Cualia.es

Crítica: «El espía inglés» («The Courier», 2020)

En los relatos de espías británicos ‒con la excepción de James Bond‒, el invierno parece más agradable que el verano. Al espía tradicional, la gabardina o el abrigo largo siempre le sientan bien, y las gafas de pasta son un signo de altas cualidades intelectuales. Cuando los camareros rusos les preguntan «¿Qué desea usted tomar?», ellos responden «Un café bien cargado», mientras miran de reojo al esbirro de la KGB que suele vigilarlos dos mesas más allá.

Sin salirnos del tópico, las novelas de Len Deighton y John le Carré, al igual que sus adaptaciones al cine, nos enseñaron que los agentes ingleses afrontaron la Guerra Fría con una mezcla de ambigüedad, amargura y fría inteligencia. No me sorprende, dado que muchas veces ‒demasiadas en todo caso‒ tuvieron que manejar mentiras que tenían toda la apariencia de ser verdad.

En un mundo repleto de topos y de soplones, se impuso entre ellos el cinismo. Precisamente por eso, es tan curiosa la historia de Greville Wynne, aquel hombre de negocios que, por encargo del MI6, actuó como mensajero del agente doble Oleg Penkovsky. Como podrán comprobar, la suya no es una aventura desprovista de calor humano. Al contrario: hay en ella amistad, sacrificio, lealtad y cierta nobleza.

Así lo retrata Dominic Cooke en esta interesante película, dominada por un trío actoral en el que brillan Benedict Cumberbatch, en la piel de Wynne, Jessie Buckley, como su esposa Sheila, y un magnífico Merab Ninidze dando vida a Penkovsky.

Cooke no maneja la tensión narrativa que imprimió Spielberg a El puente de los espías, y por otro lado, tampoco dispone de los medios materiales para intentarlo. No obstante, el producto final es solvente y está equilibrado, a pesar de que el tercer acto supone un cambio de tono con relación al resto del metraje.

Aunque la película tiene en su primer tramo algún elemento que se aproxima ‒muy levemente‒ a la comedia, hay una melancolía y una palpable inquietud que van aflorando de manera inexorable. En el fondo, sabemos que todo lo que ocurre en la pantalla pudo desembocar en una guerra atómica. Por otra parte, a medida que avanzan los acontecimientos, la pavorosa maquinaria soviética se va mostrando con toda su crueldad.

Héroe a su pesar, el Wynne que interpreta Cumberbatch se enriquece así con nuevas capas, y llega un momento en el que uno ya no sabe si admirarle o sentir compasión. La fotografía de Sean Bobbitt y la partitura de Abel Korzeniowski contribuyen a transmitir, de forma muy inspirada, ambos sentimientos.

Sinopsis

Durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia, el ingeniero Greville Wynne (Benedict Cumberbatch) se infiltra como espía en el MI5, servicio de inteligencia británico. Cuando la crisis de los misiles cubanos promete inclinar la balanza a favor del país soviético, Wynne comenzará a trabajar con la CIA para filtrar información sobre el plan que tienen en marcha los rusos y así evitar una catástrofe.

Este thriller narra la historia de Greville Wynne, un espía del MI6 que ayudó a la CIA a obtener acceso al programa nuclear soviético durante la Guerra Fría. La película, que participó en el Festival de Cine de Sundance, está protagonizada por Benedict Cumberbatch, quien interpreta a Greville y Rachel Brosnahan, quien da vida Emily Donovan, agente de la CIA que dirige las operaciones de Wynne.

El 16 de octubre de 1962 se le entregaron al presidente John F. Kennedy unas fotografías realizadas a gran altura desde aviones U-2 sobrevolando Cuba en las que se veía claramente a soldados soviéticos instalando misiles nucleares en la isla. A Estados Unidos ya había llegado la información de que la Unión Soviética tenía intención de establecer una base con cabezas nucleares en la isla caribeña. La crisis de los misiles en Cuba puso al mundo al borde de una guerra nuclear.

Las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos despertaron la curiosidad del guionista Tom O’Connor por la larga historia de espionaje entre Estados Unidos y Rusia. «Empecé a leer libros de historia», dice. «Oleg Penkovsky, al que encarna Merab Ninidze en la película, es una de las legendarias fuentes con las que contaban los americanos en la Unión Soviética. En un libro se afirmaba que el contacto de Oleg Penkovsky era un civil británico llamado Greville Wynne. En cuanto leí eso, mi vertiente de guionista de apoderó de mí».

Tom O’Connor se lanzó a investigar la relación entre Wynne y Penkovsky, que se menciona en varios libros, pero sin profundizar. «Hay bastante información para entender lo básico», explica el guionista. «Muchos hechos estaban y siguen estando clasificados. Saber exactamente qué ocurrió fue todo un reto porque ambos lados se han encargado de dar información falsa. No siempre interesa que todo quede claro y al alcance de cualquiera».

Greville Wynne escribió su autobiografía en 1967 titulada The Man from Moscow: The Story of Wynne and Penkovsky (El hombre de Moscú: La historia de Wynne y Penkovsky). Pero Tom O’Connor era consciente de que se había puesto en entredicho la fiabilidad del libro: «Me molesté en leer unos cuantos estudios que desmontaban punto por punto lo que Wynne decía que había ocurrido, argumentando que no era posible».

Uniendo información de diversas fuentes, el guionista redactó una primera versión y la mandó a varias productoras. Acabó en la mesa de Ben Pugh, de la empresa 42, y este, nada más leerlo, supo que su compañía debía producir la película. «Hacía tiempo que quería hacer una película como esta», dice Ben Pugh. «En primer lugar, es un momento de la historia que me gusta mucho. También me parecía genial la idea de un hombre cualquiera en medio de este mundo, rodeado de unos elementos asombrosos con una crisis política mundial de telón de fondo. La historia gira en torno suyo y a su familia, mientras él acaba intentando salvar al mundo».

El productor convenció a Tom O’Connor de que 42 era la mejor productora para el guion. A continuación, Ben Pugh mandó el guion a Dominic Cooke, director artístico y primer ejecutivo del famoso teatro Royal Court entre 2006 y 2009, y que dirigió En la playa de Chesil, una adaptación de la novela del mismo título de Ian McEwan, protagonizada por Saoirse Ronan y Billy Howle, estrenada en el Festival Internacional de Toronto en 2017.

«No podía dejar de leer el guion», reconoce Dominic Cooke. «Era una historia cautivadora, acerca de una época que yo desconocía bastante, escrita con absoluta maestría».

A medida que leía el guion, empezó a imaginar a Benedict Cumberbatch en el papel de Wynne. Habían trabajado en varias ocasiones en los escenarios así como en la miniserie La corona vacía, para BBC, en la que el actor daba vida a Ricardo III. El guionista y el productor también tenían la esperanza de que Dominic Cooke pensara en el actor, que fue nominado a un Oscar. «Cuando Dominic aceptó dirigir la película, Tom y él hablaron un poco del guion, y a partir de ahí se lo mandó directamente a Benedict«, dice Ben Pugh.

Una vez asegurados el director y el protagonista, Ben Pugh dio el siguiente paso. «Con el apoyo de UTA, mandamos el guion a FilmNation. Es la mayor financiera de la industria para este tipo de películas y enseguida se unieron a nosotros como financieros y productores del proyecto. Las tres compañías, 42, SunnyMarch y FilmNation, formamos una asociación asombrosa».

El actor también se sintió atraído por la personalidad de Wynne. Recuerda que, leyendo el guion, le cautivó «su sentido del humor, su terquedad y su inesperada fuerza. Me pareció increíble la idea del vendedor vendiéndose a sí mismo».

«Su recorrido es extraordinario», sigue diciendo Benedict Cumberbatch. «Pasa de ser un hombre de negocios de lo más normalito, de hecho sufre de una grave dislexia que casi le impide entender lo que lee, a ser el conducto por el que Occidente consigue una información crucial durante la Guerra Fría y la crisis de los misiles de Cuba».

El actor británico, que siempre se ha sentido intrigado por los cuentos de espionaje, añade: «Los espías son un alimento interesante para los actores porque constantemente llevan una máscara o están actuando, y porque los cambios de personalidad son muy rápidos».

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © FilmNation, 42, SunnyMarch, Diamond Films. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.