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«Star Trek: La nueva generación». Cuarta temporada (24 de septiembre de 1990 – 17 de junio de 1991)

Si la tercera temporada de Star Trek: La nueva generación había supuesto un periodo de transición para la serie, la cuarta fue cuando ésta empezó de verdad a cosechar los beneficios de todo el esfuerzo y dedicación que se había invertido en ella. En octubre de 1990 se emitió su octogésimo episodio, demostrando no sólo que LNG era mejor que su predecesora, sino que iba a superarla en longevidad (la serie original se canceló en 1969 tras setenta y nueve episodios). El negocio de licencias, antes limitado a las películas estrenadas en cine, empezó a tomar fuerza. La audiencia seguía creciendo y llegó a ganar incluso dos premios Emmy en apartados técnicos.

El departamento de guionistas todavía vería ciertos cambios en su plantilla, pero hacia el final de la temporada se había conseguido cierta estabilidad. Una de las más destacables incorporaciones fue la de Jeri Taylor, una productora veterana que, aunque al llegar no conocía prácticamente nada del universo Star Trek, sí sabía muy bien cómo escribir personajes. Rápidamente, se sumergió en un curso de choque en el que vio todos los episodios de ambas series emitidos hasta la fecha, estudió los manuales técnicos de Star Trek, las guías para guionistas, libros diversos…. Al final de ese proceso, sabía más de la franquicia que la mayoría de sus predecesores. Naturalmente, le llevó algún tiempo asimilar todo ese conocimiento, pero tal y como fueron las cosas, dispuso de él, porque aunque inicialmente fue contratada como productora ayudante, pronto ascendió en el escalafón hasta compartir el cargo de productora ejecutiva junto a Michael Piller y Rick Berman. Este trío sería quien también impulsaría Star Trek: Voyager en 1995, ocho meses después del cierre de LNG.

La cuarta temporada se abrió con el muy esperado final de “Lo mejor de ambos mundos” en el que Picard era recuperado para la Federación y se vencía al ejército borg que iba a invadir la Tierra, aunque no sin sufrir graves pérdidas materiales y humanas. En este capítulo en dos partes, Michael Piller no sólo consiguió darle auténtica intensidad al hasta entonces frío Picard, sino que cambió las bases sobre las que se asentaba toda la franquicia. La nueva generación ya había jugado antes con elementos de continuidad –temas recurrentes, personajes secundarios que aparecían varias veces, los problemas familiares de Worf‒ pero la franquicia nunca antes había tocado el dolor del trauma profundo. De haber sido el capitán Kirk el agredido física y mentalmente por los borg en la serie original, es poco probable que en los episodios subsiguientes se hubiera recordado tal experiencia. Pero los guionistas de LNG se negaron a olvidar la ordalía personal que experimentaba Picard en este episodio, una ordalía que le dejó un negro agujero en su espíritu. Los espectadores pudieron atisbar su agonía interna cuando, en la devastadora escena en la que los borg entran en su cerebro, una lágrima resbala desde su ojo.

El segundo episodio, “Familia”, era a todos los efectos un epílogo de lo inmediatamente anterior y, de paso, confirmaba que a partir de este momento sí iba a existir una auténtica continuidad en la serie. En la historia, Picard viaja hasta su lugar natal, un pueblo vinícola de Francia, tras veinte años de ausencia. Su intención es descansar y tratar de recuperarse física y psicológicamente de la asimilación de los borg. Por desgracia, a pesar del idílico entorno en el que se asienta el viñedo familiar, Picard acaba viviendo otro trauma, en este caso con su hermano Robert, que todavía dirige el negocio vinícola. Robert considera a Jean-Luc un traidor y un pretencioso que se siente superior por ostentar un cargo de capitán en la Flota. La inquina entre ambos les lleva incluso a un enfrentamiento físico, pero finalmente consiguen resolver sus diferencias y Picard llega a considerar la posibilidad de aceptar un trabajo estable en la Tierra, tal es el quebranto que sobre su confianza ha tenido el episodio con los borg. Al final, por supuesto, regresará a la Enterprise, que es donde él verdaderamente pertenece. En cuanto a su proceso de curación, el trauma de los borg nunca llegará a desaparecer del todo y en episodios posteriores –y en la película Primer contacto‒ se demostrará que la angustia y la furia derivada de aquél todavía hierven en su interior, haciendo peligrar la racionalidad que de él se espera como oficial de la Flota Estelar.

Por supuesto, a Gene Roddenberry no le gustó nada la propuesta de guión. No solamente consideraba que había demasiadas pretensiones “artísticas” y poca aventura, sino que detestaba el conflicto planteado entre Picard y su hermano. Para desesperación del guionista de esta historia, Ron MooreRoddenberry seguía defendiendo su futuro utópico en el que la gente había dejado atrás sus problemas interpersonales. Sin embargo, Michael Piller se las arregló de alguna forma para que el capítulo entrara en producción, se rodara y emitiera. Quizá fuera que la edad del fundador de la franquicia y su mal estado de salud le habían restado influencia; o quizá, en el fondo, se dio cuenta de que los tiempos habían cambiado, la televisión había cambiado, los espectadores habían cambiado… y que él no lo había hecho.

El quinto episodio de la temporada fue también el nº 79 de la serie, igualando así en este punto la extensión de la original. La mayoría de los actores de ésta (con la excepción de Leonard Nimoy y Nichelle Nichols) se habían mostrado hostiles hacia LNG. Los fans clásicos, en cambio, habían empezado burlándose de las carencias de ésta y habían terminado entusiasmados con sus virtudes. Cuando Walter Koenig, que en la serie original interpretaba a Chekov, se burló de LNG en una convención de Star Trek, un fan le abroncó enfadado; el humillado actor tuvo más tarde la decencia de molestarse en ver varios episodios y rectificar su opinión.

En el episodio “Misión final”, Will Wheaton se despidió de la serie. Previamente a ser seleccionado para interpretar a Wesley Crusher, el joven actor ya disfrutaba de una carrera profesional en la industria y había protagonizado o coprotagonizado docenas de películas y series televisivas, incluyendo un papel principal en Cuenta conmigo. Su compromiso con la serie impidió que participara en otros papeles para películas que le iban ofreciendo. En el intervalo entre la tercera y la cuarta temporadas, se le presentó la oportunidad de participar en Valmont, la película de Milos Forman. Su participación en ella le habría impedido estar en la primera semana de rodaje de la cuarta temporada, por lo que pidió que su personaje fuera eliminado del primer episodio de la misma. Los productores le dijeron que era imposible, que Wesley Crusher tendría un papel fundamental en la historia. Dado que estaba obligado contractualmente a ello, Wheaton tuvo que olvidarse de Valmont…sólo para darse cuenta de que en el episodio en cuestión no aparecía el alférez Crusher en absoluto. Había llegado el momento de abandonar LNG, y como Denise Crosby en la primera temporada, lo hizo en buenos términos, con su personaje marchándose a la Academia y dejando las puertas abiertas a posibles regresos puntuales como actor invitado.

“La pérdida” es otro muy buen episodio centrado en la consejera Troi. La Enterprise de encuentra atrapada en una especie de marea de seres de dos dimensiones que arrastra a la nave hacia una brecha gravitacional que la destruirá. Mientras la tripulación trata de averiguar cómo escapar del problema y si esos seres son inteligentes, el encuentro con éstos ha tenido otra consecuencia: Deanna Troi pierde sus poderes empáticos y se ve reducida a confiar sólo en sus instintos humanos. La pérdida de su capacidad para sentir las mentes de los demás equivale a lo que para nosotros sería la ceguera. La depresión y la pérdida de autoconfianza que ello conlleva la empujan a renunciar a su puesto como Consejera de la nave en el momento en el que más la necesitan.

En “Un día de la vida de Data”, asistimos precisamente a lo que indica el título. El androide contempla con ánimo reflexivo el inminente matrimonio entre sus amigos Keiko Ishikawa y el Jefe Miles O´Brien mientras lidia con las dudas de última hora de la novia y aprende los necesarios pasos de baile. Al mismo tiempo, investiga la aparente muerte de una embajadora vulcana a la que el Enterprise transportaba a una cita con los romulanos en la Zona Neutral. El episodio fue la fusión de dos ideas que circulaban por la sala de guionistas: seguir a un solo personaje durante todo un día normal a bordo de la Enterprise (concepto enviado por el guionista aficionado Harold Apter) y celebrar una boda en la nave.

Data era la elección lógica para este episodio puesto que al no necesitar dormir, los espectadores podrían seguir sus actividades durante las 24 horas. Elegir a la pareja contrayente fue una decisión menos obvia. Al fin y al cabo, Keiko Ishikawa era un personaje que no había aparecido hasta ese momento y O’Brien ni siquiera había tenido nombre hasta el comienzo de esta temporada. Sin embargo, O´Brien tenía sus defensores: Ira Steven Behr creía que era el perfecto representante del hombre corriente y su opinión se hizo valer. Ronald Moore, por su parte, salpicó el episodio con detalles acerca del desempeño cotidiano a bordo de la nave. A destacar asimismo la divertida escena en la que la doctora Crusher enseña a Data a bailar claqué, una misión para la que la actriz Gates McFadden estaba más que cualificada: en su currículo figuraban las coreografías para tres producciones teatrales de Jim Henson. A pesar de las dudas de última hora, el matrimonio O’Brien–Ishikawa resultó un éxito. Keiko aparecería en otros siete episodios de LNG antes de pasar a tener una presencia recurrente en diecinueve capítulos de Star Trek: Espacio Profundo Nueve.

Jeri Taylor basó el argumento de “Los heridos” en El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad: Picard se lleva una desagradable sorpresa cuando un respetado capitán de la Flota se convierte en un renegado y empieza a atacar naves de los cardasianos, antiguos enemigos de los terrestres. El capitán Maxwell afirma que los cardasianos, que firmaron una tregua años atrás, están rearmándose en secreto para la guerra.

Taylor aborda la interesante idea de que los antiguos enemigos no se convierten en buenos amigos sólo porque el conflicto haya finalizado, idea que requería de un nuevo adversario. En este punto, los diferentes guionistas de LNG habían ido presentando varias especies alienígenas que suponían una amenaza para los protagonistas y, por extensión, la civilización terrestre. Sin embargo, los codiciosos ferengi no resultaban demasiado amenazadores, mientras que los borg eran tan peligrosos que no podían usarse como adversarios relativamente frecuentes.

Y para esa función es para la que se inventaron los cardasianos: una especie poderosa, inteligente y de hablar tan sereno que se antoja siniestro. Su apariencia (que recordaba a una mantis o una cobra) y gélidas maneras apelan a nuestra tendencia instintiva a desconfiar de las criaturas de sangre fría. La idea tuvo éxito y los cardasianos se convirtieron en adversarios regulares no sólo de LNG, sino de Espacio Profundo Nueve, serie en la que ostentarían la categoría de “villanos oficiales”.

“Primer contacto” es un episodio interesante en tanto en cuanto nos muestra la forma de actuar de la Federación a la hora de establecer relaciones con una civilización que acaba de descubrir el motor de curvatura, que ha estado confinada en su planeta hasta ese momento y que lo ignora todo acerca de la plétora de mundos e inteligencias que pueblan la galaxia. Durante una misión sobre el terreno para observar una de estas culturas, Riker resulta herido y es llevado a un hospital, donde los nativos rápidamente se dan cuenta de que es un alienígena. A pesar de contar con la ayuda de la Ministra de Ciencia del planeta, los esfuerzos de Picard y Troi por recuperar a su compañero se ven coartados por las preocupaciones del gobierno acerca de la crisis que podría estallar en la sociedad, básicamente tradicional, conservadora y temerosa de las aventuras tecnológicas, si se enterara de que unos extraterrestres han estado habitando entre ellos.

A tenor de la cantidad de guionistas que figuran acreditados en este capítulo (nada menos que cinco) puede inferirse lo difícil que fue desarrollar esta historia a partir de la idea aportada por Marc Scott Zicree. De haberse tratado de otro argumento, todos esos esfuerzos habrían acabado por abandonarse, pero Michael Piller se empeñó en sacarlo adelante en lugar de aceptar la derrota, sugiriendo además que se contara la historia desde el punto de vista de los nativos y no de los miembros de la Enterprise, un enfoque que difería mucho de las directrices que solía seguir la serie. Gene Roddenberry y el productor Rick Berman dieron su brazo a torcer a cambio de la promesa de que ni Piller ni su equipo de guionistas volverían a saltarse de nuevo esa regla no escrita.

Durante su último año en la Universidad de California, Brannon Braga ganó una beca de guionista de la Academia de Televisión, Artes y Ciencias que le garantizaba una permanencia de ocho semanas en LNG. Allí descubrió que las series de televisión eran escritas por un equipo de guionistas dirigidos por un showrunner. Hacia el final de su estancia allí, ese showrunnerMichael Piller, le dio un guión para reescribir. Aquél guión fue el del episodio “Reunión”, centrado en el personaje de Worf y sus cuitas familiares. Fue entonces cuando colaboró por primera vez con el otro joven guionista del staffRonald Moore.

Los buenos resultados obtenidos le dieron la oportunidad de escribir su propia historia a partir de una propuesta enviada por un fan. “Crisis de identidad”, en la que Geordi empezaba a transformarse en un ser alienígena a consecuencia de una antigua misión en la que participó. Braga se inspiró en el film Deseo de una mañana de verano (Blow-Up, 1966), de Michelangelo Antonioni, para la brillante escena en la que Geordi trata de reconstruir en la sala de hologramas lo sucedido en el planeta en el que él y sus amigos se infectaron. El episodio satisfizo a Michael Piller, quien lo contrató como miembro del staff. En poco tiempo, Braga se convirtió en uno de los pilares de la serie.

“El juicio del tambor” es otro episodio sobresaliente centrado sobre todo en Picard, centro moral de la Enterprise. Una explosión en el motor de la nave lleva a una investigación al más alto nivel para tratar de descubrir una posible conspiración a favor de los romulanos. La almirante Norah Satie, (Jean Simmons) es llamada de su retiro para que aplique al caso su reconocido talento para destapar complots. Satie rápidamente concluye que un oficial klingon visitante consiguió sacar de la nave una información secreta, pero éste, aunque admite su acto de espionaje, niega cualquier intento de sabotaje. Satie se niega a abandonar su investigación aun cuando La Forge y Data determinan que la explosión fue debida a un accidente y acusa a Picard de traición cuando éste se opone a que uno de sus tripulantes, a todas luces inocente, cargue con las culpas.

La fama de los Juicios de Salem en 1692 contra unas supuestas brujas sólo guarda parangón en la historia americana con las audiencias del senador McCarthy en los cincuenta contra supuestos comunistas; audiencias que, convertidas en fenómeno televisivo, terminaron con las vidas y carreras de muchísimas personas inocentes. Ese tipo de procesos, denominados “cazas de brujas” sirvieron de inspiración a Jeri Taylor para escribir este episodio, un desafío para el director Jonathan Frakes (en su tercera ocasión tras las cámaras) puesto que transcurría básicamente en una sola habitación y, al no haber acción física, descansaba totalmente en los diálogos y las interpretaciones de los actores. Para ello contaron con la participación de la actriz Jean Simmons, una de las grandes de la época dorada de Hollywood y, dato menos conocido, gran fan de la serie.

El siguiente episodio, Media vida, fue otra pequeña joya que ejemplificaba la dirección que estaba siguiendo la serie en ese momento, prestando más atención a los personajes que a las peripecias aventureras. Lwaxana Troi, la madre de Deanna, se enamora de Timicin, un científico que está a bordo de la Enterprise realizando un experimento con el que espera reactivar la moribunda estrella de su mundo. La prueba fracasa y aunque Lwaxana insiste para que continúe sus investigaciones, el científico le revela que no puede: le ha llegado el momento de su “Resolución”, un suicidio ritual que todos los habitantes de su planeta realizan a los sesenta años para evitar a sus hijos la carga de unos padres envejecidos.

Hasta este episodio, Lwaxana había sido un personaje de corte humorístico, una mujer desenvuelta y arrogante que se dedicaba a acosar sentimental y sexualmente a Picard. Pero aquí el guionista Peter Allan Fields le dio un giro completo: Lwaxana por fin ha encontrado un hombre que aprecia su energía, su sabiduría y sentido del humor, un hombre que verdaderamente se ha enamorado de ella…y cuyos días están contados. Es un episodio de gran contenido emocional que no se concentra en ninguno de los personajes principales sino en un par de secundarios. Aún más, suscita una reflexión madura acerca de la eutanasia.

No fue esa la primera vez que Star Trek trataba el tema. En 1967, el capitán Kirk se enfrentó a las cabinas de la muerte de Eminiar VII (en el episodio El apocalipsis), poniendo fin a los suicidios forzosos que diezmaban la sociedad como subproducto de una larga guerra. Aquí, Picard no aprueba los suicidios asistidos más de lo que lo hizo Kirk, pero la situación es diferente: la Primera Directiva debe prevalecer.

«Media vida” se emitió en 1991, justo un año después de que Jack Kevorkian realizara la primera de sus 130 eutanasias. El guionista supo integrar en este capítulo los argumentos a favor y en contra de semejante medida y hacerlo sin fanatismos ni moralejas. Al final, el espectador se queda compadeciendo a Lwaxana, quien acepta las creencias de Timicin aunque difieran radicalmente de las suyas y que decide permanecer con él hasta el final. Fue el acto más valiente que se le había visto hacer en la serie y que demostró sobradamente que el personaje podía ser mucho más que una caricatura.

En un discurso pronunciado en Nueva York en 1976, Gene Roddenberry afirmó: “Toda la serie trataba de decir que la Humanidad alcanzará su madurez y sabiduría el día que empiece no sólo a tolerar, sino a disfrutar de las diferencias en ideas y formas de vida”. En el episodio, “El huésped”, la doctora Beverly Crusher tuvo la oportunidad de poner a prueba esa filosofía.

Al empezar el capítulo, los espectadores veían que la doctora se había enamorado de Odan, un embajador del planeta Trill que viajaba a bordo de la Enterprise con la misión de mediar en un conflicto entre los habitantes de dos lunas. Pero tras resultar mortalmente herido, Beverly averigua que ha sido engañada: Odan es en realidad un simbionte y la varonil forma que había conquistado su corazón no era más que el cascarón utilizado por una especie de gusano de repulsivo aspecto que vivía en su vientre y que era, en último término, el responsable de las palabras de amor que Odan susurraba al oído de Beverly.

“El huésped” trataba sobre la naturaleza del amor. Como Cyrano de Bergerac, Odan, el gusano, es quien posee el carisma y el encanto y quien enamora a Beverly utilizando un intermediario más agraciado físicamente. Cuando su cuerpo anfitrión muere y hallándose la Enterprise demasiado lejos del planeta Trill para conseguir un sustituto, Odan es transferido temporalmente al cuerpo de Will Ryker, que se ofrece voluntario. La doctora supera el desafío de Roddenberry, aceptando que el amor es una cualidad espiritual independiente –o al menos no disminuida‒ por una forma física. Pero más tarde, cuando Odan recibe por fin un nuevo cuerpo huésped permanente, esta vez femenino, Beverly, explicando que no puede soportar todos esos cambios, decide cortar la relación, dejando las bellas palabras de Roddenberry aparcadas…de momento.

Porque a los productores de la serie les había gustado mucho el concepto de los trill como simbiontes y cuando diseñaron su galería de personajes principales para Espacio Profundo Nueve, incluyeron a un ser de esa especie, Jadzia Dax. Los guionistas cambiaron y mejoraron algunos detalles sobre los trill, pero no alteraron la noción de que los simbiontes tienen emociones que permanecen con ellos al pasar de huésped a huésped. Dax se enamoraría tanto ocupando cuerpos masculinos como femeninos sin preocuparse de lo apropiado de sus sentimientos hacia hombres, mujeres o incluso klingons…

El reciclaje no es una invención moderna, en especial el reciclaje literario. Shakespeare encontró material para sus obras en otros trabajos publicados con anterioridad. Sus fuentes para Romeo y Julieta incluyen un poema escrito por Arthur Brooke en 1562, poema que, a su vez Brooke compuso a partir de historias publicadas en 1530 y 1544. Y es que si una historia funcionó una vez, lo volverá a hacer. Veamos un ejemplo más moderno.

En 1934, Robert Graves escribió Yo, Claudio, que incluía, entre otros muchos temas, un complot de asesinato. La novela inspiró una película aquel mismo año ‒aunque no llegó a completarse‒ y luego fue olvidada por el mundo del entretenimiento hasta que cuarenta años después se recuperó en forma de una magnífica miniserie de televisión por la BBC.

En 1959, el novelista Richard Condon escribió El mensajero del miedo, un libro en el que los prisioneros de guerra norteamericanos eran sometidos por agentes comunistas a un lavado de cerebro para convertirlos en asesinos políticos. Varios pasajes de la novela de Condon se parecían mucho, demasiado, a la de Graves, aunque la similitud no fue detectada hasta después de la muerte de ambos autores.

En 1965, unos pocos años después de que se estrenara la adaptación cinematográfica de El mensajero del miedo (1962), la serie televisiva Viaje al fondo del mar emitió “El saboteador”, un episodio en el que uno de los protagonistas era secuestrado y sometido a condicionamiento mental por agentes enemigos que pretendían utilizarle para frustrar una misión estratégica y asesinar a su comandante.

Y, por último –al menos en lo que a este artículo se refiere‒ tenemos el episodio de La nueva generación titulado “El ojo de la mente”, en el que Geordi La Forge es raptado por los romulanos, sometido a un lavado de cerebro y enviado de vuelta a la Enterprise como asesino encargado de implicar a la Federación en un complot contra los klingons y deshacer así su frágil alianza. Se trató de un argumento enviado por un fan, al que dio forma René Echevarría y dirigió David Livingstone, un gran amante de la película El mensajero del miedo, dirigida por John Frankenheimer y del que Livingstone tomó algunas de las soluciones visuales y estilísticas. Así que, ¿quién es el padre de esta historia? Es difícil de decir, pero Shakespeare lo hubiera entendido.

“En teoría” fue el primer episodio dirigido por Patrick Stewart, segundo miembro del reparto en asumir tal papel tras Jonathan Frakes. Y lo hizo con un interesante guión escrito por Joe Menofsky y Ronald Moore en el que volvía a explorarse la naturaleza androide de Data, de tratar de averiguar si en su interior hay algo más que simple programación. En su interminable búsqueda de la comprensión de lo que significa ser humano, Data acepta el afecto que le brinda su compañera Jenna D´Sora, comenzando ambos una relación “romántica”. Sin embargo, Jenna, que acababa de salir de una difícil relación con otro miembro de la tripulación, pronto empieza a darse cuenta de los inconvenientes de un vínculo tan “programado”.

Para Ron Moore, esta historia fue una oportunidad para regresar a la serie original. Aunque pueda parecer mentira –al menos para el aficionado masculino‒ muchísimas mujeres se enamoraron entonces de Spock. Gran parte del correo de fans que recibía Leonard Nimoy provenía de mujeres, mujeres que se sentían atraídas por ese personaje remoto e inaccesible y que estaban cautivadas por la fantasía de que ellas y sólo ellas serían capaces de llegar a su corazón. Así que el guionista decidió aprovechar ese aspecto del fandom y escribir una historia en la que una mujer se enamoraba de un ser que, literalmente, no tenía corazón y que no podría corresponder al afecto de forma emocional. “Quería ver esa relación estrellarse. Quería ver el momento en el que ella se da cuenta de él no puede corresponderle con lo que ella desea”.

Es una idea intrigante que se desarrolla con bastante humor…hasta que llega el inevitable y previsible momento en el que la relación, efectivamente, se estrella. Las relaciones se terminan, incluso las imaginarias. Pero ¡qué duro sería oír a tu reciente expareja decir que va a borrar el programa que había diseñado para ser tu compañero! Jenna tiene problemas emocionales y es insegura, pero a diferencia de Data, tiene corazón y el público no puede evitar empatizar con ella cuando sale del camarote del androide…y es instantáneamente reemplazada por la otra “fémina” en la vida de Data: su gata Spot.

“Redención”, el último episodio de la cuarta temporada –y que constaría de dos partes, siendo la segunda la apertura de la quinta‒ fue la primera vez que la serie narraba una guerra. En esta ocasión, Picard vuelve a verse involucrado en los asuntos de los klingon cuando debe servir de árbitro y decidir quién regirá el Consejo rector de ese pueblo. La historia, escrita por Ronald Moore, es una continuación de los episodios anteriores en los que Worf se convertía en renegado de su especie y su mujer moría asesinada, todo ello por obra de Duras, su némesis. Aunque éste ya había muerto, ahora son sus dos hermanas las que intrigan con una misteriosa figura en la sombra para hacerse con el poder. Moore y el productor Michael Piller hubieron de enfrentarse a las objeciones de Gene Roddenberry, al que ni le gustaba la dirección que estaba tomando la serie ni creía que Worf fuera un personaje digno de tanta atención. Para él, La nueva generación debía centrarse sobre todo en Picard.

No obstante, a estas alturas, la serie había cobrado vida propia y la salud de Roddenberry ya no le permitía involucrarse de forma efectiva en el devenir del programa, por lo que el capítulo no sólo salió adelante, sino que ofreció el clímax que cerraba la temporada y dejaba a los fans deseando más.

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".