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Crítica: «Superman: Man of Steel» (Zack Snyder, 2013)

Piensan algunos que el final del siglo XX anticipó la extinción de los héroes de la vieja escuela. Por ejemplo, el Hombre de Acero.

Se equivocan. Superman está vivo, casi tanto como cuando Richard Donner decidió llevarlo al cine en 1978, con el apoyo de Pierre Spengler, Ilya y Alexander Salkind. Tiene su gracia que la genial concepción cinematográfica de Donner fuera malinterpretada por los Salkind y por Spengler, a pesar de los millones que ganaron con la película. El resto es historia conocida. Donner fue expulsado del rodaje de Superman II (1980). Por desgracia, el desastre artístico de las secuelas producidas por los SalkindSuperman III (1983), Supergirl (1984) y la demencial Superman IV: En busca de la paz (1987)– no les sacó de su error.

Pero la justicia poética existe, y el nombre de Donner no tardó en ser reivindicado. En Superman Returns (2006), Bryan Singer proponía un homenaje a la visión de Richard Donner, y ahora Christopher Nolan produce un nuevo largometraje con la misma base creativa (aunque despojando al héroe de optimismo e inocencia). Como saben, Nolan eligió a David S. Goyer para que escribiera el guión, y Zack Snyder fue designado como realizador de esta nueva aventura del kryptoniano. En este sentido, la película resultante posee rasgos de Nolan y de Snyder, pero desgraciadamente, olvida la genética del héroe, establecida en los tebeos clásicos y en el film de Donner.

Lo cierto es que, hasta llegar a este punto, podría escribirse un libro comentando los avatares del proyecto. De hecho, la idea de un reboot de la franquicia cumple más de diez años. Ya en febrero de 2002, J. J. Abrams fue contratado para escribir un guión provisionalmente titulado Superman: Flyby, y directores como McG y Wolfgang Petersen recibieron ofertas para dirigirlo.

En junio del mismo año, Akiva Goldsman reescribió otro guión, obra de Andrew Kevin Walker, que reunía a los dos principales héroes de la DC Comics bajo el título Batman vs. Superman. Aquella era una visión oscura, profunda y dramática de ambos personajes –¿les va sonando?–, condenados a luchar contra sus demonios más íntimos.

Metido de lleno en ese juego de cromos que viene a ser un casting, Petersen creyó que este sería un buen proyecto para actores como Matt Damon, Johnny Depp, Colin Farrell, James Franco, Jude Law o Paul Walker. En su mesa de trabajo –atención– también había fotos de Christian Bale, a quien Darren Aronofsky ya le había propuesto encarnar al Hombre Murciélago en la adaptación del cómic Batman: Año Uno, de Frank Miller y David Mazzuchelli.

No hay nada más tímido que un millón de dólares, y quizá por ello Warner Bros. acabó cancelando todos los proyectos. Goldsman se tuvo que conformar con incluir una broma privada sobre Batman y Superman en las secuencias iniciales de Soy leyenda.

En cualquier caso, si tenemos en cuenta que Brett Ratner también quiso rodar Superman: Flyby, y que organizó audiciones con Josh Hartnett, Jude Law, Tom Welling, Paul Walker, Ashton Kutcher, David Boreanaz y James Marsden, a uno le falta tiempo para pedir que todo ese material se incluya, por favor, como extras de algún DVD.

Como saben, todo este laberinto nos conduce a dos realizadores: Nolan, que se ocupó de Batman, y Bryan Singer, que rodó Superman Returns. Aunque Singer hubiera deseado estrenar en 2009 una nueva cinta del Hombre de Acero, la tibia rentabilidad de su primer (y valioso) intento le sacó de la cancha. Fue el propio Jeff Robinov, presidente de producción de Warner Bros., el primero que pronunció la mágica palabra: reboot. Es decir: borrón y cuenta nueva. Vayamos al renacimiento del personaje y olvidémonos de Donner, de Abrams y del propio Singer.

El guionista de cómics Mark Waid, convocado para opinar sobre el nuevo proyecto, lo dejó bien claro. Probemos a imaginar que Superman Returns es como el Hulk de Ang Lee: una buena película, poco rentable, de la que el público se olvida cuando se estrena otra producción con el mismo personaje.

Los principales gurús del cómic moderno –entre ellos, Grant Morrison, Mark MillarGeoff Johns y Brad Meltzer– sugirieron referencias como All–Star Superman y Superman: Birthright. Claro que, al final, estos tebeos nos pasaron el filtro de la productora. Fue Christopher Nolan quien pulió el concepto con David S. Goyer mientras juntos preparaban El Caballero Oscuro: La leyenda renace.

Lo que más le gustaba a Nolan del trabajo de Singer en Superman Returns era su fidelidad a la versión de Richard Donner. Así que todo nos conduce, una vez más, al comienzo de esta historia.

Entre los cineastas que los rumores conectaron con el proyecto figuran Guillermo del Toro, Robert Zemeckis, Darren Aronofsky –otra vez–, Duncan Jones, Jonathan Liebesman, Matt Reeves y Tony Scott. Al final, el elegido fue Zack Snyder.

El casting comenzó en noviembre de 2010, y Henry Cavill fue considerado el Superman idóneo. Ese encanto pelirrojo llamado Amy Adams se hizo con el papel de Lois Lane, y créanme, le sobra talento para interpretarlo.

La premisa de Donner consistió en rodear a un protagonista desconocido de estrellas de prestigio. Este es el mismo caso. En Man of Steel nos encontramos con Diane Lane (Martha Kent), Kevin Costner (Jonathan Kent), Laurence Fishburne (Perry White), Michael Shannon (General Zod) y Russel Crowe (Jor–El).

El rodaje en Vancouver y en Chicago, impulsado por un presupuesto de 175 millones de dólares, permitió todo tipo de alardes técnicos. El problema de la película es que, a pesar de muchos de sus méritos, traiciona (lo repito) la esencia del Hombre de Acero, visto aquí a través de la óptica pesimista de Nolan. ¿Dónde ha quedado aquel héroe simpático y cordial que vino de las estrellas para salvar el mundo? ¿Entienden realmente Nolan y Snyder lo que nos atraía de los tebeos de Superman?

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes © Warner Bros. Pictures. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.