Al igual que otras obras de la escuela expresionista, Nosferatu ‒sobre cuya producción ya les hablé en un artículo anterior‒ también delata un trasfondo que podemos vincular con el ocultismo y la magia.
En este sentido, Luciano Berriatúa destaca en Los proverbios chinos de F.W. Murnau (Filmoteca Española, 1991) las conexiones entre miembros del movimiento expresionista y diversas sectas y organizaciones de carácter esotérico, alguna de ellas de signo satanista.
Ni que decir tiene que el ocultismo estaba de moda entre la burguesía alemana del periodo de entreguerras. Según Berriatúa, Nosferatu entronca con esa tendencia a causa de dos personas: el director artístico Albin Grau y el guionista Heinrich Galeen.
Hay un hecho que refuerza esta tesis: Murnau jamás habló sobre Nosferatu en ninguna entrevista. Como si no fuese obra suya.
Albin Grau fue un pintor y diseñador de quien se desconocen datos previos a su participación en la película. Incluso se especula con el hecho de que ese no fuera su verdadero nombre. En teoría, trabajó en diversas producciones hasta 1925, año en que dedicó sus esfuerzos al esoterismo. Fue miembro de la sociedad esotérica Ordo Templo Orientis, inspirada en las enseñanzas de los templarios, y particularmente, en las del ocultista y vividor británico Aleister Crowley.
Grau abandonó esta orden tras una escisión, y fue el primer gran maestre de otra sociedad, la Fraternitas Saturni.
Berriatúa afirma que Grau fue el autentico impulsor del film y quien solicitó a Murnau que lo dirigiese, inspirándose en varias fuentes: la novela Drácula, obviamente; la película El Golem (Der Golem, Paul Wegener, 1920) y la novela en que se basa dicho film, El Golem, de Gustav Meyrink. Grau copió de la edición de 1915 las ilustraciones de Hugo Steiner-Prag, en las que se puede comprobar que el aspecto de golem es idéntico al de Nosferatu.
Heinrich Galeen nació en Dinamarca y, como Murnau, comenzó su carrera en la compañía teatral de Max Reinhardt. Fue discípulo del escritor Hans Heinz Ewers, autor de La mandrágora, quien perteneció a una sociedad de inspiración rosacruz y tuvo contactos con la Golden Dawn. Galeen también siguió las enseñanzas rosacruces de su mentor.
Según Berriatúa, dentro de Nosferatu subyace un mensaje que sólo puede ser descifrado mediante las claves que proveen las enseñanzas rosacruces, el ideario ocultista de Aleister Crowley y el credo de la O.T.O.
Con relación a este tema, hay una escena llamativa al comienzo de la cinta. Cuando Knock le encomienda a Hutter la gestión de los asuntos del conde, sostiene una carta plegada, remitida por el vampiro. No permite que el joven la vea en ningún momento y sólo la lee cuando se encuentra alejado o cubriéndola con su cuerpo.
Cuando puede verse, muestra por ambos lados del papel una serie de signos que no pertenecen a ningún alfabeto.
Una vez más, Berriatúa es clarificador: “Están llenas –nos dice– de signos tomados de auténticos grimorios y tratados paracelsianos. Estos extraños signos son tan convincentes que incluso podríamos intentar traducirlos”.
Más concretamente, el estudioso identifica el alfabeto hermético de las cartas con el texto rosacruz Ritual de la muerte egipcia. Además, Grau decora con símbolos y parafernalia ocultista el estudio del profesor Bulwer y las páginas ilustradas de El libro de los vampiros. Por cierto, estas sólo pueden verse dependiendo de la copia se contemple. En concreto, aparece un sello inspirado en un talismán griego y en un mosaico romano contra el mal de ojo.
De la correspondencia que intercambian Knock y el vampiro se puede deducir: a) que el primero posee un grado elevado de conocimiento arcano, y b) un conocimiento previo de la condición e intenciones de Orlock.
Ambos personajes tienen cierto parecido físico y sus nombres son fonéticamente similares. Además, en la conversación que Knock mantiene con Hutter, el patrón hace varios comentarios irónicos sobre el coste en dolor y sangre que pueden acarrearle los encargos del conde.
Más misterios: hablemos ahora del que, por excelencia, ha sido el principal enigma de la película: ¿Existió Max Schreck? ¿Fue él quien interpretó el papel de Nosferatu?
La cuestión de la identidad de Max Schreck ha estado mixtificada durante años. De hecho, ha llegado a atribuirse la interpretación del vampiro a Murnau, al guionista Hans Rameau –amigo y amante de Murnau–, al mismísimo Bela Lugosi e incluso a un auténtico vampiro…
El relativo a Lugosi es un rumor con ciertos visos de credibilidad. Por esas fechas, el actor se encontraba en Alemania y había trabajado en la anterior película de Murnau, Der Januskopf, basada en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de R.L. Stevenson. Sin embargo, ahí acaba todo, porque Lugosi no fue Nosferatu.
La idea de un vampiro real en la cinta –según cuenta otra película, La sombra del vampiro (2000), de E. Elias Merhige– es descabellada incluso si nos tomamos en serio el mito. No en vano, todos sabemos que los no muertos no pueden ser registrados por ninguna cámara…
Bromas aparte, la cuestión del actor que dio vida a Nosferatu ya está resuelta. Max Schreck tuvo una existencia real. Nació en Berlín en 1879 y perteneció a la compañía teatral de Max Reinhardt. Trabajó continuamente en la escena teatral y cinematográfica hasta su muerte en 1936.
Otra de las cuestiones que ha contribuido a complicar la identidad de Schreck es su apellido, traducible por algo similar a “miedo” o “terror”. En todo caso, es posible, e incluso probable, que haya escenas en las que no sea Schreck quien esté bajo el maquillaje del vampiro, debido a que la mayoría de los actores de la época provenían del mundo teatral y simultaneaban esta carrera con la cinematográfica. Por lo tanto, cabe la posibilidad de que Schreck fuese reclamado para alguna función o gira y tuviese que ser doblado por otra persona en algún plano general.
Sea como fuere, y al margen de los imaginativos delirios de los ocultistas, lo cierto es que Nosferatu es una obra maestra que, como ya dije en un artículo anterior, consolida el mito del vampiro en la cultura popular de nuestro tiempo.
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