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«Tintín en el país del oro negro» (1948), de Hergé

Mientras los rumores sobre una posible guerra son cada vez más fuertes, se desata una epidemia en la que los motores de los vehículos estallan a consecuencia de la utilización de gasolina adulterada. La investigación que al respecto emprende Tintín le llevará al Próximo Oriente, a un país imaginario llamado Khemed, en el que se está librando una lucha de poder entre el emir Ben Kalish Ezab y el jeque Mohammed Bab El Ehr, cada uno de ellos financiado por una compañía petrolera diferente de origen extranjero: Arabex y Skoil Petroleum.

Esta última tiene como representante en el lugar al doctor Müller, el adversario de Tintín en La isla negra, que ahora se hace pasar por un arqueólogo llamado Smith. Tintín y Hernández y Fernández se verán involucrados en las intrigas políticas y económicas cuyo fin es el control del preciado oro negro.

Cabe decir que la primera versión del álbum, publicada por Casterman en 1950, situaba la acción en la Palestina ocupada por los británicos. Tintín entraba en contacto con el grupo terrorista judío Irgun. Dado que Israel alcanzó su independencia en 1948 –dando inicio a una serie de conflictos que duran hasta hoy–, el editor inglés de Tintín le pidió a Hergé que cambiara las referencias al mandato británico sobre ese territorio. Así, también en aras de mantener ese cierto aura de atemporalidad que caracteriza la serie, la segunda versión, publicada en 1971, sustituyó Palestina por el país imaginario de Khemed (que podría corresponder a los actuales Arabia Saudí o Yemen), la rivalidad entre judíos y palestinos se trasladó a dos facciones árabes y se eliminó de las viñetas la presencia militar inglesa, arabizando a las fuerzas de la policía.

El país del oro negro es un álbum inusual en la trayectoria de Tintín no sólo por su integración en la realidad histórica del momento, sino por la continuidad que su temática establecía con respecto a dos álbumes anteriores.

Tanto en El cetro de Ottokar como en La isla negra habíamos visto cómo potencias extranjeras utilizaban el sabotaje, ya fuera para anexionarse otra nación en el caso del primero, o para desestabilizar las democracias en el del segundo. Como sucedía en El cetro de Ottokar, las páginas de El país del oro negro están impregnadas del temor a la guerra inminente aunque, como sucedía también en aquél álbum, al final los países encontraban una solución y el conflicto se evitaba.

Y es que El país del oro negro fue un hijo de su época. Se concibió poco antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial (empezó a publicarse en blanco y negro en el Petit Vingtième en septiembre de 1939, cuando el conflicto ya había estallado), cuando Hitler proclamaba el destino expansionista del Tercer Reich y reclamaba la región de los Sudetes amenazando con violar las convenciones internacionales. La crisis se resolvió finalmente con el Tratado de Munich de 1938. Ese clima de tensión es el que se transfirió a la aventura y, por si hubiera pocas dudas, el villano vuelve a ser uno de nombre inequívocamente germano, el Dr. Müller.

La invasión de Bélgica por parte del ejército nazi en mayo de 1940 provocó el cierre del Petit Vingtième y la interrupción de la aventura de Tintín en la página 45, retomándose desde el inicio en septiembre de 1948 ya en las páginas del semanario Tintin y a todo color.

Puede llamar la atención la ausencia del capitán Haddock en la historia. Su aparición se limita al anuncio de que ha sido llamado a filas al comienzo de la aventura y su forzada y nunca aclarada intervención al final de la misma. La explicación tiene que ver con la ya mencionada interrupción que sufrió la publicación de la aventura a causa de la guerra.

Originalmente, El país del oro negro iba a aparecer a continuación de El cetro de Ottokar y para entonces aún no habían sido creados Haddock, Tornasol ni la mansión de Moulinsart. La historia se cortó, como hemos dicho, a causa de la guerra y la invasión de Bélgica por los alemanes. Aunque Hergé trabajó en Tintín durante la ocupación, consideró acertadamente El país del oro negro como una aventura con demasiadas connotaciones políticas como para continuarla sin meterse en problemas. De esta manera y durante el tiempo que duró la ocupación nazi, prefirió decantarse por peripecias de corte más aventurero: El cangrejo de las pinzas de oro, La estrella misteriosa, El secreto del Unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo.

Fue en este periodo donde se presentaron a Haddock y Tornasol, inseparables desde entonces y centrales en Las siete bolas de cristal y El templo del Sol. Por eso, cuando Hergé retomó El país del oro negro ocho años después, se vio hasta cierto punto obligado a introducir cambios –un tanto cogidos por los pelos– para mantener la coherencia interna de la serie. La explicación de por qué Haddock aparece en el último momento se evita recurriendo a un gag cómico y dado que Tornasol era mucho más difícil de integrar, se le inserta mediante una carta en la que narra sus descubrimientos, y el estado en el que ha quedado la mansión de Moulinsart tras ellos.

Los que sí tienen una presencia importante son Hernández y Férnández, más desatados que nunca, causando el caos allá donde van y metiéndose en todo tipo de problemas de los que, inexplicablemente, siempre consiguen salir y causándose a sí mismos accidentes que no los matan de milagro. Un viejo personaje de Los cigarros del faraón, el comerciante portugués Oliveira de Figueira, no sólo vuelve a aparecer aquí, sino que juega un papel fundamental en la historia arriesgando no sólo su reputación sino su propia vida para ayudar a Tintín.

Además de la ya mencionada recuperación de Müller, la insoportable soprano Bianca Castafiore hace acto de presencia con su sola voz a través de una transmisión radiofónica –rápidamente interrumpida por Tintín–. Cabe por último destacar la presentación de un nuevo e irritante personaje, el pequeño Abdallah, el caprichoso y mimado vástago del emir Mohammed Ben Kalish Ezab. Hergé se inspiró para su creación en una fotografía del príncipe Faisal II aún niño, y lo convirtió en un ser en el que se dan cita la maldad y la arrogancia y que, protegido por sus orígenes reales, se dedica a convertir en pesadillas las vidas de todos aquellos que le rodean.

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de viñetas y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".