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Crítica: «Deadpool 2» (David Leitch, 2018)

A la hora de ver una película, ninguna emoción es trivial, y la nostalgia menos. Por esto último, entre otras cosas, cualquier lector veterano de cómics Marvel se enamorará de Deadpool 2 instantáneamente, especialmente si leyó los primeros tebeos de este personaje ‒Masacre, creado por Fabian Nicieza y Rob Liefeld‒ cuando llegaron a nuestro país hace más de veinte años.

Aunque sus argumentos tienen muy poco en común ‒más allá de la aparición de un conocido villano‒, he encontrado en esta película las mismas sensaciones que me produjo, a mediados de los noventa, la lectura de la miniserie Pecados del pasado, de Mark Waid, que por aquellas fechas trajo a España el sello Forum. Entonces, al igual que ahora, me fascinó la originalidad de este antihéroe: rebelde, burlón, desvergonzado, dispuesto a caer y levantarse (o más bien resucitar) como un dibujo animado, feliz cuando mete el dedo en el ojo al prójimo, y sobre todo, empeñado en romper la cuarta pared para acumular chistes y citas repentinas como quien saca conejos de un sombrero. Y es que, en el fondo, hacer lo que nadie espera es su marca de fábrica.

Ryan Reynolds (un actor tan versátil que Rodrigo Cortés lo compara con un Stradivarius) ha conseguido que el personaje tenga una coherencia difícil de explicar, quizá porque, en parte, el Deadpool cinematográfico, bajo capas y capas de fantasía, filtra algo de la personalidad del propio actor. En esta ocasión, además, Reynolds se muestra especialmente cómodo en una trama que le permite lucirse de todos los modos posibles.

Aquí el protagonista no para de reírse de la cultura pop, con alusiones que van desde la música a la televisión y los videoclips, sin olvidar prácticamente todas las franquicias de Hollywood ‒Disney, Marvel, Star Wars, DC, Bond…‒, y por si no bastara, colando aquí y allá referencias minoritarias ‒también nostálgicas‒ que funcionan a modo de guiño para aquellos que las descubran. Aún no conozco la versión doblada al español, pero puedo asegurarles que la versión original ofrece una auténtica catarata de menciones, huevos de Pascua e indirectas que le sientan de miedo al personaje.

Como sucedía en los tebeos escritos por Waid, este Deadpool emplea el humor ‒negro o negrísimo, brutal o sofisticado‒ como válvula de escape para su dolor. Y aunque ese sarcasmo ya sirve como una colección de ostras perlíferas, también nos encontramos con un romanticismo desquiciado, que nunca cae en lo ridículo porque va envuelto en una ironía demoledora.

Deadpool 2 es una película ferozmente divertida, autorreferencial, y por muchas razones, superior a su predecesora, estrenada en 2016. Como ocurría con esta última, no es la típica película Marvel para toda la familia ‒se sobreentiende que no hablamos de un producto infantil‒, y sin embargo, acaba resultando entrañable e incluso enternecedora.

El arsenal de Deadpool 2 se completa con dos factores: un grupo reforzado de secundarios ‒excelentes Josh Brolin como Cable y Zazie Beetz como Dominó‒ y un aluvión de cameos, estratégicamente dosificados, que prefiero no adelantarles.

Un apunte necesario: no se pierdan las formidables escenas postcréditos. Créanme, es difícil acumular más humor y mala idea en esos segundos finales.

Sinopsis

Tras reventar la taquilla, Ryan Reynolds vuelve a ponerse las mallas de Deadpool y esta vez el Mercenario Bocazas es más grande y más irreverente.

David Leitch, director de John Wick y Atómica asume la dirección de la secuela, inyectando más peligro, más estilo y más acción. Dice Leitch: “He tenido el honor y el privilegio de participar en la creación de varios universos, todos ellos distintos e interesantes, pero la fascinación que me provoca el universo de Deadpool es particular. Es otra forma de entender la comedia de acción. La original fue tan especial, y el mundo en sí es tan expansivo que nos da libertad creativa a la vez que nos mantenemos fieles a la original”.

Deadpool se estrenó en febrero del 2016 en el primer puesto de películas de calificación ‘no recomendadas a menores de 18 años’ de la historia y resultó ser la película ‘no recomendada a menores de 18 años’ más taquillera de la historia con una recaudación de 750 millones de dólares en todo el mundo. Deadpool también fue reconocida con la primera nominación a mejor película en los Globos de Oro para una película de superhéroe de acción real, en la categoría de mejor comedia o musical. Asimismo, Ryan Reynolds fue candidato a mejor actor.

Ryan Reynolds no solo encarna el papel principal, también es guionista y productor de Deadpool 2. “El talento cómico de Ryan es increíble” dice Leitch, “y Deadpool es un terreno fértil en el que desplegar sus habilidades. Tomó el personaje de las páginas del cómic y lo ha llevado a su terreno, convirtiéndolo en su propia marca. Se crea una sinergia entre Deadpool y el propio Ryan. Sin lugar a duda él es Deadpool en la vida real, en su forma de hablar y ver el mundo, a veces coinciden. Es divertido e irreverente con un gran corazón y mucha compasión, como Deadpool”.

Los guionistas y productores ejecutivos Rhett Reese y Paul Wernick, responsables del guion de la primera entrega, llevan inmersos en el mundo de Deadpool desde el 2009. “Parece que llevamos conviviendo con él toda nuestra vida” dice WernickReynolds abordó a Reese y a Wernick para pedirles que escribieran el guion de Deadpool. Recuerda Reese: “Nos llevó cinco o seis años, fue duro, hasta conseguir finalmente hacer la película y lo hicimos con todo nuestro cariño. Esta clase de experiencias se dan en el cine independiente o con películas pequeñas que no consiguen financiación. Deadpool es un caso aparte, no es el prototipo de superhéroe. Es irreverente. Se auto desprecia. Es tontorrón, infantil, violento, impertinente. Es muchas cosas que no suelen ser los superhéroes y realmente no lo es. Es una especie de antihéroe en mallas de superhéroe.”

“Deadpool es una especie de ‘Jorobado de Notre Dame’ dice Leitch. “Está desfigurado y siente mucha empatía. Su historia es interesante. Tiene poderes curativos. Es en cierto modo invencible. Y es irreverente. Dice cosas oscuras, graciosas, atrevidas, cosas que no se pueden decir, pero nos gusta escucharlas. Esa mezcla es estupenda para un personaje”.

Añade Wernick: “Deadpool es un espiral de autodesprecio, autocrítica y culpabilidad. Nos enamoramos del personaje. Y tener la voz de Ryan todo el día en la cabeza, cuando nos pusimos a escribir, fue un privilegio. Él es Deadpool. Piensa y habla como si fueran uno. Es realmente maravilloso para nosotros sentarnos al ordenador y escribir para él”.

Ryan es muy Deadpool en su sentido del humor” dice Reese. “Su sentido del humor es atrevido, tontorrón e inmaduro, perfecto, ideal para encajar con el personaje. Y lo sabía. Se enamoró de Deadpool mucho antes de echar a andar la película. Entre las muchas cosas que el actor le aporta al personaje destacaría el trabajo físico, haciendo que Deadpool resulte gracioso incluso con la máscara y el traje. Ryan nos recuerda a Chaplin. Mueve su cuerpo como quiere y sus gestos transmiten humor y personalidad, a pesar de que se le va la cara solo durante media película, es capaz de comunicar comedia simplemente con su voz y sus gestos”.

“La primera vez pasamos desapercibidos” dice Wernick. “Pero esta vez fue todo lo contrario. La presión fue inmensa. Cada detalle que salía en la prensa se convertía en un notición de máxima repercusión. Los detalles que iban trascendiendo nos hicieron ver que las expectativas eran máximas. Lo que RyanRhett y yo hemos intentado hacer es simplemente lo que hicimos la primera vez. Siempre y cuando nos haga reír y hasta llorar de la risa vamos por buen camino”. Reynolds escribió Deadpool 2 con Reese y Wernick. Añade Reese, “Ha sido todo un lujo, porque es brillante y tiene talento para tantas cosas. Ryan es un guasón”.

David entiende a Deadpool«, dice Reese. “Es uno de los mejores directores de acción en el mundo y lleva la acción a niveles demenciales”.

“La acción es un elemento importante de Deadpool”, añade Wernick, “y contamos con uno de los mejores, David Leitch. Hace que las pelis de acción de los demás parezcan pelis ochenteras desactualizadas. La acción de Deadpool 2 es brillante. Os va a dejar boquiabiertos”.

“Yo soy un artista que quería escribir para controlar el contenido visual” dice el creador de DeadpoolRob Liefeld. “Ahí es donde se gana la batalla, la imagen visual le gana la partida al molar más. No puedo dejar de mirar un dibujo chulo de Deadpool, sea mío o no, o como si es una imagen de acción real. El rojo y el negro combinan estupendamente, es magnífico”.

Liefeld es fan de las películas de sus personajes. “Ryan ha hecho a Deadpool más gamberro. Le ha aportado un tono atrevido y ha funcionado. Es perfecto para el personaje. Se han tomado muchas libertades con la calificación no recomendada a menores de 18 años y creo que la cinta ha encontrado a su público. Me entusiasma que Fox pueda ofrecer algo diferente”. Apunta Leifeld que en parte le ha gustado tanto por el hecho de que su adolescencia transcurrió en los años 80, década en la que se estrenaron una serie de emblemáticas franquicias de acción con calificación ‘no recomendada a menores de 18 años’ tales como TerminatorAlien y Depredador. “Antes de que llegáramos a este espacio de ‘no recomendada a menores de 12 años’ en el que todo es seguro y está calculado y medido. Me encanta que Deadpool esté a la par de aquellas”.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.