Nada envejece más que la típica crítica en la que uno repite al director cómo le gustaría que hubiera sido la película. Quizá esta costumbre no sea exclusiva de los periodistas cinematográficos, pero en ese gremio es algo habitual. Parece que nos imaginamos sustituyendo al realizador o al guionista, mascullando entre dientes y explicándoles cómo tienen que hacer las cosas. O aún peor: convencidos de que la película está hecha para nosotros, y no para un sector del público que nos resulta ajeno.
Esos comentarios pueden sonar forzados e irreales, pero a veces, créanme, resultan inevitables. Supongo que cuando se perciben las posibilidades de un producto fallido, brota esa necesidad de enumerar soluciones, y sobre todo, unos cuantos reproches.
Por ejemplo, después de ver Sin tiempo para morir, me hubiera gustado que Cary Joji Fukunaga no tardase 163 minutos en contar una historia que podría resolverse en noventa. También me hubiera parecido interesante que el James Bond de las novelas o el de las películas clásicas (ya saben: hedonista, misógino, lujurioso, audaz) no fuera sustituido por un tipo que sufre, duda, encaja golpes y se dispone a salir de escena.
En fin, hubiera disfrutado más si este largometraje (repito: ¡casi tres horas!) no utilizase el nombre de James Bond en vano. Es más: uno escucha en su imaginación los aplausos y los llantos cada vez que una secuencia concluye. Casi intuimos a Daniel Craig con lágrimas en los ojos, repitiendo al equipo lo habitual en estos casos («Ha sido maravilloso formar con vosotros una gran familia») y derrumbándose en brazos de Barbara Broccoli cuando le regalan la claqueta.
Y es que todo en Sin tiempo para morir parece diseñado para que Craig se despida de la franquicia. Algo que, miren ustedes por dónde, parece importar más que el respeto a la memoria y a la obra de Ian Fleming.
El sentido del humor casi está ausente de la cinta (gracias, Ana de Armas, por concentrar las pocas sonrisas que afloran durante la proyección). El tono es tormentoso, pesado, perturbador. Y aunque hay escenas de acción muy poderosas y persecuciones vertiginosas, aquí la psique del protagonista ya no mantiene a raya el sufrimiento que serpentea a lo largo del metraje.
Bond, como los mejores iconos, parece incómodo en nuestra época. Pero la solución no debería consistir en elevar al cubo sus contradicciones, sino en aceptar que un tipo así (cínico, seductor, elegante, brutal y chapado a la antigua) es como es, y no pasa nada por seguirle la corriente.
A todo esto, no niego que Fukunaga sea un creador con una extraordinaria personalidad. Pero su 007 me convence infinitamente menos que el animado por algunos mercenarios ninguneados por los hipsters (Lewis Gilbert, Guy Hamilton, John Glen, o en fechas más recientes, Martin Campbell).
¿Es el público de hoy incapaz de aceptar al genuino Bond? ¿O acaso reinventar al personaje pasa por someterlo a un feroz psicoanálisis? ¿El carácter adulto de una superproducción se mide con grados de amargura y guiños políticamente correctos?
Como ha sucedido con otros personajes populares, aquí también el público ha sido arrastrado a un punto donde reina la infelicidad. Supongo que esta es la expresión más concisa de un siglo neopuritano, en el que la seducción al viejo estilo, el kitsch o la frivolidad están muy mal vistos.
Sinopsis
En Sin tiempo para morir, Bond se ha retirado del servicio activo y disfruta de una vida tranquila en Jamaica. Pero la calma solo dura hasta que su viejo amigo Felix Leiter, de la CIA, le pide ayuda. La misión de rescate de un científico secuestrado acaba siendo mucho más peligrosa de lo que parece, llevando a Bond a seguir los pasos de un misterioso hombre armado con una nueva y peligrosa tecnología.
Daniel Craig vuelve por quinta y última vez para cerrar un recorrido que presentó a un nuevo y moderno Bond al mundo. Por excelente que sea en algunos campos, el Bond de Daniel Craig no es infalible. No es un héroe mítico y legendario, aún le queda mucho por aprender. Bond es un héroe multifacético, y un hombre cuyo éxito se ve en ocasiones diluido por algunos fallos. Es una mezcla de luces y sombras Cuando pronuncia una frase breve, suele ser una amenaza velada.
Los espectadores han sido testigos de este cambio. Han visto a Bond aprender a ser agente secreto, ganarse la licencia para matar, y se han dado cuenta del esfuerzo que todo esto implica. Es un hombre solitario, aún no ha aprendido a dejar que se le acerquen. Amó y perdió a sus seres queridos. Perdió a Vesper Lynd. Perdió a M. Y estas heridas siguen abiertas.
«Empezó en Casino Royale«, explica Daniel Craig. «Decidimos comenzar así con mi papel y definió en gran parte la forma en que he interpretado a este maravilloso personaje. Quería que Bond pareciera un asesino y que se comportase como tal porque es exactamente eso, un asesino. Así es el personaje. Pero quería que tuviera un enfoque moderno».
Ha habido una constante en todo el recorrido por Casino Royale, Quantum of Solace, Skyfall, Spectre y ahora Sin tiempo para morir. Han dominado temas importantes. «Sin tiempo para morir presenta temas aún más grandes», sigue diciendo el actor. «Con Bond siempre es así. Si la expresión ‘Se hace a lo grande o no se hace’ no es perfecta para una película Bond, no sé para qué sirve entonces».
«Siempre me han gustado las películas de 007 en las que he participado», añade. «Nos hemos centrado en las relaciones y en cómo le afectan. No solo le hacen cambiar, sino que cambian todo el curso de su vida. Y esta película vuelve a hacer énfasis en sus relaciones con el malo y con las personas con las que trabaja. Los temas principales son el amor y la confianza, no se puede pedir algo más importante».
Estos temas se centran en la relación de Bond con Madeleine, que nació en Spectre entre las nieves de Austria y se afianzó bajo el sol de África, cuando Bond permitió que el amor volviera a introducirse en su vida.
«Después de que Vesper Lynd le traicionase en Casino Royale, Bond comprendió que no podría hacer su trabajo si se permite el lujo de ser vulnerable», dice el guionista Neal Purvis. «A partir de entonces rechazó el amor y se prohibió enamorarse de otra mujer».
«Pero Madeleine es la hija de un asesino y quizá sea la única persona que pueda entender la vida que él ha llevado», explica. «Confía en ella, y esa es la clave: el amor y la confianza van de la mano y, con ella, vuelve a ser vulnerable».
Daniel Craig está de acuerdo: «El gran amor de su vida fue Vesper, y acabó de forma trágica; ahora suele desconfiar de todo el mundo. Además, el hecho de que la mayoría de personas cercanas a él acaben muriendo le hace ser muy prudente. Tiende a estar solo, pero en esta película se le presenta la oportunidad de encontrar realmente algo importante».
Léa Seydoux estaba encantada de volver al papel. «Al final de Spectre, Madeleine se siente feliz con Bond y se da a entender que es el principio de una relación duradera», dice la actriz. «Pero aquí descubriremos que tienen problemas que resolver. Creo que en Sin tiempo para morir sabremos mucho más acerca de su intimidad».
«Sin tiempo para morir debía finalizar una historia potente, atar todos los cabos sueltos», añade Daniel Craig. «Creo que hemos conseguido contar la historia y no dejar nada pendiente».
Temas relativos a los secretos, la traición y la confianza recorrieron las últimas cuatro películas para impulsar la historia hacia una electrizante conclusión en Sin tiempo para morir. Después del dolor que le produjo la pérdida de Vesper Lynd (Eva Green) en Casino Royale, de los altibajos en su relación con M y el MI6, y el sufrimiento causado por las revelaciones de Blofeld (Christoph Waltz), Bond vuelve a arriesgarse y baja la guardia, dispuesto a amar otra vez.
«Que Bond se jubilara era algo nuevo», dice. «Podíamos imaginar cómo sería este hombre sin su trabajo. Si entregas tu vida al servicio de tu país, como hizo Bond, ¿qué legado dejas?»
Para contar esta nueva historia, los productores se pusieron en contacto con Cary Joji Fukunaga (Jane Eyre, Sin nombre, la serie True Detective) después de que Danny Boyle tomara otro camino. Hacía tiempo que Michael G. Wilson y Barbara Broccoli admiraban el trabajo de Fukunaga como guionista y director. Le conocieron en Nueva York, poco después del estreno de Spectre.
«Cuando nos conocimos, Cary dijo que le encantaría rodar una película Bond en algún momento», recuerda la productora. «Así que cuando Danny Boyle dejó el proyecto, buscábamos a un nuevo director y pensamos en él. Lo asombroso es que estuviera disponible. Su entusiasmo y sus dotes como guionista ayudaron mucho, realmente ha sido milagroso».
La historia cobró forma bajo la guía de Fukunaga y de los dos guionistas habituales de la saga, Neal Purvis y Robert Wade, pero los productores y Daniel Craig también invitaron a la guionista y actriz Phoebe Waller-Bridge (Fleabag, Killing Eve) a que contribuyera con ideas para el personaje y la historia, sin por eso perder lo que Barbara Broccoli describe como «la identidad británica de Bond».
«Phoebe tuvo un fuerte impacto en el guion y nos encantó trabajar con ella», dice Barbara Broccoli. «Los guionistas hicieron importantes contribuciones y Cary se esforzó en incorporar lo máximo posible del trabajo de todos. La historia es muy complicada, pero se cuenta de una forma muy comprensible. Y las revelaciones son fascinantes».
El enfoque de Cary Joji Fukunaga rodando secuencias de acción es muy específico al haber dirigido personalmente la segunda unidad en películas anteriores. Se aseguró de que cada secuencia de Sin tiempo para morir impulsara la historia con momentos emotivos claves y mucha tensión.
El director encontró un espíritu afín en el director de fotografía, el oscarizado Linus Sandgren. «Linus prefiere tomas más largas, con marcajes más complicados y esto también afecta a la acción», explica el director. «Una secuencia de acción puede ser modular con una toma general desde un helicóptero, a la que se suma un toma desde el volante y otra desde el punto de impacto, por ejemplo, pero queríamos que todas las tomas encajaran –tomas A, B y C– en una toma general. Y no solo en las secuencias de acción, sino también en las dramáticas».
«La idea de Escandinavia surgió muy al principio», dice Barbara Broccoli, «porque Mr. White, el padre de Madeleine, era escandinavo. Aquí se escondía la familia. Es un sitio inaccesible, bastante alejado de todo».
El pueblo de Altaussee, en Austria, donde Bond encuentra a White en Spectre, sirvió de inspiración visual, así como el periodo que el director estuvo en Noruega antes de unirse a la producción.
Del helado y duro paisaje noruego en invierno, la película pasa a la cálida luz del sur de Italia. Las películas Bond incluyen muchos decorados del país mediterráneo, sobre todo durante la era Daniel Craig, en la que varias escenas de Casino Royale, Quantum of Solace y Spectre transcurren allí.
«Italia era el decorado perfecto», recalca Cary Joji Fukunaga. «Al final de Spectre se alejan hacia el sol poniente, ¿y qué país puede ser más romántico que Italia? El pueblo de Matera es único, teníamos que rodar allí».
Se escogió Matera para rodar la emocionante secuencia de la persecución en coche. «Italia es un país con una multitud de decorados muy variados», dice Michael G. Wilson. «Estamos enamorados de Italia. Bond está enamorado de Italia. Matera es un pueblo visualmente único y el lugar perfecto para una persecución».
El pueblo de Matera es muy antiguo y a menudo sirve como decorado bíblico o de la antigüedad, pero los habitantes estaban entusiasmados con la idea de ser los anfitriones de una trepidante persecución. Bond está llevando a cabo una misión personal en Matera cuando le atacan y empieza una persecución por las estrechas calles del pueblo.
Después de esta primera secuencia, Bond se retira a su hogar espiritual en Jamaica. Además del vínculo con el autor Ian Fleming y su casa en GoldenEye, en la orilla norte de la isla, otras películas de James Bond, concretamente Dr. No (1962) y Vive y dejar morir (1973), contienen escenas clave rodadas en Jamaica.
La guarida del malo suele ser algo asombroso en las películas de Bond. Los productores y el director decidieron crear una isla para Safin (Rami Malek) en Sin tiempo para morir. Los exteriores de la isla se rodaron en las islas Feroe, un archipiélago del Atlántico Norte perteneciente al Reino de Dinamarca.
Ninguna saga puede vanagloriarse de tener tantos temas musicales como James Bond, y con la vigésimo quinta entrega producida por EON y también el último capítulo protagonizado por Daniel Craig, Sin tiempo para morir, los productores eran conscientes de que necesitaban a un compositor excepcional. No dudaron en hablar con Hans Zimmer, premiado por la Academia y con cuatro Grammy.
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