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Thorgal: «Gigantes» (1996) y «La jaula» (1997), de Van Hamme y Rosinski

Dentro de la serie, la etapa del Thorgal amnésico finaliza con dos álbumes: Gigantes (Géants, noviembre de 1996) y La jaula (La Cage, noviembre de 1997). El primero de ellos es, tras la incursión en la ciencia ficción de La corona de Ogotai, un regreso a la fantasía.

Nada más empezar, Thorgal/Shaigan se reencuentra con el principe de Brek Zarith (ver La caída de Brek Zarith), Galathor, quien ha sido tomado prisionero por uno de sus comandantes piratas. Galathor le reconoce y se dirige a él por su auténtico nombre. Thorgal lleva tiempo atormentado, sintiéndose a disgusto con su vida criminal al lado de Kriss de Valnor y obsesionado por averiguar su pasado. Intrigado y enfrentándose a ésta, exige hablar en privado con el prisionero, que le cuenta quién era en realidad. Deciden escapar juntos pero Kriss vuelve a la guarnición en contra de él y lo persigue por las murallas. Entonces, Thorgal es alcanzado por un rayo.

Despierta en Asgard, en los jardines de Frigga, la esposa de Odín, quien le ofrece recobrar su memoria y su vida anterior así como el perdón de los dioses (irritados con Thorgal, recordemos, porque un simple mortal hubiera querido escapar a su destino) si lleva a cabo una misión para ellos: entrar en la tierra de los Gigantes, sus enemigos ancestrales, y robar el anillo Draupnir, propiedad de Odín. Tras unas cuantas aventuras, Thorgal consigue su objetivo y, efectivamente y como se le había prometido, sus recuerdos vuelven a él, aunque la memoria de lo sucedido en Asgard se borrará inmediatamente. Regresa al mundo de los hombres con el propósito de redimirse en compañía de su esposa e hijos.

La jaula se abre con Thorgal como huésped de Galathorn en Brek Zarith. Inquieto por reencontrarse con Aaricia, Jolan y Loba, rechaza la seducción de la hermana de aquél, Syrane y pone rumbo a su isla a bordo de una barca esperando, con bastante ingenuidad, que lo recibirán con los brazos abiertos y todo volverá a ser como antes. Ni mucho menos. Una vez allí, es emboscado y metido en una jaula por Darek, Lehla y Loba, ninguno de los cuales lo conoce más que de oídas, a la espera de que Aaricia y Jolan regresen. Éstos han viajado a una ciudad cercana para proponerle a un contrabandista, Sardaz el Despellejado, el saqueo de la fortaleza de Shaigan y Kriss de Valnor, cuyo paradero conocen ambos. Pero Sardaz pretende aprovecharse de ellos y tienen que salir a la fuerza de su guarida utilizando los poderes telequinéticos de Jolan.

De vuelta en la isla, Aaricia se niega a liberar a Thorgal; no porque, como argumenta ante sus hijos, no sepa con seguridad si es realmente él sino porque no está preparada para perdonarle por abandonarla y hacerles sufrir todas las penurias por las que han pasado ella y sus hijos. Pero cuando Sardaz y algunos de sus asesinos desembarcan en la isla para vengarse de Aaricia y Jolan, Thorgal tiene la oportunidad de redimirse.

Por fin, Jean Van Hamme decide reunir a Thorgal con su familia tras cuatro álbumes ricos en sucesos, tragedias y aventuras. Ahora bien, después de la ordalía por la que había hecho pasar a los personajes, el guionista no iba a poder conseguir esa reconciliación sin forzar las cosas y dejar la sutileza por el camino. Así, hace que caiga un rayo sobre el héroe que lleva el nombre del dios del Trueno y luego se saca de la chistera una providencial necesidad de los dioses asgardianos que ellos mismos no pueden satisfacer y que requieran de un humano. Thorgal pasaba por allí y, encima, goza de la simpatía de Frigga (ni siquiera las diosas son inmunes a los encantos de Thorgal). Desde luego, hace falta cierto grado de indulgencia para aceptar esta concatenación de casualidades, pero en cualquier caso el conjunto es divertido y ágil.

Gigantes tiene momentos visualmente llamativos que se aprovechan del contraste de escalas cuando Thorgal está en los dominios de los gigantes, pero en el fondo, es una historia muy básica y en absoluto original (recuerda tanto a Los viajes de Gulliver como a Jack y las habichuelas mágicas o El hombre menguante), carece de la épica que podría esperarse de una aventura en tierras mitológicas y se resuelve de forma bastante predecible. De hecho, resulta más intensa la primera parte, en la que Thorgal descubre la verdad sobre su pasado y trata de escapar de las garras de Kriss, cuya violenta reacción, merced a la excelente caracterización que hace Van Hamme, demuestra en el fondo el profundo amor que la pirata siente por aquél y su incapacidad para reconocer su propia vulnerabilidad.

Más interesante resulta el reencuentro de Thorgal y Aaricia, en el cual los niños juegan un papel importante. Van Hamme aborda temas profundos como el perdón, el rencor, la redención o el poder del amor; y lo hace con sobriedad y excelente pulso narrativo, mezclando la acción (sobresaliente la secuencia de la emboscada en el bosque bajo una intensa lluvia) y los momentos intimos (el sufrimiento de ambos cónyuges ante la brecha que se ha abierto entre ellos, la impotencia de Thorgal y las dudas de Aaricia respecto a si será capaz de perdonar, ahogar su orgullo y volver a amarlo). El trabajo de Van Hamme con Aaricia a lo largo de los años ha sido magnífico, transformándola del personaje blando y genérico que era en sus inicios como joven princesa enamorada a una mujer madura, segura de sí misma y cabeza de la familia. Puede que siga queriendo a Thorgal, pero ahora no se va a rendir tan fácil e incondicionalmente a sus pies.

Thorgal, sin saber qué hacer ni decir, tendrá que esperar la ‒una vez más‒ providencial llegada de los bandidos para recuperar su papel de marido, padre y, sobre todo, héroe. Lo cual casa bien con los primeros álbumes de la colección, en los que Thorgal siempre aparecía como el salvador de sus seres queridos, pero no tanto a estas alturas de la saga, con una Aaricia y Jolan que ya habían demostrado ser capaces de vencer dificultades semejantes y que ahora retroceden a su rol de víctimas necesitadas de protector. Pero aparte de eso y que la reconciliación se produce demasiado rápidamente (el proceso de curación emocional podría haberse alargado quizá un álbum más para justificarlo mejor), estamos ante un álbum interesante y bien escrito que, además, contenia una metáfora. Porque la jaula del título no es sólo física sino simbólica: tras saborear la libertad, física, sentimental y moral junto a Kriss de Valnor, Thorgal decide regresar a la “jaula» que suponen sus obligaciones familiares y la rutina de una vida sin grandes aventuras.

El final de La jaula bien podría haber sido la conclusión definitiva de la colección, el cierre del círculo, la restauración del statu quo y un momento en el que dejar descansar a los personajes y permitirles vivir en paz. De hecho, este fue el punto en el que yo decidí dejar la colección, percibiendo que ciertas fórmulas de Van Hamme tendían a repetirse y el dibujo de Rosinski estaba en declive.

Pero a estas alturas Thorgal se había convertido en un fenómeno editorial de gran éxito cuyos álbumes se vendían por cientos de miles todos los años. ¿Poner voluntariamente punto final a un éxito semejante? Imposible. Ya fuera por las presiones de la editorial o porque en realidad Van Hamme y Rosinski nunca tuvieron en el fondo intenciones de matar a la gallina de los huevos de oro, la última página de La jaula muestra a la familia ‒ahora ampliada con Darek y Lehna‒ abandonar la isla y surcar los mares hacia el horizonte y nuevas aventuras. Van Hamme abandonaría por fin su creación con el álbum 29 (Le Sacrifice, noviembre de 2006), dando la alternativa ya definitiva a Jolan como héroe principal.

Rosinski, por su parte, aguantaría hasta el nº 36 (Aniel, noviembre de 2018). Otros equipos creativos se harían cargo de la colección y se derivaría el spin off Los mundos de Thorgal, con álbumes dedicados a Kriss de Valnor, Loba y otros personajes de ese universo.

Thorgal ha sido y sigue siendo una de las más importantes y originales series de aventuras del moderno cómic europeo. Desde hace más de cuarenta años, es una de las colecciones más vendidas del continente, fascinando a millones de lectores. Como hemos ido viendo, esta hazaña ha sido posible gracias tanto a los sólidos guiones de Van Hamme como al talento artístico y narrativo de Rosinski. Por derecho propio, Thorgal es ya un clásico de la historieta cuyos primeros quince o dieciséis álbumes debería conocer todo amante del género de aventuras.

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Thorgal: Gigantes (1996) y La jaula (1997), de Van Hamme y Rosinski

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".