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«Superman: American Alien» (2016), de Max Landis

En términos de popularidad, Superman es una paradoja del mundo de los superhéroes. Es el arquetipo por antonomasia de la figura heroica, un icono de validez eterna. Pero cuando se trata de buscar historias concretas, no es fácil que acuda a la memoria un torrente de aventuras legendarias aparte de los conocidos eventos que rodean su origen, lo cual no deja de ser chocante teniendo en cuenta que el Hombre de Acero acumula sobre sus espaldas casi cien años de aventuras en todo tipo de medios, desde el cómic al cine pasando por la radio, la televisión o las tiras de prensa.

Y es que Superman sigue arrastrando ese tópico de superhéroe aburrido y difícil de escribir debido a lo poderoso y altruista que es. A partir de la renovación que acometió John Byrne en los ochenta, los guionistas encontraron mayores posibilidades dramáticas y con la proliferación de la línea Otros Mundos y diversos proyectos especiales en forma de miniseries, el abanico no sólo se abrió todavía más sino que permitió a los autores separarse de la continuidad de las series regulares e incluso de la línea canónica de los personajes.

En tiempos recientes –y puede verse en películas como Superman: Man of Steel (2013) o Batman v Superman: El amanecer de la justicia (2016)– se ha intentado romper con esa imagen de boy scout invencible, convirtiendo a Superman en un individuo taciturno y atormentado, sin darse cuenta de que ese no es más que uno de los muchos enfoques posibles y no necesariamente el más acorde con el espíritu original del personaje. Y es que “realista” o “verosímil” no tiene por que ser necesariamente sinónimo de cínico y mezquino.

Si bien Superman y Clark Kent han mantenido más o menos inalterados a lo largo de su trayectoria una serie de elementos, el héroe propiamente dicho sí ha ido experimentando cambios con el paso del tiempo. Nació en 1938 como defensor de la justicia social, fue un símbolo colorista de la ciencia ficción pulp en los cincuenta y un honesto reportero televisivo en los setenta. Esa maleabilidad, que le ha permitiendo adaptarse a los tiempos, ha sido una de sus mayores fortalezas.

Por tanto, Superman cambia con el paso de las épocas y refleja la forma en que la sociedad y los individuos que la componen se ven a sí mismos. En las viejas aventuras de la Edad de Oro, Superman era un representante de la autoridad oficial. Hoy, en cambio, nos encontramos con un personaje mucho menos paternalista y sabelotodo, una transformación que inició el mencionado John Byrne en 1986 con su miniserie El hombre de acero, superando además esa imagen de Clark Kent como paleto torpón y remilgado. Sigue siendo el mayor y más noble de todos los héroes, una figura inspiradora y un ejemplo a seguir, pero dista de ser perfecto y ahora su personalidad incluye la inseguridad, el temor y el arrepentimiento. El cómic que ahora nos ocupa bebe de esa misma fuente.

Max Landis es el hijo del famoso director John Landis y además de por su intensa actividad en las redes sociales y polémicos comentarios en YouTube, saltó a la fama como guionista del film Chronicle (2012), sobre tres amigos que obtienen poderes fenomenales y ven cómo su amistad se agrieta a causa de ello. El caso es que una semana después del estreno de la película Superman: Man of Steel, Max Landis subió un vídeo a internet compartiendo su furibunda opinión sobre el film.

Su disgusto no tenía origen en la destrucción masiva que causaban sus peleas o su decisión de matar a Zod. Su principal crítica se basaba en que Zack Snyder no había sabido comprender por qué Superman era alguien especial. Y es que lo que le diferencia de sus compañeros superhéroes es que no tiene ninguna razón para ayudar a la gente. Nunca ha sufrido una tragedia personal como Batman, ni le persigue un sentimiento de culpa como a Spiderman. No fue reclutado como Green Lantern, criado como un guerrero como en el caso de Wonder Woman, forzado a sobrevivir como Green Arrow en la isla o víctima de un accidente como Flash. No, él nació con superpoderes en un pueblecito de Kansas. Podía haber hecho cualquier cosa. ¿Y qué hizo? Fue al instituto, luego a la universidad y consiguió un trabajo en la ciudad. Si decidió ayudar a la gente, lo hizo por la más desinteresada de las razones.

No es que esto sea una novedad ni un secreto que descubriera Landis fruto de sesudas reflexiones. Cualquiera que haya rascado tan solo un poco en la superficie del mundo de los superhéroes sabe que la compasión y el altruismo son partes esenciales del personaje de Superman. Pero también son elementos difíciles de encajar en una historia con garra. ¿Qué tratamiento le das a un héroe perfecto, todopoderoso y que sabe exactamente lo que hacer en cada situación por difícil que ésta sea?

Pues bien, alguien en DC Comics vio el vídeo y decidió ofrecerle la oportunidad de demostrar su punto de vista mediante un cómic. Y, además, un cómic que podía bordear la continuidad oficial del personaje. Así es como nació Superman: American Alien (enero-julio de 2016), una miniserie de siete episodios que inmediatamente se ganó un lugar en el corazón de los fans del personaje al demostrar que Superman podía ser todopoderoso, generoso y amable y, además, cautivar al lector en cada página de la historia.

Siguiendo su vena polémica, cuando se anunció el proyecto de American Alien, Landis levantó las iras de los fans anunciando que su cómic sería “lo opuesto al All-Star Superman de Grant Morrison, considerado mayoritariamente como una de las mejores interpretaciones del personaje. Hay que ser muy valiente o muy estúpido para invocar esa obra cuando quieres definir la tuya, especialmente si es la primera que vas a hacer. Pero el caso y a la vista de los resultados es que American Alien supuso todo un logro para Landis. Su comprensión del ritmo y de la estructura propios del comic book es notable, como lo es su trabajo de caracterización y diálogos. Sin saber que esta miniserie es el debut de un recién llegado al medio –al menos como autor–, difícilmente podría calificársela como obra primeriza.

Superman: American Alien sigue la tradición de presentar una versión humanizada del Último Hijo de Krypton. Pero desde el comienzo, el cómic se sitúa inmediatamente por encima de otras historias “de origen” del personaje porque no pretende volver a contar toda la trayectoria que media entre la huida de su planeta natal y la primera batalla contra Luthor, sino que opta por no abarcar demasiado, evitando lo predecible, descartando las ideas y momentos vistos mil veces y escogiendo en cambio siete momentos específicos de la vida de Clark que van desde su infancia hasta sus primeros meses como el Superman que conocemos. Cada número cuenta con un dibujante distinto y narra una historia autoconclusiva, pero todas ellas conforman el retrato coherente de un joven tratando de encontrar su lugar en el mundo.

A priori, uno puede preguntarse si realmente hace falta otro cómic narrando el origen de Superman y el tránsito a la madurez de Clark Kent (algo que Jeph Loeb y Kurt Busiek, por ejemplo, habían hecho ya de forma excelente en Superman: Cuatro estaciones y Superman: Identidad secreta respectivamente, pero también Mark Waid en Derecho de nacimiento o Geoff Johns en Origen secreto), especialmente teniendo en cuenta que su historia ya había sufrido cambios a raíz del relanzamiento editorial de 2011, bautizado como Nuevos 52. Pero lo que aquí nos ofrece Max Landis es fresco y nuevo sin traicionar lo antiguo. Se preocupa por la gente, como siempre, pero también le inquieta lo que la gente piensa y espera de él. Y a diferencia del melancólico kryptoniano imaginado por Zack Snyder para la gran pantalla, este Clark Kent tiene fe en sí mismo y sabe que puede superar la controversia que rodea su propia existencia. Aunque la forma de hacerlo ha ido cambiando década tras década y las cualidades que lo adornaban no siempre han sido exactamente las mismas, Superman siempre trata de ser la mejor versión de sí mismo, inspirándonos a seguir por el mismo camino. En American Alien, es exactamente lo que hace.

El primer número nos muestra un Clark infantil, a punto de saltar a la adolescencia, que ya conoce sus poderes –al igual que sus padres– pero que se siente una rareza. Su poder de volar, por ejemplo, le aterroriza al principio y le entusiasma después, en cuanto aprende a controlarlo. En los seis siguientes episodios, construidos a base de pequeños momentos más centrados en el diálogo , la reflexión y el sentimiento que en la pura acción, asistiremos a la madurez de Clark y su marcha lejos de la cerrada comunidad de Kansas en la que se crió, tratando de encontrar su lugar en un mundo que no le vio nacer. Se nos recuerda una y otra vez que Superman es, sobre todo y en primer lugar, Clark Kent. A diferencia de Batman, cuya identidad de Bruce Wayne es una carga necesaria y que ha diseñado intencionadamente la manera en que el público quiere que le vea, la identidad superheroica de Superman no es más que una fachada en buena medida creada por los medios de comunicación (ni siquiera es él quien elije su nombre) que mantiene por seguridad; seguridad no tanto de sus seres queridos como para sí mismo, para proteger el hombre decente y de visión clara que ha llegado a ser gracias a sus padres y amigos terrestres. Landis está lejos de esa interpretación de Superman como Último Hijo de Krypton, heredero de una cultura alienígena en un planeta que le es extraño; o del semidiós líder de la Liga de la Justicia gracias a sus enormes poderes e inconmovible patriotismo. No, Superman es, en su corazón ya que no en su fisiología, totalmente humano. Ni siquiera es Superman: solo Clark Kent.

La versión de Clark que nos presenta Landis está a mitad de camino entre el tradicional “paleto” de pueblo y el sofisticado periodista y escritor de John Byrne. Lo retrata bien como muchacho nacido y criado en una familia humilde y una comunidad pequeña, que poco a poco va abriéndose al mundo aunque siempre conservando el grado necesario de altruismo. Como le dice Lois en un pasaje: “Eres una maravillosa combinación de ingenuidad y astucia, Kent”. En el tercer episodio, cuando llega por accidente al yate de Bruce Wayne –por cierto, de una forma bastante inverosímil– y se hace pasar por él, lo vemos comportarse como un adolescente de pueblo pequeño fascinado por la riqueza y sofisticación de sus recién encontrados “amigos”. Se emborracha y se lía con Barbara, pero sigue siendo un tipo decente, humilde y sincero que no puede olvidar ese núcleo de anhelo y soledad que arrastraba desde el episodio anterior. Es también aquí cuando descubre que hay un mundo más allá de Kansas y que quiere conocerlo: “Me acabo de dar cuenta de que no quiero quedarme en Smallville. No puedo. Estoy en este planeta por un motivo y ya he perdido demasiado tiempo. Quiero ver las estrellas desde 12 países distintos. Quiero hablar con gente que realmente merezca la pena. Quiero ver otras cosas”.

Superman: American Alien no es una serie sobre Superman, ni siquiera sobre Clark Kent evolucionando poco a poco en Superman, sino de Clark Kent aprendiendo a ser Clark Kent.

Lo que mejor funciona de la serie son esos pequeños pasajes pletóricos de emoción que nos muestran cómo Clark aprende a aceptar su origen extraterrestre y sus poderes pero también a preguntarse qué debe hacer con ellos y por qué debe utilizarlos para proteger a los demás. Ese proceso de aprendizaje, que se extiende a lo largo de los años que van desde el final de su infancia hasta su madurez, no lo realiza en solitario. Irá entrando en contacto con personas que le enseñarán visiones distintas del mundo y de la vida, ideas y puntos de vista que incorporará –o preferirá no hacerlo– a su propia forma de encarar el mundo: su padre, naturalmente; Bárbara Minerva, Oliver Queen (antes de convertirse en Green Arrow), Dick Grayson, Lois Lane, Pete Ross e incluso Lex Luthor, le enseñarán no sólo distintas maneras de entender la existencia sino cómo el mundo ve tanto a Superman como a Clark Kent.

El acierto en la caracterización, por tanto, no se limita al protagonista. En el número 1, Landis se pregunta por los miedos y aspiraciones de Jonathan y Martha Kent; en el nº 4, añade un nuevo, divertido y revelador giro al primer encuentro entre Batman y Superman, presenta a un sorprendente Dick Grayson–Robin como niño prodigio, una Lois ambiciosa y arrogante y un Luthor tan astuto como intelectual y egocéntrico; en el número 2 explora la relación de Clark con sus amigos y vecinos de Smallville mientras que el sexto episodio nos cuenta el reencuentro en Metrópolis de Clark y sus dos amigos de la infancia, Pete Ross y Kenny Braverman, analizando la tensión inherente al cambio de amistades y relaciones que se produce cuando alguien abandona una ciudad y deja atrás una etapa de su vida, una tensión que aún es mayor cuando tus amigos saben que eres Superman.

Quizá el número más sorprendente sea el que cuenta la relación que Clark establece con una joven Barbara Ann Minerva (años antes de convertirse en arqueóloga y eventual villana de Wonder Woman, Cheetah) en el número 3. Landis forja entre ambos un nexo tan emotivo e íntimo que no puede sino desearse que hubiera sido adoptado como canónico en el Universo DC.

Por otra parte, y como si fuera una respuesta al Superman atormentado y “realista” de Zack Snyder, Max Landis no evita tampoco introducir episodios oscuros o violentos; pero eso sí, sin que se apoderen del tono general del cómic ni del personaje. El segundo capítulo, por ejemplo, nos muestra a unos psicópatas criminales que siembran la muerte en Smallville. El episodio 4 presenta a un Luthor verdaderamente amenazador; el 5 narra el primer encuentro de Superman con un adversario poderoso y letal que deja muertos y heridos a su paso; y en el 7, el protagonista recibe una soberana paliza a manos de Lobo. Max Landis nos deja claro que el Universo DC no es un paraíso feliz donde los superhéroes conjuran todos los males antes de que ningún inocente salga herido. Eso sí, la actitud y la respuesta de Superman es inequívoca: siempre tratará de estar a la altura y enfrentarse al problema, sea éste un accidente, una catástrofe natural o un supervillano. Y aunque cometa errores –porque Clark Kent es humano y se equivoca–, aprende de ellos y hace lo posible por mejorar, tanto en su faceta superheroica como en su identidad humana.

Hemos mencionado más arriba que DC le dio a Landis carta blanca para separarse de la continuidad canónica del personaje, carta de la que el guionista hace uso sin abusar. En su particular línea alternativa, todos los vecinos de Smallville son conscientes de los orígenes extraterrestres de Clark Kent pero optan por guardar silencio. Así, en el primer número, Jonathan Kent acude a un amigo con una avioneta fumigadora para que le ayude a “atrapar” a su joven hijo, que ha aprendido a volar pero no a aterrizar; en el segundo, el sheriff de Smallville lleva deliberadamente al adolescente Clark al escenario de un crimen esperando que utilice sus capacidades especiales para atrapar al asesino. En el número seis, Pete Ross le dice a Clark lo pendientes de las hazañas de Superman que están todos en casa. Aunque Smallville ocupa una parte importante de muchas aventuras de Superman, ningún guionista antes se había atrevido a presentar la identidad de Clark como un secreto a voces. Además y de paso, Landis “explica” otros pequeños detalles, como por qué los Kent nunca tuvieron que preocuparse de los exámenes médicos de la escuela, etc.

Aunque American Alien está formado por historias autoconclusivas e independientes, sí que se establece cierta continuidad entre el tercero y el séptimo capítulos, a partir del momento en que Clark se hace pasar por Bruce Wayne en la fiesta de éste y luego tiene un encuentro casual con Dick Grayson. Esto desencadena una serie de acontecimientos que incluyen una pelea entre Batman y Clark Kent y la decisión de éste de incorporar una capa a su atuendo superheroico. También podemos encontrar varios guiños, más o menos sutiles, al Superman de los años noventa, desde el hecho de que los Kent todavía estén vivos al carácter de hombre de negocios de Lex Luthor, pasando por apariciones del Parásito, Juicio Final o Kenny Braverman o la propia naturaleza de la relación romántica entre Lois y Clark (por no hablar del cierre de la miniserie utilizando a Lobo, uno de los personajes de más éxito en esa década para DC).

En la mayoría de los episodios se incluyen pequeños complementos de una o dos páginas en las que Landis colabora con artistas como Evan “Doc” Shaner, Steve Dillon o Matthew Clark y que a pesar de su brevedad tienen casi todos bastante interés. La página dibujada por Mark Buckingham en la que Mr. Mxyzptlk habla al lector reflexionando sobre el poder de las ideas está entre lo mejor de toda la miniserie.

En casi todos los números, el dibujo está en perfecta sincronía con las necesidades del guión. Y ello aun cuando muchos de los artistas no son los primeros nombres que a uno se le ocurrirían como ideales a la hora de plasmar las primeras aventuras del Hombre de Acero. El estilo pseudomanga de Nick Dragotta es ideal para representar el movimiento y la visión del mundo sencilla e inocente de Clark. El trazo grueso y sombrío de Tommy Lee Edwards para el número 2 resulta perfecto para el tono de serie negra de esa historia. Joelle Jones está fenomenal en las páginas del número 3, capturando el glamour de la fiesta de millonarios y la romántica intimidad que se establece entre Clark y Barbara. Jae Lee aporta su característica atmósfera de amenaza a los primeros contactos de Clark con Metrópolis y su profesión de periodista en el número 4, dando versiones muy notables de Luthor, Lois, Batman o Robin. En el número 6, la línea clara de Jonathan Case –que recuerda mucho a los cómics de Archie– y su buen ojo para el lenguaje corporal, ofrece una certera interpretación de lo que es una reunión de viejos amigos. Muy acertado está también Francis Manapul en el número 5, uno de los dos episodios de la miniserie en el que la acción juega un papel muy importante.

Mención especial merece el portadista, Ryan Sook. Junto a Landis, es el único nombre que acompaña a todos y cada uno de los episodios. Sus ilustraciones para las portadas resumen perfectamente los temas y conflictos que aguardan en el interior, destilándolos en imágenes de cualidad casi fotográfica.

En el apartado negativo –o, al menos, no a la altura del resto– podemos mencionar el último capítulo. Se trata de la culminación de los temas planteados en los precedentes episodios y la primera vez que vemos a Superman con su característico uniforme. Pero la elección del villano –el siempre estrafalario y excesivo Lobo– resulta un tanto chirriante y provoca un desequilibrio en lo que debería haber sido una historia bastante sombría. Por otra parte, el dibujo de Jock, una mezcla de Sam Kieth y Bill Sienkiewicz, aunque en sintonía con la historia, es demasiado turbio y feísta para narrar lo que en esencia es el primer enfrentamiento de Superman con un enemigo verdaderamente a su altura. No es que este último capítulo arruine la miniserie, pero es una lástima que el final no pueda estar al mismo nivel que cualquiera de las anteriores entregas.

Superman: American Alien es de lectura obligatoria para cualquier fan no sólo de Superman, sino del Universo DC o incluso del buen cómic de superhéroes a secas. Landis y sus dibujantes prescinden de cualquier tipo de relleno y ofrecen siete historias inteligentes y emotivas que narran la evolución de Clark Kent desde adolescente confundido hasta héroe seguro de sí mismo. Es un cómic divertido, honesto ,maduro, refrescante y respetuoso con el legado del Primer Superhéroe

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".