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Crítica: «Logan» (James Mangold, 2017)

Hace unos años, Mark Millar nos sorprendió muy gratamente con una visión crepuscular y sombría del futuro de Lobezno. Aquel cómic se titulaba El viejo Logan, y aunque su argumento es muy distinto al de la película de James Mangold, es evidente que plantea una inspiración muy poderosa.

Tanto en El viejo Logan como en Logan, Lobezno se parece más al pistolero William Munny de Sin perdón (Clint Eastwood, 1992) que al mutante de uniforme amarillo que desata su furia en los clásicos tebeos de Marvel. En la película de Mangold, es un tipo vulnerable, al límite de sus fuerzas. Un coleccionista de cicatrices, decepcionado con el destino, como esos viejos púgiles que salen de las cuerdas, pegan con ambas manos por última vez y caen a cámara lenta en el centro del ring.

Magníficamente encarnado por Hugh Jackman, este Lobezno ha ido a parar al año 2029 instalado en el desaliento. Malviviendo de forma anónima, evita a los cazadores de mutantes mientras custodia al decrépito Charles Xavier (un inmenso Patrick Stewart) y ve pasar los años con la sensación de que el mundo entero se ha vuelto en su contra. Por una de esas jugadas que tiene la fortuna, la vida de ambos dará un giro cuando se crucen con una niña mutante, Laura, cuyo origen será la clave de esta brumosa aventura.

Aunque los aficionados a los cómics reconozcan en la pequeña Laura a X-23 ‒la heredera de Lobezno en las viñetas‒, en el largometraje de Mangold se nos presenta como una cría mexicana de la que desconocemos casi todo. Laura es aquí una fugitiva misteriosa que aún está lejos de ser una superheroína y que, por cierto, habla principalmente en español (Supongo que este detalle se perderá en la versión doblada). Como podrán comprobar, el personaje se beneficia del carisma y del aplomo sorprendente que demuestra su intérprete, la niña hispano-británica Dafne Keen Fernández.

El estilo elegido por Mangold, armado con una astucia notable, se sale de lo que es habitual en el cine de superhéroes. Narrada con sobriedad, con un tono seco y vibrante, Logan es el fruto de muchas referencias cinéfilas, que van desde Raíces profundas (1953), de George Stevens, hasta thrillers de los setenta como Ruta suicida (1977), de Clint Eastwood. En este sentido, está claro que nos encontramos ante una propuesta valiente, muy original, donde la veteranía es un grado y las lecturas son más profundas de lo acostumbrado.

La dureza de muchas escenas hace que el film escape de lo que entendemos como una cinta familiar. De hecho, Mangold enfoca toda su narración hacia el público adulto. Y es precisamente ese público el que mejor sabrá apreciar la densidad emocional de las relaciones entre Lobezno y el octogenario Xavier: un vínculo conmovedor que se enriquece con la aparición de Laura.

Además de un paseo deslumbrante por los grandes temas de Marvel, Logan es una dramática road movie que enfrenta a los héroes a su condición de mortales, siempre necesitados de afecto y temerosos de ese instante en que la vida nos empuja cuesta abajo, a toda velocidad.

Dejo para el final un detalle que no podía faltar en un film de esta naturaleza: la acción, rodada en este caso con una contundencia y una ferocidad poco habituales en la gran pantalla.

Sinopsis

De la mano del visionario guionista y director James Mangold llega el capítulo definitivo de la saga cinematográfica de uno de los mayores héroes de la historia del cómic. En Logan, vemos al actor nominado al Premio de la Academia Hugh Jackman repitiendo en su icónico papel de Lobezno, por última vez como protagonista principal de un filme, en una cruda y poderosamente dramática historia de sacrifico y redención.

Es el año 2029. Los mutantes se han ido —o casi—. Un retraído y abatido Logan pasa los días bebiendo sin parar, escondido en una remota parte de la frontera mexicana, ganándose algo de calderilla como conductor de alquiler. Sus compañeros en el exilio son el marginado Caliban y un enfermo Profesor X, cuya singular mente sufre ataques y convulsiones cada vez más graves. Pero los intentos de Logan por ocultarse del mundo y de su legado llegan a un abrupto fin cuando aparece una misteriosa mujer con una petición urgente: que Logan guíe a una chica extremadamente joven y muy extraordinaria hasta un lugar seguro. Las garras le vuelven a brotar inmediatamente a Logan cuando tiene que enfrentarse a fuerzas oscuras y a un villano de su antiguo pasado en una misión a vida o muerte, una misión que situará a este guerrero, ajado por el tiempo, en el camino hacia el cumplimiento de su destino.

La primera vez que Hugh Jackman aportó su electrizante energía al mutante conocido como Lobezno fue allá por el año 2000, en el filme que dio origen al contemporáneo éxito de las adaptaciones cinematográficas de cómics: la primera película X-Men, del director Bryan Singer. Desde entonces, el aclamado actor australiano se ha metido en la piel del mutante más famoso del mundo hasta un total de diez veces, un récord en la gran pantalla. Pero en esta ocasión, con LoganJackman ha tenido la oportunidad de crear algo verdaderamente especial, una forma de enterrar definitivamente a su álter ego en la gran pantalla desde hace tanto tiempo.

“Queríamos transmitir algo muy diferente, muy fresco y, en definitiva, muy humano”, dice Jackman, “porque creo que la fuerza de los X-Men, y concretamente la de Lobezno, radica más en su humanidad que en sus superpoderes. Al explorar este personaje por última vez, me interesaba llegar al corazón del humano que realmente era, más que mostrar todo lo que sus garras son capaces de hacer”.

Desde el principio, Jackman siempre ha tenido un don especial para insertar humanidad bajo el brusco y muy desfigurado aspecto exterior de Logan. Sin embargo, en esta profundamente matizada y conmovedora interpretación, el actor vuelve al punto de partida con su personaje; el misántropo y agresivo fumador de puros es ahora un incondicional y leal compañero de lucha, dispuesto a sacrificarse por todo aquello en lo que cree.

Desde luego, Jackman y James Mangold, coguionista y director de Logan, ya habían llevado a Lobezno a nuevos y remotos lugares en las anteriores andanzas en solitario del personaje: la película de 2013 Lobezno inmortal. En ese anterior filme –adaptación de la emblemática miniserie de cómics creada por Chris Claremont y Frank Miller en 1980 e impregnado del espíritu del cine negro nipón y las películas de samuráis, así como del género western– vimos cómo Logan es arrancado de su autoimpuesto exilio para, finalmente, verse mezclado en una violenta trama que acontece en Japón. La película obtuvo grandes elogios de la crítica por su meticuloso análisis del conflicto que se desarrolla en el interior de Logan, en vez de confiar estrictamente en las escenas de acción desmesurada para suscitar emoción.

Mangold señala que, tras su experiencia en Lobezno inmortal, ni Jackman ni él habían planeado colaborar necesariamente en otro proyecto centrado en el personaje de Logan. “Tanto Hugh como yo nos situábamos en el filo de la navaja a la hora de hacer otra entrega”, dice el director, que trabajó con Jackman por primera vez en la película de 2001 Kate & Leopold“. Si finalmente íbamos a hacer otra película, yo quería llevarla hasta donde me interesaba, un lugar profundamente íntimo y primario: una historia basada sobre todo en los personajes donde pudiera explorar los miedos y debilidades de estos legendarios héroes, un filme que les hiciera más humanos”.

Antes incluso de embarcarse en el proyecto, Jackman y Mangold fueron conscientes de que la historia necesitaba existir al margen de la densa y embriagadora mitología de la mítica franquicia X-Men. “Los dos queríamos hacer una película independiente de la saga”, afirma Jackman. “Esta película es mucho más realista que las que hicimos anteriormente para la franquicia, quizás más que cualquier otra adaptación cinematográfica de un cómic. Es mucho más humana”.

Concretamente, Mangold, que escribió el guión de Logan junto a Scott Frank, coguionista de Lobezno inmortal y Michael Green (Alien: Covenant), propuso crear una obra basada en personajes que se centraría en Logan, Xavier y Laura, mientras se iban abriendo camino a través de un yermo paisaje. “En mi cabeza surgió la extraña idea de que quería hacer una road movie con estos personajes, lo cual, de alguna manera, casi complicaba más mi trabajo como realizador”, dice Mangold. “Colocar a los personajes en un coche y mantenerlos atrapados en la carretera me ataría las manos. No podríamos hacer nada respecto a otros mundos que colisionan o una invasión alienígena; la película estaría básicamente forzada a funcionar a un nivel mucho más íntimo”.

También era importante para Mangold, que desde hace tiempo considera a Logan descendiente espiritual de los grandes héroes de westerns como El fuera de la ley, de Clint Eastwood, o Raíces profundas (Shane), de Alan Ladd, privó a Lobezno de su invencibilidad para hacer al personaje más vulnerable, más expuesto. “En este filme, la idea era encontrar a Lobezno en unas condiciones en las que su capacidad de curarse a sí mismo ha disminuido considerablemente”, dice Mangold. “Su fuerza ha mermado. Su propia salud y estado mental se hallan en declive”.

Aunque la acción de Logan tiene lugar más de 50 años después de los eventos descritos en X-Men: Días del futuro pasado (2014), este particular relato independiente funciona más como un privado viaje familiar –aunque abarrotado de determinantes escenas de acción– que como una convencional aventura de ciencia-ficción propulsada por explosivos elementos visuales. “Queríamos aparecer con un gran estruendo”, afirma Mangold. “Pero la cuestión es que, una vez que ciudades y planetas han sido destruidos, el estruendo tienes que sabértelo ganar sin acudir al recurso simple de hacer más ruido”.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Marvel Entertainment, Kinberg Genre, Hutch Parker Entertainment, The Donners’ Company, 20th Century Fox. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.

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