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«Neverwhere» (2005), de Neil Gaiman

Cuando al lector lo invaden los misterios y los hechizos de Neil Gaiman, no duda de que existe una realidad paralela, tan poderosa como el País de las Maravillas de Carroll y tan inquietante como las pesadillas de Lovecraft. Por lo demás, ese universo alternativo no cae casi nunca en el pastiche, sino que prospera con vigor y originalidad.

La historia de Neverwhere, si la abordamos desde un punto de vista editorial, es ciertamente compleja. Todo comenzó con un proyecto televisivo que firmaron Gaiman y Lenny Henry, emitido sin pena ni gloria por el segundo canal de la BBC, allá por 1996. En línea con otras ficciones de Gaiman, el argumento se ambientaba en un Londres paralelo, sometido a la lógica de los sueños, cuyos habitantes poseen dones y habilidades propios de un reino mágico.

Inspirada en parte por una novela de Gene WolfeFree Live Free, y con algunos toques que la aproximan a El rey pescador (1991), de Terry Gilliam, la miniserie tenía un perfil surrealista que respondía a lo esperado por los admiradores de su creador.

Dado que por aquellas fechas Gaiman ya se había forjado un prestigio en el mundo literario, decidió convertir el guión de Neverwhere en una novela, diferente en algunos matices de la serie pero abarcando la mayoría de sus diálogos y con ese mismo reflejo de los estratos sociales de la ciudad. La BBC, propietaria de los derechos, editó el libro en un formato personalizado, con un CD o una cassette a modo de complemento y una extraordinaria portada de Dave McKean.

De cara a un público internacional, Gaiman mejoró algunos pasajes del libro, que volvió a salir de imprenta por las mismas fechas en las que promocionaba una de sus mejores novelas, American Gods (2006). Para entonces, personajes como Richard Mayhew, ese ejecutivo que descubre el inframundo londinense, Puerta, la joven que le impulsa a adentrarse en este mundo prodigioso, y su principal aliado, el Marqués de Carabás, ya habían pasado a formar parte del memorable panteón de Gaiman, y era sólo cuestión de tiempo que dieran el salto a las viñetas.

Hay, no obstante, otra alusión literaria que el propio escritor incluye en el prólogo de Objetos frágiles. Cito aquí la traducción española editada por Roca Editorial en 2008:

«Robert Silverberg ‒nos dice Gaiman‒ me pidió una novela corta para el segundo volumen de Leyendas Negras. Me dijo que podía escribir una secuela de Neverwhere o de American Gods. Empecé escribiendo la de Neverwhere, pero me surgieron ciertos problemas técnicos (la titulé De cómo el Marqués recuperó su abrigo, y algún día la terminaré)». Dicha secuela acabó incluyéndose en forma de relato dentro de la antología Rogues, editada por George R. R. Martin en 2014. Para entonces, ya existía una versión teatral de la misma trama, adaptada por Robert Kauzlaric para el Lifeline Theatre de Chicago.

En junio de 2005 salió por fin a la venta la novela gráfica de Neverwhere. Sus responsables no podían estar mejor escogidos. Del guión se encargó Mike Carey, muy familiarizado con el universo de Sandman gracias a su labor de seis años al frente de Lucifer, y el dibujo fue encomendado a Glenn Fabry, cuyo estilo realista y expresivo era el más idóneo para recrear el entorno y los personajes de la obra original.

Como podrán comprobar los lectores, el despliegue imaginativo de Neverwhere tiene notables puntos de conexión con obras previas de Carey, autor de un tebeo biográfico sobre Ozzy Osbourne, curtido en las páginas de 2000 AD ‒una revista cuya filosofía encaja muy bien con la novela de Gaiman‒, responsable de Lucifer y asimismo de hallazgos como The Sandman Presenta: Las Furias o ese delirio shakespeareano que es God Save the Queen.

Gracias a Carey y a Fabry, los lectores que echen a andar hacia Neverwhere descubrirán un extraño y sorprendente cuento de hadas que nos hunde en los secretos más oscuros de una gran ciudad.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.