¿En qué consiste la ciencia ficción? ¿Dónde están los límites de un género que aún sigue expandiéndose? Imagino que todo depende de quien lo ponga en práctica. Por ejemplo, el novelista Jack Williamson la definía como una búsqueda imaginativa de las posibilidades de la ciencia.
En opinión de Isaac Asimov, hay que dar un paso atrás, recordando que el primer escritor de ciencia ficción de carácter profesional, Julio Verne, «no pensó que escribía ciencia ficción, puesto que ese término no estaba inventado todavía. Durante una docena de años escribió para el teatro francés con escaso éxito. Pero era un viajero frustrado, un buen explorador, y en 1863, alcanzó de pronto la fama con su obra Cinco semanas en globo. Consideró a ese libro como una narración de viajes, pero tenía algo especial, puesto que para viajar los protagonistas se servían de un aparato hecho posible solo gracias al progreso científico».
«Y así ‒añade Asimov‒, la ciencia ficción empezó como una derivación de los relatos de viajes, con la principal diferencia de que los medios utilizados no existían, pero podrían existir, si el nivel de ciencia y tecnología alcanzase nuevas dimensiones en el futuro».
En realidad, hablar en estos términos de un género tan abierto resulta difícil. Otro de los factores que no se pueden perder de vista es el de la costumbre. Nos encanta etiquetar, y por eso mismo, quizá deberíamos aceptar el círculo vicioso que propone John W. Campbell, también citado por Asimov: “Los relatos de ciencia ficción son lo que compran los editores de ciencia ficción”. O sea, que todo encaja si uno pone empeño en ello. A fin y al cabo, quiza la vida sea demasiado corta como para abarcar algo tan inabarcable.
Desde la Bibilioteca Nacional de España, Adelaida Caro y Laura Carrillo, nos dicen que «en todos los casos, y a lo largo de su historia, la ciencia ficción ha mantenido siempre la característica principal que la hace tan interesante: la capacidad de crear escenarios que inspiren debates filosóficos, sociales o científicos sobre la naturaleza del hombre y de la sociedad, plantear dudas, señalar peligros o buscar respuestas. En efecto, la ciencia ficción no es filosofía, pero sin duda es un pariente cercano de esta, pues de alguna manera, trata de dar respuesta a las ‘preguntas últimas’ mediante el ejercicio de la ficción: qué futuro espera a la humanidad, qué nuevos avances científicos se producirán y qué consecuencias traerán para nuestra sociedad».
No hay duda de que, dentro de la cultura pop, eso que llamamos ciencia ficción, ficción científica, literatura de anticipación o fantaciencia ocupa un lugar muy destacado. De hecho, es un género indispensable para interpretar las ansiedades y esperanzas de nuestra época. Por un lado, sintetiza muy bien las promesas ‒felices o temibles‒ que nos brinda el futuro. Y por otro, es un cajón de sastre en el que cabe de todo: desde los viajes en el tiempo hasta las civilizaciones alienígenas, sin olvidar los robots, los desastres climáticos, las epopeyas cibernéticas y los viajes estelares.
Quien puso nombre a esta modalidad narrativa fue el fundador de la revista norteamericana Amazing Stories, el emigrante luxemburgués Hugo Gernsback (1884-1967). Gernsback definió en 1926 lo que él llamó scientifiction como «el tipo de relato de Julio Verne, H.G. Wells y Edgar Allan Poe: un romance cautivador, entremezclado con hechos científicos y visiones proféticas».
La Real Academia Española nos dice que la ciencia ficción es el «género literario o cinematográfico, cuyo contenido se basa en logros científicos y tecnológicos imaginarios». Por su parte, el académico Manuel Seco, en su Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, puntualiza que esa fórmula «es un calco del inglés science-fiction«. Y añade: «sería mejor decir ficción científica, y aun preferible fantasía científica. Hay quienes dicen fantaciencia, copiando el italiano fantascienza«. Además, escribe Seco, «fantaciencia tiene la ventaja de permitir la formación fácil de un adjetivo derivado, fantacientífico«.
Como ven, la fantaciencia destaca, entre todos los géneros populares, por ser uno de los más estimulantes, acaso uno de los más reveladores, y seguramente el que ha engendrado más variantes con personalidad propia: la ciencia ficción militar, el ciberpunk, el dieselpunk, las distopías, el greenpunk, la historia contrafactual, el hopepunk, el afrofuturismo, el biopunk, los relatos de mundos perdidos, la planet opera, el postciberpunk, el tecnothriller, el solarpunk, la space opera, el space western, el steampunk, las ucronías… Acaso existan más modalidades, pero dejémoslo así. Basta con este puñado de ejemplos para comprender en qué medida hablamos de un temario muy cambiante, tan sugestivo como elástico y versátil.
En el fondo, ya lo ven, nos atrae la fantaciencia porque, como recuerda Fernando Savater, «nuestro planeta es demasiado pequeño para contentar la vanidad humana».
Esta sección de Cualia trata sobre este género apasionante, y también sobre cómo entra en nuestras vidas y las proyecta hacia el porvenir, trascendiendo el tiempo que nos ha tocado en suerte.
Aquí encontrarás artículos sobre los grandes temas del género, y sobre los creadores y artistas que han establecido sus coordenadas. De aquí en adelante, tú eliges la ruta a seguir.
Bienvenido al futuro…
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