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Crítica: «Joker» (Todd Phillips, 2019)

El León de Oro y la ovación de ocho minutos que recibió Joker en el Festival de Venecia de 2019 me hacen sentir más viejo de lo que querría. Y si no viejo, sí un poco extraterrestre en un panorama cultural que no termino de comprender. No recuerdo cuál fue el último largometraje que mereció ocho minutos de ovación, pero les puedo asegurar que era bastante mejor que Joker.

No es que esta ¿nueva? visión del Príncipe Payaso del Crimen sea una mala película, pero está muy lejos de ser la obra maestra o la insólita novedad que el efusivo marketing y la crítica impresionable anuncian con solemnes piropos, debidamente entrecomillados. En realidad, tanto la cinta como muchas de las reacciones que ha provocado responden a la gentrificación del cine de superhéroes.

Sin duda, se podría culpar de dicha gentrificación a los renovadores del cómic superheroico de la década de los 80 (Frank Miller, Alan Moore, Neil Gaiman, etc.). No obstante, si nos centramos en el cine reciente, quizá la primera película pretenciosa de superhéroes fue Hulk (2003), de Ang Lee. Y es que, en lugar de mostrar a la Masa destrozando mobiliario urbano y tanques, Lee optaba por explorar un tedioso drama psicológico sobre problemas paternofiliales.

¿Qué tiene que ver esto con la gentrificación? El fenómeno es muy similar: tipos listos y  ricos se acercan a un barrio popular ‒o a un género popular‒ atraídos por lo “auténtico” o lo “pintoresco”. Una vez han comprado propiedades, les parece que el barrio ‒o el género‒ son demasiado toscos. Interesantes, sin duda, pero con posibilidades de mejorar gracias a ellos. Al fin y al cabo, son más sofisticados que el pollero de la esquina, o que esos guionistas y creadores que llevan trabajando más de setenta años sin su ayuda. Aquí es donde entran en acción el Nolan o el Snyder de turno, convencidos de que Superman o Batman son personajes ridículos e infantiles. Y convencidos también de que ellos pueden transformarlos en algo “adulto”. Mírenme poniendo los ojos en blanco.

El último listo de turno es nada menos que el director de la prestigiosa Resacón en Las Vegas (2009), a la sazón amigo y colaborador de Bradley Cooper, un tipo tan mediocre en lo artístico como astuto en lo comercial, que en Joker ejerce como productor.

Este Joker toma algún elemento de cómics como el inevitable La broma asesina, y no pocas ideas de la serie de televisión Gotham. Esos ingredientes pasan a formar parte de un film que viene a ser un cúmulo de homenajes-plagios del cine sórdido post-Vietnam de la década de los 70.

La imagen sucia y urbana es lo más atractivo y logrado de la película. Phillips transforma la ciudad de Gotham en ese Nueva York infernal, infestado de mugre, ratas y criminales, que tan bien retrataron Sidney Lumet, William Friedkin o un Martin Scorsese que se establece como el principal modelo de adoración e imitación en Joker. Si Travis Bickle, el desequilibrado veterano que protagonizó Taxi Driver, venía a ser una inteligente recreación del Ethan Edwards de Centauros del desierto, el payaso zumbado de esta película se convierte en un eco de Travis y del inquietante Rupert Pupkin de El rey de la comedia, más por un asunto de emulación estética que por objetivos más profundos.

Hay que reconocer el esfuerzo de Phillips (y de su coguionista, Scott Silver) a la hora de encajar la mitología del personaje y la veneración por el cine setentero en un guión que trata de problemas actuales (aunque siempre vigentes): el desinterés y la desatención de las instituciones respecto a los enfermos mentales, la agresividad de una sociedad en plena decadencia económica, o el atractivo de cualquier payaso que guíe a esa misma sociedad en una revuelta contra una “élite” casi abstracta.

Tan interesantes temas ya se han tratado, hasta la saciedad, y con más desparpajo, en los cómics y en las series de televisión que protagoniza el Hombre Murciélago. Por eso mismo, uno siente que todos estos asuntos “adultos” no son más que piezas de atrezzo para enmarcar la atmósfera gritty, y especialmente, la actuación de un Joaquin Phoenix omnipresente, esforzado y tan pasado de rosca como pide el famoso personaje que aquí encarna.

Cada bailecito, cada ataque de risa sardónica, cada tic y carantoña se pueden interpretar como la petición desesperada de un Oscar. La publicitada interpretación de Phoenix funciona como revancha por la escasa repercusión que tuvo su trabajo en el film de En realidad, nunca estuviste aquí (Lynne Ramsay, 2017), que se vendía, mira por donde, como “el Taxi Driver del nuevo siglo”.

Siguiendo la estela soseras del Joker de NolanLedger, de nuevo tenemos a un loco peligroso, pero no extraordinario. Su aspecto también es producto del maquillaje, así que nos podemos olvidar de los detalles que han hecho interesante al payaso a lo largo de tantas viñetas y décadas. Adiós al baño en productos químicos que le otorgaron piel blanca, pelo verde y locura genial. Despidámonos de los artículos de broma letales, de los planes descabellados, de la diversión y el espectáculo.

En su primera aparición, allá por 1940, el villano resultó tan bueno y efectivo que apenas ha cambiado desde entonces (salvo en últimas revisiones, obra de guionistas listillos). En aquel tebeo, el payaso aterrorizaba a Gotham anunciando por la radio asesinatos determinados, incluyendo objetivo, lugar y hora. Pese a todo, la policía no podía evitarlos y Batman tenía que poner su cerebro detectivesco en marcha para salvar vidas y atrapar al criminal.

El Joker original emulaba a villanos como Fantômas o Fu Manchú, pero soltando las carcajadas de la Sombra y luciendo el aspecto de Conrad Veidt en El hombre que ríe (Paul Leni, 1928). Más tarde, se nos explicaría que había sido fugazmente el fracasado criminal Capucha Roja, y antes de eso, un cómico también fracasado. Incluso se llegó a sugerir que siempre ha habido Jokers en Gotham, pero todo eso importa menos que lo básico: el Joker está ahí para sacar de quicio a Batman, perpetrando crímenes estrambóticos que ponen a prueba a un héroe entusiasta de lo metódico y del orden.

La crítica social o la exploración psicológica que ofrece el film de Todd Phillips puede resultar más o menos interesante, dependiendo de la veteranía del espectador. En este sentido, Joker impresionará en mayor medida a los más jóvenes, o a los que aún han tenido poco contacto con la faceta sórdida de los cómics de superhéroes.

El enfoque de la película, alejado de la fantasía o la acción, es más que legítimo. Sin embargo, el cuarentón que escribe estas líneas ha echado de menos a ese Joker que llevaba a la oficina de patentes un pez sonriente, o que atrapaba con serpentinas a Batman y Robin mientras se partía de risa.

Sinopsis

Joker se centra en la historia del icónico archienemigo y es una historia original e independiente que no se ha visto antes en la gran pantalla. La investigación que realiza el director Phillips sobre Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), un hombre ignorado por la sociedad, es algo más que el estudio de un personaje extraño e inquietante. Se trata también de una fábula con moraleja.

Protagonizada por Joaquin Phoenix, en el papel principal, junto a Robert De Niro, y dirigida, producida y co-escrita por Todd Phillips, un guión que escribió junto con el guionista Scott Silver (The Fighter), basado en personajes de DC. La película está producida por Phillips y Bradley Cooper bajo su sello Joint Effort, y por Emma Tillinger Koskoff.

La película también está protagonizada por Zazie Beetz (Deadpool 2), Frances Conroy (serie de TV American Horror Story, Castle Rock de Hulu), Marc Maron (series de TV Maron, GLOW), Bill Camp (Gorrión rojo, Molly’s Game), Glenn Fleshler (series de TV Billions, Barry), Shea Whigham (First Man: El primer hombre, Kong: La isla calavera), Brett Cullen (42, Narcos de Netflix), Douglas Hodge (Gorrión rojo, serie de TV Penny Dreadful) y Josh Pais (Motherless Brooklyn, Un golpe con estilo).

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © DC Films, Village Roadshow Pictures, Bron Creative, Joint Effort, Warner Bros. Pictures. Reservados todos los derechos.

Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).