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El rodaje como experiencia vital

Alfred Hitchcock decía que una vez escrito el guión y dibujado un completo story board, la película ya estaba hecha, y que él sólo las rodaba porque era la única manera de que la gente pudiera verlas en el cine.

El rodaje le parecía un fastidio inevitable. Incluso soñaba con no tener que acudir a la sala de montaje o las primeras proyecciones de prueba por tenerlo ya todo previsto de antemano.

Es una curiosa manera de ver el cine viniendo de un  director al que se alaba, con plena justicia, por sus dotes técnicas y narrativas como director, pero lo cierto es que a Hitchcock le molestaba mucho tener que improvisar en el rodaje, y la única vez que pareció disfrutar de ello fue en el rodaje de Los pájaros.

Imagen superior: Ellar Coltrane, el protagonista de «Boyhood» (2014), de Richard Linklater, fotografiado por Matt Lankes en distintos momentos del rodaje, que se prolongó desde 2002 hasta 2014.

Otros directores hacen del rodaje una experiencia de vida. Es muy notable el caso de Hirokazu Kore Eda, que rodó Nadie sabe (2004) respetando la sucesión de acontecimientos tal como los percibe el espectador al ver al película. Tardó dos o tres años, y los niños protagonistas siempre sabían qué había pasado antes cuando rodaban una escena, lo que es insólito hoy en día, debido a eso que se llama «producción agrupada», es decir, el procedimiento que consiste en agrupar las fechas de rodaje en función de los decorados, los actores o cualquier otra circunstancia. Ello hace que, a lo mejor, en el tercer día de rodaje se grabé el desenlace y en el último día se ruede la escena inicial que verá el espectador.

Otro director que hace del rodaje una experiencia de vida y que está abierto a la improvisaciones es Wong Kar Wai. En muchas de sus películas, algunas escenas y soluciones magníficas fueron creadas sobre la marcha, con la valiosísima colaboración de su director de fotografía habitual, Christopher Doyle.

A mí me parece detectar en su película rodada en Estados Unidos menos frescura, tal vez debido a que se tuvo que someter a los férreos planes de producción de Hollywood. Pero quizá me equivoco y también hay que tener en cuenta que esta vez no tenía a Doyle a su lado.

Arvin Chen, el director de Au Revoir Taipei (2010), parece sentirse cómodo con la manera de Kore Eda y Kar Wai y explica en una entrevista que le gusta mucho el rodaje, porque le encanta colaborar con otras personas y que le ayuden a encontrar la manera de solucionar las cosas o descubrir nuevas maneras de mostrar algo. En cambio, según dice, cuando más sufre es cuando escribe el guión, pues se siente muy solo.

Doyle declaró: «Cuando ruedas con Wong Kar Wai, cada jornada es un punto de partida hacia nadie sabe donde»

Al advertir que los tres directores que disfrutan en los rodajes son chinos (de Taiwán, China y Hong Kong) sería fácil lanzarse a teorizar acerca del carácter chino y elaborar hermosas teorías, que seguramente serían erróneas y precipitadas.

Copyright del artículo © Daniel Tubau. Reservados todos los derechos.

Daniel Tubau

Daniel Tubau inició su carrera como escritor con el cuento de terror «Los últimos de Yiddi». Le siguieron otros cuentos de terror y libro-juegos hipertextuales, como 'La espada mágica', antes de convertirse en guionista y director, trabajando en decenas de programas y series. Tras estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, regresó a la literatura y el ensayo con libros como 'Elogio de la infidelidad' o la antología imaginaria de ciencia ficción 'Recuerdos de la era analógica'. También es autor de 'La verdadera historia de las sociedades secretas', el ensayo acerca de la identidad 'Nada es lo que es', y 'No tan elemental: como ser Sherlock Holmes'.
Sus últimos libros son 'El arte del engaño', sobre la estrategia china; 'Maldita Helena', dedicado a la mujer que lanzo mil barcos contra Troya; 'Cómo triunfar en cualquier discusión', un diccionario para polemistas selectos. Además, ha publicado cuatro libros acerca de narrativa audiovisual y creatividad: 'Las paradojas del guionista', 'El guión del siglo 21', 'El espectador es el protagonista' y 'La musa en el laboratorio'.
Su último libro es 'Sabios ignorantes y felices, lo que los antiguos escépticos nos enseñan', dedicado a una de las tendencias filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, pero casi siempre ignorada o silenciada. A este libro ha dedicado una página que se ha convertido en referencia indispensable acerca del escepticismo: 'Sabios ignorantes y felices'.
En la actualidad sigue escribiendo libros y guiones, además de dar cursos de guión, literatura y creatividad en España y América.