Cualia.es

Crítica: «Mulán» (Niki Caro, 2020)

«¿Comparada con qué?». Esa es la pregunta adecuada a la hora de cuestionar los méritos de esta película. Y por cierto, deberían hacérsela todos los opinadores antes de guiarse, con infinita pereza, por lo que marcan las tendencias de internet.

Qué gran dilema, encontrarse este estreno ‒o cualquier otro‒ y escuchar la sucesión de naderías que repiten los lemas publicitarios. Uno está siempre deseando que le guste el espectáculo, y hay que esforzarse muy poco para decir cosas agradables. Claro que también podemos perder los papeles, y refutar de uno en uno a todos sus defensores.

¿Basta eso para hacer una crítica? Creo que no.

Vuelvo a la pregunta del principio. ¿Sale bien parada Mulán (2020) si la comparamos con la cinta animada de 1998? Yo diría que la dirección de los animadores Barry Cook y Tony Bancroft supera a la funcional realización de Niki Caro, y que en otros apartados el contraste es aún más feroz. Por ejemplo, la música de Harry Gregson-Williams es muy inferior a la que compuso el maestro Jerry Goldsmith en el 98. Asimismo, el guión de Rick Jaffa y Amanda Silver ‒renovadores de la franquicia de El Planeta de los Simios‒ carece del humor y la ligereza que animaba el libreto original de Philip LaZebnik y Chris Sanders. Y esto último es así, por mucho que el matrimonio JaffaSilver añada toques realistas y matices históricos.

Desde esa perspectiva, Mulán es una película con sus «peros». ¿Mejora la comparación si la ubicamos en el género al que corresponde? Veamos: Mulán pertenece al wuxia. Así pues, queda bajo esa etiqueta que en China, Taiwán y Hong Kong engloba el melodrama histórico, de corte caballeresco, delimitado por la magia y las artes marciales.

En el wuxia hay de todo: desde obras maestras a títulos infames. No hace falta ser un especialista para calibrar lo que es Mulán. Vean, por ejemplo, Acantilado Rojo (John Woo, 2008), y así podrán decidir si Niki Caro tiene soltura ‒o mas bien no‒ a la hora de planificar como es debido las escenas de acción. Si les digo la verdad, mi impresión es poco entusiasta. Y hay momentos, como el desenlace, que a uno le hacen fruncir el ceño ante ciertas decisiones. Qué quieren que les diga: se me ocurren otros cineastas que podrían haber filmado infinitamente mejor las principales coreografías del film.

Voy más allá. ¿Es Mulán un buen ejemplo de feminismo pop? Los referentes más próximos serían Wonder Woman (Patty Jenkins, 2017) y Capitana Marvel (Anna Boden y Ryan Fleck, 2019). En esa liga, Mulán funciona según lo esperado, y queda claro que su público objetivo es la adolescencia actual. Pero que nadie le pida a esta heroína medir sus fuerzas con verdaderas guerreras, como Ripley de la saga Alien o Sarah Connor de la franquicia Terminator. En realidad, Mulán quiere jugar las mismas cartas que Jasmine en Aladdin (Guy Ritchie, 2019) o Bella en La Bella y la Bestia (Bill Condon, 2017), repitiendo el mismo mensaje: «Tú puedes llegar a donde te propongas, y tener algo más que la simple necesidad de vencer los prejuicios machistas».

Por otro lado, que un film promueva un mensaje decente no tiene que ver con su calidad intrínseca. Sobre todo, cuando ese mensaje está mejor enmarcado que la propia narración.

Se le pueden poner otras pegas a la película (su falta de humor, su escasa personalidad emocional, su desaprovechamiento de leyendas como Donnie Yen o Jet Li), pero eso no lleva al desastre total. Hay mucho dinero en juego, y la maquinaria de producción de Disney sabe cómo guardar las apariencias. Los decorados ‒reales o digitales‒ son tan suntuosos como los escenarios naturales donde se rodó el film. El vestuario es magnífico, y la fotografía aprovecha muy bien esa gama cromática (propia de un musical, aunque este se niegue a incluir canciones). Hay batallas que remiten a Peter Jackson. Y varios de los intérpretes ‒en especial, Gong Li, Tzi Ma, el renacido Jason Scott Lee y la protagonista, Liu Yifei‒ se ganan muy adecuadamente el sueldo.

Por otro lado, el tono general del film suena a un poco disimulado cortejo del mercado chino. Y eso, quieras que no, recuerda algunos vaivenes de la saga Star Wars. Contentar a un público global siempre implica usar una lijadora industrial para eliminar asperezas.

Mulán se define en tres conceptos: espectáculo vistoso, épica sin sangre y reivindicación del movimiento #MeToo. El primero de ellos, por desgracia, ya no podrá ser disfrutado en cines, y ello nos impide apreciarlo tal y como fue concebido.

En todo caso, la película funciona como entretenimiento familiar, y pendula entre lo agradable y lo conveniente. Mulán no decepcionará a los espectadores más jóvenes. Pero quienes hayan visto mucho cine, la olvidarán muy pronto.

La verdad, no es nada nuevo: la misma amnesia se repite con gran parte de las superproducciones recientes.

Sinopsis

Hua Mulán (Liu Yifei), la valiente y enérgica hija mayor de un condecorado guerrero, es la niña de los ojos de su padre. El Emperador moviliza a sus tropas para combatir el ataque de los invasores del Norte así que Mulán se hace pasar por un hombre para sustituir a su padre enfermo. Adopta el nombre de Hua Jun y se embarca en una aventura que la transformará en una guerrera legendaria.

Como soberano de China, el Emperador (Jet Li) promulga un decreto según el cual un hombre de cada hogar debe servir en el Ejército Imperial y luchar contra los invasores del Norte que acechan peligrosamente. El Emperador fue en su tiempo un guerrero temible y está decidido a aplastar los rouranos.

El oficial al mando, el comandante Tung (Donnie Yen), es una figura trascendental para Hua Mulán, ya que además de liderar el batallón del Ejército Imperial del Emperador, se convierte también en su mentor.

Böri Khan (Jason Scott Lee) es el guerrero rourano que lidera la Invasión del Norte. Le mueve una venganza personal y no se detendrá ante nada en sus ansias de venganza.

Xianniang (Gong Li) es la aliada de Böri Khan y de las fuerzas rouranas. Posee poderes especiales, tiene más en común con su adversaria Hua Mulán de lo que ella hubiera imaginado jamás.

Mulán está dirigida por Niki Caro (Whale Rider, McFarland, USA) con un guión de Rick Jaffa y Amanda Silver (Jurassic World, En el corazón del mar) y Elizabeth Martin y Lauren Hynek basado en el poema narrativo La balada de Mulan. Los productores son Jason T. Reed (Las Tortugas Ninja), Chris Bender (Una historia de violencia) y Jake Weiner (Criminal) con Barrie M. Osborne (El señor de los anillos: El retorno del rey), Bill Kong (Tigre y Dragon 2: La espada del destino, Monster Hunt) y Tim Coddington (Crazy Rich Asians (Locamente millonarios) como productores ejecutivos.

Liu Yifei (El reino prohibido, Once Upon a Time) fue seleccionada para encarnar a Hua Mulan después de una búsqueda por todo el mundo que duró un año. La película también cuenta con Donnie Yen (Rogue One: Una historia de Star Wars); Jason Scott Lee (Tigre y Dragón 2: La espada del destino); Yoson An (Megalodón); Utkarsh Ambudkar (Dando la nota); Ron Yuan (Marco Polo); Tzi Ma (La llegada); Rosalind Chao (Star Trek: Espacio Profundo Nueve); Cheng Pei-Pei (Tigre y Dragón); Nelson Lee; Chum Ehelepola; con Gong Li (Memorias de una geisha, La linterna roja) y Jet Li (El templo de Shaolin, Arma letal 4).

La película animada de Disney, que se estrenó en 1998, estaba protagonizada por Ming-Na Wen, Miguel Ferrer y Eddie Murphy y fue nominada a un Oscar® y a dos Globos de Oro.

La historia de la legendaria guerrera es uno de los cuentos populares más famosos de China, y sigue formando parte del plan de estudios en los colegios chinos.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis ©  Walt Disney Studios Motion Pictures. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.