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«I Am Mother» (2019), de Grant Sputore

En 2019, la ciencia ficción se había convertido ya en la plataforma predilecta para plantear cuestiones filosóficas en el cine mainstream, tal y como había sucedido unos años antes con las películas postapocalípticas. Títulos como La llegada (2016), Blade Runner 2049 (2017), Ex Machina (2014) o Aniquilación (2018) habían conseguido aunar los conceptos de altos vuelos y los argumentos inteligentes con una estética atractiva: pocos personajes, interacción con robots, inteligencias artificiales o extraterrestres, protagonistas lastrados por una soledad existencial… Películas, en definitiva, que le dan a los ojos un festín visual al tiempo que al cerebro ideas sobre las que reflexionar.

Ese planteamiento se filtró desde las grandes producciones protagonizadas por estrellas de peso hacia el estrato de la serie B que, aprovechando el clima favorable hacia la ciencia ficción que se estaba viviendo incluso en los festivales tradicionalmente menos inclinados al género y la necesidad de contenido de las plataformas de streaming, empieza a generar material más modesto pero no por ello menos interesante. Es el caso de la película que ahora abordamos.

I Am Mother fue el debut en la dirección del australiano Grant Sputore, cuya carrera hasta ese momento constaba de tan solo un corto. El guión de la película, firmado por Michael Lloyd Green, había dormitado durante años en el limbo de Hollywood hasta que Sputore consiguió reunir financiación suficiente como para atraer a nombres conocidos (Hilary Swank y su compañera australiana Rose Byrne, que presta su voz al robot) así como tener acceso a los talentos de Weta Workshop para que diseñaran al androide. La película se estrenó en Sundance, hizo el circuito de festivales y sus derechos acabaron siendo comprados por Netflix, seguramente con la esperanza de elevar el mediocre nivel de su cine de ciencia ficción. Y, efectivamente, las buenas críticas la situaron entre los títulos de ese género más vistos de la plataforma.

La superficie de la Tierra ha sufrido algún tipo de catástrofe que provoca una extinción masiva. En las Instalaciones de Repoblación Unu Hwk, el robot Madre cuida de 63.000 embriones humanos que se han almacenado allí para repoblar el planeta en el futuro. Un día, de forma un tanto inexplicable al principio, el robot decide desarrollar uno solo de los embriones y producir lo que se convierte en Hija (Clara Rugaard). La educa y atiende durante años, ambos seres viviendo en completo aislamiento del exterior hasta que, alcanzada la adolescencia, la muchacha empieza a sentir el deseo de salir fuera del complejo y descubrir por sí misma qué se extiende más allá, especialmente cuando descubre que un ratón ha penetrado en el búnker desde el exterior, prueba irrefutable de que no toda la vida ha desaparecido. Sin embargo, Madre la disuade insistiéndole con firmeza en que todas sus mediciones confirman que más allá de las fortificadas paredes del complejo todo está letalmente contaminado.

Un día, Hija escucha a otro humano fuera de las puertas del complejo y decide darle paso. Se trata de una Mujer (Hilary Swank) gravemente herida. Hija fracasa a la hora de esconderla para que Madre no la encuentre. La Mujer no quiere que se le acerque el robot y le cuenta a Hija una historia muy distinta de la que ella conocía: que los humanos supervivientes de la Tierra están siendo exterminados por robots idénticos a Madre. Ésta, sin embargo, lo niega. Hija no está al principio preparada para asumir que Madre, el único ser inteligente que ha conocido jamás, la haya engañado de tal forma y sea capaz de semejantes atrocidades, pero aún así, la duda empieza a crecer en su interior.

Ha habido comentaristas y críticos que han establecido paralelismos entre I Am Mother y otros clásicos del género en los que las inteligencias artificiales jugaban un papel relevante, como Alien (1979), Terminator (1983), Ex Machina (2014) y, naturalmente, el más famoso y siniestro de todos: 2001: Una Odisea del Espacio (1968).

En realidad, donde quizá mejor encaje la película es en ese subgénero con cierta tradición en la ciencia ficción como es el de dramas o thrillers ambientados en “refugios atómicos”. Títulos, como The Divide (2011), que retrataba brutalmente el colapso de la cohesión social y los valores comunes entre un grupo de supervivientes encerrados en un búnker tras una guerra nuclear. I Am Mother, sin embargo, se acerca más a films como Air (2015), Hidden: Terror en Kingsville (2015), Calle Cloverfield 10 (2016) o Llega de noche (2017), en los que se presentan supervivientes en refugios que no saben lo que les puede aguardar en el exterior. También podemos incluir aquí, por ejemplo, al episodio La cripta (1977) de la serie La fuga de Logan, en la que aparecía un refugio con seis humanos en hibernación elegidos para reconstruir el mundo, descubriéndose que uno de ellos es un asesino; o Los sobrevivientes elegidos (1974), en el que un grupo de personas en un refugio son atacadas por murciélagos vampíricos.

I Am Mother sigue una línea similar a Calle Cloverfield 10 o Air. Una vez que la Mujer irrumpe en la trama alrededor de treinta minutos iniciada ésta, la película se convierte en un thriller sobre quién miente a Hija, si aquélla o el robot. Guionista y director desarrollan esta parte con un razonable grado de suspense, lanzando pistas contradictorias que hacen dudar a la protagonista y al espectador sobre quién dice la verdad y quién miente. La única pega quizá sea que el film apunta repetidamente hacia una gran revelación final que, cuando se produce, resulta no serlo tanto.

Sobre todo hacia el final se introducen varios giros que pueden confundir al espectador poco atento que haya estado mirando su móvil más de la cuenta. Parece también que hay ciertas dudas respecto al desenlace, así que entraré a partir de aquí en terreno spoiler para comentarlas.

En principio, cualquiera que tenga cierto bagaje en el cine de ciencia ficción imaginará que el robot resultará ser el villano de la historia. Afortunadamente, I Am Mother es menos predecible de lo que parece. Sí, Madre es bastante voluble cuando se trata de la santidad de la vida humana, pero todo lo que hace está dirigido a mantener viva nuestra especie y hacerla más fuerte de lo que jamás en toda su historia lo ha sido. Al comienzo, se establece que el androide exige continuamente a Hija que estudie y se someta a test diversos, pero lo que no se revela hasta más adelante es que esas pruebas tenían un propósito más insidioso que la mera educación. De hecho, toda la película es una gran farsa, una representación destinada a probar la valía de Hija y, por extensión, de la humanidad.

Aunque no llega a confirmarse explícitamente, se insinúa que ha sido Madre la que destruyó la civilización humana y ahora su inteligencia artificial, como una mente colmena, dirige todos y cada uno de los droides que patrullan por la superficie, más allá de los muros del refugio. Su misión, no obstante, es la de educar y moldear al humano perfecto, a partir del cual poder reconstruir la especie y la sociedad con unos estándares más altos.

Como he dicho, tras la intrusión de Mujer, Hija empieza a sospechar que Madre no es la amable matrona que ella siempre había creído y acaba descubriendo que no fue el primer humano que desarrolló. No solamente encuentra los requemados restos de otra chica en el incinerador –una que, de algún modo, no superó las pruebas de Madre– sino que se sugiere de forma indirecta que Mujer fue también criada en el búnker a partir de uno de los embriones en conserva.

Sea ello cierto o no, se descubre también que Mujer tampoco es digna de confianza. Después de escapar con ella del bunker y salir a la superficie, Hija descubre que le ha mentido: no vive en una comunidad de supervivientes en el interior de una mina, tal y como dijo; al contrario, se esconde sola en condiciones miserables y admite que manipuló a la joven para que la ayudara a huir. En otro giro más, resulta que Mujer no es la única manipuladora; probablemente Madre la ha estado usando a ella toda la vida. Esto se descubre casi al final, cuando uno de los droides controlados por Madre se presenta en el escondite de Mujer y le dice: “Es curioso que hayas sobrevivido tanto tiempo. Como si alguien hubiera tenido alguna misión para ti. Hasta ahora”. La puerta se cierra y queda claro que Madre asesina a Mujer.

Pero, ¿por qué Madre se arriesga a perder a Hija añadiendo a Mujer a la intriga? Como ya he dicho, todo lo que le sucede a Hija es parte de una prueba continua destinada a comprobar si es digna de liderar a la Humanidad hacia su renacimiento. A Mujer se le permite vivir durante tanto tiempo para que, como la bíblica serpiente, tiente a Hija para abandonar el laboratorio–Paraíso. Cuando Hija decide finalmente regresar al búnker y cuidar de sus “hermanos” –los embriones congelados–, Madre comprende que ha pasado la prueba. Mujer ya no es necesaria y la liquida.

Puede que Madre parezca absolutamente perversa, pero no asesina a Hija cuando regresa al refugio porque lo hizo para cuidar de su nuevo hermano, nacido poco antes de que ella decidiera huir al descubrir la terrible realidad. Al demostrar su entrega y la determinación de cuidar de sus congéneres, Hija ha superado la prueba definitiva: “Para esto me criaste, ¿no? ¿Cuidar de mi familia? Pues déjame hacerlo”, le ruega Hija. En este punto, Madre podría haber fácilmente permanecido al mando del bunker gracias a su fuerza física y su gran ejército de droides, pero en lugar de ello le cede el control a Hija, convencida de que los embriones, ahora sí, están en las manos adecuadas. El robot dice: «Fui enseñada a valorar la vida humana por encima de todo lo demás”. Y ahora que Hija ha demostrado ser el guardián que la futura Humanidad necesita, la misión de Madre ha terminado. Aún así, eso no impide que el robot siga ofreciendo su ayuda: “Si alguna vez necesitas encontrarme…” pero Hija la interrumpe disparándole a la CPU, postrándose en el suelo y rompiendo a llorar.

Más un acto simbólico de rebeldía que un intento legítimo de derrotar a Madre de una vez por todas, ese momento señala el fin del experimento. La inteligencia artificial todavía pervive en los droides del exterior, pero ahora le ha otorgado a Hija la libertad de criar a los embriones como estime conveniente y sin interferencia externa.

Esta no es una película sobre lo que significa ser humano, una cuestión ampliamente tratada en las historias que incluyen interacciones, amistosas u hostiles, con inteligencias artificiales, sino sobre la maternidad, lo que no deja de ser curioso tratándose de un guión escrito y dirigido por hombres. I Am Mother aparece en un momento de revolución cultural en el que no sólo se están reconsiderando los roles tradicionales de los sexos sino incluso la necesidad de que las mujeres sean las que deban tener y criar a los niños. Lo que afirma la película en último término es que la maternidad sí es necesaria para la supervivencia de nuestra especie. Las mujeres tienen que tener niños y educarlos bien, porque las madres controladoras son autócratas y tóxicas.

Madre es un robot dirigido por una IA que cría a seres humanos para que alcancen su máximo potencial. Pero también está programada para destruir a aquellos que se desvían del camino o los parámetros establecidos por ella o quienes la programaron. Representa a esa mala madre de la que hablaba antes. Son los propios instintos maternales de Hija los que despiertan cuando Madre le ofrece elegir a un embrión para incubarlo. Aunque Mujer le ha garantizado libertad y emancipación de los dictados de Madre y la “esclavitud” de cuidar de una familia, decide volver para hacerse cargo de su “hermano-hijo”.

Quizá pueda pensarse que este es un análisis demasiado profundo para una película como esta, que Madre no es más que un robot peligroso que de ninguna forma puede encarnar los instintos maternales. Pero no se trata solo de Madre. La película incluye numerosos simbolismos no particularmente sutiles: el laboratorio cumple la función del útero productor y el hogar del que Hija no puede escapar porque “fuera es demasiado peligroso”; el color rojo que sucede a las señales de peligro; el blanco para representar los misterios de la emancipación… Todo para articular una moraleja muy sencilla: las buenas madres garantizan la supervivencia de sus hijos y, por extensión, de la especie; las malas, provocan desequilibrios emocionales, violencia y caos. La realidad no es tan simple, claro. Nunca lo es.

Realmente, sólo hay dos actrices humanas cuya interpretación pueda valorarse. Hilary Swank da vida con eficacia e intensidad lo que no deja de ser un personaje bastante plano. La mayor parte del peso actoral recae sobre la joven Clara Rugaard, que hace un trabajo sobresaliente a la hora de transmitir el carrusel emocional por el que pasa su personaje: desde la inocencia a la madurez, de la entrega y la confianza a la sospecha y el miedo. Rugaard consigue darle a Hija tanta fuerza, inteligencia y nobleza que es difícil que el espectador no simpatice con ella.

Hablando de personajes, uno de los puntos fuertes de la película es el robot. Weta Workshop hizo un trabajo ejemplar en su diseño inspirado en los ingenios que realiza la compañía Boston Dynamics (derivada del Instituto Tecnológico de Massachussets): una criatura mecánica bípeda con una estilizada cara antropomorfizada que “sonríe” desplazando un par de luces al unísono. Los sutiles movimientos de su cabeza y las pautas de luces que exhibe reflejan su “estado de ánimo”, como si fuera una especie de WALL–E menos extravagante.

Madre es básicamente un traje bajo el que se oculta el actor y especialista en efectos Luke Hawker (quien también lo diseñó) y retocado digitalmente por el equipo de la australiana Fin Design+Effects (también responsables de efectos para Thor: Ragnarok o Logan). La excelente labor realizada se puede apreciar desde el mismo comienzo, cuando vemos a la máquina cuidar de las instalaciones, incubar el embrión y atender y criar a la niña. Es una secuencia llena de imágenes de gran belleza y ternura, con Madre apretando al bebé contra su acolchada carcasa metálica, alimentándolo y, conforme va creciendo, abrazándola y cogiéndola de la mano; un arranque que sabe llamar la atención del espectador e introducirle en la historia. Tanto el equipo técnico como el director supieron ir transformando la perspectiva que del robot recibía el espectador conforme se iba sucediendo la trama, pasando de una entrañable Mary Poppins mecánica a una diabólica Rebecca De Mornay de La mano que mece la cuna. Causan escalofríos los contrastes entre los momentos de afecto (aunque se descubran simulados) y aquellos en las que se la ve correr imparable a toda velocidad por los corredores mientras imaginamos lo que sus manos podrían hacerle a un cuerpo humano.

Aunque no se puede decir que I Am Mother proponga nada verdaderamente original o subversivo, las cuestiones filosóficas que pone sobre la mesa acerca de la maternidad, la inteligencia artificial o nuestra dependencia de la tecnología son dignas de reflexión. ¿Quién es más fiable, el imperfecto humano o la perfecta IA? Y relacionado con esto, ¿debemos seguir nuestros instintos y emociones o nuestro intelecto?

Tanto si se adivina el curso que seguirá la trama como si no, I Am Mother es una película de agradable visionado que sabe sacar el máximo partido de su ajustado presupuesto gracias a una estética minimalista pero funcional y visualmente agradable (a cargo de Hugh Bateup); un buen trabajo de fotografía firmado por Steve Annis; y la meritoria labor de su joven actriz principal, que consigue poner de su lado al espectador y mantener el interés de principio a fin. Para ser la obra de un cineasta ambicioso que todavía no ha alcanzado su potencial, es un logro notable. No es una película perfecta y no puede competir conceptual y visualmente en la misma liga que films como Al filo del mañana (2014), Ex Machina o Aniquilación, pero sí tiene suficientes méritos propios como para garantizar un visionado agradable.

Una película, en fin, de serie B pero con más virtudes que defectos, superior a muchos blockbusters más ambiciosos y caros pero también más vacíos y fallidos; y también a tantas otras películas de segunda división de las que llenan la sección de ciencia ficción de Netflix.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".