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Crítica: «Orígenes secretos» (David Galán Galindo, 2020)

Hoy en día, toda la cultura pop anglosajona es susceptible de ser fagocitada en clave nacional, desde cualquier soporte. De paso, se ha convertido en una tendencia a reivindicar. Como si aún hiciera falta invocarla cada dos por tres.

Así, de entre todos los referentes que nos llegan de América, los superhérores se han convertido en el no-va-más del pop, en la decisión más acertada si uno aspira a ser un consumidor friki, y en las siluetas que todos los cavernícolas debemos pintar en la pared de nuestra cueva.

Y ustedes me dirán: ¿tienes algo en contra de los superhéroes? Pues claro que no. Me encantan. Aunque con matices. Disfruto como el que más de Marvel y DC, pero me fastidia que hayan impuesto este monodialecto en el mundo del cómic y en un sector de Hollywood. Lo que en otro tiempo era un subgénero de la historieta, hoy acapara tanto espacio mental y sentimental que ha desalojado miles de propuestas alternativas.

Las multinacionales del entretenimiento andan diez metros por delante de nosotros. Con el márketing adecuado y una pizca de viralidad, no representa el menor esfuerzo convencer al público actual para que ponga otro enmascarado en su vida. Seas español, mexicano o argentino, sentirás como si conocieras de toda a la vida a esos héroes de papel.

Es lo que hay, no de den más vueltas.

Les cuento todo esto porque Orígenes secretos plantea dos propuestas significativas: la reivindicación de la cultura friki (¿qué les dije al principio?) y la asimilación del estereotipo superheroico dentro de los márgenes de la comedia costumbrista española.

Nada que alegar contra esto último. Pero qué quieren que les diga: me rechina ese soniquete, propio de esta década, que identifica la épica pop como algo ajeno a la tradición española, tan castiza ella.

Me identifico con ese amor por los tebeos Marvel o DC, pero quizá va siendo hora de mover nuestra propia ficha, y recuperar ‒con una mirada actual‒ la novela caballeresca española o nuestros folletines del XIX, resucitando de paso a los paladines del tebeo ibérico ‒el Jabato, el Corsario de Hierro o el Cachorro, entre otros miles‒,  a los grandes personajes de nuestra novela popular ‒empezando por el Coyote‒ y a los protagonistas de aquellas películas del Oeste, de espadachines, de agentes de la ley o de superespías que marcaron el cine hispanoeropeo de los sesenta y los primeros setenta.

Desde esta perspectiva, Orígenes secretos no debería ser vista como una novedad, sino, en todo caso, como un reenganche. Con la salvedad de que nos conecta, exclusivamente, con referencias foráneas.

Antes de llegar a la pantalla, Orígenes secretos fue la primera novela de David Galán Galindo. Estoy seguro de que su libro destila el mismo afecto genuino y sin complejos que se advierte en la película. Un film bienintencionado, lleno de guiños y alusiones al cómic, cuyo armazón no oculta préstamos de Seven, Kick-Ass y El Protegido, con una pizca de Kevin Smith y esos toques sainetescos que tanto identifican al cine patrio.

Al ver la película, he recordado un film injustamente olvidado, Tuno negro (2001), de Pedro Luis Barbero, y también tenía presente la primera etapa de Álex de la Iglesia. Sin embargo, aunque Orígenes secretos despierta mucha simpatía, está claro que en ella hay aciertos ‒el diseño de producción, la fotografía, el maquillaje‒ y también problemas, sobre todo a nivel narrativo. Una lástima, sobre todo si tenemos en cuenta el gran apoyo institucional que ha recibido la propuesta.

Me encanta ver a Javier Rey, a quien descubrí en Velvet, encarnando a un policía estoico y sin fisuras. Antonio Resines aporta oficio y solidez a su papel. Por su parte, Verónica Echegui y Brays Efe se mueven con el gusto actual, aproximándose al público objetivo del film (que obviamente no soy yo). Con más espíritu de tebeo, Ernesto Alterio y Leonardo Sbaraglia se lo pasan a lo grande, en un registro paródico que le va bien a sus personajes.

¿Originalidad? No parece ser aquí lo importante, pese a lo especial de la propuesta. ¿Entretenimiento? No lo echarán en falta, aunque parte del engranaje falle. ¿Y qué decir de la puesta en escena? Ahí es donde tengo más reticencias. En serio, es difícil rodar un thriller sólido, y a pesar de su esfuerzo, al director le falta pulso para animar secuencias que aquí tienden a lo superficial o a lo mecánico. La idea de partida es buena ‒a la vez, divertida y entrañable‒, pero la ejecución flojea. De hecho, carece de la naturalidad y de la fluidez que esperamos en un producto de primera, de esos que emergen en versión mejorada cuando los recordamos.

Al margen de las expectativas fallidas ‒que no invalidan todo el producto‒, toca alegrarse por el hecho de la película de David Galán llegue a la pequeña pantalla. Especialmente si consideramos que Orígenes secretos abraza sin prejuicios esa comercialidad que tanta falta le hace a nuestra industria. Y si encima llega a un público internacional, la felicidad será doble.

Sinopsis

Madrid 2019. Un asesino en serie está sembrando el caos. Personas anónimas y sin conexión están siendo asesinadas imitando las primeras apariciones de los súper héroes más conocidos: El increíble Hulk, Iron Man, Spiderman…

Cosme (Antonio Resines) es el mejor detective de su comisaría y está a punto de jubilarse contra su voluntad. David (Javier Rey) es su relevo y es joven e impulsivo. Ambos tendrán la misión de encajar las piezas en un juego, del que desconocen completamente las reglas. En su aventura contarán con la ayuda de Jorge Elías (Brays Efe), hijo de Cosme, entrañable friki y dueño de una tienda de cómics y de Norma (Verónica Echegui), jefa de ambos y amante del manga y del cosplay.

Dicen que algunas veces hay que ponerse el traje y salir a hacer de este mundo un lugar mejor. Puede que esta sea una de ellas.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.