Como la saga País de sueños, Fábulas y reflejos (agosto-octubre de 1991, junio-agosto de 1992, junio de 1993), el sexto volumen recopilatorio de Sandman, es una antología de historias independientes dibujadas por diversos artistas. Su espectro temático y gráfico es más amplio que el de País de sueños, entre otras cosas porque recoge episodios que no fueron publicados originalmente en orden consecutivo dentro de la colección. Algunos, por ejemplo, aparecieron antes de Juego a ser tú, otros inmediatamente después y otros, como “Ramadán”, se publicó años más tarde como nº 50 de la colección. Esto la convierte en una selección más ecléctica que País de sueños y quizá menos exitosa desde el punto de vista artístico.
Algunas de ellas son extraordinarias pero otras se quedan en lo correcto. No todas han envejecido bien y aunque sin duda Gaiman disfrutó explorando diferentes facetas y momentos del Sueño, no obtiene una calidad uniforme, algo que, por otra parte, suele ser habitual en todas las antologías, incluso las escritas por un único autor.
En esa irregularidad influye también la variopinta sucesión de dibujantes que se encargaron de ilustrar estas historias, desde Shawn McManus a Kent Williams, de John Watkiss a Jill Thompson pasando por P. Craig Russell o Bryan Talbot. Aunque ese carrusel impidió darle a la antología una unidad gráfica, sí que permitió ver la forma en que Gaiman adaptaba su estilo al artista encargado de ilustrar cada historia. De esta forma, aunque todos los relatos tienen claramente su origen en Gaiman, cada uno tiene una atmósfera distinta. La historia sobre César Augusto ilustrada por Talbot en un estilo naturalista habría transmitido un mensaje completamente diferente si la hubiera dibujado el más expresivo Kent Williams. Gran parte del placer de acompañar a Morfeo en viajes por los más diversos escenarios reside precisamente en la apreciación del trabajo de sus artistas.
Fábulas y reflejos no es la peor saga de la colección, pero también es verdad que la mayor parte de sus episodios pueden obviarse desde el punto de vista de su relevancia para la misma. El lector podría saltarse, por ejemplo, los capítulos “Tres septiembres y un enero” (octubre de 1991), “La caza” (junio de 1992) o incluso “Lugares blandos” (julio de 1992) y seguir obteniendo una visión muy completa de toda la trayectoria del personaje. Esas historias apenas añaden nada a lo que ya sabemos y su interés reside exclusivamente en ellas mismas y no en su relación con el resto de arcos argumentales.
Los relatos más flojos suelen ser aquellos en los que Gaiman relata un fragmento de la vida de un personaje histórico o narra a su manera un cuento tradicional. No es esta una regla estricta, porque aunque, por ejemplo, la peripecia de Marco Polo en “Lugares blandos” no tiene demasiado interés, las reflexiones de Augusto en la antigua Roma imperial resultan fascinantes por su original tratamiento de acontecimientos históricos harto conocidos. Gaiman, a través del personaje de Augusto es capaz de ofrecer material sólido, mientras que su Marco Polo es tan nebuloso e insustancial como los propios sueños. Por tanto, no es siempre fácil decir cuándo el guionista resbala en estos relatos, pero sí resulta sencillo ver cuándo acierta: en aquellos momentos en los que Morfeo interactúa con su familia. Son episodios individuales que quedan grabados en la mente del lector por su viveza y originalidad.
Entonces, ¿cuál es el momento cumbre de Fábulas y reflejos? Mucha gente piensa que ese honor corresponde al nº 50, “Ramadán” (junio de 1993), ilustrado maravillosamente por P. Craig Russell. Desde luego, si no es el mejor capítulo de la serie en lo que a dibujo se refiere, está entre los más logrados. Pero aunque tiene un final tan bello como demoledor, no aporta realmente nada nuevo al devenir del personaje y se limita (no se entienda esto como algo peyorativo) a servir para que Gaiman ofrezca su propia visión del clásico de Las mil y una noches.
No, los episodios más importantes de este arco argumental –y, de hecho, de toda la colección– son los dos en los que interviene Orfeo, el hijo del Rey del Sueño.
Orfeo no es, naturalmente, un personaje nuevo puesto que pertenece a la mitología griega. Pero la intención de Gaiman no es remedar a Virgilio u Ovidio y volver a contar la leyenda clásica. En primer lugar, en el capítulo titulado “Termidor” (agosto de 1991), narra un violento episodio en la vida de Johanna Constantine (antepasada de John Constantine y tan temperamental como él) en el marco de la Revolución Francesa. Su objetivo es infiltrarse en la jerarquía revolucionaria y robar nada menos que la cabeza de Orfeo, de la que se dice tiene terribles poderes mágicos.
Después, en un capítulo titulado precisamente “Orfeo” (noviembre de 1991), Gaiman nos lleva miles de años atrás en el tiempo para contarnos en detalle la tragedia del fabuloso músico y su a la postre inútil descenso al inframundo para rescatar a su amada. Aunque originalmente no formó parte de la colección de Sandman sino que apareció como un especial al margen de la misma, “Orfeo” es uno de los mejores y más importantes momentos de toda la serie por varias razones. No sólo porque el hermano perdido, Destrucción, interviene en el drama de forma decisiva sino porque la trágica vida del joven Orfeo y su “no-muerte” anticipa y condensa la propia trayectoria vital que seguirá su padre Morfeo.
Es como si Neil Gaiman hubiera resumido la estructura de la colección y sus principales temas en un solo número. Es más, lo que aquí ocurre jugará un papel absolutamente relevante en la colección y en el destino final de Morfeo.
Naturalmente, esto sólo se comprende una vez leída toda la serie, cuando ya se puede disfrutar de una visión de conjunto. Así que, después de todo, Fábulas y reflejos, aunque algo irregular, sí resulta un volumen importante y esclarecedor dentro de la mitología de Sandman.
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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.