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«Superman: El hombre de acero» (1986), de John Byrne

El cambio más importante que se derivó de Crisis en Tierras Infinitas fue la completa remodelación del mito de Superman. Los títulos Action Comics y Superman venían sido editados por el gran Julius Schwartz desde comienzos de los setenta.

En su tiempo, los comic books más vendidos de América, las colecciones de Superman ya no captaban el interés de los lectores: presentaban historias autoconclusivas cuyo sentido del drama, construcción de personajes, tono emocional e incluso estética habían quedado totalmente desfasados con respecto a lo que se estaba haciendo en el género superheroico a mediados de los ochenta.

Su línea de cómics era considerada por la mayoría de los aficionados al género como algo casi ilegible y ello hacía que sus ventas fueran míseras, tanto en el mercado directo como en los quioscos. De hecho, Superman vendía en 1986 la mitad de ejemplares por número de lo que lo había hecho en 1980. De no haber sido un icono no sólo de la compañía sino de la propia nación americana, la editorial sin duda le habría dado carpetazo.

Bastante antes de que DC terminase la publicación de los doce números de Crisis, reclutó a John Byrne para limpiar y reconstruir al personaje y todo su entorno. El anuncio de su llegada a los cómics de Superman supuso un auténtico terremoto.

Byrne era por entonces uno de los creadores más apreciados de toda la industria. Y digo creador, porque a esas alturas ya ejercía tanto de guionista como de dibujante de sus propias historias. En colaboración con Chris Claremont había llevado a los X–Men de ser un título de segunda fila a uno de los más vendidos de Marvel. Algo parecido hizo con Los Cuatro Fantásticos cuando pasó a ocuparse de ellos como autor completo, dando una imagen y tono argumental totalmente diferente a lo que se había venido haciendo antes que él pero, al mismo tiempo, respetando su esencia y su legado. Se encargó de etapas memorables de Los Vengadores o El Capitán América, creó Alpha Flight… Además de escribir historias interesantes que combinaban acción y caracterización, su dibujo era moderno, dinámico y alejado de fórmulas estereotipadas. Se esforzaba por diferenciar gráficamente los personajes entre sí y otorgarles una interesante gama de gestos y posturas. Los lectores supieron ver desde el principio su talento y a mediados de los ochenta bien se podía decir que todo lo que llevaba su firma era garantía de éxito.

Incluso antes de que sus desavenencias con el editor en jefe Jim Shooter le llevaran a abandonar Marvel, Byrne ya había tenido la oportunidad de proponer algunas ideas para Superman, un personaje con el que había crecido y al que ansiaba devolver su pasada gloria. DC llevaba años haciendo vagos intentos de encontrar a un autor que presentara una idea para resucitar al Hombre de Acero, algo más difícil de lo que parecía puesto que, pese a hallarse en sus horas más bajas, era considerado, como he dicho, un icono por muchos fans –fueran lectores o no– que no permitirían cambios demasiado radicales.

Gente de la talla de Steve Gerber, Frank Miller o Marv Wolfman propusieron proyectos que DC acabó declinando (en el caso de Gerber, fue él quien se retiró, herido su orgullo por saber que su idea era sólo una más de las diversas que se estaban considerando. En cuanto a Miller, acabó centrándose en Batman y ofreciendo la magnífica El regreso del Caballero Oscuro).

Por su parte, Byrne llevaba años concediendo entrevistas en convenciones y revistas dejando caer que tenía ideas para Superman. Incluso en una ocasión, Dick Giordano le ofreció encargarse del personaje, pero Byrne estimó que la editorial no estaba preparada para afrontar los cambios radicales que él tenía en mente. Entonces, en verano de 1985, finalizó el contrato en exclusiva que John Byrne tenía con Marvel. Wolfman, que quería participar en la renovación de Superman pero sabía que necesitaba un nombre de más peso para dar atractivo a su propuesta, lo telefoneó para preguntarle si colaboraría con él en un episodio de Los Nuevos Titanes (que vería la luz en 1986 como el Anual nº 2). La conversación fue derivando hasta que Wolfman le mencionó que DC pensaba remozar Superman aprovechando las Crisis en Tierras Infinitas, animándole a participar en el casting para encargarse del desafío.

Poco después, Byrne se mudó a Connecticut y dio una fiesta para celebrarlo. Aquel 20 de julio de 1985, dos de sus invitados fueron Wolfman y el vicepresidente de la editorial, Dick Giordano. En el curso de la reunión, Byrne les expuso a grandes rasgos su visión de lo que iba mal en el personaje, lo que había que cambiar y lo que se podía conservar actualizándolo a los nuevos tiempos y una generación de lectores más jóvenes. Esto significaba mantener los temas y conceptos que formaban la esencia y legado del héroe y eliminar en cambio todas aquellas situaciones y personajes que habían quedado obsoletos en el renovado universo post-Crisis, desde Superboy a Krypto el Superperro, de los innumerables y ridículos superpoderes a las kryptonitas de colores. Varias semanas más tarde, Giordano y el editor en ese momento de los títulos de Superman, Andrew Helfer, lo visitaron de nuevo para entrar más en detalle en sus ideas y, esta vez sí, llegaron a un acuerdo.

Byrne escribiría y dibujaría una miniserie de presentación de la nueva etapa, El hombre de acero (octubre–diciembre 1986), que redefiniría al personaje y su mito de acuerdo a los parámetros marcados para el universo DC tras las Crisis en Tierras Infinitas. Al término de ésta, Byrne se encargaría como autor completo de la colección Superman, mientras que Alan Moore guionizaría Action Comics, –que mantendría la numeración antigua al tiempo que se convertiría en una colección de team–up, recogiendo el testigo de la cancelada DC Comics Presents–. Al final, debido a un exceso de compromisos, Moore declinó participar en ese título, pasando a realizarlo también Byrne. Mientras tanto, Marv Wolfman y Jerry Ordway estarían al frente de Adventures of Superman, que continuaría la numeración del título Superman original.

Cuando Byrne se hizo cargo de Superman y éste entró en la era post–Crisis, Julius Schwartz decidió retirarse como editor de DC a la edad de 71 años. Había trabajado en la editorial nada menos que 42 años, convirtiéndose por derecho propio en uno de los profesionales más respetados y queridos de la industria. Fue la pieza clave en la renovación de los superhéroes DC durante la Edad de Plata y su labor como editor al frente de Batman o Superman entre otros, fue tan importante como la de Stan Lee para Marvel.

Ni siquiera su jubilación consiguió apartarle de sus amados personajes: aceptó una lucrativa oferta para servir como una especie de embajador de buena voluntad de DC, asistiendo a convenciones y dando conferencias por todo el mundo para promocionar los personajes y cómics de la editorial, labor que desempeñó hasta poco antes de su muerte en 2004.

De hecho, fue Schwartz quien, como despedida, se encargó de coordinar y editar el cierre de las colecciones de Superman antes de que arrancara la nueva etapa de Byrne. “¿Qué fue del hombre del mañana?”, escrita por Alan Moore y dibujada por Curt Swan, George Pérez y Kurt Schaffenberger, se desarrolló entre Action Comics nº 583 y Superman nº 423 (septiembre de 1986) y constituyó un emocionado adiós a la Edad de Plata que fue recibido calurosamente por público y crítica y que está considerada como una de las mejores historias de Superman jamás publicadas.

Tras el cierre de la Edad de Plata de Schwartz, tanto Action Comics como Superman dejaron de aparecer durante tres meses antes del estreno del tan esperado Hombre de acero, seis números de cadencia quincenal en la que Byrne volvía a narrar el origen del héroe de acuerdo a su filtro particular. Teníamos aquí un nuevo Superman, despojado de todo ese lastre que había ido acumulando a lo largo de casi seis décadas de planteamientos bastante naif cuando no declaradamente infantiles. El lector medio de comic books era mayor que el consumidor de este producto en los cincuenta y había que ofrecerle un tebeo más elaborado, complejo y verosímil (dentro de lo que es posible tratándose de Superman, claro).

En Man of Steel, Byrne se esforzó por mostrar los diferentes aspectos de la vida de Superman bajo una luz diferente. Para empezar, en el número 1 se nos ofrecía una visión de Krypton que difería mucho de la que se había visto en los cómics hasta ese momento. Tanto Byrne como Dick Giordano habían quedado encantados con el Krypton presentado en la película de 1978: un lugar frío y cristalino. Los problemas de copyright les impidieron recuperar ese concepto, pero siguieron la misma línea a la hora de rediseñar el planeta natal de Superman.

Aunque las primeras aventuras de Superman contaban que el héroe había sido el único superviviente del planeta Krypton, durante la Edad de Plata y bajo la guía del editor Mort Weisinger, la relación del personaje con su extinto planeta cobró cada vez más relevancia. Era representado como un compendio de todas las maravillas que la ciencia ficción de los cincuenta podía imaginar: ciudades protegidas por cúpulas, volcanes dorados, edificios antigravedad, vehículos voladores…era un mundo fascinante y extraño que todos los lectores hubieran deseado visitar…y eso precisamente es lo que hacía Superman una y otra vez. No solamente retrocedía en el tiempo para correr allí diversas aventuras, sino que, ya en su propio presente, encontraba multitud de supervivientes: Supergirl, Krypto el Superperro, los criminales de la Zona Fantasma, la ciudad miniaturizada de Kandor, etc. También se topaba con abundante cantidad de kryptonita procedente del difunto mundo. Aunque las primeras muestras de ese mineral aparecieron por primera vez en la década de los cuarenta, Weisinger las utilizó de forma recurrente y cada vez más abusiva, inventándose nuevas variedades, como la dorada (con la que Superman perdía sus poderes), la roja (que le provocaba extrañas mutaciones) o la blanca (que exterminaba la vida vegetal).

Byrne se libró de todas aquellas fantasías de difícil coherencia interna. En su nueva versión, Kal-El es el único superviviente de la destrucción de Krypton y éste es retratado como un planeta rocoso, árido y aséptico en el que sus habitantes viven aislados, desprecian las emociones y los lazos afectivos incluso con sus hijos (estos son creados en cámaras de gestación, alejados de sus progenitores genéticos). Ni siquiera los padres de Kal-El, Jor-El y Lara, tuvieron contacto físico alguno hasta los momentos previos a la destrucción del planeta. Cuando en el último momento la pequeña nave que transporta a Kal-El –en realidad su propia cámara de gestación con unos cohetes añadidos– escapa de la explosión del planeta, unos fragmentos de éste se adhieren al metal de aquélla, explicando de esta forma la llegada de la kryptonita a la Tierra.

Desde luego, este “nuevo” Kripton, austero y poblado por seres asociales no es un lugar apetecible para visitar. Quizá fue por eso que todos aquellos elementos presentados en la Edad de Plata y erradicados por Byrne durante su etapa al frente del personaje (Supergirl, Superboy, la Zona Fantasma, Krypto, etc..) acabarían regresando a la continuidad oficial del personaje y los cambios introducidos a la historia de Krypton que más adelante presentaría en la miniserie El mundo de Krypton, no durarían mucho. Algunos destellos de su visión, no obstante, serían tenidos en cuenta por David S. Goyer para su guión de la película Superman: Man of Steel (2013).

Superman, por tanto, nace verdaderamente en la Tierra, puesto que hasta su llegada a nuestro planeta había permanecido encerrado en su cámara de gestación. Byrne, de esta forma, lo hace tanto o más terrícola que kryptoniano. En su faceta de Clark Kent, su vida también toma una dirección distinta a la tradicional en los cómics antiguos. Por ejemplo, en una decisión que resultó ser bastante polémica entre los aficionados, en la nueva continuidad tanto Jonathan como Martha Kent continúan vivos cuando Clark crece y asume su faceta superheroica. De hecho, son ellos los que le ayudan a crear esa identidad, ayudándole a diseñar el traje y dar con la forma de disfrazar su aspecto tras unas gafas. Ellos son el ancla moral de Superman, su lazo con la gente corriente y los valores tradicionales en los que ha crecido, su apoyo y refugio en los momentos de duda y tribulaciones.

Nos encontramos, además, con una Lois Lane diferente a la tradicional. Lois fue desde el principio una parte importante de la mitología de Superman. De hecho, fue presentada en la primera aventura del héroe, en Action Comics nº 1. Durante décadas, los guionistas la utilizaron como vértice de un interesante triángulo amoroso: ella admira y ama a Superman, pero desprecia al tímido Clark Kent que, a su vez, la quiere a ella. Durante la Edad de Plata, Lois estaba obsesionada con casarse con Superman pero más tarde, en los años setenta, se convirtió en una mujer más independiente y aventurera.

Aunque la nueva Lois se presenta ya en el número 1 de El hombre de acero, es en el segundo episodio donde se perfila perfectamente su carácter de mujer moderna, profesionalmente ambiciosa, valiente hasta la imprudencia, idealista y dispuesta a todo por conseguir una exclusiva.

Como Clark, además de periodista de investigación escribe novelas, lo que la sitúa en un escalón superior al del resto de la plantilla del Planet. La relación que mantiene con Clark difiere bastante de la tradicional. Dado que nadie sabe que Superman tiene una doble identidad, el papel de Lois ya no incluye tratar de averiguar obsesivamente la personalidad civil de Superman o la doble vida de Clark. Admira a su compañero y si no fuera por su carácter competitivo y algo rencoroso (Clark le “pisó” la primera exclusiva de Superman), probablemente tendría ya una relación sentimental con él. La nueva versión de Lois que presentó Byrne resultó ser uno de sus legados más duraderos, no sólo siendo adoptada definitivamente por los guionistas que le sucedieron, sino que pasó a otros medios, como la televisión o el cine.

Clark Kent, por su parte, no es el individuo apocado, torpe y tímido al que todos ningunean y que habíamos visto durante mucho tiempo en cómics o películas, sino un periodista y escritor de talento, ganador de premios y rostro conocido para los lectores de periódicos. Evidentemente, demuestra una gran facilidad para obtener exclusivas relacionadas con Superman, algo que irrita a Lois. Entre ambos se desarrolla una relación de colegas-adversarios en la que se equilibra el respeto y la competitividad y de la que no está totalmente exenta la tensión sexual.

En el número 3, Superman se encuentra por primera vez con Batman. Mientras que en el antiguo universo DC ambos héroes eran grandes amigos y compartían aventuras (la colección World’s Finest, de hecho, estaba exclusivamente dedicada a contar historias protagonizadas por los dos), ahora su relación está dominada por la desconfianza y un respeto distante. No se gustan, aunque comprenden que cada cual actúe según sus propios y muy divergentes métodos.

El número cuatro presenta al nuevo Luthor, quizá uno de los mejores hallazgos de esta etapa. Luthor era uno de los principales enemigos de Superman desde los años cuarenta. En los cincuenta, el personaje se convirtió en su némesis y en la Edad de Plata se estableció el canon de que Superman y Luthor habían sido amigos durante su juventud. El brillante adolescente Lex estaba ayudando a Superboy a encontrar una cura para la kryptonita cuando un accidente en el laboratorio hizo que aquél perdiera el pelo para siempre. Culpando de todo a Superboy, Luthor le juró enemistad eterna.

Byrne cambia totalmente la historia y enfoque del villano. De científico loco y supercriminal megalomaniaco, pasa a ser un taimado hombre de negocios, un multimillonario influyente que no conoce a Superman hasta que ambos son adultos y que decide destruirlo al no poder comprarlo ni controlarlo, como hace con casi todos los que le rodean. Ahora bien, en lugar de embarcarse en retorcidos y ridículos planes para matar al Hombre de Acero cada pocas semanas, se servirá de su empresa, Lex Corp, y de terceros interpuestos para atacarle sin que nada ni nadie pueda incriminarle. Es, en definitiva, un reflejo del énfasis que puso la década de los ochenta en el afán por el dinero y el individualismo (y que tan bien representaría la película Wall Street tan solo un año después). Luthor seguía de esta forma la misma senda que había recorrido anteriormente en Marvel el personaje de Kingpin, al que Frank Miller había transformado de ridículo villano de Spiderman en criminal hombre de negocios y némesis de Daredevil.

En realidad, este nuevo Luthor había sido una idea de Marv Wolfman. Cuando a comienzos de los ochenta Julius Schwartz hizo un tímido intento por renovar la colección, le pidió a Wolfman que desarrollara nuevas versiones de un par de enemigos. Además de Brainiac (que se convirtió en un ordenador viviente), el guionista presentó a este Luthor empresario, símbolo del capitalismo desatado y despiadado, un individuo carismático que, como Superman, oculta su verdadera cara tras una fachada pública. Sin embargo, en esa ocasión su Luthor no fue aceptado y lo reconvirtió en el nuevo Vandal Savage, otro de los grandes villanos del universo DC.

Llegado el momento de la gran remodelación tras Crisis en Tierras Infinitas (maxiserie que, por cierto, guionizó Marv Wolfman), el guionista tuvo otra oportunidad de vender su versión “capitalista” de Luthor, y en esta ocasión se la compraron, ocupando por fin el puesto que le correspondía en el nuevo universo DC y dejando atrás su disparatada carrera como histriónico criminal de opereta.

El número 5 profundizaría más en la relación entre Superman y Luthor a través de la presentación del nuevo Bizarro, un villano recurrente del mito que había aparecido por primera vez en 1958 y que aquí adopta la forma de una especie de monstruo de Frankenstein, un ser tosco y grotesco cuyo cerebro, aunque inteligente, está algo retrasado. El último número de la miniserie ponía en contacto a Superman con su pasado. Al regresar a Smallville retoma como Clark Kent su relación de amistad con Lana Lang –que en esta versión sí conoce su identidad superheroica– y establece contacto por primera vez con su pasado kryptoniano a través de una proyección de su padre que le transmite todo el conocimiento de su desaparecido mundo natal.

La página final de la miniserie es una sola viñeta en la que Byrne pone en los pensamientos de Superman su propia interpretación del personaje, una interpretación que marca otra brecha entre la versión clásica y la moderna. Como muchos niños de su generación, Byrne había crecido con el énfasis que el editor más importante y longevo del personaje, el citado Mort Weisinger, había ido dando al origen alienígena del héroe.

La versión de Superman que defendía Weisinger era la de que, en primer lugar, era un hijo de Krypton siempre a la búsqueda de los restos y supervivientes de su destruido mundo, entre los que se encontraba cómodo. Byrne decidió que la verdadera personalidad del héroe no era la de Superman, sino la de Clark Kent, un chico que creció en el corazón de América y abrazó como suyo su código ético. El nuevo Superman es consciente de su origen, pero se siente totalmente terrestre; para él, su nacimiento tuvo lugar cuando los Kent abrieron el cohete que le trajo a la Tierra. Éste es el planeta al que debe lealtad y por el que lucha.

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".