Llegamos al número 7 de Los Cuatro Fantásticos (octubre de 1962). De repente, parece que la intensidad de la serie se diluye. Los primeros seis números habían sido un compendio de acción e innovación conceptual. Stan Lee estaba modernizando el género de los superhéroes con una agresividad que sólo alguien sin nada que perder podía ofrecer. Pero tras esa primera ola, llega el número 7 y parece que la energía se ha acabado.
Una de las pocas cosas que pueden destacarse de esta aburrida historia es que la cara de Reed que adorna la portada es un autorretrato de Jack Kirby. Es más, en una inusual decisión, entintó él mismo la portada, así que la semejanza no puede atribuirse a la intervención de un tercero. En cuanto al absurdo villano Kurrgo, no era más que otro alienígena típico de Atlas. Sin duda, son este tipo de historias las que permitieron a los lectores evolucionar fácilmente de los tópicos cuentos con extraterrestres a las historias cósmicas de superhéroes. Pero al situarse justo después de los vibrantes seis primeros números, este episodio parece una celebración de la mediocridad, un paso atrás.
En el número 8 (noviembre de 1962) se presenta al Amo de los Muñecos, un villano de extraño aspecto con poderes de manipulación hipnótica a distancia. Pero el verdadero hallazgo del episodio es Alicia Masters, su hijastra invidente. Al ser ciega, no puede sino sentir a La Cosa con sus manos, pero es perfectamente capaz de percibir la nobleza y generosidad fundamentales de su personalidad sin dejarse condicionar por su aspecto.
Bañado por su luz, la personalidad de La Cosa comenzará a cambiar, suavizándose. Ambos no tardan en convertirse en pareja, aun cuando La Cosa jamás superará el sentimiento de inseguridad y el miedo a que Alicia recupere algún día la vista y quede horrorizada por su apariencia. Una vuelta de tuerca más en la construcción psicológica de los personajes.
En aquel episodio, además, Sue se dirige a La Cosa como «Ben» por primera vez desde su transformación. Antes, sus compañeros se habían referido a él siempre con su nombre de batalla. En el plazo de un año, ya solo le llamarían por su nombre. Poco a poco, el hombre que se escondía bajo el monstruo iba emergiendo.
La primera página del guión original de este episodio ha sobrevivido gracias a que Stan Lee la envió al fanzine Alter Ego a finales de 1963. Esta sinopsis parcial abarca las trece primeras páginas del número y su autenticidad nunca ha sido cuestionada, ni siquiera por el amargado Jack Kirby, que en sus últimos años se arrogaba en solitario todo el mérito de la serie.
¿Y qué demuestra? Si uno compara la sinopsis del número 8 con el resultado final, sólo se llega a una conclusión: Kirby siguió las instrucciones de Lee de forma exacta, ajustándose incluso al número de páginas que Lee recomendaba para cada escena. A la luz de lo cual, incluso los partidarios más radicales de Kirby tienen que admitir que las afirmaciones del dibujante tenían mucho de bravuconería.
El último número de Fantastic Four en 1962, el 9, continuaba sorprendiendo a los lectores. Su portada mostraba a unos Cuatro Fantásticos abatidos, increpados por una enfurecida multitud mientras eran desahuciados de su cuartel general en el Edificio Baxter. Un letrero tras ellos decía: «Se alquilan cinco pisos» y las ventanas de su ya antiguo hogar aparecían rotas o tapadas por tablones. No era una situación en la que uno esperara encontrarse a unos superhéroes y seguro que la Liga de la Justicia jamás había sido expulsada por impago de su base secreta en la montaña o Batman de la batcueva.
Parece que, a diferencia de sus colegas en otras editoriales de cómic, incluso el superinteligente Mr. Fantástico podía cometer graves errores de juicio, como invertir los ahorros del grupo en bolsa…y perderlo todo. Namor escucha el boletín de noticias: «¡Los mundialmente famosos Cuatro Fantásticos están en bancarrota!. ¡Han anunciado su intención de disolver su sociedad y vender todas sus posesiones para pagar las deudas!»
A continuación, vemos a los protagonistas haciendo autoestop en la carretera para terminar en Hollywood, intentando hacer carera en la industria cinematográfica. Estaban, sin embargo, destinados al fracaso, porque resulta que el trabajo que consiguen no era sino un montaje de Namor –convertido en millonario productor merced a los tesoros de las profundidades oceánicas– para derrotarlos. El desarrollo de la idea original era un tanto absurdo, pero sirvió para poner en el foco al Edificio Baxter.
Los problemas económicos eran ciertamente inusuales para los superhéroes, casi inéditos. Sólo tenemos un precedente en DC en la colección Strange Adventures 114 (marzo de 1960): en una de sus historias, el detective del futuro Star Hawkins no podía pagar el alquiler y se veía obligado a empeñar a su secretaria-robot Ilsa. Los partidarios de Kirby afirman que una historia escrita por éste para su personaje Fighting American en 1955, Roman Scoundrels, tiene el mismo argumento que este número (eso sí, la historia no se publicó hasta 1966, cuando Harvey Comics la incluyó en un número especial).
Lo que sí era original era ver a la heroína y el villano cenando tranquilamente en un elegante nightclub, ella vestida con elegancia y él tan apuesto como James Bond. ¿Pero no se suponía que ésta era la novia de Mr. Fantástico? Estaba claro que entre Susan Storm y Namor estaba naciendo algo y por si algún lector despistado necesitaba más ayuda, en el número siguiente, cuando Susan Storm se queja de que sus amigos consideren a Namor tan malvado como el Dr. Muerte, Reed le dice: «Yo creía que nos entendíamos, Sue. Creía que, lelgado el momento, tú y yo… Bueno…», a lo que ella responde: «No lo digas, Reed… Ahora no, aún no, no confío en mis sentimientos». El culebrón continuaba…
Desde el primer número, Stan Lee y Jack Kirby habían firmado en la primera página. En el número 9, por primera vez, aparecen ya acreditados también el entintador (Dick Ayers) y el rotulista (Art Simek).
El Doctor Muerte regresaría con sus diabólicos planes en el número 10 (enero de 1963), manteniéndose como persistente enemigo en los futuros episodios 16 y 17. Su presencia había quedado ya indisolublemente unida a la del equipo de héroes. Esta historia es una extrapolación del final del nº 2, en el que Reed engaña a los Skrulls con unos cuantos monstruos sacados de los propios cómics de Atlas.
La idea de que los cómics de Lee y Kirby coexistían en el mismo universo que los propios Cuatro Fantásticos se lleva un paso más allá en esta historia: en un ejercicio de metalenguaje y autoparodia, los mismísimos Lee y Kirby aparecen como coprotagonistas involuntarios. El argumento de este número fue probablemente tomado de una idea de Jack Kirby. Boy Commandos nº 1, una serie de los cuarenta creada por Joe Simon y Kirby en la que los protagonistas visitaban las oficinas de DC Comics.
Por entonces, Stan Lee, a tenor de las cartas que recibía la editorial, se dio cuenta de que la Antorcha Humana se había convertido en el personaje más popular del cuarteto. Su edad adolescente, la forma en que se desenvolvía, sus poderes y sus continuas bromas a La Cosa, le habían granjeado el favor de los aficionados hasta tal punto que Lee decidió otorgarle un espacio propio e independiente. Por otra parte, Lee sabía que la Antorcha Humana de los cuarenta había sido uno de los personajes bandera de la editorial. Quizá esta nueva versión del héroe podría cosechar el mismo éxito.
Alojó las historias en solitario del héroe en una cabecera genérica, Strange Tales, que hasta el momento había albergado historias de monstruos dibujadas por Jack Kirby. Strange Tales fue una de las colecciones más flojas de Marvel. Hubo dos números recomendables dibujados por Kirby (el anual 2 y el 114), pero el resto era totalmente prescindible, limitándose a desaprovechar el éxito de los Cuatro Fantásticos.
Desde su número 101 (octubre de 1962), se dedicó a contar las aventuras de una Antorcha que aún asistía al instituto de la población ficticia de Glenville, Long Island, Nueva York, intentando mantener oculta su identidad secreta ‒algo absurdo de todo punto, especialmente cuando la de la Sue Storm era pública‒. Una nota del editor incluso remite a una escena anterior en Fantastic Four nº 4, en el que se muestra que algunos amigos de Johnny conocían su identidad superheroica, comentando que o bien habían dejado la ciudad o jurado no revelarla. Así que mientras nadie en Glenville ojeara un número de la revista Life o pusiera la televisión y sumara dos y dos, el secreto de Johnny estaba a salvo. «Cuanto menos publicidad, mejor. ¡Después de todo, no me apetece ser considerado una rareza llameante!». Y, con todos sus esfuerzos, un número posterior revelaría que no había engañado a nadie en la ciudad y que todos sus habitantes la conocían pero habían decidido respetar la privacidad del héroe. ¡Qué considerados! La continuidad Marvel se abandonaba también en el hecho de que Johnny y Sue vivían por su cuenta en Glenville en lugar de en el edificio Baxter.
En el número 123 (agosto de 1964), la Cosa se uniría como coprotagonista, cuando ya el título se había escindido en el 110 (julio de 1963) para dedicar la mitad de su extensión a un nuevo personaje, el Doctor Extraño, dibujado por Steve Ditko y escrito por Stan Lee.
Sin embargo, el nivel de la serie nunca fue demasiado alto. Los guiones eran del propio Lee –aunque ayudado frecuentemente por otros escritores, como Jerry Siegel firmando con el seudónimo de Joe Carter‒ y el apartado gráfico recayó en las manos de gente como Dick Ayers o Carl Burgos, profesionales cuyo estilo había quedado ya anticuado y que no podían competir con el talento de Jack Kirby o Steve Ditko. Así que en julio de 1965, en el número 134, Strange Tales despidió a la Antorcha ofreciendo el relevo en el episodio a Nick Furia
Los Cuatro Fantásticos nº 10 nos había contado que el supergrupo vivía en el mismo universo que los autores de sus cómics, Lee y Kirby y, por tanto, que el nuestro. El siguiente número, el 11 (febrero de 1963), continuaba esa idea, centrándose no en la simple acción o la resolución de un problema estúpido (una práctica común en DC era el de realizar primero una portada llamativa y extravagante como Las tres esposas de Superman y luego inventar una historia que casara con esa ilustración), sino en un inserto de 11 páginas titulado Una visita a Los Cuatro Fantásticos. A los aficionados les gustaba el colorido y la acción, claro, pero de repente también parecían interesados en los propios personajes: quiénes eran, de dónde venían, que les motivaba y, en el caso de los Fantastic Four, los entresijos privados de sus miembros. Y Stan Lee decidió incluir una historia sin acción alguna en la que los personajes hablaban directamente al lector.
El que a Lee se le ocurriera publicar esto en un cómic de superhéroes es una prueba de la fuerza que estaba cobrando esta nueva dimensión en los lectores. Pero aunque la historia ofrecía mucha información del pasado de los personajes, su exposición se realizaba con ese tono humorístico y autocrítico que Lee pronto extendería a toda la línea de cómics. La historia se abre con una página-viñeta mostrando una fila de clientes de todas las edades esperando turno en un quiosco de barrio… para comprar el último número de los Cuatro Fantásticos. Ya en el recibidor del edificio Baxter, encontramos al cartero del grupo, Willy Lumpkin.
El atribulado cartero tiene su propia historia. En los días previos a la Edad de Plata los superhéroes aún estaban por renacer y muchos creadores de comic-book trataban de buscarse las lentejas en otros medios, particularmente las tiras de prensa. Stan Lee y su compañero de Timely, el dibujante Dan DeCarlo consiguieron vender una tira en 1960 protagonizada por Willy Lumpkin, el cartero de una pequeña localidad. La tira no sobrevivió más de catorce meses, pero Lee recicló al personaje para los Cuatro Fantásticos.
Nos enteramos a continuación de que el acceso al ascensor privado del grupo sólo puede ser activado por una señal de sus cinturones. Ya en los pisos que conforman su cuartel general en el edificio Baxter, los Cuatro Fantásticos comienzan su rutina diaria abriendo la correspondencia de los aficionados. La Antorcha anuncia que se val al garaje a trabajar en su coche y Mr. Fantástico trata –otra vez‒ de revertir a La Cosa a su forma humana. El experimento fracasa y Richards, Ben y Sue rememoran viejos tiempos. Reed y Ben se conocieron en la universidad (el primero estudiaba ciencias y el segundo se concentraba en los deportes) y mientras que el primero parecía provenir de una clase alta, el segundo tenía unos orígenes sociales más humildes.
Más tarde ambos se alistaron para luchar en la Segunda Guerra Mundial, Reed en el servicio secreto (los fans lo podrían ver en acción unos meses más tarde en el nº 3 de Sargento Furia y sus Comandos Aulladores) y Ben como piloto de caza en los Marines (este episodio se borraría más tarde de la continuidad por ser temporalmente imposible).
La relación entre Sue y Reed se hace más explícita cuando éste dice: «Siempre has sido tú, desde que éramos pequeños, viviendo puerta con puerta». Y hablando de la Chica Invisible, una de las cartas que revisan parece disgustarla profundamente. Resulta que hay fans que han escrito diciendo que no era más que una carga para el equipo y que debería desaparecer. Lee responde con contundencia a través de las palabras de un indignado Mr. Fantástico. Un pastel de cumpleaños parece aliviar la tensión.
Lo cierto es que este intento de difuminar la línea entre realidad y ficción fue recibida con cierta indiferencia por los lectores. Al fin y al cabo, aunque les gustara pensar otra cosa, aquéllos querían ver a sus héroes en acción, no charlando durante páginas y páginas. Tras este episodio, todo regresó a la normalidad. Ya no habría más cruces entre los Cuatro Fantásticos y su cómic ‒excepto por una pequeña anécdota en el nº 34‒ ni charlas de tú a tú de los personajes con los lectores. Tampoco volverían a aparecer Lee y Kirby en sus cómics con la salvedad de un pequeño cameo humorístico en el Anual nº 3.
El número se cerraba con el enfrentamiento del grupo contra El Hombre Imposible, una historia que aunaba acción y humor absurdo, una aventura que recibió tanto correo negativo que Lee prefirió aparcar el personaje hasta que Roy Thomas le sugirió retomarlo en los años setenta. En cuanto a Kirby, éste le dijo a un entrevistador que había sido la peor idea en la que había trabajado durante su estancia en Marvel. Y, con todo, Stan reeditó el episodio en el Anual nº 3 y Jack Kirby lo inmortalizó en su legendario sketchbook de los setenta: un volumen que contenía sólo 134 de los incontables personajes que dibujó. Ni siquiera Johnny Storm pasó la selección.
Tras las prodigiosas innovaciones de los seis primeros números, la serie enfrió su ímpetu y moderó su progresión. El periodo subsiguiente sería una especie de compás de espera en lo que a guiones se refiere, pero como compensación adquirió una estética consistente gracias al entintado de Dick Ayers. Puede que no fuera el mejor artista de la industria, pero sus trazos neutros le dieron a la colección un look característico.
En este nuevo periodo el principal obstáculo creativo fueron siempre los villanos. Muchos de ellos eran de tercera fila, perdedores: ridículos, aburridos y unidimensionales, como Kurrgo, el Hombre Imposible y el Fantasma Rojo. Cuando comparas estos primeros villanos de los Cuatro Fantásticos con el rico catálogo de malvados que Stan y Steve Ditko crearon para Spiderman, se hace evidente cuál era el talón de Aquiles del equipo Lee–Kirby. Probablemente esta es la razón de que los dos principales adversarios del cuarteto, el Dr. Muerte y Namor, volvieran una y otra vez hasta casi saturar a los aficionados.
Por otra parte, su punto fuerte residía en el sólido tratamiento de los personajes. La Cosa, con el tiempo, adoptó un slang típico de Brooklyn que compensaba con su chispa su metafísica angustia vital. Ben se dirigía a Reed como estirado (stretcho), hacía oscuras referencias a una misteriosa Tía Petunia, maldecía a la despreciable banda de la Calle Yancy e incorporó exclamaciones sonoras como «Es la hora de las tortas» (en el nº 22, enero de 1964).
Un año había bastado para que Marvel superara sus repetitivas y mediocres historias de monstruos espaciales y los reemplazara por estos llamativos héroes. Y lo hizo con enorme éxito: aunque DC Comics se llevó la mayor parte de Premios Alley aquel año, la Academia del Comic-book votó a los Cuatro Fantásticos como mejor título.
El año 1963 fue el de la consolidación del Universo Marvel. Stan Lee fue mezclando los personajes que había ido creando en otras colecciones. Con ello no sólo hacía publicidad de otros títulos de la casa y animaba a los lectores a comprar las aventuras del héroe invitado, sino que su ficción ofrecía una ilusión de realidad: si todos ellos vivían en Nueva York, lo lógico es que se encontrasen de vez en cuando. Y eso a los lectores les encantó. En Amazing Spiderman nº 1 (marzo de 1963), el arácnido superhéroe solicita su ingreso en los Cuatro Fantásticos –es rechazado al exigir un sueldo por sus servicios– Fue el aval de unos personajes ya populares a un recién llegado que, con los años, les superaría en fama. Aquel mismo mes, en el nº 12 de Cuatro Fantásticos (marzo de 1963), aparece Hulk en su primer enfrentamiento contra La Cosa.
Fueron estas iniciativas las que hicieron de Stan Lee uno de los mejores editores del medio. Esos crossovers polinizaban los títulos, presentando a los aficionados de un solo título al resto de personajes de la compañía al tiempo que levantando un universo densamente poblado que serviría de semillero de nuevas ideas a los guionistas. Decía Lee: «Pensé que haciendo que los personajes se encontraran unos a otros y se involucraran en sus respectivas historias haría que todo fuera más realista. Y, naturalmente a los lectores les encantaba cuando se montaba una pelea».
Los combates entre héroes estallaban a menudo debido a malentendidos, desencuentros que resultaban verosímiles a causa, precisamente, de sus imperfectas personalidades. En este caso, además del combate entre un Hulk egoísta, algo malvado y paranoico y una Cosa aún dominada por la rabia de haberse convertido en un ser monstruoso, se dio inicio a una rivalidad entre ambos personajes que duraría mucho tiempo. La Antorcha mantenía su propio duelo con Rick Jones, tratando de impresionarle con sus poderes sin darse cuenta de que Rick es el único conocedor del secreto de Hulk. Este matiz presumido y chulesco de la Antorcha sería transferido con alguna modificación al personaje de Spiderman (cuyo primer número, ya lo he comentado, salió a la calle el mismo mes que este episodio de los Cuatro Fantásticos).
La aparición de Hulk como artista invitado coincide con la publicación aquel mismo mes del último número de su propia colección, el 6. Parece que la decisión de cancelar ese título fue algo precipitada y tomada en el último momento ante el volumen de ejemplares sin vender devueltos por los distribuidores. Lee había albergado la esperanza de que un cambio artístico de última hora (de Kirby a Ditko) más un crossover con la colección insignia de la casa, podrían salvar de la quema a Hulk.
El tiempo nos ha revelado que la aparición de Hulk en este número bien podría haber sido más perjudicial para el personaje que otra cosa. En pocas ocasiones la portada de un cómic prometía tanto y su historia ofrecía tan poco. Lo que debería haber sido un bombazo de acción y suspense resultó –con la excepción de la portada de Kirby– una decepción. Guionista y dibujante estiraron la historia hasta el punto de que la acción no comenzaba hasta la página 17 (de 23). Al final, el esperado enfrentamiento se reducía a tan sólo tres páginas sin demasiada gracia. Lee y Kirby compensarían con creces este bache la próxima vez que los dos colosos cruzaran sus caminos.
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Los cómics de Jack Kirby en Cualia
Sky Masters of the Space Force (1958-1961), de Jack Kirby y Wally Wood
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núm. 1 (noviembre de 1961)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 2-3 (enero-marzo de 1962)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 4-6 (mayo-septiembre de 1962)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 7-13 (octubre de 1962-abril de 1963)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 14-18 (mayo-septiembre de 1963)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 19-26 (octubre de 1963-mayo de 1964)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 27-33 (junio-diciembre de 1964)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 34-38 (enero-mayo de 1965)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 39-42 (junio-septiembre de 1965)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 43-45 (octubre-diciembre de 1965)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 46-50 (enero-mayo de 1966)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 51-55 (junio-octubre de 1966)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 56-58 (noviembre de 1966-enero de 1967)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 59-64 (febrero-julio de 1967)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 65-67 (agosto-octubre de 1967)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 68-77 (noviembre de 1967-agosto de 1968)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 78-88 (septiembre de 1968-julio de 1969)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 89-97 (agosto de 1969-abril de 1970)
Los Cuatro Fantásticos, de Stan Lee y Jack Kirby: núms. 98-108 (mayo de 1970-marzo de 1971)
Sargento Furia y sus Comandos Aulladores (1963-1981), de Stan Lee, Jack Kirby y Dick Ayers
El Increíble Hulk (1962-1963), de Stan Lee y Jack Kirby
El Cuarto Mundo, de Jack Kirby (1970): Superman’s Pal Jimmy Olsen
El Cuarto Mundo, de Jack Kirby (1971): The Forever People, New Gods y Mister Miracle
El Cuarto Mundo, de Jack Kirby (1972): The Forever People, New Gods y Mister Miracle
El Cuarto Mundo, de Jack Kirby (1973-1985): Mister Miracle y The Hunger Dogs
Kamandi (1972-1978), de Jack Kirby
Demon, de Jack Kirby (1972-1974)
OMAC (1974-2009), de Jack Kirby y John Byrne
2001: Una Odisea del Espacio (1976), de Jack Kirby
Los Eternos (1976-1978), de Jack Kirby
Pantera Negra (1977-1978), de Jack Kirby
El Hombre Maquina (1978), de Jack Kirby y Steve Ditko
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.