Neonomicon –¿o quizá deberíamos decir Neonomicón?– es una revisión de los mitos de Cthulhu en clave de thriller erótico. Aunque no le faltan defensores, lo cierto es que es en sus excesos donde estriba la mayor debilidad de esta obra de Alan Moore, galardonada con el premio Bram Stoker.
Editado por Avatar Press entre julio de 2010 y febrero de 2011, Neonomicon se presenta como un relato policial de horror psicológico, claramente inspirado en la obra de Lovecraft.
Después de sentirse traicionado con las versiones cinematográficas de Watchmen y de V de Vendetta, y de haber limitado al mínimo su relación con los ejecutivos de DC Comics, Moore sufrió otro disgusto: necesitaba ingresos de forma inmediata. En su rescate vino William A. Christensen, de Avatar Press, quien le propuso un acuerdo ventajoso. Dicen las malas lenguas que Moore no puso en este encargo el mismo empeño que en obras anteriores. Yo no lo veo así. En el fondo, Neonomicon hereda una obsesión que ya malogró –al menos en parte– la segunda y la tercera entregas de La Liga de los Caballeros Extraordinarios.
El propio guionista lo ha justificado en más de una oportunidad. Los autores de folletines y de relatos pulp estaban sometidos a una censura que impedía la presencia del sexo explícito en sus creaciones. De ahí que Moore disfrutase de lo lindo convirtiendo a dos personajes victorianos como Mina Harker y el cazador Allan Quatermain en compañeros de cama.
En este caso, repite el mismo esquema. Lo que al principio es un thriller contemporáneo lleno de ingredientes sobrenaturales ‒The Courtyard (2003), dibujado por Jacen Burrows, con un guión de Antony Johnston a partir de un cuento escrito por Moore en 1994‒ va derivando hacia el tebeo de horror erótico de toda la vida ‒la secuela de The Courtyard: es decir, los cuatro números de Neonomicon‒, sin otro interés que el puramente hormonal.
Protagonizan esta extraña aventura dos agentes del FBI, Gordon Lamper y Merril Brears, cuya investigación les lleva a hacerse pasar por un matrimonio en un encuentro sexual de la Orden Esotérica de Dagón. Cuando son descubiertos, Lamper es asesinado y su compañera se convierte en pareja forzosa de un hombre-pez. Poco a poco, descubrimos que los relatos de Lovecraft son una escalofriante realidad, y que Brears juega un papel esencial en el advenimiento de Cthulhu.
En opinión de Moore, cuando Lovecraft hablaba de rituales blasfemos, en realidad estaba empleando un eufemismo que encubría orgías, ritos masoquistas y violaciones.
En otras palabras, Moore se creyó aquí un médium capaz de interpretar los deseos reprimidos del genio de Providence.
Si al menos no tuviera que respetar a Alan Moore por obras maestras como Watchmen o La Cosa del Pantano, me tomaría este cómic bastante a la ligera. De hecho, ni siquiera me atrae el dibujo de Jacen Burrows. Para no cargar las tintas, diré que hay algunos pasajes del relato que son ciertamente inquietantes. Del resto mejor no hablar, porque están a la altura de una película porno o de una mala producción gore.
Las doce entregas de Providence (mayo de 2015-abril de 2017) sirvieron a Moore y a Burrows para ampliar este universo en el pasado, aludiendo de forma aún más directa a la figura de Lovecraft y a su legado.
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Neonomicon (2010-2011), de Alan Moore y Jacen Burrows
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