa. Porque lo cierto es que en términos de originalidad y novedad, no se puede decir que los superhéroes Marvel hubieran nacido todavía.

Cuanto más se estudian los cómics de superhéroes más se da cuenta uno de que la mayoría de los primeros personajes de Marvel no eran más que actualizaciones de reliquias del pasado. Casi todas se pueden rastrear hasta encontrar viejos personajes de comic-book, tiras de prensa, revistas pulp, películas, programas de televisión, seriales radiofónicos o novelas de la literatura universal.

¿Importa realmente de quién fuera la idea de actualizar el concepto de una chica invisible, ya utilizado en la tira de prensa dibujada por Russell Stamm y titulada Invisible Scarlet O’Neil? ¿Y qué hay de meritorio en recuperar a la Antorcha Humana de Carl Burgos o reciclar al Plastic Man de la Edad de Oro bajo el nombre de Reed Richards? A simple vista, no parece haber nada original, ni en cuanto a los poderes ni en la tipología del grupo (el listo, la chica, el gracioso y el fuerte).

Una vez que se asume este hecho, el resto es fácil de deducir. La auténtica innovación no residía en los propios personajes Marvel, sino en su verosimilitud, su sólida conexión con la realidad, sus defectos, sus dilemas románticos, su ética, su humor, su introspección, sus rápidos y coloquiales diálogos, su visión algo irónica de la vida del superhéroe… Esa fue la contribución de Stan Lee. Todos esos elementos se hallan ya en los guiones que escribió antes de los Cuatro Fantásticos.

Ninguno de los personajes que Jack Kirby escribió antes de incorporarse a Marvel tenían rastro alguno de neurosis, culpabilidad o autoanálisis. Como observó Gil Kane: «Hasta que Marvel comenzó a publicar superhéroes, las ventas no empezaron a mejorar. Stan Lee intervenía mucho en la caracterización; era fresco e irreverente. Y eso era propio no de Jack, sino de Stan«.

Lee rechazó limitarse a copiar a la competencia e insistió en probar algo diferente. No quería crear personajes intercambiables y perfectos como los que invariablemente se podían ver en los tebeos de DC. La diferencia de temperamento y actitud que pudiera existir entre Batman y Flash aparte de sus trajes, por ejemplo, era mínima. Lee afirmó: «La caracterización es lo más importante en cualquier historia. Primero pensaba en la clase de personaje que quería y después imaginaba qué clase de superpoder tendría».

En un género que hasta la fecha ponía el énfasis en la acción y los fuegos de artificio, semejante aproximación era revolucionaria.

La aportación de Kirby fue más obvia. Recogió a esos trillados héroes y les insufló una nueva vida en una sucesión de viñetas de acción incendiaria y arrolladora. Sus figuras pletóricas de energía y sus planos poco convencionales hacían que sus páginas no se parecieran en nada a lo que podía verse en un cómic de Superman o de Batman.

Desde el comienzo y hasta el final, ambos, Stan y Jack, Jack y Stan, realizaron sus personales aportaciones a los guiones de la colección. Así que, ¿quién fue el auténtico creador de los Cuatro Fantásticos? Pues los dos. Ninguno podría haberlo hecho sin la colaboración del otro. Sin duda, muchos detalles específicos permanecerán para siempre ocultos en el misterio y la polémica, pero detrás de la mitología, lo que sí podemos desentrañar es la inspiración y las motivaciones de ambos creadores.

Lee tenía treinta y ocho años en aquel momento y estaba desesperado por abandonar el mundo de los cómics. Había entrado en la industria a los dieciocho pensando que sería tan solo un trabajo temporal, y ahí estaba, veinte años después, atascado en una atonía que le disgustaba profundamente. Marvel se había convertido en una compañía de segunda, sin ambiciones, y a él solo se le encargaban trabajos mediocres, copias de éxitos conseguidos por la competencia. Estaba condenado a ser siempre el segundo en todo.

Planeaba dar un giro a su vida profesional, dedicarse a escribir cualquier otra cosa que no fueran cómics. A comienzos de los sesenta ya había dado algunos pasos en ese sentido dentro del campo del humor. Lee afirmó que iba a presentar su dimisión a Martin Goodman el mismo día en que éste le dio el encargo de los Cuatro Fantásticos, aunque este tipo de dramatismo es típico de Lee (recordemos lo que solía decir: «No puedes esperar que alguien que vive en un mundo de superhéroes, mutantes y monstruos se preocupe demasiado de la pura autenticidad»). Así, según contó, aparcó la renuncia y aceptó el encargo. Aquella noche, su esposa Joan lo convenció para continuar: «Si estás pensando en dejarlo de todos modos, ¿por qué no haces un par de números como tú crees que deberían hacerse y te lo quitas de encima antes de renunciar de verdad?».

Siendo honesto, hay que decir que si Lee hubiera dimitido, lo único que quedaría de él sería una nota al pie sin importancia en la Historia de los Cómics. En cambio, la carrera de Jack Kirby previa a los Cuatro Fantásticos era todo lo contrario. Había revolucionado la industria ya dos veces. Con el Capitán América enseñó a sus compañeros de profesión cómo debían dibujarse los cómics de acción. Más tarde, cuando los superhéroes pasaron de moda y sólo DC siguió publicándolos, Kirby y Joe Simon revitalizaron la industria inventando los cómics románticos.

A diferencia de Lee, Kirby no veía los cómics como un mero escalón dentro de una carrera artística con miras más elevadas. Los cómics eran su vida. Mientras que para Lee los Cuatro Fantásticos iba a ser el punto final a su trayectoria, Kirby, que entonces tenía 44 años, luchaba con desesperación para salvar su profesión de la extinción. Y fue en buena medida su energía lo que dotó a los Cuatro Fantásticos de un espíritu único.

Años después, Kirby detallaría los factores que influenciaron su aportación a la serie. Según dijo, la idea de que los personajes fueran bombardeados con rayos cósmicos vino de algo que había leído acerca del entonces naciente programa espacial: «Estaban preocupados sobre el efecto que el cinturón de radiación de Van Allen podría tener sobre los astronautas», dijo Kirby. «Al final resultó que la radiación se podía bloquear fácilmente, pero durante un tiempo todo el mundo anduvo preocupado con eso». También afirmó que en los Cuatro Fantásticos primitivos había bastante de las historias de monstruos que él y Stan habían estado produciendo a granel los años anteriores, algo que se ve fácilmente por el número de criaturas grotescas que aparecen en los primeros episodios.

En cuanto a Stan Lee, su aportación vino condicionada por dos factores: los acontecimientos del 12 de abril de 1961; y un viejo héroe de las revistas pulp.

De acuerdo con Stan, «Doc Savage y su variopinto equipo bien podrían ser considerados los progenitores de los Cuatro Fantásticos y muchos otros grupos de superhéroes».

Durante su adolescencia, Lee fue un ávido lector de pulps. Doc Savage estaba entre sus favoritos y ello se puede ver claramente en los primitivos Cuatro Fantásticos. Para empezar, los parecidos de Reed Richards con Savage son indudables. Éste fue un detective-científico de los años treinta que encabezaba un equipo de colaboradores a menudo enfrentados los unos con los otros. Su cuartel general ocupaba el piso superior de un rascacielos de Nueva York. El edificio tenía un ascensor privado y un hangar en el que se guardaban todo tipo de pintorescos vehículos y aeronaves especiales. Savage financiaba sus misiones con las patentes de sus muchos inventos y uno de sus enemigos vivía bajo la corteza terrestre. ¿No resulta todo esto familiar?

Por otra parte, ya lo apunté, el 12 de abril de 1961 fue el día en el que Yuri Gagarin, el primer cosmonauta de la Unión Soviética, fue lanzado al espacio. Este hito tuvo un profundo efecto emocional en Lee, cuya ideología era marcadamente anticomunista. Él mismo admitió en una entrevista que Gagarin, aunque a nivel inconsciente, estuvo tras el viaje espacial que dio origen a los Cuatro Fantásticos.

Así, nos encontramos con que Kirby pensaba en radiación y monstruos; Lee en los rusos en el espacio y Doc Savage. Los dos se juntaron, mezclaron sus ideas para una serie, Lee escribió una sinopsis de dos páginas para el primer número.. y, así nació la primera familia de superhéroes.

Los Cuatro Fantásticos también tenían raíces en otros elementos. Los libros de humor de Lee se hallaban en la base de muchos de los diálogos de la serie. Los cómics románticos de Kirby le dieron a la serie su motor emocional y los superhéroes de la Edad de Oro proporcionaron los moldes para los personajes de Reed, Sue y Johnny. Esta rica mezcla de ingredientes destilados de diferentes géneros en una extraña y caótica mezcla, dio como resultado un nuevo Universo, cuya influencia fue patente en todos los cómics de superhéroes que se hicieron desde entonces.

El encargo de Goodman para crear un equipo en lugar de un personaje individual fue la clave del éxito. Al incluir cuatro héroes completamente diferentes, el editor no lo apostaba todo a la popularidad de uno solo de ellos. Ciertamente, no es que Stan Lee tuviera las mismas cartas para jugar que DC. En primer lugar, el fracaso de Dr. Droom (1961) aconsejaba no volver a intentarlo con un héroe individual. El concepto de equipo, en cambio, ofrecía más posibilidades a la hora de la caracterización. Marvel carecía hasta la fecha de héroes en su catálogo, por lo que, a diferencia de la Liga de la Justicia de América, no podían recurrir a personajes ya existentes y de eficiencia probada en sus propias series para reunirlos ocasionalmente y combatir alguna amenaza –lo que más adelante, en 1963, sí haría Lee con Los Vengadores–. Era necesario empezar de cero con superhéroes que no tendrían vida individual más allá de la propia colección.

Ya sabían que se trataría de un equipo. Pero, ¿de cuántos miembros debía constar? Como querían que uno de ellos fuera una mujer, necesitaban al menos tres protagonistas masculinos. Según Stan: «El tener un solo personaje masculino podría haber convertido fácilmente la serie en un drama romántico, mientras que dos hombres habrían constituido un triángulo romántico demasiado previsible. Cinco o más personajes habrían sido demasiados para que los lectores pudieran seguirlos a todos, especialmente si eran totalmente nuevos. Pero en cuanto fijamos el número en cuatro, todo encajó, incluyendo el nombre: Fantastic Four».

Se ha dicho que Stan Lee bautizó al cuarteto originalmente como Los Cuatro Fabulosos (Fabulous Four), pero que Goodman lo cambió. Martin pensaba que había ciertas palabras que inducían subliminalmente a los niños a comprar cómics; «fantástico» era una de ellas.

En aquel primer número (The Fantastic Four nº 1, noviembre de 1961), los cuatro protagonistas se embarcaban en un cohete experimental y tras atravesar una tormenta de rayos cósmicos, adquieren unos poderes extraordinarios.

El arranque de la nueva serie tenía mucho en común con otra colección de la que se había encargado Kirby años atrás en DC, Challengers of the Unknown, un grupo de cuatro aventureros que investigaban misterios de todo tipo. Kirby y Lee llevaban ya mucho tiempo contando historias de monstruos, robots y extraterrestres malignos y en la presentación de la colección y puesta de largo de los recién conseguidos poderes de los protagonistas volvieron a utilizar esos mismos elementos en la forma del primer villano de la colección, el Hombre Topo, un individuo patético que, refugiado en las grandes cavernas del subsuelo, ha conseguido dominar las enormes y grotescas criaturas que allí moran.

Reed Richards era el sabio del grupo y su líder natural. Como anécdota cabe mencionar que fue el primer superhéroe con canas, una temprana inyección de verismo que probablemente fue idea de Kirby, puesto que contradecía la sinopsis de Stan, en la que se describía a Reed como «un joven y atractivo científico».

Los poderes de los Cuatro Fantásticos eran analogías con los elementos naturales. La elasticidad de Mr. Fantástico simbolizaba el agua y no era una habilidad nueva en los cómics. Cuatro personajes antes que él ya habían disfrutado de un cuerpo elástico: Flexo the Rubber Man, un personaje de la propia Marvel, Plastic Man, creado por Jack Cole para Quality Comics; y Elongated Man y su compañero Elastic Lad, ambos en DC. En el resumen original de Stan Lee, Reed experimentaba un gran dolor cuando se estiraba. Aunque Kirby rechazó la idea, ello ponía de manifiesto el concepto de Lee de superhéroes con defectos.

Algún tiempo después, Lee le contó a Roy Thomas que siempre creyó que los poderes elásticos de Reed le habían parecido cómicos y que no quería convertirlo en otro Plastic Man. Al final, resultó que no tenía de qué preocuparse, porque la aportación de Kirby fue lo suficientemente oscura y heterodoxa como para dejar que eso ocurriese. Tal y como fueron las cosas, el cerebro de Richards ganaría más batallas para el grupo que sus superpoderes. En este sentido, Reed siempre se acercó más a Doc Savage que a cualquiera de sus antecesores elásticos.

Reed Richards era el científico más brillante de todos los tiempos pero también un tipo aburrido y hasta pesado. Su genio inventor no sólo lo convierte en el líder del grupo sino en su base financiera, ya que son las patentes de sus artefactos lo que les permite dedicarse en exclusiva y de forma independiente a salvar el mundo. Reed habla demasiado y a menudo no es capaz de empatizar con las emociones y necesidades de sus amigos, prefiriendo la soledad de su laboratorio al bullicio del hogar. El contraste entre la elasticidad de su cuerpo y la rigidez de su carácter lo convertía en un personaje muy diferente a Plastic Man.

Sue Storm era también algo más que una mera copia de Invisible Scarlett O’Neil, la mencionada tira de prensa de los años cuarenta. A diferencia de la típica novia del superhéroe que nunca se entera de la verdadera identidad de su amado, Sue luchó desde el principio junto a Reed, voluntariamente y sin quejarse, compartiendo los peligros como un miembro más.

Su belleza la convirtió en el vértice de triángulos románticos, el primero de los cuales incluía a Ben y Reed, idea de Stan Lee que fue abandonada tras el tercer episodio. Después, Sue animó y correspondió las ofertas de Sub-Mariner, iniciando una rivalidad entre Reed y Namor que duraría años. Este amor prohibido entre una superheroína y un villano no tenía paralelo en la historia de los cómics. Lee afirma que también consideró el convertir a Susan en el objeto de deseo del Dr. Muerte, lo que hubiera explicado su obsesión con destruir a Mr. Fantástico. Para bien o para mal, aquella intención nunca llegó a sustanciarse.

Desde el principio, el papel de la Chica Invisible como el elemento integrador del conjunto siempre fue más importante que su propio superpoder (símbolo de otro elemento natural, el aire). Como hermana de la Antorcha Humana y novia de Reed, constituía el nexo que los mantenía a todos juntos hasta rozar lo incestuoso (línea que los autores traspasarían años más tarde con los Inhumanos). Sue era el corazón de un lazo sin precedentes en el género: gracias a ella, los Cuatro Fantásticos eran una verdadera familia. Esa fue su auténtica contribución.

El fuego estaba representado por Johnny Storm, la Antorcha Humana, hermano menor de Sue. Sus poderes eran exactamente iguales a los del personaje de Timely de los cuarenta y, según Stan Lee, esto se debió a una solución de compromiso con el fin de complacer a Martin Goodman, quien había sugerido originalmente el regreso de los Tres Grandes de la antigua etapa de la compañía. Sin embargo, lo único que esta nueva Antorcha Humana tenía en común con la antigua eran sus poderes ígneos.

Hasta 1961, la inmensa mayoría de adolescentes que aparecían en los cómics de superhéroes no eran más que ayudantes del protagonista principal, adjuntos cuya única función era evitar que su adulto compañero hablara solo: Robin, Wonder Girl, Kid Flash, Speedy… Existía también la Legión de Superhéroes, que no dejaban de ser un grupo bastante rancio de jovencitos que luchaban contra el Mal.

La Antorcha Humana fue el primero que dejó de encajar en el rol de chico maravilla. La principal diferencia era, sencillamente, que «molaba». Incluso su nombre sonaba a ídolo juvenil de los sesenta. Su moderna forma de hablar lo hacía convincente, como también su temperamento exhibicionista y presumido que le lleva a utilizar sus poderes para impresionar a las chicas, asunto éste que parece interesarle más que enfrentarse a los villanos de turno.

Pero el miembro que realmente hizo del grupo algo nunca visto fue La Cosa, el único personaje (simbolizando la tierra) que era realmente original. Ben Grimm, grotescamente deformado, reunía en su persona muchas de las novedades que marcarían el camino a seguir en el futuro por los héroes Marvel. Según Jack Kirby: «Cuando dibujé la Cosa por primera vez, traté de darle una piel similar a la de un dinosaurio. Quería sugerir que era tan fuerte como una bestia prehistórica. La gente a menudo comenta que la Cosa se parecía mucho a mí, fumando cigarros, con aspecto de tipo duro. No lo planee de esa manera, pero supongo que es cierto».

La Cosa que debutó en el número 1 de la colección no se parecía a ningún otro superhéroe. Tenía una carne anaranjada y de aspecto rocoso y siempre estaba de mal humor. Sembraba el pánico por las calles de Nueva York como un mastodonte herido, destrozando todo lo que se interponía en su camino.

La idea de que la obtención de superpoderes pudiera conllevar miseria y alienación era algo nuevo. Afirma Lee: «Quería algo diferente y me di cuenta de que no había monstruos o tipos feos que fueran héroes. Todos sus compañeros tenían poderes que les gustaban, pero cuanto La Cosa se vuelve poderoso también se transforma en algo grotesco».

Semejante trastorno emocional marcó al personaje y condicionó su vida en mucha mayor medida que los poderes de sus compañeros. Su autocompasión y frustración a menudo se transforma en ira dirigida contra sus propios amigos. Este sentimiento de perpetua angustia lo elevó desde el tópico del héroe forzudo al de una figura trágica y oscura. Había nacido un arquetipo Marvel: el héroe torturado.

Además, abundando en la brecha que lo separaba de sus más afortunados amigos, Lee hizo que Ben Grimm, a través de su lenguaje y actitud, sugiriese provenir de un pasado menos burgués y privilegiado que el de aquellos. Con sus quejas y gruñidos continuos, la Cosa se convirtió no sólo en el alma de los Cuatro Fantásticos, sino en prototipo de muchísimos héroes posteriores de carácter irascible y amargado. Pero no todo era malo: era alguien honrado, directo y sin pretensiones. Su humor sarcástico y personalidad arrolladora lo convirtieron en el personaje preferido de los lectores.

Eran pues, las imperfecciones de los Cuatro Fantásticos lo que constituía el esqueleto de la colección. Sus superpoderes eran secundarios. Eran sus defectos, sus inseguridades, lo que los hacía frescos, atractivos y diferentes. Lee dejó bien claro en su sinopsis original que lo que impulsaba a la serie eran las luchas de poder, los triángulos amorosos y las imperfecciones de los personajes más que la acción o el misterio.

Esas debilidades y sus bien diferenciadas personalidades fue lo que condicionaría las relaciones entre ellos. Había discusiones, rencores, desengaños y decepciones. Lee se esforzó por mostrar que la vida del héroe no siempre es de color de rosa, que luchar contra el Mal no es un reconfortante y entretenido paseo por la gloria. Las vidas de los Cuatro Fantásticos distaban mucho de ser perfectas y a menudo se veían acosados por problemas agobiantes que permitían desarrollar tramas al estilo de los folletines decimonónicos o los seriales radiofónicos y televisivos. Los lectores supieron apreciar que este nuevo grupo estaba formado por seres humanos convertidos por accidente en superhéroes, y no superhéroes que resultaban ser humanos.

Asimismo, y para diferenciarlos todavía más de otros tebeos anteriores y contemporáneos, no llevaban uniformes (introducidos en el nº 3 a demanda de los lectores junto a su cuartel general en el Edificio Baxter) y ni siquiera usaban máscaras o identidades secretas. Este carácter totalmente público de sus actividades era algo único, poniéndoles siempre en el punto de mira de la opinión pública para lo bueno y para lo malo. En sus historias no sólo se encontraban amenazas sobrehumanas o alienígenas amenazadores, sino pequeñas anécdotas cotidianas que los acercaban al lector.

Otra regla no escrita que Lee y Kirby rompieron fue la de utilizar todo el cómic para narrar una sola aventura. Esto era algo que Kirby ya había ensayado en Challengers of the Unknown, pero en los Cuatro Fantásticos, no era extraño que ni siquiera sus 23 páginas bastaran para contar lo que sus autores querían. No se tardaría mucho en alargar las aventuras más de un solo número. Pero a eso, ya llegaré.

Hemos hablado antes del lenguaje que utilizaba La Cosa. El estilo literario fue otro de los factores diferenciadores de la serie. «¡Mirad! ¡En el cielo! ¿Qué demonios significa?» Con esa frase se abría el cómic a la que seguían un buen número de diálogos en los que se plasmaba un habla coloquial –difícilmente traducible al español– que los jóvenes lectores no habían encontrado nunca en los escrupulosamente correctos tebeos de DC. Las expresiones eran coloristas, la forma de escribir las palabras, arbitraria, e incluso una frase meramente declarativa se remataba con signos de exclamación. Era un estilo visceral, directo, al que la industria no estaba en absoluto acostumbrada. Sin tener que rendir cuentas ante editor alguno ni autoridad superior que corrigiera su descarado estilo, Stan Lee hizo lo que mejor le pareció.

Aún faltaban por refinar y encarrilar varias cosas, claro, en especial el apartado artístico y de diseño general. Los primeros números tenían una producción básica y poco cuidada, el coloreado era pésimo, los globos de texto tenían los bordes demasiado gruesos… Además, Jack Kirby aún tendría que recuperar su impactante poderío gráfico y los diseños y perfiles de los personajes todavía debían alcanzar su forma definitiva. Reed Richards era demasiado viejo y estirado; la Cosa tenía una fisonomía pétrea poco nítida que iría limpiándose en números posteriores; y la Chica Invisible tardaría mucho tiempo en superar su papel de matrona de clase media (rol que, antes de tener un hijo propio, ejercía sobre la persona de su alocado hermano Johnny). Además, sus aventuras se desenvolvían en un mundo imaginario (la ciudad en la que viven se llama Central City, no Nueva York).

Eso sí, con todos sus defectos, las bases de la genialidad ya se encontraban allí, unas bases que han perdurado hasta el día de hoy sin necesidad de alterarlas. Es más, el comic tenía una vitalidad ausente en la industria desde hacía bastante tiempo. Parecía una serie oscura y subversiva, el antídoto perfecto para los antisépticos cómics de Superman. Era, en todos los sentidos, la némesis de la Liga de la Justicia.

Ahora bien, ¿podemos asumir que los lectores de entonces se dieron cuenta de lo diferente que era este nuevo título comparado con sus coetáneos en, por ejemplo, DC? ¿O simplemente les llamó la atención el gran monstruo verde de la portada, un monstruo similar a los que aparecían regularmente en otros títulos de Atlas? Es difícil de creer que habida cuenta del pulido aspecto profesional de los productos que ofrecía la competencia (básicamente DC), con su sólida plantilla de profesionales, un tebeo de producción tan basta como Los Cuatro Fantásticos tuviera una oportunidad entre lectores con criterio. No ayudaba en esto el aspecto gráfico del cómic. Kirby había acumulado una justificada fama de artista sólido, dinámico e innovador, pero en los primeros números de los FF, en marcado contraste con el trabajo que estaba realizando para otras series de Atlas, se diría que funcionaba en piloto automático, agobiado por el exceso de trabajo y quizá sin demasiada fe en las auténticas posibilidades de la nueva colección. Sus lápices se ven dispersos y apresurados. Tampoco ayudó el crudo entintado del veterano George Klein –que pasó a tinta los dos primeros números aunque no aparece en los créditos–. Casi todos sus trabajos anteriores, desde los Challengers of the Unknown hasta Sky Masters o incluso contemporáneos, como Rawhide Kid, tenían mejor aspecto.

Sea como fuere, algo detectaron los lectores más allá del convencional argumento y el aspecto poco cuidado de la reproducción. Supieron reconocer los elementos distintivos e innovadores y le dieron a Lee la oportunidad que tanto deseaba y necesitaba. Roy Thomas, entonces un muchacho, se sintió tan fascinado con los tres primeros números que inmediatamente compró una suscripción por dos años, tal y como contaba en una de las primeras cartas que se publicaron en la revista.

Pero lo cierto es que al principio, el propio Lee no se sentía muy seguro sobre si había acertado o no con la dirección que había marcado al nuevo cómic. Pronto, no obstante, se daría cuenta de las grandes posibilidades de la misma y, con el tiempo, los Cuatro Fantásticos se convirtieron en el principal soporte para contar algunas de las más sorprendentes aventuras del género además de ser la cabeza de playa para el desembarco de todo un nuevo catálogo de personajes que llevarían a Marvel al lugar que hoy ocupa.

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Los cómics de Jack Kirby en Cualia

Sky Masters of the Space Force (1958-1961), de Jack Kirby y Wally Wood

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: Amazing Adventures núms. 1-6 (junio-noviembre de 1961)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núm. 1 (noviembre de 1961)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 2-3 (enero-marzo de 1962)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 4-6 (mayo-septiembre de 1962)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 7-13 (octubre de 1962-abril de 1963)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 14-18 (mayo-septiembre de 1963)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 19-26 (octubre de 1963-mayo de 1964)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 27-33 (junio-diciembre de 1964)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 34-38 (enero-mayo de 1965)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 39-42 (junio-septiembre de 1965)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 43-45 (octubre-diciembre de 1965)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 46-50 (enero-mayo de 1966)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 51-55 (junio-octubre de 1966)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 56-58 (noviembre de 1966-enero de 1967)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 59-64 (febrero-julio de 1967)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 65-67 (agosto-octubre de 1967)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 68-77 (noviembre de 1967-agosto de 1968)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 78-88 (septiembre de 1968-julio de 1969)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 89-97 (agosto de 1969-abril de 1970)

Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 98-108 (mayo de 1970-marzo de 1971)

Sargento Furia y sus Comandos Aulladores (1963-1981), de Stan Lee, Jack Kirby y Dick Ayers

El Increíble Hulk (1962-1963), de Stan Lee y Jack Kirby

El Cuarto Mundo, de Jack Kirby (1970): Superman’s Pal Jimmy Olsen

El Cuarto Mundo, de Jack Kirby (1971): The Forever People, New Gods y Mister Miracle

El Cuarto Mundo, de Jack Kirby (1972): The Forever People, New Gods y Mister Miracle

El Cuarto Mundo, de Jack Kirby (1973-1985): Mister Miracle y The Hunger Dogs

Kamandi (1972-1978), de Jack Kirby

Demon, de Jack Kirby (1972-1974)

OMAC (1974-2009), de Jack Kirby y John Byrne

2001: Una Odisea del Espacio (1976), de Jack Kirby

Los Eternos (1976-1978), de Jack Kirby

Pantera Negra (1977-1978), de Jack Kirby

El Hombre Maquina (1978), de Jack Kirby y Steve Ditko

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".