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Crítica: «Bullet Train» (David Leitch, 2022)

El cine, no hace falta recordarlo, se abastace de la literatura para contar historias a partir de sus propios códigos. Por eso me parece tedioso insistir en las diferencias que hay entre la entretenidísima película de David Leitch y la novela en la cual se inspira, Tren bala, de Kōtarō Isaka. Aunque algunos críticos sugieran, casi por automatismo, que todo el reparto debería ser japonés, y por tanto fiel a lo ideado por Isaka, creo que Brad Pitt, Joey King, Aaron Taylor-Johnson, Brian Tyree Henry, Andrew Koji y Hiroyuki Sanada excluyen otras alternativas. Cada uno de ellos está inmejorable en su papel, al igual que otros intérpretes conocidos (no revelaré sus nombres) que disfrutan a lo grande de sus respectivos cameos.

¿Es una buena película Bullet Train? Si tus estándares se han modulado gracias al cine popular, sin duda lo es. Esta cinta hace honor a las expectativas que genera y nos brinda un cóctel generoso, bien equilibrado, de humor, violencia acelerada, ingenio y estereotipos nipones. La doctrina que maneja Leitch es la misma que utiliza Tarantino: ambos encuentran emoción en los subgéneros más humildes y los reinventan, rescatándolos del cinismo o de una nostalgia paralizante. En este sentido, Bullet Train acumula mil y un ingredientes conocidos ‒las coreografías imposibles de Jackie Chan, el humor físico de Buster Keaton, los espadachines del chambara, las lolitas del shojo manga, los pistoleros profesionales de la yakuza y otros guiños a los otakus de ayer y de hoy‒ para luego asegurar nuestra complicidad con un producto que derrocha simpatía, humor negro e ingenio.

Toda la acción tiene lugar a bordo de un tren bala japonés de alta velocidad, el típico shinkansen, a bordo del cual viajan unos cuantos sicarios bastante pintorescos, cuyas historias se irán entrecruzando peligrosamente.

Algo tiene el espacio cerrado de un tren para que se le dediquen tantas películas. En Bullet Train, este microcosmos pasa a ser un territorio donde se escenifican la redención, la venganza, la derrota, la mala suerte y otros estímulos igual de estimulantes. Da la impresión de que el director comprende que hay que aligerar cualquier asomo de dramatismo, y por eso agita la puesta en escena con un frenesí heredado del cartoon y del cine clásico de artes marciales.

Gracias al coordinador Greg Rementer y al propio Leitch (un doble de riesgo convertido en director, cofundador de la empresa de especialistas 87Eleven), las escenas de acción alcanzan un nivel superlativo. Ese empaque de las peleas y de las persecuciones luce el sello característico de otras cintas del director, como Atómica (2017), Deadpool 2 (2018) y Fast & Furious: Hobbs & Shaw (2019).

En lo que se refiere al guión, Bullet Train también parece transcurrir en el mismo universo ‒o en uno muy parecido‒ que alberga otros productos de 87Eleven, como Nobody (2021) o la saga John Wick. Sin duda, este aire de familia nos sitúa en un espacio muy acogedor, casi diría que reconocible, con la garantía añadida de que saldremos de la sala con una sonrisa.

Sinopsis

El ganador de dos Premios Óscar® Brad Pitt (Érase una vez en Hollywood, Ad Astra, El club de la lucha) encabeza un reparto de lujo que lo completan Aaron Taylor Johnson (Nowhere Boy, Kick-Ass, Animales nocturnos), Joey King (Mi primer beso), Brian Tyree Henry (Godzilla vs. Kong, Spider-Man: Into the Spider-Verse), Andrew Koji (Snake Eyes: el origen), Hiroyuki Sanada (Life), Michael Shannon (La forma del agua, Puñales por la espalda), Benito A. Martínez Ocasio “Bad Bunny” y la también oscarizada Sandra Bullock (La ciudad perdida, Gravity).

Basada en la novela Maria Beetle del a escritor japonés Kōtarō Isaka, Bullet Train es todo un evento cinematográfico, un divertido y delirante thriller de acción en el que Brad Pitt encabeza un elenco de asesinos eclécticos y diversos –todos ellos conectados por unos objetivos en conflicto– dentro de un viaje sin escalas por el Japón moderno.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.