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«Star Trek» (2009), de J.J. Abrams

Quizá haya transcurrido ya el suficiente tiempo como para poder afirmar que 2009 fue un año excelente para la ciencia ficción cinematográfica. En ese periodo de doce meses se estrenó un buen número de películas del género, que destacaron no sólo por ofrecer una notable calidad, sino por su diversidad temática: MoonAvatarWatchmenLa carreteraDistrito 9Los sustitutosPandorumMás allá del tiempo2012Splice: experimento mortalSeñales del futuroDaybreakersTerminator SalvationLas vidas posibles de Mr. NobodyAstro BoyPreguntas frecuentes sobre viajes en el tiempoPush

En muchas de ellas podemos encontrar una profundidad y una ambición temática o conceptual que sólo suelen verse en el género de cuando en cuando. Hubo películas que hicieron avanzar la tecnología, y otras que provenían de nuevos talentos y lugares. Incluso el material que a priori podría parecer muy sobado, era tratado bajo nuevos puntos de vista.

Una de las mayores sorpresas del año fue el reinicio de la saga de Star Trek dirigida por J.J. Abrams, un guionista, director y productor conocido hasta entonces sobre todo por las series televisivas AliasPerdidos y Fringe. Tras no conseguir el mismo éxito con otros proyectos de TV (¿Qué hacemos con Brian? y Seis grados), Abrams dirigió su atención hacia el cine. Su debut cinematográfico se produjo gracias a Tom Cruise, que lo eligió como realizador para Misión Imposible III (2006). Star Trek (2009) fue su segunda película como director.

El USS Kelvin es atacado por una inmensa nave comandada por el romulano Nero (Eric Bana) y surgida de una especie de portal dimensional. Cuando el capitán del Kelvin es tomado prisionero, el primer oficial George Kirk (Chris Hemsworth) asume el mando y organiza la evacuación de la nave justo cuando su esposa está dando a luz en una de las lanzaderas de emergencia. Kirk nunca conocerá a su hijo porque muere sacrificándose para que su tripulación pueda ponerse a salvo.

Años más tarde, su hijo, James Tiberius Kirk (Chris Pine), se convierte en un muchacho problemático en la Iowa rural. Después de meterse en una pelea de bar con cadetes de la Flota Estelar, el capitán Christopher Pike (Bruce Greenwood) le desafía a que se aliste y supere la hazaña de su padre, reto que Kirk acepta. Al mismo tiempo, el mestizo vulcano–humano Spock (Zachary Quinto) rechaza la oferta de entrar en la Academia de las Ciencias de su planeta Vulcano y decide unirse a la Flota Estelar. Durante su entrenamiento en la Academia, Kirk es acusado de haber hecho trampas durante un ejercicio de simulación de combate, pero antes de que el tribunal dictamine se produce una alarma de emergencia procedente del planeta Vulcano y todos los cadetes disponibles son llamados a embarcar. Aunque Kirk está suspendido hasta nuevo aviso, su amigo el doctor Leonard McCoy (Karl Urban) consigue introducirle de tapadillo a bordo de la USS Enterprise, comandada por Pike.

Kirk se da cuenta de que el ataque a Vulcano es en realidad una trampa y avisa a Pike, quien a pesar de todo acabará siendo hecho prisionero por Nero no sin antes traspasar el mando de la Enterprise a Spock. El romulano detona una singularidad en el núcleo de Vulcano y destruye el planeta matando a casi todos sus habitantes. Cuando Kirk trata de convencer a Spock de que persigan a Nero en lugar de reunirse con lo que queda de la Flota, su insistencia llega al borde del motín y Spock decide abandonarlo en el planeta helado Delta Vega. Allí, Kirk se encuentra con un anciano Spock (Leonard Nimoy) procedente no sólo de una época situada 150 años en el futuro, sino de una línea temporal alternativa. Spock le cuenta cómo Nero y él fueron arrastrados hacia atrás en el tiempo por un agujero negro que destruyó el planeta Rómulo y cómo Nero, impulsado por la sed de venganza, ha destruido a su vez Vulcano. Con la ayuda del ingeniero Montgomery Scott (Simon Pegg), Kirk trata de regresar a bordo de la Enterprise y persuadir a Spock para enfrentarse a Nero antes de que éste pueda ejecutar su plan de destruir la Tierra….

Para cualquiera que se considere un aficionado a la ciencia ficción, Star Trek (1966-1969) es una referencia insoslayable. Suscite pasión, indiferencia o rechazo, hay que admitir que tiene un poder de fascinación enorme sobre una gran parte de los fans del género. En una época, la década de los sesenta, en la que la mayoría de las películas y series televisivas de ciencia ficción se limitaban a la comedia ligera y la aventura (Perdidos en el espacio) o el suspense (Dimensión desconocida), Gene Roddenberry consiguió con Star Trek dar el paso definitivo hacia la maduración del género en su vertiente audiovisual, alejándose de los monstruos atómicos y los invasores extraterrestres, poniendo mayor énfasis en los personajes e introduciendo temas más complejos y actuales que apelaban a un público más adulto y animaban a la reflexión. Pero hizo aún más: todo el fenómeno fandom moderno –las convenciones, el merchandising, la memorabilia, fanfictions…‒ comenzó, o al menos se amplió exponencialmente, gracias a Star Trek. Ninguna otra franquicia ha cubierto tantos nichos de mercado e inspirado tanto material: cuatro series de televisión, una de dibujos animados, una docena de películas, más de quinientos libros, alrededor de ocho series de comic-books y unos cuarenta videojuegos.

Casi todos los actores que participaron en la serie original han escrito sus propias obras, ya fueran cómics, novelas o libros narrando sus vidas y/o experiencias en la serie. Una medida de la importancia de Star Trek nos la puede dar el que el prototipo de transbordador espacial de la NASA fuera bautizado como “Enterprise” en honor a la serie, que Martin Cooper inventara el teléfono móvil inspirado por los comunicadores que utilizaban los personajes; o que las cenizas del creador, Gene Roddenberry fueran las primeras de un ser humano en ser lanzadas al espacio.

Pero llegó un punto en el que el interés por la franquicia empezó a decaer. Tanto las series Star Trek: Voyager (1995-2001) como Enterprise (2001-2005) o la película Star Trek: Nemesis(2002) daban una clara impresión de agotamiento creativo –quizá por simple saturación de un mercado en el que diferentes productos mediáticos relacionados con Star Trek competían entre sí). La narrativa carecía de fuerza, el entusiasmo de los fans no era tan caluroso y la chispa de originalidad que había caracterizado a los personajes originales transformándolos en iconos de la cultura popular, parecía haber perdido su brillo.

La intimidante tarea de recrear al capitán James T. Kirk junto a Spock y el resto de sus compañeros, cayó entonces en las manos de J.J. Abrams, quien a pesar de las presiones asociadas a semejante misión pareció tomarse el desafío con bastante calma. Optó por recoger a los personajes originales y dotarles de caras y personalidades nuevas. No era la primera vez que se intentaba un regreso a los orígenes. La premisa de la serie Enterprise, por ejemplo, se basaba en volver a las raíces del universo Star Trek y mostrar la evolución de algunos de sus aspectos más conocidos; la novelista Vonda McIntyre, en 1986, publicó Enterprise: The First Adventure; y en un momento determinado, Gene Roddenberry y otros productores jugaron con la idea de realizar una serie sobre la Academia de la Flota Estelar en la que unos jóvenes Kirk, Spock y compañía correrían sus primeras aventuras.

Así pues, ¿cómo hay que aproximarse a esta película? ¿Como otra entrega de la franquicia –se la denominó Star Trek 11 en la preproducción, lanzando la idea de que se trataba de una continuación del universo canónico‒ ¿O como un remake en toda regla en la línea de lo que ya se había hecho con otras famosas series televisivas ‒La Familia Addams (1991), Los Picapiedra (1994), El Santo (1997), Los Vengadores (1998), Perdidos en el espacio (1998), Wild Wild West (1999), Embrujada (2005), El Superagente 86 (2008)…‒. Pues bien, el Star Trek de J.J. Abrams resulta ser ambas cosas al mismo tiempo… y ninguna de ellas. Ciertamente y dado que la película retoma la misma alineación de personajes que la serie original, rediseñando casi todos los elementos familiares de la misma, puede ser considerada un reboot. Por otra parte, es también una extensión del canon en tanto en cuanto existe una continuidad respecto a la primera serie en la forma de un envejecido Spock.

Lo que hay que tener en cuenta –sobre todo los puristas y autonombrados guardianes del canon‒ es que lo que vemos en esta película no son los personajes originales y, por tanto, no se deben establecer comparaciones injustas. En un momento determinado de la trama se explica que el regreso al pasado de Nero y la muerte del padre de James Kirk creó toda una nueva línea temporal divergente de aquélla en la que hasta el momento estaban ambientadas todas las series y películas de la franquicia. De esta forma, los guionistas se otorgaban la libertad de alterar la continuidad oficial a su conveniencia sin tener que preocuparse por enlazar adecuadamente los mil y un detalles de los que sin duda estarían pendientes los fans.

Siguiendo esa premisa, Star Trek consiguió insuflar nueva vida a un universo agotado, al estilo de lo que Batman Begins (2005) o Casino Royale (2006) habían hecho por el hombre murciélago y James Bond respectivamente. Con ello se logró atraer a nuevos espectadores que hasta el momento habían permanecido apartados de la franquicia, intimidados quizá por la cantidad de material que aquélla acumulaba tras cuarenta años de historia. Eso sí, los fans acérrimos de la serie original deben dejarse llevar, olvidar su obsesión meticulosa por el detalle y la coherencia y aceptar que los personajes que están viendo en la pantalla no son los mismos que conocieron sus padres porque este es un universo diferente.

Así, la película contiene algunas disrupciones radicales respecto de la continuidad tradicional: Vulcano es destruido, la madre de Spock y el padre de Kirk mueren, hay un romance entre Spock y Uhura… También vemos a la Enterprise encontrándose por primera vez con los romulanos, a diferencia de lo que ocurría en la serie de TV, en la que ese contacto tenía lugar en el episodio “Equilibrio de terror” (1966). Por otra parte, los guionistas se esforzaron por respetar la memoria de la serie original mediante multitud de guiños y referencias: la afición de Sulu por la esgrima, Iowa como lugar de nacimiento de Kirk, el cuartel general de la Flota Estelar en San Francisco, alusiones a la ceremonia del Kolinahr, la inesperada –y tramposa‒ victoria de Kirk en la simulación del Kobayashi Maru… Vemos al capitán original de la Enterprise, Christopher Pike (que queda postrado en silla de ruedas al final de la historia, remedando su destino final en la serie de TV) y se mencionan los nombres de los principales personajes –Hikaru Sulu, Nyota Uhura y el segundo de Kirk, Tiberius‒, que tuvieron su origen fuera del ámbito televisivo y cinematográfico (así como el nombre de los padres de Kirk, tomados de una de las novelas). Los decorados de la Enterprise, los tricorders, fásers, lanzaderas, uniformes, etc.. han sido rediseñados pero siguen pareciéndose razonablemente a sus contrapartidas originales.

Cuando se anunció que J.J. Abrams, quien ya acumulaba cierto prestigio en el mundo audiovisual gracias a los productos que comentaba más arriba, se iba a encargar del reboot de Star Trek, las reacciones fueron en general positivas. Luego llegaron los trailers, en los que únicamente se veían explosiones y un plano de Zoe Saldana (que encarna a Uhura) quitándose el sujetador a cámara lenta. También incluía la secuencia en la que un niño (Jimmy Bennet) despeñaba un Corvette por un precipicio antes de ser capturado por un policía al que espetaba gritando: “Soy James Tiberius Kirk”. Los fans, especialmente los más veteranos, empezaron a preocuparse.

Cuando la película se estrenó, esos temores no se concretaron, al menos no totalmente. Sí es cierto que hay un esfuerzo consciente en reformular la serie para una audiencia más joven. Como ya el tráiler apuntaba, J.J. Abrams trata de reorientar el tono formal y reflexivo que tradicionalmente había exhibido la franquicia en su faceta televisiva hacia la combinación de acción y humor con una pizca de erotismo. Un ejemplo lo tenemos en el personaje de Uhura. Mientras que en la serie y películas originales no pasaba de ser un secundario poco definido, aquí recibe mucha más atención. Uhura es una mujer joven, fuerte, segura de sí misma e inteligente. Es más, al principio tiene en bien poca estima a Kirk, al que conoce cuando éste intenta ligársela en un bar. Durante sus estudios en la Academia, el descarado Kirk se acuesta con su compañera de cuarto (una muchacha de piel verde, guiño al episodio “La jaula”) y, finalmente, inicia un romance con Spock. Todo ello, sin duda, hubiera puesto los pelos de punta a Gene Roddenberry.

La película ofrece también, como he dicho, numerosas ocasiones para el humor. De hecho, ése parece ser el propósito último de casi todos los secundarios: el doctor McCoy (Karl Urban) se dedica a quejarse y autoalimentar sus paranoias y fobias; Chekov (Anton Yelchin) tiene un acento ruso tan exagerado que le impide interactuar con los sistemas de reconocimiento de voz de la Enterprise y Montgomery Scott (Simon Pegg) se comporta como un estrafalario genio algo sobreactuado.

¿Y qué pasa con el dúo central de la serie, los legendarios Kirk y Spock? Chris Pine, en su primer papel verdaderamente sólido, encarna perfectamente a su personaje, devolviéndolo a su juventud con el mismo buen resultado que Ewan McGregor tuvo con el Obi-Wan Kenobi de Alec Guiness en Star Wars. En lugar de recuperar punto por punto el estilo de William Shatner (citas de Shakespeare, aleatorias pausas dramáticas a mitad de frase, solemnes soliloquios con los que articulaba sus argumentos diplomáticos…), Pine construye un capitán Kirk más rotundo: impulsivo, astuto, seguro de sí mismo hasta la arrogancia, intelectualmente capaz, carismático, bravucón y mujeriego. Jim Kirk representa a la Humanidad… y lo sabe.

Por su parte, Zachary Quinto llega al papel de Spock tras encarnar de forma memorable al villano Sylar en la televisiva Héroes (2006–2010). El suyo es un Spock sobresaliente teniendo en cuenta que el arco emocional del personaje es el más complejo de toda la trama, lo que suponía un verdadero desafío interpretativo. La caracterización física (orejas, cejas, corte de pelo y uniforme) remite inmediata y brillantemente al personaje original. Y si bien Quinto no llega a transmitir la misma lógica frialdad que Leonard Nimoy, también hay que tener en cuenta que éste no es el mismo Spock. A favor de Quinto, además, hay que decir que ver a Nimoy encarnar de nuevo al personaje que le inmortalizó no resta para nada intensidad al trabajo de su contrapartida más joven.

Roddenberry jamás habría admitido una disensión profunda en el puente de la Enterprise. Fuera cual fuese la amenaza a la que debían enfrentarse cada semana, Kirk y Spock permanecían juntos y en sintonía. Incluso el cascarrabias McCoy, aunque siempre irritado por la lógica carente –en apariencia‒ de sentimientos de Spock, siempre acababa volviendo al redil. La nueva Star Trek entiende que los espectadores modernos esperan otra cosa y que el drama verdaderamente intenso proviene del interior de los personajes. Así, Kirk y Spock inician su relación como adversarios y rivales (no sólo en relación a su actitud y opiniones sobre cómo desenvolverse en la crisis, sino por los afectos de Uhura). La tensión y el conflicto les hará madurar como personajes hasta alcanzar el respeto por las cualidades del contrario e incluso sentir auténtico aprecio personal.

¿Y qué hay de la historia en sí? Si quitamos los efectos especiales de primera línea y el nuevo reparto y tratamos de imaginar la trama como un episodio más de la serie original, no se puede evitar la sensación de que éste habría sido poco memorable. Es necesario resaltar que ésta fue la única encarnación de Star Trek desde 1991 en la que ninguno de sus más renombrados guionistas está presente: Brannon BragaRonald MooreRick BermanMichael PillerJeri TaylorRené EchevarríaNaren ShankarJoe Menosky… En esta ocasión los escritores fueron Robert Orci y Alex Kurtzman, quienes habían comenzado trabajando para series de TV como HérculesXena o El rey de los tramposos, ninguno de ellos programas que se tomaran a sí mismos demasiado en serio. Subieron en el escalafón escribiendo Misión Imposible III, episodios de Alias o Fringe y los tratamientos de guión de La Isla (2005) o Transformers (2007), los cuales parecían estar construidos alrededor de abundante y ruidosa acción y grandes explosiones. En cuanto a su guión para la película que nos ocupa, recuerda mucho al de Star Trek: Primer contacto (1996, escrito por Rick BermanRonald Moore y Brannon Braga) en la que un enemigo clásico de la serie televisiva viajaba hacia atrás en el tiempo con la intención de destruir la Federación en sus primeras etapas; los protagonistas, entonces, le seguían para tratar de impedirlo.

El film parece a menudo elaborado en torno a las escenas de acción con abundantes efectos especiales en las que los personajes se enfrentan una y otra vez a la muerte. Todas ellas están muy bien rodadas y recuperan el sentido de la maravilla de la mejor space opera. Sin embargo, el villano Nero es doblemente decepcionante. Primero, porque está escrito de forma absolutamente rutinaria y predecible: aspecto amenazador y poco sutil –nave incluida, con esos pinchos angulosos y color negro en contraste con las líneas suaves y curvas del casco blanco de la Enterprise‒, discursos grandilocuentes, cruel..; y, segundo, porque está interpretado por un actor de la talla de Eric Bana, quien no tiene oportunidad de aportar algo de su talento al papel. De hecho, Nero parece una copia descafeinada del más memorable Khan de Star Trek II: La ira de Khan (1982): un líder poderoso e inteligente consumido por la sed de venganza ante la injusticia que cree que se ha abatido sobre él y los suyos. Y el previsible clímax consiste en una desesperada batalla con el destino de la Tierra en juego.

Aunque J.J. Abrams declaró su intención de rebajar el volumen de tecnocháchara tan característico de Star Trek, lo cierto es que buena parte de la historia se apoya de forma más que conveniente en ideas como la teleportación transtemporal o extrañas sustancias capaces de crear agujeros negros dentro de planetas. Por no mencionar algunos giros que, aunque narrados con un ritmo endiablado para que no chirríen mucho, desafían cualquier parámetro de credibilidad, como el que Kirk pase en menos de un día de cadete sin experiencia alguna y pendiente de ser sancionado a segundo al mando y, por fin, capitán de la Enterprise.

El problema al que se enfrenta el Star Trek de Abrams es el mismo al que hubieron de encarar los films de la franquicia cuando ésta se trasladó de la pequeña a la gran pantalla. En televisión, tanto Star Trek como Star Trek: La nueva generación (1987-1994) ofrecían sólidas historias de ciencia ficción que incluían política galáctica, creaban alegorías de problemas sociales y exploraban la naturaleza y personalidad de sus personajes principales. Las películas, sin embargo, se convirtieron básicamente en productos sustentados por los efectos especiales y destinados sobre todo a satisfacer a los fans. Los otrora interesantes argumentos quedaban reducidos a poco más que la amenaza de turno a la que había que combatir, las alegorías y las implicaciones políticas se dejaban al margen y el desarrollo de los personajes (ya fueran Data o Spock descubriendo lo que significa ser humano, o Worf luchando por armonizar su herencia guerrera con el ideario pacifista de la Federación) degeneró en un humor facilón y autocomplaciente. Algo de todo eso puede aplicarse al Star Trek de 2009. La película ha sido alabada por la calidad del espectáculo visual que ofrece y su reinvención del canon y personajes de la franquicia. Pero la historia, claramente, no estaba a la altura de esos otros aspectos.

¿Es, entonces, Star Trek, una decepción? A tenor de la recaudación obtenida y las secuelas que la continuaron, no. Como toda película que trata de renovar un icono, despertará las críticas de muchos fans, pero está claro que Abrams supo atraer a una audiencia muy superior a la de las últimas películas de la franquicia. Probablemente poca gente fue a verla con las expectativas muy altas respecto a la profundidad de la historia que iba a encontrar, esperando un argumento simplemente cumplidor y valorando más la caracterización de los personajes, las escenas de acción trepidante y la espectacularidad de los efectos visuales. Y, desde luego, eso sí lo pudieron disfrutar. Los aficionados veteranos podían buscar en la película múltiples homenajes a sus momentos preferidos de la serie original mientras que los recién llegados pudieron familiarizarse sin problemas con los personajes clásicos.

En cualquier caso, Abrams demostró que una franquicia de ciencia-ficción puede ser transformada y actualizada sin socavar en el proceso el alma de la misma ni, consecuentemente, perder el afecto de los fans, especialmente si se hace desde el respeto que merece una leyenda.

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".