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«Star Trek IV: Misión salvar la Tierra» (1986), de Leonard Nimoy

Misión salvar la Tierra fue la cuarta entrega cinematográfica de la serie basada en el programa televisivo de Star Trek (1966-1969). La primera de ellas, Star Trek: La película (1979) había sido una cara extravagancia que había decepcionado a los aficionados; la segunda, La ira de Khan (1982), bajo la batuta del director Nicholas Meyer, supuso una muy considerable mejora en cuanto al argumento y los personajes, logrando reconciliar a éstos con su ya madura edad.

La tercera, En busca de Spock (1984), significó la desviación de la franquicia hacia el terreno exclusivo de los fans, lo que acabó comprometiendo el potencial creativo de ese universo de ficción.

En Star Trek III: En busca de Spock, la tripulación de la Enterprise había conseguido resucitar a su compañero vulcaniano, pero para ello habían tenido que convertirse en fugitivos de la Flota Estelar. Ahora deciden regresar a la Tierra y afrontar los cargos por amotinamiento presentados contra ellos. A tal fin, parten desde Vulcano a bordo de un navío klingon capturado en su anterior aventura. Mientras tanto, una gigantesca sonda de origen desconocido ha atravesado el espacio de la Federación, emitiendo indescifrables señales y anulando cualquier sistema energético cuando no recibe respuesta.

El Almirante Kirk y sus hombres se acercan a la Tierra justo cuando el artefacto alienígena se halla instalado en su órbita desencadenando una catástrofe climática. Spock identifica las extrañas señales como sonidos emitidos por ballenas grises, una especie hace tiempo extinta en el siglo XXIII. Llegan a la conclusión de que si la sonda no obtiene respuesta en el mismo «idioma», la Tierra será destruida. En consecuencia, Kirk toma la decisión de viajar hacia atrás en el tiempo hasta el siglo XX con el fin de conseguir una ballena que pueda replicar a la señal y detener así la devastadora acción de la sonda.

La nave cumple su objetivo y, tras aparcarla bajo un manto de invisibilidad en el Golden Gate Park de San Francisco, la tripulación se divide en tres equipos: Kirk y Spock tratarán de encontrar las ballenas; Scotty, McCoy y Sulu buscan un medio de transportarlas; y Uhura y Chekov intentan hallar una fuente de energía que les permita reparar su nave y volver al futuro. Por si sus misiones no fueran ya suficientemente complicadas, deberán pasar desapercibidos en una sociedad «primitiva» que les es totalmente ajena.

Lo primero que llama la atención de esta segunda película dirigida por Leonard Nimoy es su pereza creativa. Es como si los guionistas (entre los que se encontraban el productor Harve Bennett y Nicholas Meyer) se hubieran limitado a encadenar elementos y lugares comunes ya muy vistos sin esmerarse demasiado. La aproximación ligera y con toques humorísticos que Nimoy había utilizado en En busca de Spock parecía el camino a seguir habida cuenta del éxito cosechado en taquilla; así que, abundando en ello, Nimoy decide ahora lanzarse de cabeza en la comedia. Las películas sobre viajes en el tiempo tuvieron un dorado florecer por aquellos años; recordemos Terminator (1984) o Regreso al futuro (1985). Sin embargo, Salvar la Tierra ofrece un argumento mucho menos elaborado que el de aquéllas.

Tratando de compensarlo y demostrar al tiempo que no habían olvidado el trasfondo comprometido y vanguardista de la serie original, los productores encajan en la historia la campaña ecologista de «salvar a las ballenas» mediante algunos discursos y metraje explicativos de la masacre llevada a cabo por la industria pesquera internacional. De hecho, son los balleneros los que ejercen de villanos sin rostro. Ni siquiera la sonda alienígena parece tan amenazadora. Es, sin duda, una causa noble y por la que merece la pena luchar, pero la forma en que se articula el mensaje ni reviste profundidad ni suscita posibilidad alguna de debate.

Misión salvar la Tierra juega continuamente sobre seguro: no asume el menor riesgo creativo. Esto tiene su explicación. La serie de películas, las convenciones de Star Trek, el merchandising y el apoyo de los fans han demostrado que ShatnerNimoy y el resto de los actores pueden vivir cómoda y exclusivamente de la franquicia. Con excepción de DeForest Kelley, todos los miembros del reparto han exprimido la creación de Gene Roddenberry a placer, ya sea cobrando diez mil dólares por acudir a una convención o escribiendo mediocres derivados, desde libros de ficción hasta cómics pasando por autobiografías. En casi todos los casos, sus intervenciones en películas ajenas al universo de Star Trek pueden contarse con los dedos de una mano. La creciente intervención del reparto en la producción de las películas tuvo como lógica consecuencia una aversión a iniciar nuevos desarrollos creativos si ello suponía poner en peligro sus rentas regulares. Esa actitud conservadora y autocomplaciente puede que contentara a los aficionados, pero ahuyentó a todos aquellos que no guardaran un profundo afecto por ese universo.

Cuando se estrenó Misión salvar la Tierra, ya hacía diecisiete años que se había cancelado la serie original y cualquier iniciativa arriesgada –como la muerte de Spock, la destrucción de la Enterprise, la presentación de nuevos personajes más jóvenes –Saavik, David Marcus, Ilia, Decker, la doctora Gillian Taylor– o incluso el ascenso de Kirk al mando de almirante, fue introducida tímidamente en las películas sólo para anularla a continuación. Aquí tenemos un buen ejemplo: al final del film, a Kirk se le otorga el mando de una nueva Enterprise, para la que, por supuesto, reúne a la tripulación veterana. Todo ha vuelto al origen, como si nada de lo sucedido en las cuatro películas hubiera existido jamás. Se retrocede así no ya al mismo punto en el que daba comienzo la primera cinta, sino al momento en que se canceló la serie televisiva, en 1969.

Resulta chocante que la serie de televisión clásica fuera más innovadora y atrevida en sus planteamientos que las películas que se derivaron de ella diez años más tarde. Pocos meses después de que se estrenara Misión salvar la Tierra (y a raíz de su éxito), Gene Roddenberry regresó a la pequeña pantalla con Star Trek: La nueva generación (1987-1994) que en un par de años usurparía la popularidad de la antigua encarnación gracias a unos guiones novedosos que, estos sí, trataban de abrir nuevos caminos. Mientras tanto, la división cinematográfica de la franquicia seguía adelante con su grupo de dinosaurios cada vez más envejecidos jugando a mantener viva la llama nostálgica de los fans.

Otra característica de las películas de Star Trek dirigidas por Leonard Nimoy es su marcado recelo por todo aquello que suponga adentrarse en la ciencia ficción más elaborada. Sus argumentos no van mucho más allá del humor ligero, evitando profundizar en las implicaciones de las ideas que introduce en los guiones. Como ya había sucedido en la película anterior (en la que Spock era resucitado sin hacer mención al cómo o el por qué), Misión salvar la Tierra fue escrita para que transcurriera hasta su desenlace de la forma más directa y rápida posible y con la mínima reflexión.

Por ejemplo, el viaje temporal se plantea como algo casi rutinario, un «simple» viaje alrededor del Sol. Aún más frustrante resulta el artefacto alienígena de inmenso poder: aparece de ninguna parte, no se explica quién lo envía, cómo funciona, qué quería y a dónde se marcha; queda reducido así a un mero truco narrativo para hacer que los personajes viajen a nuestro presente. Esto hace que, al menos desde el punto de vista de la ciencia ficción, esta película no pueda sino calificarse de intelectualmente perezosa por mucho que bastantes fans la sitúen a la altura de La ira de Khan.

A pesar de todo lo dicho, Misión salvar la Tierra no está totalmente desprovista de encanto y eso fue quizá lo que aseguró su éxito en taquilla. Dicho encanto se apoya en las cómicas escenas en los que los viajeros del futuro interaccionan con los habitantes del San Francisco de los ochenta: Spock tratando de asimilar las expresiones coloquiales de la época, los intentos de Scotty de activar un ordenador con la voz, el escándalo del doctor McCoy al toparse con la medicina del siglo XX o el desconcierto de Chekov durante su interrogatorio por parte de agentes del FBI. Incluso la banda sonora de Leonard Rosenmann (inexplicablemente nominada al Oscar) tiene cierto aire cómico.

Sin embargo, da la impresión de que la película descansa en exceso en ese humor ligero, incluso blando, del segmento central del film. El comienzo y el desenlace son absurdos, precipitados y prescindibles. El forzar las situaciones para destacar su faceta humorística no está exento de problemas: por una parte afecta negativamente al desenvolvimiento de los personajes, haciéndoles oscilar entre la autoparodia y el heroísmo; y, por otro, resta dramatismo al tema de fondo: la inminente destrucción de la Tierra del futuro. Se emplea más tiempo en narrar una cómica persecución por los pasillos de un hospital contemporáneo que en mostrar la accidentada llegada de la nave klingon al San Francisco moderno.

Misión salvar la Tierra no es la mejor película de la franquicia Star Trek. De hecho es probablemente la más absurda de todas. Ni siquiera es buena ciencia ficción. Los guionistas no dejaron que el sentido común se interpusiera en su intención de contar una historia entretenida. Y eso, hay que admitirlo, sí lo consiguieron a tenor del éxito que obtuvo tanto entre los fans como los entre los legos en la materia. Y es que no sólo buena parte de su metraje resulta accesible para aquellos que no sean rendidos seguidores de la saga sino que, conteniendo algunas espectaculares escenas de acción diseñadas por Industrial Light & Magic, el peso de la película descansa en el elemento humano y al espectador le resulta fácil identificarse con el desconcierto de los protagonistas ante la locura del siglo XX.

Star Trek IV: Misión salvar la Tierra marcó el punto final de la edad dorada cinematográfica de la franquicia con un eficaz tono amable. Las siguientes películas vendrían lastradas por un guión plano y predecible y una producción de calidad mediocre.

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".