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Yo soy libre, vosotros no (El guión de cine y los prejuicios: 1 de 5)

Cuando tomamos una decisión, solemos pensar que tenemos buenas razones y que lo hacemos de manera racional. Sin embargo, cuando examinamos lo que hacen los demás, tendemos a pensar que muchas de sus acciones las llevan a cabo porque han sido influidos por una campaña publicitaria, o porque no tenían otro remedio, o porque no tienen personalidad.

Eso sí, cuando los demás hacen lo que nosotros creemos racional y razonable, entonces sí que nos parecen bastante racionales y razonables.

Del mismo modo, los aficionados a un tipo de cine determinado creemos que nos gusta ese tipo de cine porque estamos usando nuestro libre albedrío y porque decidimos por nosotros mismos; los demás, los que prefieren otro tipo de cine, lo hacen siguiendo modas, prejuicios o simplemente tienen mal gusto.

Así es cómo operamos al juzgar nuestro comportamiento y el ajeno. Nos gusta pensar, en definitiva, que nuestros gustos nacen de nuestra voluntad, cosa que no les sucede a quienes forman parte de esa poblada entidad que llamamos “los demás”. Sin embargo, lo más probable es que estemos tan condicionados como los demás por nuestra época, por lo que nos rodea y por un montón de prejuicios de los que no somos conscientes.

«Dementia (Daughter of Horror)», de John Parker, es un homenaje al expresionismo rodado en 1953. El montaje original carecía de diálogos, y al estilo del cine mudo, solo incorporaba una banda sonora musical y algunos efectos sonoros.

Los prejuicios

El problema de los prejuicios es que quien los tiene casi nunca es consciente de que los tiene. Son los otros quienes piensan que la actitud de Fulano o sus ideas se basan en prejuicios, porque Fulano, sea quien sea, quizá tú mismo, lector, o quizá yo, no tiene ningún problema, sino que vive feliz y satisfecho con sus ideas. Ideas que él, por supuesto, no considera prejuicios.

Los prejuicios para el espectador de cine y para el guionista suelen nacer de manera inadvertida: son códigos aprendidos e interiorizados sin que nos demos cuenta de ello y que a menudo determinan que una película, casi de entrada, sin más examen previo, nos guste o no.

Veamos algunos ejemplos sencillos relacionados con el cambio del lenguaje cinematográfico a lo largo del tiempo, que muestran como la apreciación aparentemente espontánea (“desprejuiciada”) del espectador de cine ha variado con el tiempo.

«The Thief» (1952) es una película norteamericana de espionaje, rodada por Russell Rouse a partir de un guión de Rouse y Clarence Greene que también prescinde de los diálogos © Harry Popkin Productions, United Artists. Reservados todos los derechos.

La evolución del lenguaje cinematográfico

Pensemos en el cine mudo. Hoy en día, a la mayoría de la gente el cine mudo le aburre. Hay que estar muy interesado en el cine y su historia para querer ver películas mudas.

Si se estrenase hoy (escribo esto en 2011) una película muda, sería difícil que llenara los cines. Sería difícil que se llenara un solo cine.

«Silent Movie» (1976), de Mel Brooks © Crossbow Productions, 20th Century Fox. Reservados todos los derechos.

Uno de los últimos directores comerciales que logró estrenar una película muda fue Mel Brooks, el director de El jovencito Frankenstein y también creador de El superagente 86.

Mel Brooks hizo Silent Movie, una película muda, o mejor dicho, sin diálogo, porque la película tenía una poderosa banda sonora que marcaba el ritmo.

Tal vez sea la película de Brooks que menos éxito tuvo, y hay que tener en cuenta que muchos de los que fueron a verla lo hicieron porque en la película aparecían los actores más famosos del momento interpretándose a sí mismos, desde Paul Newman a Burt Reynolds y Liza Minnelli, o porque les llamó la atención una locura semejante. Tal vez por eso en España tradujeron Silent Movie no como Película silenciosa o Película muda, sino como La última locura de Mel Brooks.

[NOTA en 2014: años después de escribir esta entrada, el argumento anterior debe matizarse con el estreno de El artista, una película muda con gran éxito de público y crítica. Y un año después, con el estreno de Blancanieves, de Pablo Berger, en España. También se podría mencionar la historia muda, un mediometraje, incluida en Tres tiempos, de Hou Hsiao Hsien. En cualquier caso siguen siendo excepciones].

«The Artist» (2011) © La Petite Reine, France 3 Cinema, Wild Bunch, The Weinstein Company. Reservados todos los derechos.

El sonido extradiegético

Uno de los códigos del cine que aceptamos, incluso en películas mudas como las antes mencionadas, a pesar de ser absurdo o inverosímil, es la banda sonora, como en la típica escena estilo Lawrence de Arabia en la que Peter O’Toole va solo por el desierto y, sin embargo, suena una orquesta. ¿Dónde está la orquesta? Es lo que se llama sonido extradiegético o desde fuera de la acción.

Diegético: sonido justificado por la acción, por lo que pasa en la película. Una muchacha conecta la radio y escuchamos un foxtrot, o un militar americano da al play de un radiocasete antes de bombardear un poblado vietnamita.

Peter Quill consigue que Gamora escuche uno de sus temas favoritos en un walkman de los ochenta. «Guardianes de la Galaxia» (2014) © Marvel Studios, Walt Disney Studios Motion Pictures. Reservados todos los derechos.

Extradiegético: sonido no justificado por la acción. Suena una orquesta en medio del desierto; se escucha el sonido de los proyectiles en un combate entre naves galácticas (en el espacio vacío no se trasmite el sonido). El segundo ejemplo, más que ser un caso de sonido extradiegético es un ejemplo de falsedad metafísica: el sonido de los proyectiles es el sonido que tendrían los proyectiles si nos saltásemos las leyes de la física.

En una de las películas inspiradas por Brooks, tal vez en Mi bello legionario, figura una escena similar con Marty Feldman, su protagonista y director, caminando por el desierto. Suena también una orquesta; entonces la cámara se desplaza hacia un lado y allí, en medio del desierto, descubrimos a una orquesta entera tocando.

Brooks volvió a contar un chiste similar en Máxima ansiedad, y de nuevo en Sillas de montar calientes (Blazing Saddles), poco después de que nombren sheriff a un condenado a la horca.

«Blazing Saddles» (1974) © Warner Bros. Reservados todos los derechos.

La escena es poco creíble, claro, con Count Basie en persona dirigiendo la orquesta que acompaña a la cabalgata del sheriff, y es lógico que el espectador no lo acepte como verosímil, aunque, paradójicamente, sí que le resulta creíble el que suene una orquesta o un violín o una guitarra… en cualquier lugar. Es lo que sucede en casi todas las películas.

Curiosamente, eso tal vez sea una herencia del cine mudo. Como entonces las películas se proyectaban acompañadas por un pianista o una orquesta, el espectador se acostumbró a escuchar música al mismo tiempo que veía las películas, un sonido que, en esas circunstancias, no era tan irrazonable como la orquesta en el desierto de Lawrence de Arabia, en El artista o en Blancanieves, pues, ¿acaso no estaba allí mismo, en la sala de cine, la orquesta?

Yo suelo bromear en mis clases diciendo que cualquier cosa que existe en el cine fue inventada en la época del cine mudo… excepto el sonido. Pero lo cierto es que también el sonido fue inventado por el cine mudo y se usaba casi exactamente como se usa hoy en las películas sonoras. Pero ese es otro asunto que no trataré aquí. En cualquier caso, estamos tan acostumbrados a que suene música en el cine, sea cual sea la escena, que ni siquiera nos llama la atención: es un código ya aprendido y ya interiorizado.

Artículos de la serie El guión de cine y los prejuicios

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Acción trepidante

Un experimento acerca de los prejuicios

El lenguaje casi innato del cine

Imagen superior: Joseph Gordon-Levitt y Zooey Deschanel en «500 días juntos» (2009) © Fox Searchlight Pictures. Reservados todos los derechos.

Copyright © Daniel Tubau. Reservados todos los derechos.

Daniel Tubau

Daniel Tubau inició su carrera como escritor con el cuento de terror «Los últimos de Yiddi». Le siguieron otros cuentos de terror y libro-juegos hipertextuales, como 'La espada mágica', antes de convertirse en guionista y director, trabajando en decenas de programas y series. Tras estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, regresó a la literatura y el ensayo con libros como 'Elogio de la infidelidad' o la antología imaginaria de ciencia ficción 'Recuerdos de la era analógica'. También es autor de 'La verdadera historia de las sociedades secretas', el ensayo acerca de la identidad 'Nada es lo que es', y 'No tan elemental: como ser Sherlock Holmes'.
Sus últimos libros son 'El arte del engaño', sobre la estrategia china; 'Maldita Helena', dedicado a la mujer que lanzo mil barcos contra Troya; 'Cómo triunfar en cualquier discusión', un diccionario para polemistas selectos. Además, ha publicado cuatro libros acerca de narrativa audiovisual y creatividad: 'Las paradojas del guionista', 'El guión del siglo 21', 'El espectador es el protagonista' y 'La musa en el laboratorio'.
Su último libro es 'Sabios ignorantes y felices, lo que los antiguos escépticos nos enseñan', dedicado a una de las tendencias filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, pero casi siempre ignorada o silenciada. A este libro ha dedicado una página que se ha convertido en referencia indispensable acerca del escepticismo: 'Sabios ignorantes y felices'.
En la actualidad sigue escribiendo libros y guiones, además de dar cursos de guión, literatura y creatividad en España y América.