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«1997: Rescate en Nueva York» (1981), de John Carpenter

John Carpenter es un director que podría calificarse “de culto”. Aunque su carrera se tornó errática en los noventa y se hundió en los dos mil, Carpenter fue en su momento de mayor gloria, finales de los setenta y ochenta, uno de los principales referentes en el cine de género. Se dio a conocer con Estrella oscura (1974), un proyecto de estudiante universitario convertido en película y adoptado como clásico menor por muchos aficionados. Siguió con el thriller Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976) y triunfó internacionalmente con los films de terror La noche de Halloween (1978) y La niebla (1980).

En línea con otros títulos de la misma época, como el Mad Max 2 (1981), de George Miller, la siguiente película de Carpenter, 1997: Rescate en Nueva York, ayudó a consolidar una visión pesimista del futuro. Escrito a mediados de los setenta junto a Nick Castle, durante la última etapa del mandato de Nixon y a rebufo del escándalo Watergate, el guión ofrecía un negro augurio sobre las consecuencias del aumento de la criminalidad urbana y una crítica a las mentiras y secretismos del gobierno. Sin embargo, en su momento ningún estudio quiso financiar el film por considerarlo en exceso deprimente y no fue hasta el éxito de La noche de Halloween que Carpenter obtuvo el suficiente caché como para sacar adelante el proyecto, inspirado según el mismo dijo, en la novela de ciencia ficción El planeta de los condenados (1962), escrita por Harry Harrison.

En el año 1997 (tan solo dieciséis después del momento en el que salió la película), la isla de Manhattan ha sido convertida en una prisión de máxima seguridad a la que se trasladan los peores criminales para ser abandonados a su suerte y para siempre. Rodeada toda la isla de estrictas medidas de seguridad además de los ríos que la aíslan de forma natural, los presos viven allí en un estado de completa anarquía.

Por otra parte, el mundo se halla en guerra y cuando el presidente de los Estados Unidos (Donald Pleasance) acude a bordo del Air Force One a una crucial reunión con otras potencias que puede decidir la paz o el apocalipsis global, el avión es secuestrado por unos terroristas que lo estrellan en Manhattan.

El presidente, sin embargo, ha conseguido salvarse a bordo de una cápsula de emergencia, y es urgente rescatarlo para que acuda a la citada reunión en un plazo de 24 horas y desvele que Estados Unidos ha dado con el secreto de la fusión nuclear y, por tanto, retiene su hegemonía mundial.

El oficial al cargo de las tropas que vigilan la prisión, Bob Hauk (Lee Van Cleef) toma una decisión desesperada: reclutar al antiguo y legendario héroe de guerra pero ahora criminal convicto, Serpiente Plissken (Kurt Russell), que está esperando ser deportado a Manhattan, para que realice una misión de rescate en solitario. Si consigue volver con el presidente antes de que finalice el plazo de 24 horas, recibirá un indulto general. Además, y para neutralizar cualquier tentación de huida, le inyecta una microbomba en su torrente sanguíneo que sólo será desactivada a su regreso.

Plissken, hombre con recursos (había sido miembro de las fuerzas especiales antes de meterse a ladrón de bancos), se infiltra en la isla con un planeador en plena noche y enseguida traba contacto con la extraña y peligrosa fauna humana, que malvive entre los restos de una ciudad abandonada y que incluye caníbales que viven en las alcantarillas y que salen por la noche en busca de presas, taxistas tronados o destiladores de gasolina. La misión, por supuesto, no va a ser fácil, porque el presidente ha caído en manos de un señor de la guerra conocido como El Duque (Isaac Hayes), que quiere utilizarlo como rehén para salir de la prisión.

Cuando se estrenó, Rescate en Nueva York obtuvo un éxito considerable y desde entonces ha disfrutado de un estatus de film de culto en sus ediciones domésticas. De hecho, fue uno de los primeros híbridos de ciencia ficción y acción. Hoy, esta mezcla está tan asentada y extendida que casi conforma un género propio, pero en los ochenta, la ciencia ficción futurista parecía encasillada bien en las aventuras espaciales al estilo de Star Wars (1977) o bien en distopías como las de THX 1138 (1971), Zardoz (1974), Rollerball (1975) o La fuga de Logan (1976).

John Carpenter con esta película y George Miller con las dos primeras entregas de Mad Max fundieron el concepto de un futuro oscuro y socialmente deshecho con el dinamismo y la emoción de las películas de acción. Eran el equivalente futurista de las películas del Oeste, historias que transcurrían en el seno de sociedades fronterizas poco civilizadas y en las que los héroes solitarios, automarginados, individualistas y con un pasado cuestionable enfrentaban sus valores morales a las fuerzas de la anarquía, la corrupción y la violencia indiscriminada.

1997: Rescate en Nueva York llegó incluso a crear su propio subgénero: el de la huida de prisiones futuristas, en el que luego se encuadrarían otras cintas como El Imperio de la Muerte (1983), Motín en el planeta prisión (1985), Star Drive-In: Campo de exterminio (1986), Estación lunar 44 (1990), Peligrosamente unidos (1991), Fortaleza infernal (1992), Escape de Absolom (1994) o Death Race: La carrera de la muerte (2008). (Hay que hacer notar, sin embargo, que la primera película con la idea de una prisión en el futuro fue Terminal Island, de 1973). Se han rodado también desvergonzadas imitaciones de la película de Carpenter, como la italiana 1990: Los guerreros del Bronx (1982) y otras que pueden considerarse en mayor o medida homenajes, tales como Distrito 13 (2004), Doomsday (2008) o MS1: Mäxima Seguridad (2012).

Rescate en Nueva York no sólo fue una pionera de estas películas mestizas, sino de las más potentes visualmente. Lo cierto es que el guión de Carpenter y Castle ofrece una premisa con gran potencial que luego es desaprovechado en una trama poco inspirada y rutinaria propia de la serie B, que se limita a ir poniendo a Plissken en apuros para luego sacarle de los mismos. Hay que decir, no obstante, que el género de acción “ochentero” que tantos títulos ofrecería y que convertiría en tópicas tantas situaciones y resoluciones, estaba naciendo por entonces, así que los espectadores no estaban tan resabiados al respecto como ahora.

Por otra parte, la dirección y montaje de Carpenter están tan pulidos que la historia atrapa al espectador y lo va guiando de hito en hito de la peripecia de Plissken. La apertura, con el planeador sobrevolando la ciudad, la desasosegante toma de contacto del protagonista con las calles nocturnas y su desesperada búsqueda del presidente fluyen a la perfección. El director de fotografía y colaborador de Carpenter en sus dos films anteriores, Dean Cundey, rodó toda la película de noche y consiguió darle una particular atmósfera de suspense, luego mil veces imitada. A esas inquietantes imágenes les acompaña una banda sonora melódica con sintetizadores, compuesta por Carpenter, y que añade una capa extra a la sensación de desasosiego y urgencia (de hecho, en mi opinión es la mejor de las muchas bandas sonoras que Carpenter ha escrito para sus películas).

En el debe del film podrían colocarse las escenas de acción, que no siempre resultan convincentes ni están bien coreografiadas. La película podría haber funcionado igualmente bien sin la secuencia del Madison Square Garden, donde Carpenter da rienda suelta a su pasión por la lucha libre.

Por su parte, el clímax con la persecución en el puente viene lastrado por el escaso presupuesto de la producción: siete millones de dólares. Presupuesto que, no obstante, Carpenter sí supo utilizar muy bien en lo que se refiere a ambientación.

Con excepción de una sola escena, la película se rodó en la ciudad de San Luis y el equipo de producción dirigido por Joe Alves la transformó en una urbe de pesadilla tapizada de escombros y basura, coches volcados y hogueras que arrojan sombras sobre muros llenos de pintadas. Cualquiera que hubiera vivido en Nueva York a finales de los setenta y principios de los ochenta no hubiera tenido muchos problemas en imaginar que, efectivamente, aquél era el negro destino que acechaba a la ciudad.

En general y dado el magro presupuesto, los efectos especiales funcionaron muy bien en su época, están bien integrados en la trama y no resultan chirriantes. Las tomas del planeador deslizándose sobre el río y entre los rascacielos tienen cierta cualidad hipnótica –también, de nuevo, gracias a la música de Carpenter‒. Por cierto, que la supervisión de la fotografía de estos efectos y la pinturas mate correspondientes corrió a cargo de un joven James Cameron, tres años antes de saltar al estrellato con Terminator.

En cuanto al reparto, Kurt Russell construye un personaje memorable con su parche en el ojo (una idea suya), media melena, barba de tres días, pantalones de camuflaje, tatuaje de serpiente, chaleco negro y una voz desafiante. Es este un antihéroe que parece haber sido ideado para Clint Eastwood. En ese punto de su carrera, Russell era sobre todo conocido por ser una estrella adolescente de la escudería Disney, habiendo participado en películas como Una banda loca, loca (1968) o Mi cerebro es electrónico (1969). Había trabajado ya con Carpenter en la película –estrenada como telefilm‒ Elvis The Movie (1979), un biopic que se aproximaba con reverencia a la figura del legendario cantante, y que ofrecía una excelente interpretación por parte de Russell.

El caso es que su currículo, todavía abundante en películas blandas de Disney, no convencía al estudio a la hora de darle el papel de un mercenario duro y cínico y optaron por Tommy Lee Jones o Charles Bronson, nombres a los que se opuso Carpenter.

Su empeño dio frutos y en buena medida la interpretación de Russell –basada, como él mismo admitió, en los vaqueros de rostro impenetrable de Eastwood‒, no sólo dio forma a un personaje icónico sino que le permitió reinventarse como actor y obtener un nuevo estatus como héroe de acción durante los ochenta. Aunque Russell tiende un tanto a la inexpresividad cuando el papel no está a la altura, es con Carpenter con quien ha ofrecido sus mejores trabajos y, de entre todos ellos, probablemente será recordado por Serpiente Plissken (seguido de cerca del Jack Burton de Golpe en la Pequeña China, 1986).

A Lee Van Cleef suele identificársele como villano de spaghetti-westerns y aquí, sin salir totalmente de ese papel, su personaje da mucho más juego gracias al tira y afloja de ingenio y desprecio mutuo que entabla con Russell siempre que ambos comparten escena.

Como actores de reparto tenemos también a Harry Dean Stanton, la entonces esposa de Carpenter, Adrienne Barbeau (estos dos personajes podrían haber estado mejor delineados), y un excesivamente impávido Isaac Hayes como el Duque. Donald Pleasance está bien como Presidente y y da gusto verle pasar de temblorosa víctima cuando era cautivo de El Duque a frío y arrogante político cuando vuelve a estar en su elemento. También es de destacar la interpretación de Frank Doubleday como el grimoso psicótico Romero (en cariñoso homenaje a George Romero. Hay otro personaje en la película llamado Cronenberg, un guiño al otro gran director del fantástico de los ochenta).

El único que parece fuera de lugar es el taxista interpretado por Ernest Borgnine, y cuyos esfuerzos por servir de alivio cómico son innecesarios y forzados.

Con 1997: Rescate en Nueva York, John Carpenter le ofreció al público un antihéroe que ve lo peor que el mundo puede ofrecer y no le importa en absoluto. La película está llena de mala leche y catarsis violentas, lo que le hace hija insigne del cine de principios de los ochenta. Como su hermana espiritual, Mad Max, indicó a los fans de ciencia ficción que había recorrido en el género más allá de la space opera de Star Wars e imitadores.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".