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Crítica: «Gorrión Rojo» (Francis Lawrence, 2018)

Es lo primero que uno se pregunta al ver esta película de Francis Lawrence. ¿Existen esas agentes secretas llamadas «gorriones rojos»? ¿Es el espionaje ruso tan complejo y corrupto como parece serlo en este vibrante thriller?

Vayamos por partes. En el film, Jennifer Lawrence da vida a Dominika Egorova, antigua bailarina del Bolshoi, forzada por las circunstancias a convertirse en un peón del Servicio de Inteligencia Ruso (SVR). Siguiendo la tradición que nos enseñaron las clásicas películas sobre la Guerra Fría, el servicio que presta Egorova es el de una suerte de vampiresa ‒sin glamour‒ que utiliza sus encantos para desestabilizar o eliminar a los adversarios del régimen, dentro y fuera de la frontera rusa.

Jason Matthews, autor de la novela en que se basa el film y veterano agente de la CIA, confirma las fuentes de la trama: los «gorriones» (a modo de trampas sexuales) fueron algo usual durante la Guerra Fría, y de hecho, pasaron a la cultura popular en films como Desde Rusia con amor (1963), de Terence Young. La documentación disponible al respecto es abrumadora. Por otro lado, si tenemos en cuenta la importancia que tienen los servicios de inteligencia y contrainteligencia en la Rusia de Putin, no es complicado llegar a la conclusión de que esos «gorriones» aún existen.

En todo caso, Dominika no es, ni mucho menos, una versión femenina de James Bond. Jennifer Lawrence, entregada a su papel, nos muestra a una joven atrapada en un callejón sin salida: una superviviente que sufre todas las humillaciones posibles, que debe perder su dignidad y que se ve superada por un laberíntico escenario en el que, como dice el insidioso personaje encarnado por Charlotte Rampling, la Guerra Fría no ha terminado.

El guión de Justin Haythe se dirige a una audiencia adulta. Esta (insisto en ello) no es una cinta al estilo Bond. Aquí no hay momentos de humor ni espectaculares persecuciones. El enfoque es otro, mucho más denso y realista. A su manera, Gorrión Rojo nos trae a la memoria clásicos del género como El espía que surgió del frío (1965), de Martin Ritt, o Funeral en Berlín (1966), de Guy Hamilton. Eso sí, con dos ingredientes nuevos: el sexo ‒con distintos grados de sadismo‒, y por supuesto, la violencia y la tortura, mostradas con un distanciamiento emocional que casi recuerda a Brian De Palma.

Con una maravillosa y elegante banda sonora de James Newton Howard y una impecable fotografía de Jo Willems, la película oscila entre lo emocionante y lo perturbador. Su larga duración, quizá excesiva, permite que la historia respire y crezca de forma orgánica, aunque entiendo que esto es un arma de doble filo, sobre todo en estos tiempos en los que un plano sostenido durante más de diez segundos incomoda al público medio.

Más allá de la solidez de su puesta en escena, Gorrión Rojo exige al espectador cierto grado de implicación. Pese a las apariencias, no es una película maniquea ni se deja llevar por la rusofobia más burda, salvo en algún detalle menor. Como sucede con las novelas de Le Carré, la doble moral, los compromisos y las mentiras están en el centro del relato, que se sostiene sobre los hombros de Jennifer Lawrence ‒dispuesta a todo‒ y del agente de la CIA Nate Nash, encarnado con eficacia por Joel Edgerton.

Entre los secundarios, destaca Matthias Schoenaerts, que convierte al tío de la protagonista, Ivan Dimitrevich Egorova, en un sociópata y en un repugnante ejemplo de la razón de Estado. Lucen igualmente la veterana Charlotte Rampling ‒cuya elección me hace pensar en su papel en otra cinta atrevida y difícil, Portero de noche (1974), de Liliana Cavani‒, Mary-Louise ParkerJeremy IronsJoely Richardson y Ciarán Hinds.

Gracias a los efectos visuales y a una cuidada selección de escenarios en Hungría y Austria, Gorrión Rojo alcanza esa opulencia monumental y ese realismo sucio que uno espera en un film de espías que se ambienta en el Este.

Tensa, dura y descarnada, Gorrión Rojo es una película de una inesperada valentía, que a pesar de algún vaivén en su ritmo, muestra el cuarto de calderas del Gobierno ruso: un tablero de ajedrez en el que los jugadores no pueden perder una sola partida. También es la historia apasionante (y sórdida) de una mujer luchadora, obligada a moverse en un mundo en el que la supervivencia ya es todo un éxito.

Sinopsis

Cuando una lesión pone fin a su carrera, Dominika y su madre se enfrentan a un futuro oscuro e incierto. Por este motivo es manipulada para convertirse en la nueva recluta de una academia de espías, donde las agentes son llamadas “gorriones”. Es una agencia secreta de inteligencia que entrena a jóvenes excepcionales como ella para usar sus cuerpos y mentes como armas. Tras un entrenamiento sádico y perverso, se convierte en la espía “Gorrión” más peligrosa que el programa jamás haya producido. Dominika debe reconciliar la persona que una vez fue con el poder que ahora domina, poniendo su propia vida y la de todos a los que ama en peligro, incluyendo a un agente de la CIA que intenta convencerla de que él es la única persona en quien puede confiar.

Basada en el libro del antiguo agente de la CIA Jason Matthews, en Gorrión Rojo vuelven a encontrarse Jennifer Lawrence y su director de Los juegos del hambreFrancis Lawrence; con Charlotte RamplingJeremy Irons y Mary Louise Parker redondeando el elenco.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Chernin Entertainment, 20th Century Fox. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.