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«The Magazine of Fantasy & Science Fiction» (1949-)

A finales de los cuarenta, cuando Astounding Science Fiction se hallaba en la cima de su popularidad, había ya otro tipo de ciencia ficción que discurría por caminos menos visibles y que afloraba en revistas de menor categoría. Fue por entonces que un puñado de escritores empezaron a experimentar con el estilo y la técnica narrativa, una opción estética que les cerraba las puertas de Astounding. Los primeros trabajos de Ray Bradbury, Alfred Bester o Cordwainer Smith vieron la luz en otras cabeceras. Y otros autores que ya habían publicado en Astounding empezaron a explorar formas de expresión y visiones más personales para los que tuvieron que encontrar editores más abiertos de mente que John W. Campbell Jr y nichos de lectores en sintonía con sus ambiciones.

Y esos nichos florecieron alrededor de 1950, cuando una amplia y nueva ola de revistas llegó a los quioscos para desafiar la supremacía de Astounding. Por otra parte y al principio tímidamente, algunos editores de libros empezaban a atreverse con la ciencia ficción, sobre todo y al principio reeditando obras previamente serializadas en revistas. En ese año se contabilizaron un total de 25 libros del género en el mercado estadounidense.

De entre el casi centenar de publicaciones que aparecían cada mes en el mercado relacionadas directa o indirectamente con la ciencia ficción, es difícil escoger una sola que represente esta nueva era, pero sin duda entre las principales pueden contarse If, en la que, en 1953, se publicó la primera parte de lo que sería la gran obra de especulación teológica de James Blish, Un caso de conciencia (1958). Otra fue la ya veterana y cuarteada Amazing Stories, renovada por el editor Cele Goldsmith en 1956. Galaxy Science Fiction se publicó de 1950 a 1970 y bajo la férrea batuta editorial de Horace Gold dio cabida a los temas sociales y la sátira. Otra de las grandes fue The Magazine of Fantasy and Science Fiction, fundada en 1949. Todas ellas dieron luz verde a obras que, con toda seguridad, no hubieran pasado el filtro de Campbell.

The Magazine of Fantasy & Science Fiction (llamada de forma habitual F&SF) fue originalmente hija conceptual de tres padres. Por una parte, Fred Dannay, que desde 1941 había editado una publicación especializada en misterio y crimen, Ellery Queen’s Mystery Magazine, que destacaba por evitar el sensacionalismo propio de muchas competidoras y que cosechó un gran éxito. Por otra, Anthony Boucher (cuyo verdadero nombre era William Anthony Parker White), escritor de fantasía, ciencia ficción y misterio, que conocía a Dannay y que también tenía relación con J. Francis McComas, otro editor tan interesado en esos géneros como él. Ya en 1944, los tres hablaron sobre la posibilidad de lanzar una nueva revista centrada en esos temas pero eran tiempos difíciles debido a la escasez de papel por la Segunda Guerra Mundial.

Un año después, Boucher y McComas, siguiendo la sugerencia de Dannay (que en este punto desaparece de la historia), se entrevistan con el propietario de Mercury Press, la editorial de Ellery Queen’s Mystery Magazine: Lawrence Spivak, que dio su visto bueno a la nueva publicación.

Ambos empezaron a recopilar material para la misma, incluyendo una nueva historia de Raymond Chandler y derechos sobre reediciones de historias de H.P. Lovecraft o Robert Bloch. Debido a la indecisión sobre el formato, el título y el precio, el lanzamiento fue retrasándose hasta 1949.

Los inicios fueron un tanto titubeantes en cuanto a ventas (no ayudó que Boucher y McComas vivieran en la Costa Oeste mientras la casa editorial tenía su sede en la Este, lo que planteaba retrasos y problemas de comunicación en la era anterior a Internet y Fedex) y la cadencia pasó a bimestral en diciembre de 1950. Pero finalmente la rentabilidad quedó asegurada y la tarifa por página que se ofrecía (dos centavos por palabra y cien dólares por cuentos enteros) fue lo suficientemente competitiva como para poder atraer a los autores que ya publicaban en Astounding Science Fiction.

La idea original de Boucher y McComas había sido la de replicar la fórmula que tan buenos resultados creativos y económicos le había dado a Ellery Queen’s Mystery Magazine, a saber, mezclar material clásico con moderno y evitar los excesos del pulp. Aunque inicialmente iba a incluir exclusivamente fantasía pero no ciencia ficción, no tardaron en darse cuenta ambos de que los límites entre uno y otro género eran muy difusos y acabaron aceptando la sugerencia del director general de Spivak, Joseph Ferman, de dar cabida también a la ciencia ficción en la esperanza de ampliar el público objetivo.

En cualquier caso, el primer número tan sólo incluyó una historia de ciencia ficción, un cuento de Theodore Sturgeon. La disposición interior difería bastante de lo habitual entre los pulps: no había ilustraciones y el texto se imprimía en una sola columna en lugar de en las habituales dos. Había un artículo de crítica literaria pero no sección de cartas de lectores. Incluso el diseño e ilustración de portadas, a menudo con un toque surreal (a cargo de gente como Ed Emshwiller o Chesley Bonestell), se convirtió en un factor diferencial gracias a las directrices marcadas por George Salter, director artístico de Mercury Press y que venía del mundo de los libros y no de los pulps.

En los años que siguieron, los editores que fueron desfilando por la revista (Robert P. Mills, Avram Davidson, Edward L. Ferman) respetaron siempre su línea editorial original, animando a los autores, noveles o veteranos, a seguir nuevas direcciones y en concreto Boucher y Goldsmith, buscaron siempre los temas sofisticados y la elegancia prosística por encima de la “ciencia dura” o la fidelidad a los principios científicos conocidos. Bajo su liderazgo, F&SF no tardó en hacerse conocida en el mundillo por dar cabida a relatos con un mayor peso literario, más atención por los personajes y el desafío a las convenciones del género.

Con un énfasis especial en los cuentos por encima de las novelas serializadas, lo que pretendió F&SF en los años cincuenta fue superar los estándares de la ficción pulp y aspirar a los niveles más literarios que, a través de las revistas generalistas de mayor prestigio y más lujoso formato, habían dado forma a la literatura norteamericana de entreguerras. Esa fue una de las razones por las que al comienzo abandonaron las ilustraciones interiores y publicaron material clásico de autores prestigiosos, como Robert Graves, Robert Louis Stevenson, Oscar Wilde o P.G. Woodehouse. Además, creó una “escudería” propia de autores que no participaban en ninguna otra revista de género, ya fueran más generalistas o centradas en la fantasía y la ciencia ficción.

Por ese énfasis en la narración corta y espíritu ecléctico, durante los años cincuenta F&SF no disfrutó de la misma consideración entre los fans y críticos que sus dos más directas rivales, Astounding y Galaxy. Juntas, no obstante, eran conocidas como las Tres Grandes, si bien tal consideración era más debida a sus diferencias que a sus similitudes. Simplificando bastante las cosas, Astounding se centraba en la ciencia ficción dura; Galaxy, como he apuntado, en la vertiente social y satírica del género; y F&SF en la calidad literaria y todo aquello que se saliera de lo ordinario. Aunque durante aquella década aparecieron más de sesenta nuevas revistas pulp relacionadas con la ciencia ficción, las que definieron el tono del género y lo prepararon para el salto que daría en los sesenta fueron las dos segundas. Astounding había perdido el liderazgo absoluto.

Entre los clásicos que aparecieron en sus páginas está, por ejemplo, Cántico por Leibowitz, serializado en la revista de 1955 a 1957. Miller aportó con esta obra no solo un estilo muy personal y profundidad emocional sino un fuerte sentido de la Historia. También en estas páginas apareció Flores para Algernon (1959), de Daniel Keyes; se atrevió a publicar Tropas del espacio (1959), de Heinlein, una novela que abrió una nueva puerta en su carrera y lo sacó de la literatura juvenil; o Todos vosotros zombis, también del mismo autor; los ingeniosos cuentos de Zenna Henderson sobre El Pueblo (1961), unos alienígenas obligados a exiliarse en la Tierra; o historias de autores sólo ocasionalmente visitantes del género y que difuminaron la preeminencia americana en la ciencia ficción, como los británicos Kingsley Amis o C.S. Lewis. Otras firmas que, con los años, fueron pasando por la revista fueron las de Alfred Bester, Theodore Sturgeon, Damon Knight, Ward Moore, Richard Matheson, Brian Aldiss, Gordon R. Dickson, Roger Zelazny, Arthur C. Clarke, L. Sprague de Camp, Algis Budrys, J.G. Ballard, Phillip José Farmer, Joanna Russ o Harlan Ellison.

En 1958, Mills consiguió que Asimov publicara una columna sobre ciencia y que aparecería puntualmente desde 1958 a 1992 (sólo cesaron tras la muerte del escritor): un total de 399 ensayos que el autor luego recopilaría en muchos volúmenes y a los que calificaría como uno de sus trabajos más reconfortantes. A mediados de los sesenta, Davidson abrió la revista a escritores no anglosajones (autores de Chile, Alemania, Japón, la Unión Soviética) y lanzó una línea de números especiales centrados en un autor concreto, empezando por Theodore Sturgeon y Ray Bradbury, que luego se convertirían en una tradición.

A mediados de los sesenta, Edward Ferman se hace cargo del puesto editorial hasta comienzos de los noventa. En un momento de grandes cambios en el género y sus formatos, consiguió consolidar la revista, manteniendo los puntos fuertes que en el pasado la habían convertido en un referente para los aficionados al tiempo que integró las nuevas tendencias que iban apareciendo. Es más, de la misma manera que el buen hacer de sus predecesores consiguió evitar los excesos de la era pulp, ahora hizo lo mismo con las extravagancias de la New Wave mientras publicaba material de autores asociados con ésta, como Thomas M. Disch, John Sladek, Samuel Delany o Roger Zelazny.

En los 70, la cabecera contó con las firmas de Harlan Ellison y James Tiptree Jr, además de descubrir a nuevos talentos como Pamela Sargent, John Varley o Michael Bishop. En sus páginas pudieron leerse historias de Christopher Priest, Gregory Benford, Frederik Pohl, Robert Silverberg o Stephen King, por nombrar solo los más llamativos.

En los años 80, F&SF retrocede ante una nueva competencia. Isaac Asimov’s SF Magazine, que había debutado en 1977, empezó a mediados de la década y tras un cambio editorial a aceptar material que de otro modo probablemente hubiera acabado publicándose en F&SF, como los escritos de Lucius Shepard, John Crowley o Dan Simmons. Un problema parecido aunque de menor entidad lo generó Omni, fundada en 1978 y que mezclaba la ciencia con lo paranormal, incluyendo ficción de Orson Scott Card, George R.R. Martin o William Gibson.

Aunque F&SF seguía ofreciendo historias de gran calidad, su declive fue inevitable. El territorio que tradicionalmente había sido el suyo fue invadido por otras publicaciones y a esto se añadía la decadencia del propio medio, las revistas, como vector de diseminación del género.

Tras la marcha de Ferman en 1991 y la entrada de una editora casi un cuarto de siglo más joven que él, Kristine Kathryn Rusch, la revista trató de encontrar una nueva personalidad decantándose por el terror y la “fantasía oscura”. Fue en este periodo, ya lo he referido, que Asimov murió y la desaparición de su columna fue un golpe que no pudieron suplir sus sucesores como comentaristas científicos, Gregory Benford (que es astrofísico) y Bruce Sterling entre otros. También se marchó, en 1992, Algis Budrys, que había ejercido como critico literario desde 1975.

Esta trayectoria negativa se recuperó gracias al nombramiento de Gordon Van Gelder como editor en 1997, si bien ello fue a costa de marginar la ciencia ficción en favor de diferentes tipos de Fantasía. Aunque la revista, ya con cadencia bimensual, sigue en circulación, sus ventas no han dejado de bajar y aunque su trayectoria, legado y capacidad de supervivencia son impresionantes, es imposible ignorar que la era de las revistas de ciencia ficción hace mucho que quedó atrás y que es muy posible que no tarde en desaparecer. En cualquier caso, ya hace décadas que su papel nuclear en la ciencia ficción norteamericana dejó de ser relevante.

Gracias a su eclecticismo, ausencia de temor ante los experimentos narrativos y flexibilidad temática a la hora de abordar el género, F&SF no sólo ganó ocho premios Hugo a la mejor publicación (de hecho, el contenido literario y gráfico de la revista ganó más galardones –Hugo, Locus, Nébula…– que cualquier otra publicación), sino que puede decirse que fue la punta de lanza de una nueva era de la CF que no tardaría en materializarse en la “Nueva Ola” a mediados de los sesenta, pasando el testigo a la revista New Worlds.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".