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«Los libros de la magia» (1990-1991), de Neil Gaiman, John Bolton, Scott Hampton, Charles Vess y Paul Johnson

A comienzos de los noventa, la renovación del Universo DC estaba prácticamente completada. Sin embargo, su vertiente «mágica», de la que participaban no pocos personajes, aún estaba por definir como parte de una especie de mundo «oculto”, escondido a los ojos del resto de habitantes de ese universo. La intención inicial consistía en editar un libro ilustrado escrito por J.M. DeMatteis y embellecido por, entre otros, Jon J. Muth, Kent Williams y Dave McKean. Sin embargo, el proyecto se canceló ante el abandono de sus intervinientes, y fue sustituido por una miniserie de cuatro números en formato prestigio guionizada por Neil Gaiman, entonces ya un autor en alza.

Gaiman creó un nuevo personaje que serviría de nexo de unión con el lector en lo que sería un viaje por el universo mágico de DC: Timothy Hunter. Se trata de un chico de doce años completamente normal, incluso anodino (su parecido con Harry Potter es casual; el alumno de Hogwarts no aparecería hasta unos años después), al que inesperadamente se le presentan cuatro enigmáticos individuos, que le informan de que tiene la oportunidad de convertirse en el más poderoso mago de esa dimensión. Asimismo, le indican que ahora que su condición se ha hecho evidente en todo el ámbito mágico, se verá acosado, perseguido y seducido por misteriosas fuerzas. Para ayudarle a decidir si quiere internarse en el camino de la hechicería, cada uno de esos personajes –todos ellos importantes figuras en el mundo místico– guiará a Tim por diferentes mundos, tiempos y dimensiones de la magia con el fin de que aprenda, reflexione y sea capaz de tomar una decisión sensata.

En el primer libro, El laberinto invisible (diciembre de 1990), dibujado por John Bolton, el Fantasma Desconocido lleva a Tim a un viaje al pasado en el que descubrirá el nacimiento y la evolución de la magia en el Universo DC así como la cosmología que rige en él. El segundo, El mundo de las sombras (enero de 1991), con arte de Scott Hampton, se centra en el presente de la magia y tiene como guía al cínico John Constantine. En La Tierra del Ocaso de Verano (febrero de 1991), con bellos dibujos de Charles Vess, el Dr. Occult brinda a Tim la oportunidad de visitar otras dimensiones de carácter mágico, como el mundo de las Hadas, Skartaris, Mundo Gema, Sueño o Camelot. Por último, en El camino a ninguna parte (marzo de 1991), el dibujo de Paul Johnson nos traslada al futuro y muerte del universo acompañados por el siniestro Mister E.

En el transcurso de su aventura iniciática, Tim pasará de su escepticismo inicial a la comprensión del poder, el alcance y los peligros de una magia que nada tiene de ilusoria. Deberá evitar los peligros derivados de su nueva condición y de la ignorancia de las peculiares características de los mundos a los que viaja. Y, por fin, tras semejante peripecia, su rutinaria existencia de adolescente queda truncada por la trascendental decisión que debe tomar: optar por el camino de la magia o permanecer en el ahora gris mundo de los humanos incrédulos; y si elige el primero, ¿qué uso le dará al poder que acumulará? ¿Se convertirá en un adalid del bien o un agente del mal?

No se puede decir que estemos ante una auténtica narración unitaria, con la estructura clásica de planteamiento, desarrollo y desenlace. Hay un tema de fondo, sí (¿debería Tim convertirse en hechicero?), pero en realidad estos cuatro volúmenes son más bien un recorrido acelerado por el universo mágico de la editorial, un escaparate de personajes con los que el lector debería estar ya familiarizado para poder captar el significado y significancia de muchas escenas y diálogos.

Algunos de esos personajes ya eran bien conocidos por parte de los lectores (El Espectro, Zatanna, el Doctor Fate, Demon, Deadman). Otros, por el contrario, nunca habían disfrutado de colección propia y hacía tiempo que nadie se había ocupado de ellos (Doctor Occult, Mister E). Otros están extraídos del personal universo que Gaiman construyó para Sandman, como Muerte o Destino. Y otros, por fin, son patrimonio de la cultura universal, como Merlín, Titania o Baba-Yaga.

Sin embargo, ninguno de estos personajes recibe un mínimo tratamiento, limitándose a servir de motor que impulse a la historia hacia delante Sencillamente, no hay tiempo suficiente para ocuparse de todos ellos y, después de todo, la intención de la miniserie nunca fue su caracterización y evolución. Todo transcurre a gran velocidad, sin apenas solución de continuidad y sin que exista una conexión clara entre una escena y la siguiente. Eso sí, todas ellas aportan una pieza relevante de ese gran puzzle coherente que Gaiman fabrica con todos los personajes hasta el momento desperdigados a todo lo ancho y largo del Universo DC. Y todas ellas, además, contribuyen de algún modo a la evolución de Tim como personaje.

Puede que la elección de un dibujante diferente para cada número difumine la unidad estética de la serie, pero a cambio se consigue que cada mundo y cada tiempo (el pasado, el presente, el alternativo y el futuro) obtengan texturas gráficas bien diferenciadas. El color, el grado de detalle, el trazo y las composiciones propias de cada autor hace que la transición de mundo a mundo resulte una experiencia sensorial –para Tim y para el lector– completamente diferente. Mientras que el estilo naturalista y de colores envejecidos de John Bolton resulta ideal para plasmar el pasado, los alegres tonos pastel y el trazo delicado de Charles Vess se ajustan perfectamente a la atmósfera irreal de las tierras de las Hadas. Scott Hampton le da a los recovecos del mundo mágico actual un tono oscuro, incluso amenazador; mientras que Paul Johnson aplica un grado crecientemente expresionista a su pincel conforme se adentra más y más en el futuro.

La obra es en conjunto algo dispersa, pero la calidad de su guión y la belleza de su dibujo la hicieron merecedora de críticas elogiosas y una general apreciación por parte de los lectores, hasta tal punto que Karen Berger, a la sazón editora jefe del sello para adultos Vértigo, decidió lanzar una línea relacionada directamente con esta miniserie y que acabaría constando de siete novelas gráficas y un puñado de números especiales (eso sí, ninguno de ellos escrito ya por Neil Gaiman).

De Los libros de la magia disfrutarán especialmente aquellos aficionados a la vertiente más «mística» del Universo DC, y por supuesto, los seguidores de la obra de Gaiman. Pero también aquellos dispuestos a dejarse seducir por un dibujo de una calidad poco habitual en el mundo de los superhéroes, y por una historia sugerente, intrigante, inteligente y hasta erudita.

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".