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«Los ladrones de la Tierra» (1988), de John Byrne, Curt Swan y Jerry Ordway

El año 1988 marcó el quincuagésimo aniversario de la aparición de Superman en Action Comics nº 1 (junio de 1938) y la maquinaria promocional de la compañía matriz de DC, Time Warner, se puso en marcha para celebrarlo por todo lo alto.

El 26 de febrero de ese año, DC alquiló parte del edificio Puck, en Manhattan, para organizar una fiesta de cumpleaños a la que asistieron la presidenta de DC, Jenette Kahn, su vicepresidente ejecutivo, Paul Levitz, el editor jubilado Julius Schwartz, el dibujante Curt Swan, el alcalde de la ciudad Ed Koch y muchos otros miembros de la compañía.

Varios miles de fans pagaron 12 dólares (o 6 para niños menores de doce años) para disfrutar de cortos de Superman, comer tarta y compartir sus vivencias relacionadas con el personaje.

Parte de los beneficios de la fiesta se donaron a la Asociación Nacional de Padres Adoptivos porque, tal y como declaró Kahn durante el evento, “Superman es el niño adoptado más famoso del mundo”. Tres días más tarde, el 29 de febrero –fecha oficial del aniversario– la CBS emitió un especial en horario de máxima audiencia titulado Superman’s 50th Anniversary: A Celebration of the Man of Steel, presentado por el humorista Dana Carvey. Durante el mes de junio, el Museo Nacional de Historia Americana organizó una exposición de cómics de Superman junto a uno de los viejos vestidos de Lois Lane en la serie de TV de los cincuenta.

Más celebraciones tuvieron lugar en el Instituto Smithsoniano de Washington DC, donde abrieron una exposición titulada Supermanobilia; la ciudad de Metropolis, en el estado de Illinois, restauró su gran estatua del héroe en la que se puede leer “Superman’s Hometown”, mientras que en Cleveland, la ciudad natal de los creadores del personaje, Jerry Siegel y Joe Shuster, la ONG “The Neverending Battle” patrocinó la International Superman Exhibition durante tres días del mes de junio. Y la revista Time dedicó su portada –dibujada por Byrne– del número del 14 de marzo a Superman.

Tras hacerse cargo de la miniserie Superman: El hombre de acero (1986), la serie regular de Superman (1987) y Action Comics, y las series limitadas El mundo de Krypton (1987-1988), El mundo de Smallville (1988) y El mundo de Metrópolis (1988), Byrne seguía siendo el principal arquitecto del personaje durante este año de aniversario. De hecho, fue prácticamente el único arquitecto porque Marv Wolfman, con el nuevo año, abandonó los guiones de Adventures of Superman, pasándole el testigo a Byrne (el dibujante siguió siendo un Jerry Ordway cada vez más inspirado). Las razones de la marcha de Wolfman difieren según quién cuente la historia. Él mismo declaró que se había quedado sin ideas que aportar, pero Byrne le acusa de haber atacado su labor y de haberse retrasado con frecuencia en la entrega de sus guiones, lo que le costaba a Jerry Ordway la pérdida de su plus. De acuerdo con esa versión, cuando llegó el momento de renovar el contrato de Wolfman, nadie quería que continuara y DC optó por prescindir de él. También hay declaraciones en el sentido de que la planeada introducción por parte de DC de un sistema de calificaciones por edades en sus cómics disgustó a Wolfman, quien –como muchos otros autores– no dudó en hacer pública su oposición a tal política, forzando así a la editorial a “prescindir de sus servicios”.

Durante el año anterior, los tres títulos de Superman sólo ocasionalmente se conectaban los unos con los otros. En general, Adventures of Superman desarrollaba sus propios arcos argumentales de forma independiente, arcos a los que los títulos de Byrne (Superman y Action Comics) no hacían referencia alguna. Aunque no se pueda considerar esto como un error de continuidad o una discrepancia flagrante, los argumentos, tono y estética presentados por Adventures resultaban difíciles de reconciliar con Superman y Action Comics.

Con el abandono de Wolfman y su sustitución por Byrne, las tramas desarrolladas por los tres títulos pasaron a tener una suerte de continuidad, sucediéndose los acontecimientos de todas ellas en el orden de publicación y creando una imagen más unificada y coherente del protagonista y su entorno.

A comienzos de 1988, nada menos que cuatro títulos simultáneos de DC estaban protagonizados por Superman, y en marzo apareció su primera novela gráfica: Los ladrones de la Tierra (Superman: The Earth Stealers) –aunque publicada en lo que entonces se llamaba formato prestigio–, escrita por Byrne y dibujada por Curt Swan y Jerry Ordway. Su origen está en una idea que Byrne presentó para Superman IV y que no fue aceptada por los productores. Y, a tenor de lo que podemos ver en el cómic, mejor que fuera así. La historia es muy simple y bebe más de los presupuestos de la Edad de Plata que de la nueva versión del mito diseñada por el propio Byrne: unos malvados alienígenas ponen en peligro a la Tierra, los mejores amigos de Superman corren especial peligro, el héroe ha de batirse en duelo individual con una criatura peligrosa y, finalmente, reinstaura el statu quo sin que los cinco mil millones de habitantes del planeta se hayan dado cuenta de que la Tierra y la Luna han sido sacadas de su órbita por los extraterrestres.

Entiendo que los cómics de Superman, incluidos los modernos, no sientan un respeto escrupuloso por la Física o la Astronomía, pero es que Los ladrones de la Tierra exige del lector un esfuerzo casi imposible en lo que se refiere a suspensión de incredulidad. ¿Alienígenas que roban planetas y los transportan como si fueran donuts a una nave de un tamaño inmenso para que los utilicen como combustible? Desde luego, el concepto de Galactus era más interesante y, si se me apura, más verosímil. Pero es que además estos alienígenas tienen un diseño tan poco inspirado (una especie de escoceses paletos, con ojos saltones y nariz de borrachín) y, a la postre, resultan tan insultantemente torpes, que el resultado aún es peor. Para colmo, en el clímax Jimmy Olsen, Perry White y Lois Lane, como si lo hubieran hecho toda la vida, tripulan sin esfuerzo la nave alienígena que arrastra a la Tierra y a la Luna mientras Superman “empuja” desde atrás y deja las cosas en su sitio. En resumen, un absurdo sin remisión que podría haber tenido su pase en 1950 o 1960, pero que a finales de los ochenta resulta difícilmente admisible.

Lo único que puede ser medianamente salvable de este despropósito –y tampoco es que de saltos de alegría por ello– es la forma en que gráficamente se combina lo clásico con lo moderno. El dibujo corrió a cargo de Curt Swan, principal responsable de los cómics de Superman durante la Edad de Plata y quizá el creador a quien más deba el personaje después de Siegel y Shuster. Tras Crisis en Tierras Infinitas, Swan había casi desaparecido del panorama, limitando sus trabajos a puntuales colaboraciones aquí y allá. Sencillamente, su estilo, elegante pero algo estático, había pasado de moda. Aquí, sin embargo, no sólo nos ofrece algunas composiciones de página interesantes, sino que, gracias al entintando de Jerry Ordway, sus viñetas consiguen conjugar las interpretaciones gráficas clásica y moderna de Superman. Hay momentos en los que a uno le gustaría relajarse y, simplemente, disfrutar de esa fusión de estilos, pero entonces la historia se interpone y arruina la ilusión.

En resumen, un cómic cuya conjunción de creadores podría haber dado mucho más de sí. Byrne es un buen narrador de historias con ideas interesantes, Swan un profesional fiable que, con el entintado de alguien tan sólido como Ordway, habría ofrecido grandes momentos…y, sin embargo, la gran obra que podía haber sido nunca llegó a cuajar ni en el guión ni en el dibujo, convirtiéndose en una oportunidad perdida.

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".