Como vimos en el artículo anterior de esta serie sobre Los Cuatro Fantásticos, la historia de los Inhumanos que antecedió a la Trilogía de Galactus y la de la Pantera Negra que vino a continuación, tienen un origen común. En el momento en el que Kirby estaba dibujando el ciclo de los Inhumanos, toda la industria del cómic trataba por todos los medios de explotar el gran acontecimiento de la cultura popular que estaba teniendo lugar en la televisión.
La cadena televisiva ABC hacía mucho tiempo que poseía los derechos sobre el Batman de DC y se acababa de saber que en lugar de adaptar sus aventuras como una serie de dibujos animados, William Dozier iba a producir un programa de imagen real. Los editores estaban aturdidos, expectantes: ¿Qué pasaría si la serie resultaba ser un éxito? Tal y como fueron las cosas, no fue un éxito, sino toda una locura.
Inmediatamente, las ventas de Batman aumentaron, alcanzando niveles que ningún cómic había conseguido en más de una década. El interés público en los superhéroes se disparó. Y en ese preciso instante en el que todos los editores norteamericanos (Jeffy-Pop, Archie Comics, Mighty Comics, Harvey Comics, Western/Gold Key, Dell, Charlton y Tower Comics) empezaron a lanzar nuevos superhéroes, aparecen los Inhumanos en Los Cuatro Fantásticos.
No puede sorprender que Martin Goodman, que había basado su carrera en imitar las estrategias que otros habían probado con éxito anteriormente, se subiera al tren. Le dijo a Stan que inventara nuevos superhéroes con los que explotar la nueva Batmanía. Lee, a su vez, le pasó el encargo a Kirby. Éste afirmó que creó a los Inhumanos y la Pantera Negra el mismo fin de semana. Considerando que los Rayo Negro y Pantera Negra que aparecían en una portada no utilizada (la del nº 52) parecían versiones Marvel de Batman, hay pocas dudas respecto a que ambos fueran una respuesta a la nueva horda de héroes que emergieron durante la bonanza batmaniaca.
Y había algo más: Martin Goodman no quería más superhéroes para dejarlos languidecer en las páginas de los Cuatro Fantásticos. Tenía planes para la expansión de Marvel ya desde 1965 y pensaba que, a la vista de las favorables cifras de ventas, podría convencer a Jack Liebowitz en DC para distribuir más de sus títulos. Estaba decidido a añadir más colecciones superheróicas a su escudería tan pronto como fuera posible. En varios momentos en 1966 y 1967, Goodman pensó que conseguiría convencer a Independent News para que le dejara más margen de distribución, pero no fue así. Una semana le decía a Stan que el trato estaba casi cerrado y la siguiente se echaba atrás.
Esta situación impredecible cambiaría de forma significativa el curso de Los Cuatro Fantásticos. Comoquiera que estaba previsto que los Inhumanos fueran los primeros personajes en recibir su propia serie, era imperativo que Jack y Stan les dieran un protagonismo especial en los 4F, sirviendo así de presentación para el inminente nuevo título.
Mientras tanto, justo cuando los fans se habían acostumbrado a la estructura de arcos narrativos desarrollados en varios episodios, Lee y Kirby ofrecieron una historia autoconclusiva e independiente que muchos consideran la mejor de toda su etapa: Este hombre, este monstruo (nº 51, junio de 1966).
Después de la épica que había dominado la Trilogía de Galactus, Lee y Kirby estaban, sin quererlo, en un callejón sin salida. ¿Cómo continuar una historia que había puesto a toda la especie humana al borde de la extinción? Sólo con el tiempo se puede apreciar que el único camino era el que siguieron en ese número 51, cambiando la perspectiva básicamente impersonal sobre el destino de miles de millones de individuos anónimos a un terreno más íntimo, el de la lucha de sólo dos hombres. En lo que quizá sea una de las historias más emotivas de toda esta etapa de Marvel, Lee y Kirby definen lo que significa no sólo ser un hombre, sino uno de los mejores representantes de nuestra especie: un héroe.
El optimismo, como ya hemos venido viendo en esta serie de artículos, fue siempre uno de los temas principales de los cómics Marvel, bien fuera expresando la fe en que todos los hombres eran esencialmente buenos, bien que la especie humana tenía por delante un destino glorioso. Esto último se había dejado bien claro en el final de la Trilogía de Galactus y ahora, en Este hombre, este monstruo, Lee y Kirby le recordaban a los lectores lo anterior.
La historia se abre con la Cosa vagabundeando bajo la lluvia por las calles de Nueva York, una vez más compadeciéndose por hallarse atrapado en el cuerpo de un monstruo. Un extraño se le acerca, le trata con bondad, le invita a su casa… y le droga para luego usar su rocoso cuerpo como modelo a partir del cual transformarse él mismo en una copia de Ben Grimm. Pero, ¿quién es este individuo? Resulta ser uno de los tantos anónimos científicos geniales que habitan el Universo Marvel, alguien cuyo talento no puede sobresalir a la sombra del brillante Reed Richards. Pero a diferencia de otros, este hombre (cuyo nombre nunca llegamos a saber) está corroído por la envidia y culpa de su fracaso personal a Richards. Decidido a matarlo, ha esperado durante años la oportunidad de hacerse pasar por La Cosa e infiltrarse en el Edificio Baxter.
Pero entonces, sucede algo extraño: al estar frente a su enemigo en carne y hueso, se da cuenta de que todo lo que había imaginado sobre él era falso; que Richards es un hombre modesto, altruista y dispuesto a sacrificarse por los demás. Cualidades que hacen avergonzarse al extraño: «Todos estos años creyendo que él se llevaba toda la gloria…Ahora se la verdad. Fue culpa mía y de nadie más. No me entregué lo suficiente a mi trabajo. No hice los sacrificios que Reed Richards habría hecho».
Su transformación comienza desde su misma llegada al Edificio Baxter, donde Richards está a punto de embarcarse en su primer viaje a la Zona Negativa (aquí todavía llamada Subespacio) como parte de su investigación para desarrollar el viaje más rápido que la luz. Richards les dice a Sue y al extraño (al que cree La Cosa) que debe asumir ese riesgo con el fin de darle a la Tierra una oportunidad frente a entidades cósmicas como Galactus. En una brillante página-viñeta elaborada con collage por Kirby, la prosa de Lee flirtea otra vez con la poesía cuando el líder de los Cuatro Fantásticos se sumerge en el subespacio: «¡Estoy entrando en un mundo de interminables dimensiones! ¡Es la encrucijada del infinito, la unión que lleva a todas partes!».
Pero como ya sabemos, la adquisición del conocimiento lleva a veces aparejada un precio y Richards no tarda en darse cuenta de que está siendo atraído hacia una muerte cierta. Enviando la señal a la falsa Cosa para que tire de la cuerda que lo une a nuestra dimensión, se pregunta por qué no ocurre nada. Y es que el extraño está en plena crisis de confianza en sí mismo: «Todo lo que tengo que hacer es ignorarle y habré derrotado al único hombre al que siempre he envidiado, el único hombre a quien nadie más podría vencer. Pero…De repente, he dejado de envidiarle. Jamás habría imaginado que fuera tan valiente, tan desinteresado…»
En un dramático momento, el extraño, decide entrar él mismo en la Zona Negativa para rescatar a Richards y, dándose cuenta de lo que equivocado que ha estado, lo empuja a salvo sacrificándose a sí mismo a cambio. «En cuanto a mí, no voy a compadecerme de mi sino. No hay muchos hombres que tengan una segunda oportunidad, que puedan enmendar todas las canalladas que han hecho en su vida. Supongo que yo soy afortunado. Sí que he tenido esa oportunidad».
Su muerte devuelve a Ben Grimm su forma rocosa justo a tiempo para llegar al edificio Baxter y encontrarse a unos llorosos Sue y Reed, lamentándose por la muerte de quien creían era él. Cuando finalmente deducen lo que ha sucedido, concluyen: «Nunca sabremos qué monstruosos actos cometió en el pasado o qué terribles planes había fraguado. Pero una cosa es cierta… Pagó de sobra por ello, y lo hizo como un Hombre».
En esta excelente aventura, Jack y Stan confundieron las expectativas del lector. En lugar de la habitual conclusión con los héroes venciendo en combate al villano irredento, permitieron que éste alcanzara la nobleza entregando su propia vida para salvar la de Reed. El argumento está casi totalmente basado en los personajes, con solo dos páginas en las que los héroes exhibían sus superpoderes. Era un capítulo que ofrecía un nivel de sofisticación, complejidad y sutileza poco habitual en la época.
El argumento secundario de este episodio tenía que ver con la llegada de Johnny Storm a la Universidad de Metro College. En este punto parece que Lee, o más bien Kirby, decidió desdoblar a los Cuatro Fantásticos entre una faceta más maravillosa y otra terrenal, al estilo de lo que venían haciendo con Thor en Journey into Mystery. El número 50 había dedicado toda una página a un personaje llamado Sam Thorne, el entrenador del equipo de rugby de la universidad. Su carrera está apagándose y necesita desesperadamente un gran atleta que le permita reemplazar al arrogante y egoísta Whitey Mullins, estrella del equipo.
Obviamente, Wyatt Wingfoot, que también fue presentado en aquel número 50, iba a ser la respuesta al dilema de Thorn. Tres páginas del número 51 se dedicaron a esa subtrama… para luego dejarla inconclusa por siempre jamás. Se ha especulado que tras el número 51, los despistados autores sencillamente se olvidaron por completo de que Johnny se había matriculado en la universidad. Pero es más probable que Jack y Stan cambiaran de opinión y decidieran que todo aquel culebrón estudiantil era demasiado lento y aburrido después de haber presentado a personajes del empaque de los Inhumanos o Galactus. Así, tras el número 51, Johnny ya no volvería a la universidad. A Wyatt, sin embargo, sí lo veríamos allí una vez más, en el número 61.
De acuerdo con Stan Lee, Wyatt Wingfoot, estaba basado en la estrella deportiva Jim Thorpe, un indio de Oklahoma que sobresalió en rugby, atletismo, beisbol y baloncesto. La prensa lo calificó del mejor atleta de la primera mitad del siglo XX. A pesar de que no contaba con superpoderes, Wingfoot era un atleta de nivel superlativo, tirador, rastreador y eficaz combatiente cuerpo a cuerpo.
El primer vistazo que los lectores echaron al Cuatro Fantásticos nº 52 (julio de 1966) no debió impresionarles demasiado. Como de costumbre, los anuncios que Marvel insertaba en los otros títulos de ese mes incluían el del último número de los 4F. Pero esta vez, en vez de reproducir la portada, ésta aparecía tapada por un bocadillo que exclamaba: «¡La Pantera Negra! ¡Sensacional!».
¿Por qué sintió Lee la necesidad de esconder esa ilustración de portada? Una versión inicial de la misma dibujada por Kirby presentaba claramente al personaje con una máscara que ocultaba sólo parcialmente sus facciones (parecida a la de, por ejemplo, el Capitán América). Y es que de haber mostrado esa ilustración en el anuncio, habría arruinado la sorpresa que Lee reservaba a sus lectores. Es más, cuando finalmente se publicó aquel número, la Pantera Negra llevaba una máscara completa, por lo que el secreto solo quedaría desvelado si se leía el cómic (Se ha sugerido que el entonces reciente cambio de traje de Daredevil a manos de Wally Wood, con su abundancia de manchas negras, influyó en el diseño que Kirby preparó para el nuevo héroe. Ambos disfraces se parecen sospechosamente).
¿Y cuál era el gran secreto? Pues que la Pantera Negra no sólo era monarca de una nación y un genio científico a la altura de Reed Richards, sino que el color de su piel era negro.
En este momento de la historia de Estados Unidos, el movimiento de lucha por los derechos civiles estaba creciendo espectacularmente en tamaño y en actividad, dividiendo a blancos y negros tanto como, de nuevo, a Norte y Sur. En un periodo en el que las corrientes sociales parecían separar a la gente en lugar de unirla, Lee y Kirby estaban preparados para desenmascarar la desigualdad social sin preocuparse por las consecuencias sobre las ventas en los estados sureños. En esta historia del número 52, los Cuatro Fantásticos son invitados a la nación africana de Wakanda, un lugar que mezcla espectacularmente tecnología y tradición. El cuarteto se encuentra acosado y casi vencido por su misterioso rey ataviado de negro, alguien que posee habilidades de combate al nivel del Capitán América y el talento científico de Reed Richards.
Ya comenté que aquélla fue una época en la que todas las editoriales trataban de dar con nuevos héroes con los que aprovechar la fiebre despertada por la serie televisiva de Batman. Martin Goodman tenía motivos para preocuparse cuando llegó a sus oídos que Joe Simon había firmado con Harvey Comics para lanzar una nueva línea de superhéroes. La respuesta de Goodman fue presentar nuevos personajes en el ya existente Universo Marvel e, inmediatamente, darles sus propias colecciones. Como ya indiqué, Lee y Kirby recibieron el encargo y crearon por un lado a los Inhumanos y, por el otro, a un personaje negro llamado El Tigre de Carbón (Coal Tiger), horrible nombre que fue rápidamente sustituido por el ya definitivo Pantera Negra. La paternidad del mismo, como suele suceder en estos neblinosos años del origen de Marvel, nunca ha estado debidamente adjudicada. Kirby, como era su costumbre, se arrogó la idea datándola nada menos que a mediados de 1965, aunque esto tanto puede ser cierto como lo contrario.
Lo que si es cierto es que Lee se estaba tomando en serio la diversificación racial en el Universo Marvel. Ya hemos visto que presentó a Wyatt Wingfoot en los Cuatro Fantásticos. Un par de meses después, propició la inclusión de una modelo negra, Jill Jerrold, en la colección Modelling With Millie (nº 48, escrito por Denny O´Neil y dibujado por Stan Goldberg). Dos meses más tarde, Lee y Don Heck presentaron al científico negro Bill Foster como nuevo ayudante de Hank Pym en Los Vengadores nº 32 (septiembre de 1966), el primero de dos episodios en el que aparecían un grupo de supremacistas blancos llamados Hijos de la Serpiente.
El caso es que el nombre del nuevo personaje coincidía con el de un grupo militante de corte racial (y racista): los Panteras Negras. Stan dijo que esta desafortunada coincidencia hizo naufragar cualquier posibilidad de que el héroe recibiera su propio título en los sesenta. Incluso llevó a Marvel a limitar sus apariciones a los Cuatro Fantásticos de Lee y Kirby (nº 52, 53 y Anual 5). «No quería que nadie pensara que nos identificábamos con una causa en particular», afirmó Stan.
Y lo triste es que fue precisamente Marvel quien utilizó el nombre por primera vez. Bobby Seale y Huey P. Newton, los miembros fundadores de los Panteras Negras, llevaban unos rigurosos archivos de las actividades de su organización desde sus orígenes. Los Panteras fueron fundados en Oakland, California, el 15 de octubre de 1966, seis meses después de que el héroe de Wakanda hiciera su aparición en los Cuatro Fantásticos. El que T´Challa influyera de alguna forma en la elección del nombre por parte de los activistas políticos es difícil de decir. Es posible que, simplemente, fuera un nombre lógico y con garra.
En retrospectiva, la presentación de Pantera Negra en este número no debería haber supuesto una sorpresa para los lectores más veteranos de Marvel. La tarea se había venido haciendo ya desde los primeros números de Sargento Furia y sus Comandos Aulladores (el soldado negro Gabe Jones estaba presente desde su número 1, en 1963). Además, Lee y Kirby siempre habían tenido cuidado de incluir personas de raza negra entre los viandantes o agentes de policía en las escenas de multitudes. Y el principal acierto fue, precisamente, que cuando se introdujo a Pantera Negra se hizo como tenía que ser: sin poner énfasis alguno en su raza. No había nada en la historia que remitiera a temas raciales ni se pretendía siquiera sutilmente dar alguna lección sobre igualdad o derechos civiles. ¿Fue algo intencionado? ¿Pretendían de verdad Lee y Kirby ser tan sutiles?
Sea cual sea la respuesta, hicieron lo correcto: tratar al nuevo personaje exactamente igual que a cualquier otro superhéroe de su creciente universo. Tampoco los Cuatro Fantásticos salían con alguna frase condescendiente o cliché relativo a la raza o los países africanos. Es más, sus actos decían más que sus palabras, como cuando Mr. Fantástico (al que Lee solía utilizar para expresar sus propios ideales), afirmaba con seriedad: «¡Un hombre como Pantera Negra no da su palabra a la ligera, ni la deshonra una vez dada!». No se podía ser más rotundo y respetuoso con el personaje. El rey T´Challa era un hombre cosmopolita, con una educación y formación exquisitas, de espíritu noble y físicamente excepcional. Pantera Negra rompió la barrera racial en los cómics de superhéroes además de ofrecer un admirable modelo para los lectores de cualquier color.
La intriga selvática continuaba en el número 53 (agosto de 1966), donde averiguamos que Wakanda es una nación muy rica en la que se mezcla la jungla primigenia y las maravillas tecnológicas; y cuyos ciudadanos se encuentran tan cómodos acechando a una presa en la espesura que manejando artefactos futuristas. Además, T´Challa revela a sus nuevos amigos la historia de su origen. Su padre fue asesinado por un occidental llamado Klaw cuyo objetivo era hacerse con la montaña de mineral conocido como vibranium, tan escaso como valioso por sus extraordinarias propiedades de absorber vibraciones. El joven huérfano T´Challa juró venganza y se marchó al extranjero para estudiar ciencias. Tras regresar a su país, sobrevivió a un ritual que le otorgó el derecho a llevar la máscara de la Pantera Negra, símbolo de nobleza y fuerza y tótem principal de la nación. De hecho, su pueblo le considera la encarnación viviente del espíritu de la Pantera Negra; y así, T´Challa no sólo es su líder político sino también religioso. Desde luego, no es el típico trasfondo de un superhéroe.
A pesar de la novedad que supuso la presentación de un superhéroe negro, no puede sino apreciar la similitud de su origen con el narrado para el Doctor Muerte en el Anual nº 2: venganza y superación a través del conocimiento y el adiestramiento. Jack y Stan estaban empezando a reciclar sus propias ideas con una frecuencia cada vez mayor. No era una buena señal. De hecho, la Pantera Negra sería el último de los grandes e inolvidables personajes que debutaron en la serie durante este periodo. Aún quedaba un largo camino por delante antes de que ambos abandonaran la colección decana del Universo Marvel, pero ya no volveremos a encontrar creaciones de la envergadura de los Inhumanos, Galactus, Silver Surfer o Pantera Negra.
El motivo de haber convocado a los Cuatro Fantásticos para, sin previo aviso, luchar con ellos utilizando su fuerza, ingenio, agilidad y recursos científicos, fue que, sabiendo que Klaw estaba preparándose para regresar, T´Challa deseaba ponerse a prueba frente a los mejores superhéroes del mundo. El número se cerraba con la obligatoria batalla entre los Cuatro Fantásticos y Klaw, de vuelta en Wakanda, se enfrentaba a ellos utilizando sus máquinas convertidoras del sonido en formas sólidas. En el clímax, Pantera Negra entabla duelo individual con Klaw en el laboratorio secreto de éste y lo derrota. El rey de Wakanda, sin embargo, abandona el lugar en la errónea creencia de que Klaw ha muerto. En realidad, sobrevive y se introduce en su propio conversor de sonido, transformándose en un ser de energía viva.
Tras el número 54 (septiembre de 1966), hubo un entendimiento tácito por parte de los lectores de que la Antorcha, como dijimos antes, había abandonado sus estudios en el Metro College. Ahora se dedicaría a buscar a Crystal en compañía de Wyatt Wingfoot. Era un cliché cultural de los sesenta: interrumpir los estudios y emprender un viaje; pero pasado por el tamiz de Kirby, claro. Así, Johnny y Wyatt sustituirían el habitual coche americano por el sofisticado vehículo que les regala T´Challa y en vez de conducir hasta Tijuana, visitan parajes perdidos, remotos y laberínticos habitados por seres grotescos. Después de esto, Johnny ya nunca regresó al colegio. ¿Quién lo hubiera hecho?
En medio de todos estos espectáculos cósmicos y dioses galácticos, uno podría pensar que la serie abandonaría su antigua tradición de enraizarse en la realidad. Pero eso nunca llegó a suceder. Ese número 54 se abría con un partido de beisbol. Ben tenía problemas para aparcar su ciclo-jet; Reed utilizaba su genio científico para construir un lavavajillas; Johnny y Wyatt encontraban tiempo para beber café de sus termos mientras buscaban a Crystal; y Sue diseñaría un uniforme con minifalda para atraer la atención de su siempre distraído esposo. Estos momentos familiares, entrañables, le seguían dando a los Cuatro Fantásticos una cercanía y humanidad que los lectores identificaban como verosimilitud y autenticidad. Era una acertada yuxtaposición de lo cotidiano y el increíble mundo de los superhéroes.
Lo que pasó a continuación no tuvo precedentes. Dos meses atrás, Lee y Kirby habían experimentado brevemente con una narración secundaria, llevando la acción del Edificio Baxter a las vivencias estudiantiles de Johnny en el Metro College. Ahora ambos creadores tenían mayores ambiciones. Los intentos de Goodman de ampliar su línea entre 1966 y 1967 exigían que Jack y Stan mantuvieran vivos y en un lugar bien destacado a los personajes secundarios de Los Cuatro Fantásticos con el fin de promocionarlos hasta que llegara el momento de darles una colección propia. Por tanto, empezaron a recurrir de forma regular a la Pantera Negra, Silver Surfer, Wyatt Wingfoot y el Vigilante; y a tejer narraciones que implicaban a todos esos personajes y que se alargaban durante meses.
El número 55 (octubre de 1966), por ejemplo, no es sino una larga pelea entre La Cosa y Silver Surfer debido al típico malentendido suscitado por los celos del primero. Su choque venía intercalado por escenas en las que Wyatt y Johnny eran acechados en las montañas del Himalaya por una misteriosa criatura que resultaba ser Mandíbulas, uno de los Inhumanos.
Comenzando en el número 54, Lee y Kirby transformaron a los Cuatro Fantásticos en una saga a tres bandas cuyos pilares eran Reed, Sue y Ben en Nueva York, los Inhumanos en el Gran Refugio y Johnny y Wyatt en el curso de su viaje; ésta última aventura formando el nexo de unión entre las otras dos líneas narrativas. Este enfoque fue completamente nuevo en el ámbito del comic-book. En la historia de este formato no se había intentado antes nada tan ambicioso. Una cosa era dar vida a todos aquellos personajes, pero otra era desarrollarlos, integrarlos y hacerlos desempeñar papeles relevantes en una estructura narrativa de complejidad creciente. Ninguna otra serie de superhéroes había gozado anteriormente de un catálogo de personajes tan variopinto y asombroso.
Pero este nuevo experimento también tenía sus inconvenientes. La queja principal era que ahora los 4F parecían unos personajes más en su propia revista en lugar de los protagonistas absolutos. Aparte de esto, se había convertido en una tarea harto difícil para cualquier recién llegado el comprender inmediatamente todo lo que allí estaba sucediendo, quién era cada cuál, de dónde venía y qué pretendía.
Además, de vez en cuando, todas esas líneas narrativas tendían a sobrecargar la capacidad de un siempre atareado Stan Lee. Éste nunca recordaba si la gran cúpula que aprisionaba a los Inhumanos estaba localizada en el Himalaya o en los Andes. Algunas veces la llamaba Gran Barrera, otras se refería a ella como Zona Negativa o Barrera Negativa. Pistas, detalles o presentaciones de nuevas líneas narrativas nunca llegaban a cuajar o resolverse. Por ejemplo, en el número 54 vemos a Gorgon tratando de engañar a un enloquecido Maximus para que invente un artefacto que destruya la Gran Barrera. Antes de trasladar la acción a Los Cuatro Fantásticos, Medusa tiene un dramático pensamiento: «Lo hará? ¿O está demasiado loco? Todo depende de lo que pase a continuación». Pues bien, a continuación no pasó nada. La siguiente ocasión en la que vemos a Maximus será modificando alegremente el aparato respirador de Tritón. Kirby tendía a olvidar estos detalles y Stan Lee, en su papel de editor, los pasaba por alto.
Pero a pesar de las ocasionales meteduras de pata, este periodo de los 4F que comprende los números 54 al 60, sintetizó todo el potencial que Los Cuatro Fantásticos habían estado prometiendo desde el primer día.
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Los cómics de Jack Kirby en Cualia
Sky Masters of the Space Force (1958-1961), de Jack Kirby y Wally Wood
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núm. 1 (noviembre de 1961)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 2-3 (enero-marzo de 1962)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 4-6 (mayo-septiembre de 1962)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 7-13 (octubre de 1962-abril de 1963)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 14-18 (mayo-septiembre de 1963)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 19-26 (octubre de 1963-mayo de 1964)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 27-33 (junio-diciembre de 1964)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 34-38 (enero-mayo de 1965)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 39-42 (junio-septiembre de 1965)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 43-45 (octubre-diciembre de 1965)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 46-50 (enero-mayo de 1966)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 51-55 (junio-octubre de 1966)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 56-58 (noviembre de 1966-enero de 1967)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 59-64 (febrero-julio de 1967)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 65-67 (agosto-octubre de 1967)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 68-77 (noviembre de 1967-agosto de 1968)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 78-88 (septiembre de 1968-julio de 1969)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 89-97 (agosto de 1969-abril de 1970)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 98-108 (mayo de 1970-marzo de 1971)
Sargento Furia y sus Comandos Aulladores (1963-1981), de Stan Lee, Jack Kirby y Dick Ayers
El Increíble Hulk (1962-1963), de Stan Lee y Jack Kirby
El Cuarto Mundo, de Jack Kirby (1970): Superman’s Pal Jimmy Olsen
El Cuarto Mundo, de Jack Kirby (1971): The Forever People, New Gods y Mister Miracle
El Cuarto Mundo, de Jack Kirby (1972): The Forever People, New Gods y Mister Miracle
El Cuarto Mundo, de Jack Kirby (1973-1985): Mister Miracle y The Hunger Dogs
Kamandi (1972-1978), de Jack Kirby
Demon, de Jack Kirby (1972-1974)
OMAC (1974-2009), de Jack Kirby y John Byrne
2001: Una Odisea del Espacio (1976), de Jack Kirby
Los Eternos (1976-1978), de Jack Kirby
Pantera Negra (1977-1978), de Jack Kirby
El Hombre Maquina (1978), de Jack Kirby y Steve Ditko
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.