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«Las aventuras imaginarias del joven Verne» (2009), de Jorge García y Pedro Rodríguez

Este cómic narra un supuesto acontecimiento sobrenatural vivido por Jules Verne durante su infancia. Con su hermano y su prima, el joven Verne, de diez años, navega hasta un islote en busca de unas piedras particulares. Esa noche realiza un ritual, lanzando las piedras a una hoguera. Cada piedra representa a una persona. Si la piedra sigue ahí al día siguiente, es un buen augurio; si la piedra se parte por la mitad, se cumplirá el deseo más oculto de esa persona; y si la piedra desaparece, es presagio de muerte…

Jorge García: “La presión de crear un joven Verne nos obligó a dar lo mejor en cada viñeta”

Jorge García es el guionista de Las aventuras imaginarias del joven Verne. Al tiempo que entrevistaba a su dibujante, Pedro Rodríguez (que no solamente desempeña ese rol en el proyecto, como el propio García detalla a continuación), envié un cuestionario a su compañero salmantino.

Residente en Tenerife, García explica en sus respuestas su punto de vista sobre la obra, con la amabilidad añadida de ser extenso y concreto a un tiempo: reproduzco íntegramente sus palabras para disfrute del lector.

Pedro nos ha explicado que la idea del álbum fue suya y que él te propuso escribir el guión. Dice que al principio albergabas tus dudas sobre embarcarte en una narración aventurera o de las características que él te proponía. Explícame un poco qué dudas concretas tenías y cómo las venciste.

La peor de todas era el miedo al fracaso. Un miedo lógico si consideramos que soy una persona muy insegura y que jamás había escrito un guión de esas dimensiones ni había tocado ese registro aventurero en cuya práctica Pedro era ya un consumado maestro. Para que comprendas mejor mis dudas, habría que explicar pormenorizadamente la génesis de Las aventuras imaginarias del joven Verne.

Verás, Pedro y yo nos conocimos en la muestra de Injuve de finales de 2003 y congeniamos enseguida. Además, se daba la circunstancia de que Pedro estaba buscando un guionista para la serie Omar el navegante que él venía desarrollando en solitario desde febrero de 2003 en las páginas de la revista Dos Veces Breve. Supongo que Pedro debió apreciar alguna cualidad en el par de historietas que, con guión mío, habían aparecido en esa misma publicación porque, de otra manera, no me explico qué vio en mí para avenirse a colaborar conmigo. A propuesta suya, escribí una historieta corta de Omar el navegante que, bajo el título Cenizas de amor (como la película de King Vidor), Pedro debe guardar aún en un cajón. Nunca llegó a dibujarla porque, mientras yo la escribía, él se consagró por completo a la realización de Jinn-el-Rais, uno de los mejores tebeos de los últimos años. En cualquier caso, el esfuerzo valió la pena. A raíz de eso, Pedro y yo forjamos una estrecha amistad que fue la base de nuestra colaboración profesional.

Cuando, a finales de 2005, Pedro presentó Jinn-el-Rais, volvimos a hablar largo y tendido acerca de colaborar juntos. Por entonces, Pedro había establecido una conexión muy íntima con Omar y tenía sus reservas acerca de dejar al personaje en otras manos que no fueran las suyas. Por eso tanteamos otras posibilidades de colaboración, siempre con la intención de ganarnos la vida con nuestro trabajo. Al principio, Pedro me propuso una idea interesante que exploraba el mundo de la fantasía heroica. Yo ya había empezado a leer las novelas básicas del género cuando recibí una llamada de Pedro cuyo contenido le cambió el rumbo a nuestro trabajo.

En aquella conversación, Pedro me contó una historia. Es bien sabido que, cuando Jules Verne era un crío, estaba perdidamente enamorado de su prima Caroline Tronson. Pues bien, una leyenda familiar afirma que Jules abandonó un buen día su casa de Nantes y se dirigió al puerto a enrolarse como marinero en un barco cualquiera. Al parecer, su padre descubrió la fuga, lo interceptó antes de que la nave se hiciese a la mar y, ya de vuelta en casa, le hizo prometer que a partir de entonces sólo viajaría con la imaginación. Esta anécdota tiene todos los visos de ser una hermosa mentira inventada por la familia de Verne para justificar la fecundidad creadora del autor de La isla misteriosa. Sin embargo, a Pedro no le preocupaba en absoluto la veracidad del asunto. En realidad, la anécdota le interesaba precisamente por eso, por su proximidad al territorio de la imaginación y la leyenda. “¿Y si hacemos un Verne aventurero –me dijo–, el Verne que pudo haber sido si hubiera subido a aquel barco?”. Y me pasé la noche en blanco soñando despierto con el amplísimo abanico de posibilidades que, de repente, se abría ante mí.

De entrada, había que acotar un poco el concepto de la serie (pues Pedro y yo teníamos claro que, para ganarnos la vida con la historieta, debíamos apostar por el mercado francés y su tradición de colecciones de álbumes). Barajamos diversas ideas que sólo tenían en común la existencia de un grupo juvenil de amigos alrededor del protagonista, un poco al estilo de Los Cinco de Enid Blyton. Y, leyendo varias biografías de Jules Verne, me di cuenta de que su familia podía funcionar perfectamente como caracteres complementarios en una narración de aventuras: su hermano Paul sería el amigo temerario; su prima Caroline la voz del escepticismo; y su tío Francisque La Celle de Chateaubourg desempeñaría el rol de mentor en asuntos arcanos. Finalmente, Jules jugaría el papel del soñador cuya imaginación transforma la realidad de quienes lo rodean. Por emplear un símil propio de los tebeos, Jules, Paul, Caroline y Francisque eran mis Cuatro Fantásticos.

Al mismo tiempo que decidía el concepto de la serie y el elenco de personajes, buscaba una trama para el álbum. Y así empezó una investigación que, básicamente, consistía en leer los materiales más diversos e intentar extraer de ellos los recursos necesarios para confeccionar un guión. Leí varias novelas y biografías de Jules Verne, y también Robinson Crusoe de Daniel DefoeEl siglo de las luces de Alejo CarpentierLa pata del mono de W. W. JacobsGuerra y Paz de TolstoiRelato de un náufrago de Gabriel García MárquezLas enseñanzas de Don Juan de Carlos CastanedaLa narración de Arthur Gordon Pym de Edgar Allan PoeSolaris de Stanislaw Lem, la infame Doctor en medicina de Thomas M. Disch (de la que, pese a todo, extraje algún conocimiento útil sobre la ciencia de los druidas)… En realidad, pasaba por el filtro de Las aventuras imaginarias del joven Verne todo lo que veía, leía o escuchaba. Una influencia fundamental fue la de Para el hombre que lo tiene todo…, una historia de Superman escrita por Alan Moore y dibujada por Dave Gibbons. Es una historieta espléndida que yo, con mis limitaciones, pretendía emular pero con un tono, digamos, más “juvenil”. Finalmente, encontré el tono adecuado leyendo la obra de Mark Twain. Sus extraordinarias novelas Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn mantienen una tensión entre realidad y fantasía que Pedro y yo adoptamos como divisa en nuestro trabajo. En realidad, puede advertirse fácilmente que nuestro Jules Verne está cortado por el mismo patrón que Tom Sawyer.

Finalmente, alcancé la “masa crítica” y, espoleado por Pedro, empecé a escribir un primer tratamiento que consistía básicamente en un relato de unas diez páginas donde, pese a sus muchas fallas estructurales, aparecían todos los elementos que íbamos a desarrollar con posterioridad en el álbum. A partir de ahí se inició un proceso lento y laborioso de escritura y revisión en el que Pedro desempeñó un papel crucial. Pedro solía leer los guiones que yo le enviaba, después los comentábamos, luego yo escribía una versión (o varias) incorporando las sugerencias de Pedro. Y cuando llegaba el momento de dibujar, Pedro solía enriquecer las páginas con nuevos aportes (incluso hubo un personaje que desapareció de la trama porque Pedro consideró, con razón, que entorpecía el decurso del relato). Luego me enviaba las páginas dibujadas y yo revisaba los diálogos, rescribiéndolos de acuerdo con las modificaciones que había incorporado. Además, también rescribía lo que sucedía a continuación para que encajase con lo que Pedro había ido agregando. En fin, un trabajo de chinos que culminó cuando Pedro y yo, con todo el álbum terminado, nos pasamos ocho o nueve horas al teléfono, cada uno con las páginas del tebeo en la pantalla de su respectivo ordenador, procurando ajustar perfectamente los diálogos a las imágenes finales.

Por no extenderme demasiado, creo que vencí mis miedos descomponiendo los problemas en unidades pequeñas y fáciles de manejar (el guión de una página, el diálogo de cierta viñeta, la documentación para determinada secuencia). Además, conté con la ayuda inestimable de Pedro, cuya participación en el álbum, como has podido comprobar por la crónica precedente, desborda con mucho la idea de lo que debe ser una colaboración entre guionista y dibujante.

Jorge, he visto en varias entrevistas que pones mucho el acento en una idea que yo también creo que es clave para el oficio: la labor del guionista casi como “sastre” de cada dibujante con el que trabaja. Me alegra mucho que pienses así y lo expreses abiertamente, porque no es habitual que casi ningún guionista haga referencia a ese esfuerzo real de adaptación del guionista respecto a la particularidad artística del dibujante. Mencionado este aspecto, me gustaría que me contaras qué “medidas” le tomaste al arte de Pedro y en qué consistió –en el concepto y la práctica– esa adaptación a su manera de dibujar y narrar.

Me plegué totalmente a sus deseos en cuanto a trama, tono, clima, composición e incluso diálogo. De hecho, Pedro manipulaba el guión a su antojo y modificaba secuencias enteras para adecuarlas a su visión del relato, eliminando las redundancias, las incoherencias y los cabos sueltos. Pedro “limpió” el relato de fallas estructurales y le confirió coherencia y fluidez. Él siempre tuvo claro qué estaba contando y cómo debía contarlo. Yo, por mi parte, confié totalmente en su capacidad para armar un relato sólido donde todas las piezas encajasen sin forzarlas y donde el orden secreto de la trama permaneciese oculto hasta el final a los ojos del lector. A la vista del resultado, mi confianza estuvo plenamente justificada.

Y es que Pedro es un narrador excepcional. En mi opinión, existen mejores dibujantes en la generación de historietistas a la que Pedro y yo pertenecemos. Pablo Auladell y Fidel Martínez estarían sin duda a la cabeza del grupo, con esa libertad y esa versatilidad estética de que ambos hacen gala. Sin embargo, como narrador, Pedro es insuperable. Me fascina su manera de construir las tramas, desarrollar los personajes y armar las secuencias. Resulta difícil encontrar un detalle gratuito en una página o una historia de Pedro. Todo obedece a un propósito deliberado, pero no evidente. ¡Cuánto me impresionó en su día el guión de Jinn-el-Rais! Era una obra maestra, uno de los pocos tebeos comerciales interesantes de los últimos diez años y una de las mejores historias de amistad que he leído. Ciertamente, existe una relación de parentesco entre el guión de Omar el navegante y el de Las aventuras imaginarias del joven Verne. Me gustaría pensar que en alguna viñeta he alcanzado esa delicadísima combinación de desenfado y hondura que Pedro exhibió en su primer álbum.

Algo que me sorprendió de Las aventuras imaginarias del joven Verne es lo poco “verneano” de la trama. Pedro dice que durante el proceso creativo él siempre tuvo mucho en mente Las aventuras de Tom Sawyer, que para él es el paradigma de la aventura iniciática, y que no le importaba que en la peripecia narrada no aparecieran máquinas, soluciones cientificistas o racionalismos del elemento fantástico, como en casi todas las novelas de Verne que yo recuerdo. La presencia de lo fantástico en el álbum no aparece explicada en forma falsamente “científica”, sino puramente sobrenatural, como podría ocurrir en Poe. ¿Adoptasteis esa decisión conscientemente?

Sí, aunque los elementos sobrenaturales aparecen atenuados para no contradecir la atmósfera doméstica de buena parte del tebeo. En este sentido, la parafernalia “steampunk” habría ido contra la lógica del relato, habría distraído la atención del lector y habría destruido esa atmósfera de “normalidad” que lo envuelve todo. Por otra parte, yo venía de hacer Cuerda de presas y una serie de historias en las que la ilusión de realismo devenía esencial para suspender la incredulidad del lector. Por tanto sentía un cierto pudor a la hora de cambiar de registro. Incluso mantuve la crudeza de mis relatos penitenciarios en el segmento dedicado a la historia de Víctor Sambain. Pero poco a poco, con la ayuda de Pedro (y gracias también al trabajo con David Rubín en la serie Zemo para la revista BD Banda), fui reventando la cáscara del realismo y jugando cada vez más abiertamente la carta de la imaginación y la fantasía.

Por otro lado, y pese a lo que te haya dicho Pedro, él sí echaba de menos las máquinas y los elementos más bizarros del género fantástico. Por eso, para resarcirle, incluí la máquina del tiempo en el relato que cierra el álbum.

Una idea muy atractiva que salpica cierto punto álgido del relato es la del deseo como generador de culpa: el íntimo deseo de Verne le provocará al mismo tiempo unos tremendos remordimientos. ¿De dónde surge esa idea y qué te seducía más al desarrollarla? Me parece un punto de incidencia muy interesante en el desarrollo del personaje.

Es idea mía. Aparecía ya en el primer borrador que le envié a Pedro. Por un lado, a nivel estructural, necesitaba un elemento que hiciese volver a Jules del mundo de los deseos al de la realidad. Por otro, el remordimiento y la culpa son sentimientos que me preocupan y que suelen aparecer con frecuencia en mi trabajo. Sobre todo, me interesa el remordimiento en tanto que acicate moral, es decir, como invitación a aceptar y enmendar en lo posible nuestros errores. En ese sentido, no comparto tu opinión de que, en La puerta entre los mundos, el deseo íntimo de Jules Verne sea el causante de su desasosiego. Me parece que su pesadumbre tiene un origen distinto. Incluso, en el caso de Sambain, el cumplimiento de su deseo le permite expiar una culpa que le remordía la conciencia desde hacía décadas. En fin, para no desvelar acontecimientos fundamentales en la trama del tebeo, me acogeré a mi derecho a guardar silencio y no hablaré sino en presencia de mi abogado. No puedo ser más explícito sin destripar el tebeo. Compréndelo, Hernán.

Obviamente, el concepto de la serie parece pensado para golear con él en el mercado francés. ¿Has pensado también en el lector francés a la hora de escribir el guión? O, por formularlo más correctamente, ¿te ha condicionado a la hora del guión pensar que quizás vuestra obra va a ser muy leída por lectores franceses, es decir, compatriotas de un autor que es allá un héroe nacional? ¿Puede llegar a condicionar algo ese detalle?

Supongo que sí, pero creo que esa presión ejerció un efecto benéfico sobre nuestro trabajo. Nos obligó a ser muy cuidadosos y a dar lo mejor de nosotros mismos en cada viñeta. En cualquier caso, sospecho que Pedro y yo habríamos dedicado el mismo tiempo, atención y cariño a cualquier otro personaje real o imaginario (tal fue el caso, por ejemplo, de la historieta corta Lejos que, sobre la muerte del saxofonista Lester Young, hicimos para la revista Benzina).

Tu narrativa en este álbum es clasicista y el dibujo de Pedro muy evocador. Si tuvieras que destacar un elemento del guión y otro del dibujo, ¿cuáles serían?

Ufff, vaya preguntita. De Pedro, con todo lo que me gusta como dibujante, destacaría su maestría como narrador y su habilidad para conseguir maravillosos efectos dramáticos. En el caso del guión, me gusta su fluidez. Si te detienes a leer el tebeo, advertirás enseguida que la trama reúne elementos muy heterogéneos. Sin embargo, la lectura resulta aparentemente sencilla y lineal. Conseguir ese efecto nos costó muchos meses de trabajo. Ah, y de todo el libro, mis secuencias favoritas son aquellas en que Víctor Sambain se erige en protagonista absoluto. En este álbum, Sambain es la niña de mis ojos.

¿Qué ideas sobre el universo “verneano” tenéis en consideración para próximas entregas?

Pedro y yo hemos hablado de realizar una historia dividida en dos partes. El eje central sería la búsqueda de la sabiduría, y todo el relato estaría teñido de una mezcla de mitología y relato de espías a lo Ian Fleming.

Y para terminar: ¿cuál es tu expectativa sobre el recibimiento del álbum?

Bueno, yo estoy entusiasmado con el tebeo. Espero que ese entusiasmo sea contagioso y se transmita a un público lo más amplio posible para que Pedro y yo podamos ganarnos la vida sin necesidad de recurrir a la delincuencia.

Pedro Rodríguez: “El joven Verne es Tom Sawyer”

Conocer [en 2009] a Pedro Rodríguez fue toda una sorpresa, incluso una sorpresa pasmante. Estoy hecho a los dibujantes de cómic introvertidos y taciturnos, y era exactamente lo que me esperaba de su persona. Y estaba exactamente equivocado. El chi de Pedro es expansivo, extravertido, hace un esfuerzo por comunicarse, por acortar distancias con el interlocutor. Me he sentido, por vez primera, identificado en un sentido orgánico con un colega de profesión.

No es que nos parezcamos físicamente: Pedro es recio, un pata negra, como si cogieras a Javier Bardem y lo metieras en el cuerpo de Santiago Sequeiros, tensándole el perfil hasta afilarlo y separando sus ojos hasta límites cortazarianos. Queda patente que Pedro no es un autor vegetal, valioso sólo por la riqueza de lo que gesta en su interior: él se identifica con sus personajes, él es un pirata con ganas de abordar mil barcos. De acuerdo, Pedro es autor de cómics, pero PRECISAMENTE por eso es un pirata capaz de abordar mil barcos.

Pedro también es el dibujante/creador conceptual de Las aventuras imaginarias del joven Verne, álbum guionizado por Jorge García y flamante Premio Josep Coll 2007 (también su segunda obra extensa después del celebradísimo Omar el Navegante). Me ha jodido hacer esta entrevista vestido de cierta oficialidad y espíritu de mandado, y no sentado en una terraza con una birra en la mano, charlando con toda libertad. Con la que Pedro ofrece, tanteándome para hacerme más partícipe de su charla. Su presencia enriquece y, sobre todo, agradezco su absoluta sinceridad en las respuestas y la mano tendida, espontánea y sin doblez… la misma mano de sus personajes.

Vamos con Omar… digo, con El joven Verne

Da igual. Ya puedes hablar de Omar también.

Hablaremos de Omar también.

No, digo en el sentido de si a ver si un día puedo hacer un segundo álbum.

¿No se ha cerrado eso? Yo había leído que tenías intenciones de ponerte con un segundo volumen.

Sí, pero la editorial Ariadna es muy pequeña.

Pero entonces, el obstáculo son las condiciones económicas.

Son las condiciones económicas. Es que hacer un álbum no es moco de pavo. Y yo tengo una niña que alimentar, a ver si me entiendes. Yo realmente cómic sólo puedo hacerlo si puedo vivir de ello. La lucha es intentar conseguirlo. A ver si con éste hay suerte y en Francia pasa algo. Que lo publiquen al menos.

Como mínimo, está muy pensado para colarlo en Francia. ¿Es tuya la idea de crear un joven Jules Verne?

Sí, la idea es mía. No es que esté pensada para el mercado francés, sino que a mí me gusta mucho el mercado francés. Ya cuando piensas algo, lo piensas a tus gustos. Y yo soy fan de la aventura cien por cien, y el cómic francés para mí es lo más. Cuando pensé en El joven Verne no es que pensara en el mercado francés, pero sí que a lo mejor aquí se vería como una cosa rara. No se hace tanto esa fórmula. Era un poco ir de perdidos al río.

Bueno, ahora está El joven Lovecraft, pero creo que no tiene mucho que ver, se orienta más al humor…

¿Qué dices, tío?

¿No lo has visto?

No, no, no, no… Cago en la leche. ¿Me lo estás diciendo en serio?

Sí, sí.

¿Y qué es, un poco Tim Burton el tema? Macabrito la cosa, ¿no?

Yo no lo he leído, pero por el dibujo creo que va por una vertiente más adolescente, más como fenómeno cómplice con los lectores.

Què dius?

Así es la vida. Y espérate que salga El joven Poe.

No, no, si yo con El joven Verne, hasta que no me confié seguro de que la idea no la había tenido nadie más, o que no tendría ningún problema con herederos o cosas de ese tipo, lo miré a fondo. No uso su obra: yo lo que hago es ficcionar a una persona.

¿De ahí viene que en el título incluyáis lo de aventuras imaginarias?

Exacto, exacto. Lo dejé muy claro. Todo el mundo decía: “Ah, claro, coges las novelas y haces como que de pequeño pasan las novelas…” No, no, no. Para mí de hecho Las aventuras imaginarias del joven Verne es Tom Sawyer. Es un chaval.

De hecho, yo lo que le reprocho un poco a tu concepto es que tiene que ver más  con Tom Sawyer o incluso Robert Louis Stevenson que con el propio Julio Verne.

Bueno, es que para mí, la idea en el fondo es realmente apartarme de la obra de Verne, para coger a la persona: o sea, imaginarme un niño que tuviera tanta imaginación que de mayor llegara a ser Verne. Pero no que las historias de las novelas de Verne tuvieran que ver en nuestra historia. En cierto sentido, eso para mí sería lo fácil, lo lógico. Pero no es ésa la idea: el personaje se podría llamar El joven Pulgarcito, pero nadie sabría quién es. Queríamos meter un tío célebre: como Einstein de pequeño. Se me iba más a un tipo Tom Sawyer: un tío soñador.

Y con sus aventuras orientadas más hacia lo sobrenatural que hacia la ciencia-ficción.

De hecho, si hay un segundo álbum, que espero que sí, ahí ya le he pedido a Jorge: “Vamos a meter máquinas, vamos a meter unas sectas”. También me apetece mucho. Lo que pasa es que este primero surgió así muy de los dos. Partió de una idea mía y a la hora de enfrentarme con el guión… como ya tengo la experiencia de lo largo que es hacer un guión y luego dibujarlo… acabas la historia, escribes el guión y dices: “¿Y ahora tengo que dibujarlo? ¡Si ya he hecho la historia!”. Es muy duro, ¿eh? A mí me gusta mucho ser autor de mis historias, pero por otro lado, también es bonito confiar en un guionista.

Te quita un poco la sensación de rutina de repetir estrictamente algo que ya has hecho…

Exacto. Y te aporta sorpresa. Yo le doy el personaje, le explico cómo es, pero a partir de ahora que crezca en su cabeza. Y sí que hay cosas que a lo mejor yo me las esperaba de otra manera: es lo que tú dices también, pensaba que habría ido por un tema más verneano en el sentido de la temática… Pero al ver que la historia surgía por ahí, también me gustó mucho. Es que ése es realmente el origen: un niño que tiene tanta fantasía, que cuanto tenga 30 años escribirá una novela. Porque es normal, porque ya de pequeño escribe su diario, se lo inventa todo, y las temáticas en sí no… intentamos hasta huir de meter un submarino, a ver si me entiendes.

De las referencias.

Exacto, exacto.

O sea, que el trasfondo básico es la aventura iniciática y la imaginación desbordante de un chaval.

Ésa es la idea. Él es un chaval que está súper abierto a creérselo todo y a vivir aventuras. Que en el fondo, existe una leyenda de por qué Julio Verne escribió novelas. Dicen que es cierto… que no, supongo que es leyenda: con 13 añitos o así, él estaba enamorado de su prima. Hay muchos componentes que sí son biográficos, ojo, eso sí me gusta mucho, adaptar datos reales de su vida a nuestro mundo. Tampoco es hacer su vida real, porque de hecho tenía dos hermanos más, pero eran tan pequeñitos que no cuentan. Coger toda la estructura de la persona real: el lugar, el carácter de sus padres, la figura del tío, los hermanos… y a partir de ahí, ir a nuestro rollo. Pero sí hay una cosa real y es que él estaba enamorado de su prima, era su amor platónico: y cuenta la leyenda que a los 13 él se quiso embarcar en un barco que iba a las Indias o donde fuera, allá en Nantes había mucho tráfico de barcos, y se escapó un día y se metió allí de polizón para traer un collar de coral a su amada. Y dicen que su padre le enganchó a tiempo, le cogió de la oreja, le pegó tal rapapolvo, que Verne dijo: “Ya no viajaré nunca más. A partir de ahora sólo viajaré con la imaginación”. Un poco, ése sí es el origen de partida del concepto: viajar con la imaginación quiere decir mucho. Y si seguimos, intentaremos que viaje por ahí, realmente. Pero siempre con un componente muy fantástico.

Casi en la base de cualquier escritura de ficción está la necesidad de aventura imposibilitada por las circunstancias o por la propia realidad.

Por eso te decía el referente de Las aventuras de Tom Sawyer. Para mí es un novelón, para empezar, pero que además refleja muy bien eso: en tu barrio puedes crear un mundo. Y se dice que Verne era así: que Verne era un poco apalancado. Pero yo no me lo creo. Aquel tío viajó que te cagas, cuando tuvo pasta se compró su barco y… También es otro mito, eso de que lo escribió todo sin salir de casa. Mentira. Y estaba súper informado de todo lo que se…

Como Pérez Reverte, que se va en su velero por ahí.

Exacto.

Ésa es la diferencia de ganar dinero con lo que uno hace.

¡Exacto! (risas). A mí también me gustaría ir a Nantes, ¡que me lo he tenido que inventar, collons.

La idea es que si Las aventuras imaginarias del joven Verne se consolida como serie, cosa probable, podáis tocar diversos palos dentro del marco genérico de la aventura. Aquí hay más ecos de lo sobrenatural, pero me imagino que en siguientes entregas tocaréis el género de la anticipación.

Bueno, sólo te digo una cosa. No sé si lo puedes meter, porque a lo mejor esto cambia, pero la idea para la segunda historia acaba con Marx. Por ahí ya puedes ver por dónde iría la cosa.

O sea, que habría cameos y todo.

Habrá cameos.

¿Crecerá el personaje o será un icono que no varía?

Ha crecido en el mismo álbum. ¡Culpa mía! Como autor que está empezando, porque yo me considero que estoy empezando, yo veo errores. Yo soy muy crítico conmigo mismo, quizá demasiado. Cuando todo el mundo dice: «¡Hostia, qué guapo que está esto!», de mí hay una parte que dice «Gracias» y otra que dice «No te creo». ¿Sabes? Quizá lo percibo demasiado como un defecto. Debería apreciar más que cuando me lo dicen, debe de ser cierto.

Si te lo creyeras del todo, no volverías a dibujar nada en tu vida, créeme.

También puede ser. El hecho es que yo me considero que estoy empezando. Y es la verdad, coño, es mi segundo álbum. Aunque dibujando lleve la tira. Eso y la prolongación del proyecto en sí, porque duró mucho tiempo, porque entremedio tenía que coger curros, y ha tardado casi dos años en hacerse… creo que influye en que haya una evolución, para mí, de dibujo. Y coño, yo empecé un Verne con a lo mejor diez añitos físicamente de edad, y ha acabado con doce o trece. Un poco el subconsciente me ha llevado a su edad natural. Aunque la biografía me obligara de inicio a marcarle un físico, la lógica de su comportamiento…

… Te lo ha convertido en un preadolescente.

Exacto. Yo no quiero verlo, pero es la verdad: en las primeras páginas es un niño y en las últimas un adolescente. Y la idea es que no crezca. Para mí. Pero sí que se configure en un preadolescente.

Pero tú quieres un personaje inmortal, que viva aventuras sin fin, como un Tintin.

Sí. Mis cómics de siempre son de personajes: Corto MaltésSpiritTintin… A mí ésos son los que me han marcado. Para mí lo más fácil del mundo es contar historias del mismo personaje.

Lo ideal para ti sería estar haciendo obras de un solo personaje, como tu Omar.

Exacto. Porque aparte tiene ese punto, al menos a mí como lector, que en el primero «Vale, sí», en el segundo «Guay», pero en el tercero, coño, si te gusta, es que es tu amigo. Ya lo conoces. Ése es el punto al que a mí me gustaría llegar con El joven Verne. Y creo que hemos empezado bien en el sentido de definir su carácter. Todo el mundo tiene el conocimiento de Julio Verne de adulto, ¡pero nadie lo tiene de niño! De hecho nos hemos vuelto locos para documentarnos. La infancia de Verne no interesa. No es tan escandalosa quizá como la de Poe o lo que sea. Era más burgués y no pasaba nada con su vida. ¡Pero precisamente por ese punto de que no pasaba nada, es donde piensas que puede haber pasado de todo!

A mí me gusta mucho el rollo de las hermandades secretas, yo soy muy loco en ese sentido. Y en el segundo álbum queremos atacar por ahí. Ya tenemos el esqueleto argumental bien armado. Como contamos con la figura del tío… Es un tío que da mucho rollo, no sabemos quién es, no hay manera de encontrarle el parentesco: sabemos que es su tío, que es pintor (el único retrato en el que yo me inspiré para el cómic, y de hecho aparece en una viñeta, es pintado por él de Verne y su hermano, con el típico aro…). Quizá fue ahí donde partió la idea del personaje. Me encontré el retrato por Internet.

En mi trabajo como ilustrador uso muchas referencias de grabados, pinturas, retratos de época… por gusto, y porque casi siempre me toca ilustrar cosas del siglo XIX, parece que esté encasillado. Total, que di con eso: «¡Hostia, éste es Verne!». Y como que se me despertó ahí la luz. De ahí viene un poco el origen del tema. Pero bueno, investigando sobre el pintor, era el «Francis Jarl Yorl de la Fulotte» éste (específicamente, Françisque de la Celle de Châteaubourg, Internet dixit), que era un familiar de Verne, pero no sabemos qué tipo de familiar. Habría que investigar más. Perfecto: es un tío misterioso. Puede ser primo de la madre, puede ser cuñado de… La referencia materna está, pero no sabemos en qué punto concreto. Y con este tipo, decidimos darle más juego a este hombre, y creo que va a ser un poco el enganche entre el mundo de fuera y el mundo de dentro. El que se presta a ser el guía de Verne.

Jorge me decía: «Es que sacarlo mucho no va a colar». «Vale», decía yo, «pero hagamos las cosas normales: por ejemplo, para él irse a París puede ser un aventurón de la leche. No hace falta que se vaya a la India». El hecho de irse a París ya es… ponte ahí en el siglo XIX, un chaval de Nantes, que está a ¿cuánto? 200 kilómetros… Y lo que pase de camino a París ya es una aventura. Si a eso le sumas el hecho de que el tío a lo mejor está metido en una especie de hermandad masónica en la que están… ya me entiendes, ¿no?

¿Qué autores…?

Uf, ahí la has cagado, ¿eh?

…Hay mucha referencia a la literatura de aventuras. ¿Te gustan concretamente los novelistas de ese género?

Es que soy un clásico. Stevenson, Conrad

¿H. Rider Haggard, por irnos a algo menos prestigiado?

Sí. Quizá no los conozco tanto. Pero un poco todo lo clásico me gusta mucho. Y a Jorge también, ¿eh? Coincidimos en Conrad, que ahí es cuando me dije: «Por ahí le puedo atacar, por ahí le puedo sacar de la Guerra Civil ésta de los cojones».

Y esperemos que la última (risas).

No, porque ése es el caso un poco de por qué lo hago con Jorge. Mucha gente me lo ha preguntado: «Si este tío sólo hace comics de la Guerra Civil, nosequé nosecuántos… ¿Cómo que te has metido…?». Y bueno, él, de hecho, cuando se lo dije, me dijo: «Pero bueno, yo no he hecho nunca un álbum de aventuras…». Pero es que sabía que lo podía hacer. Lo tenía claro. Hablando de cosas, al margen de la Guerra Civil, te das cuenta que compartíamos gustos literarios, por ejemplo.

¿A nivel de cómic y cine qué te mola?

Uf. Yo tengo que decirte que a nivel de cómic soy muy malo acordándome de nombres, y además soy muy básico. No me saques del Corto de Hugo Pratt, para mí Hugo Pratt y Will Eisner son los maestros, los genios. Aunque, claro, yo no veo que mi dibujo se fije en ellos, no sé en quién se fija.

Mejor, ¿no? Mejor no ser tan claramente deudor de dos mitos tan ineludibles.

Mi mito consciente es Max. A nivel de dibujo es Max. Eso siempre lo digo. No sé hasta qué punto se puede o no notar. No lo he copiado. Pero si tengo que decir quién me ha inspirado en su dibujo, mirando lo que hacía cuatro años y lo que hace ahora, en el sentido de evolucionar, para mí es el paradigma de la busca de un estilo hasta que lo consigues. En el sentido de limpieza, de no tener prisa. Yo estoy ahí. Vale, esto he hecho ahora, pero no quiero que la gente piense que yo hago esto. Para mí el cómic es un camino. En cuanto a extranjeros… no conozco mucho, tampoco soy una rata de biblioteca, como Jorge, que te podría decir: «Mira esta página del año 67 cuando planificaba la estructura del nosequé», como me envía a veces. «¿Qué me estás diciendo, tío? Yo no sé de qué me hablas».

Tú eres más visceral que intelectual, ya veo.

Sí. He leído muy poco cómic en el sentido real, de ser un friqui del cómic. He leído mucho, pero considero que poco para entender de autores. Te puedo decir si un autor me gusta o no. Último así… por ejemplo, me gusta mucho Hellboy. Me alucina. Tanto dibujo como guión. Considero que es el heredero real de Will Eisner. No el fantasma éste del Frank Miller. Que, sinceramente, no me parece, no… Sí, vale, hace bien su género, que es el género de «soy macarra y tal», pero no es… Lo que consiguió Will Eisner con el Spirit es crear un mundo real, un personaje con personalidad, mucho más allá. Y creo que el Minguela ése… o no, ¿cómo se llama? Mignola, ¿no?

Mignola. Minghella es el que se murió, el pobre, el director de El talento de Mr. Ripley.

Sí, sí, es verdad. Con Hellboy ha conseguido algo muy difícil, que es que un puñetero monstruo feo… darle una personalidad que te cagas, creértelo, reírte, darle a sus aventuras unos giros, unos experimentos de historia… y para mí, eso es. Me gusta también mucho Alan Moore, quizá un pelín demasiado espeso, a veces. Pero me gustan cosas de este tipo. Pero me gusta más Hellboy, te lo tengo que decir.

¿Y pelis?

El cine claro que influye, pero no tengo referencias conscientes.

¿Ni a nivel de aventura?

Hombre, sí, los clásicos de piratas, de Errol Flynn(Se señala el bigote) Aquí está el referente (risas). Y así, modernos… Volvería a Hellboy: Guillermo del Toro. Me parece muy bueno adaptando, me parece un tío que realmente le gusta el cómic, y se lo cree, y se lo toma en serio, y lo adapta como tiene que ser. Vuelvo al tema, a Frank Miller: «Yo soy Dios y hago con Spirit lo que quiera». Hostia, ¿a ti qué te parece Spirit, tío?

Yo creo que es una peli que habrá que ver en diez años. (¿Cómo decirle sin parecerle traidor que Miller es el motivo por el que me dedico a los cómics, y que siento muchísimo más apego emocional hacia él que hacia Spirit o Eisner, habiéndolos leído de niño? Me parecería improcedente contrariar su indignación honesta). No la entendí (pero me moló). Parece una peli de Miller, no de Spirit.

¡Es que a eso es a lo que voy! No hay que calcar. Guillermo del Toro con Hellboy no ha calcado, por ejemplo. Ha calcado más Miller con Sin City la manera de contar de un cómic, que Guillermo del Toro siendo súper fiel al personaje. Son dos maneras de entender la cosa. «Uy, esta viñera qué bonita es, venga, la pongo aquí, ¡acción!». No, es como… conozco al personaje, me gusta y… Y para mí, Guillermo del Toro es un genio. El laberinto del fauno ya me gustó mucho. A nivel consciente… los hermanos Caro me gustan mucho. Digo los hermanos… el Jeunet y Caro éste, los de Delicatessen. No sé qué más decirte. Películas de superhéroes no me convence ninguna, a excepción de Batman.

¿Qué Batman? Porque, macho, hay doscientas ya.

Yo es que ahí soy… El Burton me gustó en su momento, pero es que, realmente, el tipo éste me mola mucho, eh…

¿El último?

¿Cómo se llama el director? Kevin Nolan no…

Christopher Nolan.

Me gustó mucho. No sé si compartimos. Es que me gustan las dos de él.

No, a mí no me gusta. Pero no viene a cuento eso.

¿Ninguna de las dos te gustan?

La última no la he vistoBatman Begins no me gustó nada.

No te gustó. (Parece que busca una justificación, le gusta conversar)

Cinematográficamente encuentro al tipo un poco estafador. Me pareció muy mal narrada.

Bueno, quizás un poco a trompicones. Pero…

No me gustan las películas que empiezan con la música a todo trapo, para aturdirte. Para mí es el claro ejemplo de lo que no hay que hacer.

Yo tengo un punto de que Batman para mí es el único superhéroe que existe. Ahí siempre le tengo cariño. Y luego él le dio un punto…

La veo un poco maricona, dentro de ese intento de hacerla oscura.

¿Has visto la última?

La última dicen que no (¿Cómo explicarle que el sentimiento de traición que él sufrió viendo el Spirit de Eisner en manos de Miller probablemente lo sentiré yo viendo el Batman de Miller en manos de Nolan?) Prefiero esperar un par de años a verla.

El Joker te da miedo de verdad. No es Jack Nicholson, salvando… Qué miedo da este tío. No sé, me gusta. Pero las demás, ninguna. Ni las adaptaciones que se han hecho de Alan Moore me parecen…

¿Pero tú te ves adaptando Omar Verne?

¿Tú te imaginas? Sería alucinante, ¿no? Mi colega me lo decía con Omar. «Tío, vamos a hacer un guión de esto». Pero, claro, es que es un iluso. Claro, estamos hablando del cine en España. Imagínate hacer una historia del Siglo XVII aquí. ¿Adónde vas?

De todas maneras, tu Omar no ha sido nada mal recibido.

Sí, es curioso. No sé, porque es que es una editorial mínima. Se tiraron mil quinientos ejemplares, se han vendido todos. Las críticas han sido muy buenas…

¿Está reeditado y eso?

No, por un tema de lo que te hablaba, de infraestructura. Es mínima, la editorial. De hecho no es una editorial, es una persona, Vicente Galadí. El tío tiene unos cojones que te cagas. El mío es su único álbum, a no ser esos que saca de la Guerra Civil (se ríe). Nuestra Guerra Civil…

¿Pero por qué te cansa la Guerra Civil? Mira los yanquis el partido que le sacan a sus guerras y nadie protesta.

Sí, mira lo bien metida que está en El laberinto del Fauno. Pero yo soy muy fantástico. Me gusta que me hagan trepidar.

No eres de “aventura interior”, por definirlo de alguna manera, como un Luis Durán.

No.

Pero de repente estamos viendo una generación de treintañeros españoles que vuelven a cultivar la aventura, después de años de cómics autobiográficos (Pedro imita un gesto definitorio de hacerse una paja). No sé si esa nueva tendencia se hace da cara al mercado francés o por gustos propios.

Posiblemente sí que lo haya, un poco de cambio. Puedo responder una parte de lo que dices con la motivación “tengo que vivir”, pero en mi caso, de todas formas, jamás me ha salido contar una historia sobre mí. Nunca tuve ese punto que en los 90 se lió a tope. A ese nivel hay cosas que me dejan completamente indiferente. Daniel Clowes es lo único que me gusta de este rollo. Porque es un genio. Pero todo lo demás es pseudoClowes. Y a nivel personal, como lector, me gusta que me entretengan. Y como autor, busco lo que me gusta como lector: un anhelo de poder entretener al lector.

En cuanto a lo de la aventura interior, sí que me gustaría encontrar un equilibrio. En los dos álbumes que he hecho, he intentado eso: un equilibrio entre aventura y… Aunque quizás es un complejo, porque igual sí me gustaría hacer aventura por aventura, pero… me da como vergüenza. Como la tontería, ¿no?

Hacer aventura sin poso reflexivo, sin justificación…

Exacto, exacto, exacto.

Es interesante lo que dices, porque en muchos autores españoles se nota ese miedo a no salir del armario de la coartada intelectual, supongo que por temor a los críticos que les apoyan, y a lanzarse a hacer aventura pura que emocione.

En mi caso no busco justificaciones intelectuales, sino humanas, desde el cariño al personaje. Ésa es la utopía para mí: conseguir Corto Maltés. Es aventura, aventura, aventura… y, sin embargo, basta que se pare un momento a fumar un cigarrillo y diga dos palabras para que digas (admirativamente): “¡Hijodeputa!”. ¿Sabes lo que te quiero decir?

La clase absoluta del personaje.

Exacto. Para mí es el paradigma de entretener mucho, pero tener tanto poso detrás que consigues que el personaje tenga entidad y te lo creas y lo vivas. Ojalá llegara yo un día a eso. Pero si tengo un camino a seguir, para mí es ése. Con este próximo segundo álbum le he pedido a Jorge más acción, porque quiero más acción. Sin olvidarnos de que hay una persona.

Dos ramificaciones por ahí: ¿te identificas entonces con autores como Luis Durán o Carlos Vermut?

Sí, me gustan mucho. De hecho, con Durán habíamos hablado alguna vez (de hacer algún proyecto), lo que pasa es que se quedó todo en agua de borrajas. Me gustan mucho. ¿Identificarme? Yo es que tengo un punto un poco antisocial en el sentido de que no sé dónde estoy. Yo vivo en Premià de Mar, no conozco dibujantes, tengo cuatro amigos dibujantes, de los que tres son ilustradores, entonces mi mundo con el cómic es una relación de que me gusta, no de que esté rodeado de profesionales. No por voluntad, sino por falta de contacto.

Con eso me quieres decir que no tienes una consciencia del panorama actual.

Exacto. Conozco mucho. Conozco a Vermut, conozco a Durán, y me gustan mucho lo que hacen. A Durán le envidio mucho la capacidad que tiene de contar historias cerrándolas y siendo así de poético. Le echo en falta quizá que me entretenga. Es un poco la búsqueda de la perfección, porque Durán es muy bueno. A Vermut le veo el potencial para contar historias y le falta lo que tiene Durán. Buscando la perfección. Para mí son dos pedazo de autores. Tampoco estoy muy al día de lo que se hace en Francia, aunque me encanta lo que hace el Christophe Blaine.

Sí.

Claro, ahí también hay un parón.

A mí también me ha pasado. Con Gus más que con Isaac el PirataGus me dejó boquiabierto.

Ahí te encuentras con un tío que dibuja como Dios y dices: “Hijo de la gran puta, hijo de la gran puta”. Pero a nivel narrador, ¡también!

Y además tiene, ése sí, un equilibrio perfecto entre autor independiente con conciencia artística, que si eres crítico o bloguero siempre quedas bien laureándolo, y al mismo tiempo entretenedor para el lector. Ese rollo francés de funcionar a la vez de forma vanguardista y clásica, que los yanquis muchas veces no tienen: desde un punto de vista distante y cercano a la vez.

Que los yanquis no tienen a lo mejor por estructura, a lo mejor, por manera de funcionar.

Son mucho más cuadriculados.

Pero a lo mejor es la empresa, el negocio, no los autores.

Creo que es la mentalidad: les parece que sólo hay un camino, que el entretenimiento pasa siempre por…

Exacto, por el ABC. Son más de fórmula. Sí, los franceses son más libres en ese sentido. Y también tienen la posibilidad de haber creado, que aquí no pasa. Aquí tienes que saltar al vacío, directamente. ¿Dónde publicas cien historietas de cuatro páginas antes de meterte con un álbum?

¿Dónde te fogueas?

Es que no existe. Yo antes de mis dos álbumes, habré hecho cuarenta páginas máximo.

Es una putada, ¿no? No poder dedicarte al oficio sólo para mejorar.

Claro…

Dime, dime.

Ya no sé qué te iba a decir.

A ver, el otro tema: la culpabilidad. Me gusta cómo durante el flash forward dejáis intuir en el lector que el deseo más íntimo de Verne no es salvar la vida de la persona en peligro, sino cumplir su vocación profesional. Ahí se genera un sentimiento de culpabilidad muy atractivo como concepto. Me gustaría preguntarte si fue idea tuya o de Jorge, porque personalmente me parece más propia de él que tuya.

Que te conteste Jorge, porque sinceramente no me acuerdo. Y te lo digo de verdad.

Es que me suena más a guionista torturado.

Que te conteste él y de paso te comento cómo se ha parido el guión, que es un proceso bien curioso. El guión lo hemos escrito entre los dos, en el sentido de que él me mandaba unas páginas y yo le decía: “Hostia, Jorge, ¿y si en vez de eso pasa esto?”. “Ah, mola. Lo ponemos”. Digamos que ha habido un 80/20, un 70/30 de participación.

Un toma y daca.

Un toma y daca que de cara al segundo… como el personaje era mío, lo quería soltar pero no del todo, tenía muy claro cómo era el personaje. Lo que pasara ya me había rendido a que fuera lo que fuera, del rollo: “Venga, va, hazme la historia”. Pero sí había cosas por las que a lo mejor no pasaba. Alguna vez ocurrió: “Hostia, tío, esto no lo hace Verne”. Yo he tenido que irle convenciendo de cómo es el Verne. Sí que es verdad que quiero currar con Jorge y que Jorge es el guionista de Verne, pero partiendo de la premisa de que el personaje era mío y quería que lo entendiera. A lo mejor yo era un poco egoísta. Pero no, él lo tomó bien y lo hizo suyo. El proceso ha sido súper fructífero y súper fluido, hasta el punto de llegar la posibilidad de crear el segundo álbum, apalabrarlo en una hora y saber que el binomio funcionará muy bien. Ha habido ideas que han sido de Jorge y cosas que han sido mías. Al final, ha quedado una historia muy sintética, había más en el tintero que no ha salido. El origen de la historia en sí, curiosamente, no ha salido: se la di yo. Verne tenía una profesora de Latín o de lo que fuera, cuyo marido murió ahogado. El “fantasma” de la historia es un poco el resultado de eso: al final, el personaje de la profesora se borró y quedó el de más peso, el “fantasma”. Me recordó que yo en mi infancia iba a veces con mis padres a la playa, en Isla Cristina, Huelva, donde hay mucha tradición de marineros y de gente que se ha quedado en el camino: hay las típicas losas con doscientos nombres de marineros desaparecidos. Y había una vecina, una señora, que tenía un hijo que se había… perdido, no muerto, porque ésta es la historia, ¿no? Y le hablaba al hijo, era como si estuviera ahí con ella. Claro, estaba de la olla. Pero me vino ese recuerdo a la cabeza. Y de ahí nació el personaje. Luego acabó siendo lo que acabó siendo.

¿Por qué habéis tardado tanto en terminar el álbum?

Mogollón. Pero es que eso es la historia. Ahí está. Ahí está la parte mía a nivel económico: yo realmente con los seis mil euros que te dan, fraccionados, que no son seis mil, quítale la parte de guionista, quítale el IRPF, claro, ¿qué te quedan? Tres mil euros para un álbum. Pues, ¿cómo lo hago? Como puedo. Entre medio, he hecho libros de ilustración… Ahora sí estoy haciendo solamente un álbum para Parramón Ediciones, que es una editorial que nunca había hecho cómic. Ahora hay muchas editoriales de éstas que se ponen a editar cómics. Con el boom éste de la famosa tontería de la novela gráfica. Pues han dicho: “¡Ah! ¿Qué mola? ¿El cómic? ¡Pues vamos a hacer cómic!”.

Ahí estamos todos (risas), apuntándonos al carro.

Sí, pero es curioso, porque yo lo que estoy haciendo no tiene nada que ver con novela gráfica, pero le llaman novela gráfica. Ésa es la chorrada de la palabra. Yo lo que estoy haciendo es adaptar un libro que ya hice, a nivel de ilustración, con clásicos del terror (Poe, Lovecraft, Maupassant), a partir de esta propuesta de la editorial. “¡Vamos a hacer cómic! Pero tenemos que hacerlo desde el punto de vista de la novela gráfica”. Para ellos  el punto de vista de la novela gráfica es lo siguiente: coger una novela que ya esté hecha y adaptarla. Y a ser posible que esté libre de derechos, o sea, que sea de setenta años para atrás. También tienen un fondo de novelas suyas, pues cogen una y la adaptan. Por ejemplo, Jorge está adaptando Los búfalos de la noche, una novela de Guillermo Arriaga, el guionista de Amores perros.

Eso es una novela gráfica, ¿no?

Exacto, eso es una novela gráfica. Ése es el rollo con el que ellos venden el concepto de novela gráfica. Y yo estoy adaptando relatos libres de derechos.

Sí, es todo una gran mentira. Como la «novela gráfica» de El Incal, o sea, la recopilación de álbumes de El Incal.

¿Qué pasa aquí? Que esta gente tiene pasta, esta gente vende al extranjero, de hecho el libro éste del miedo lo tengo en treinta idiomas, y entonces te permite decir: “Vale, estoy haciendo esto y estoy haciendo esto. Ya no tengo que coger ningún otro trabajo”. Y eso es lo que me gustaría conseguir con mis proyectos personales. Sé que es difícil.

¿Ese proyecto lo estás disfrutando?

He tenido suerte y en esa editorial me tienen mucho aprecio porque los libros que he hecho han funcionado muy bien y me han dado mucha carta blanca. Aunque yo no quería hacer eso en un principio. Yo les había propuesto un montón de otras ideas: adaptar La IlíadaEl Barón de Münchhausen, que es una cosa que me encantaría hacer… cosas de éstas. “Sí, sí, muy bien, muy  bien, pero como el del miedo se ha vendido muy bien, vamos a hacerlo en cómic”. Digo: “Joder, otra vez lo mismo”. ¿No? No saldré del Siglo XIX nunca. (risas). Y luego cuando vi que me daban carta blanca, porque adapto los textos yo… al final me lo estoy pasando de puta madre.

Esa exclusividad de dedicación es la que te gustaría conseguir con Verne, por ejemplo.

Exacto. Conseguir un tipo de contrato… Yo no estoy pidiendo nada especial, estoy pidiendo poder dedicarme a esto. Para que un álbum se acabe en menos de un año, o eres un tío que vives con tu madre, tío, que te da de comer… Es que yo no sé realmente qué piensan otros autores, a lo mejor soy yo el único. O es que soy lento. O es que lo que sea. Pero creo que hay que vivir, ¿no? Y que hay que pagar las facturas, y que eso sólo se puede hacer de una manera, que es ingresando dinero.

Queda clarísimo. ¿Crees que habrá una buena acogida en Francia?

Ojalá. No sé. Yo ahí vuelvo al rollo escéptico mío. Jorge lo tiene clarísimo. Yo quizá por carácter soy más… como los fans del Barça, que siempre desconfían: “Ay, sí, sí, sí, estamos jugando de puta madre, pero nos van a dar por culo”. Pero espero que sí, realmente. Espero que al menos… A veces lo pensé también: “Coño, estoy hablando de su héroe nacional”. ¿Cómo no lo han hecho antes? O se me ha pasado o no se ha hecho. Había un punto de decir: «Si no lo han hecho… tu idea no puede ser tan original», a ver si me entiendes, alguien la ha tenido que pensar. Si no la han hecho es porque no se puede hacer o yo qué sé. Un poco que me tiré ahí a la buena de Dios. Así que por un lado espero que lo entiendan como lo que es, que no sea aquello de (con voz menospreciativa): “Este tío… hablando de nuestro ídolo…”. Que sepan, que entiendan que es un icono mundial. Entonces tengo ese punto por un lado de miedo entre comillas. Y por otro lado, intentando que piensen al revés: “¡Coño, míralos! Han tenido que venir estos de fuera para entender que aquí había un filón”. Espero que al menos no digan: “Vaya mierda”. Eso sí que espero que no lo digan.

Para terminar, ¿se te ocurre algún icono español, algún mito del que tú pensaras que merecería la pena recrear su juventud?

¡Ah! ¡Hostia! Es buena pregunta. Me la tenías que haber dicho antes, para pensar. Hombre… Valle Inclán mola, ¿no? Tenía un punto loco que quizás sí. Me pillas un poco a bote pronto, pero es el primero que me salta a la cabeza. Dime tú alguien. ¿En quién piensas tú?

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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