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Crítica: «Guardianes de la Galaxia» (James Gunn, 2014)

El caso de James Gunn podría considerarse una anomalía en el cine de nuestro tiempo. No sólo ha demostrado lo que parecía indemostrable en el campo del terror y la serie B. También ha logrado sorprendernos con un blockbuster que ya es un clásico de culto al día siguiente de su estreno. Y es que Guardianes de la Galaxia es una de las producciones más divertidas que uno ha visto en los últimos años.

Además de un espectáculo sensacional, la película es un remedio terapéutico para todos aquellos que añoran la cultura pop de los años setenta y ochenta. Antes de acudir a la proyección me había prometido un comportamiento indulgente con este film. No ha hecho falta… Por exigente que ahora pretenda ser, siento una incapacidad absoluta para ponerle un solo pero a la experiencia galáctica que Gunn nos propone.

No quiero arrastrarles a ustedes a la manía de las listas y las referencias, pero no se me ocurre otro modo mejor para describir esta película.

Guardianes de la Galaxia es un relato creado en la cantina de Mos Eisley –Peter Quill, alias Star-Lord (Chris Pratt), viene a ser el hermano menor de Han Solo y un primo de Mal Reynolds–. En ese relato caben persecuciones dignas de Indiana Jones, momentos de slapstick a medio camino entre John Landis y Sam Raimi, entrañables piratas espaciales –¿recuerdan Guerreros del Espacio (1983)?–, una abducción tomada de Encuentros en la Tercera Fase, bromas inteligentes –¡un chiste sobre Jackson Pollock!–, y por supuesto, esa camaradería que siempre afloraba en las producciones Amblin. Piensen que todo esto sucede mientras en una cassette suenan canciones como «Escape», de Rupert Holmes, “I’m Not in Love”, de 10cc, y “I Want You Back”, de los Jackson 5, y se harán una idea de a qué punto de felicidad nostálgica quiere conducirnos Gunn.

Encanto, esa es la palabra. Un encanto que se destila en todo el metraje, y que aflora en los protagonistas, Quill (espléndidamente interpretado por Pratt), la amazona verde Gamora (Zoe Saldana), el mapache Rocket (Bradley Cooper), la criatura-árbol Groot (el Chewbacca de la función, con la voz de Vin Diesel) y el forzudo Drax (Dave Bautista).

El MacGuffin es una esfera que alberga un poder inimaginable, y que ambicionan los mayores villanos de la galaxia. Pero eso, créanme, es lo que menos importa, porque la potencia de la película no reside en su argumento sino en ese hilo inagotable de situaciones frenéticas e hilarantes, que el realizador filma con gran pulcritud narrativa.

Dentro del universo Marvel, los Guardianes de la Galaxia no son unas estrellas, ni mucho menos. Su primera aventura se encuadró en las viñetas del nº 18 de Marvel Super-Heroes (enero de 1969), escrito por Arnold Drake y dibujado por Gene Colan. La formación que muestra la película no es la original, sino la que conocieron los lectores a partir de mayo de 2008, gracias a Dan Abnett y Andy Lanning.

Sorprende que un tebeo de estas características sirva para lanzar definitivamente a un autor como James Gunn, a quien pocos recordarán por haber escrito las dos entregas cinematográficas de Scooby-Doo: aquellas que se rodaron con casi el miso reparto que Sé lo que hicisteis el último verano.

Gunn aprendió a hacer cine en la productora Troma, inolvidable por sus series Z, y luego demostró de lo que era capaz como director con Slither: La plaga (2006) y Super (2010). También se lució (esta vez sí) como guionista de la excelente Amanecer de los muertos (2004).

No es ésta la primera vez que se acerca a la space opera. Hace unos años, la Fox le encargó el guión de Pets, una comedia en la que Ben Stiller iba a interpretar a un terrícola secuestrado por unos extraterrestres que lo convierten en su mascota. Aquel proyecto quedó aparcado, pero ahora Gunn ha tenido la ocasión de acreditar que domina a la perfección las reglas del género.

A diferencia de clásicos de la ciencia-ficción como Alien o Blade Runner, diseñados con un tenebrismo gótico, Guardianes de la Galaxia es tan colorista, rotunda y luminosa como las aventuras espaciales de los años cincuenta, menos polvorientas y trasnochadas de lo que algunos profetas de la modernidad quieren hacernos creer.

De entre los secundarios que animan la aventura (Glenn CloseBenicio del ToroJohn C. Reilly…), me quedo con Yondu (Michael Rooker), que en los tebeos fue uno de los fundadores de los Guardianes y en la cinta es un corsario sentimental, duro como él solo, que nunca se toma demasiado en serio. Esta última cualidad también es, para qué negarlo, una de las principales virtudes de Guardianes de la Galaxia: un divertimento de una ligereza muy trabajada, que nunca resulta pretencioso.

Y ahora, háganme caso, y corran al cine más próximo antes de que se llene la sala.

Sinopsis

Aventura espacial de proporciones épicas y repleta de acción que amplía el Universo Cinematográfico de Marvel. En esta ocasión, el temerario aventurero Peter Quill es objeto de un implacable cazarrecompensas después de robar una misteriosa esfera codiciada por Ronan, un poderoso villano cuya ambición amenaza todo el universo.

Para poder escapar del incansable Ronan, Quill se ve obligado a pactar una complicada tregua con un cuartero de disparatados inadaptados: Rocket, un mapache armado, Groot, un humanoide con forma de árbol, la letal y enigmática Gamora y el vengativo Drax. Pero cuando Quill descubre el verdadero poder de la esfera, deberá hacer todo lo posible para derrotar a sus extravagantes rivales en un intento desesperado de salvar el destino de la galaxia.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes y sinopsis © Marvel Studios, Moving Picture Company (MPC), Walt Disney Studios. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.