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«El cangrejo de las pinzas de oro» (1940), de Hergé

El cangrejo de las pinzas de oro devuelve a Tintín a entornos exóticos alejados del continente europeo. El héroe viajará al norte de África siguiendo la pista de unos peligrosos traficantes de opio.

Para esta entrega, Hergé se inspiró tanto en la novela El escuadrón blanco (1931), del escritor francés Joseph Peyré, en la que se narraban aventuras de soldados y contrabandistas en el desierto del Sahara, como en un caso real que destaparon los periódicos de la época sobre el contrabando de cocaína escondida en cajas de carne de cangrejo en conserva.

Hergé había creado a su protagonista titular como un boy scout intachable que reunía todas las virtudes deseables en un joven: moral, noble, valiente, generoso, compasivo, leal, sereno, curioso, respetuoso… y que respondía al anhelo inconsciente de su autor por la perfección. Pero con el tiempo, y comprendiendo que moderar esa excelencia moral añadiría mayor riqueza y realismo a la serie, Hergé añadió otros personajes importantes que distaban de ser un dechado de virtudes, pero que también reflejaban otras facetas de Hergé. Primero fueron los despistados Hernández y Fernández. Ahora se añadía Haddock, cuya presentación en este álbum constituye un hito en la serie. Capitán de la marina mercante borrachín, irritable, malhablado y de buen corazón, a partir de este momento se convertirá en el compañero inseparable de Tintín en sus aventuras. La adición de Haddock supone un nuevo paso hacia el realismo, dando mayor relevancia a los personajes humanos –y vaya si Haddock lo era– mientras que Milú, aunque todavía lo vemos pensar y protagonizar pequeños momentos, queda relegado al papel de mera mascota.

Lo cierto es que Hergé nunca pensó que el capitán Haddock llegaría a alcanzar el protagonismo que efectivamente tuvo. Quizá sea por ello que no hace su aparición como un personaje particularmente entrañable. Su adicción al alcohol lo lleva a la irritabilidad, la melancolía, la ira e incluso la locura, pero Hergé consigue mantenerlo dentro del límite de lo aceptable gracias al humor. Haddock es en muchos aspectos la antítesis de Tintín: representa la madurez y algunos de los defectos que a menudo la acompañan, como el cinismo y la falta de templanza. Tintín en cambio, simboliza la juventud: es inocente, confiado y noble. Con el paso de los años y las aventuras, sin embargo, Haddock irá transformándose y, sin perder su exuberante humanidad, absorberá algunas de las virtudes de su joven compañero.

Tenemos también en este álbum la segunda aparición del contrabandista Allan Thompson, a quién ya habíamos visto en Los cigarros del faraón traficando con armas en el Mar Rojo. Esta es la única ocasión, sin embargo, en la que no actúa bajo las órdenes de Rastapopoulos.

Cuando apareció este álbum, Bélgica ya había sido ocupada por los alemanes. El hogar editorial de Tintín hasta ese momento, el periódico Le XX Siècle, dejó de publicarse en mayo de 1940. Un mes después, el ejército nazi, imparable, ocupa Holanda, Luxemburgo, Francia y Bélgica. El hermano de Hergé, que militaba en las filas del ejército belga, es capturado y enviado a Alemania como prisionero de guerra. El propio Hergé huye a París, donde encuentra refugio en la casa del dibujante Marijac. Sin embargo, a finales de junio, regresa a su país respondiendo a la llamada del rey Leopoldo III para que los belgas volvieran a sus puestos de trabajo. Aún así, se avecinaban tiempos difíciles.

El principal diario belga, Le Soir, reanuda su publicación aunque ahora bajo control alemán. Unas semanas más tarde, Raymond Becker, un antiguo amigo de Hergé de sus tiempos como scout y admirador de Mussolini, es nombrado responsable editorial de la cabecera. Hergé, que había rechazado colaborar con el Rexismo –el partido político de extrema derecha y proalemán–, no tiene más remedio que aceptar la oferta de su antiguo amigo y hacerse cargo del suplemento juvenil de Le Soir a partir de octubre de 1940.

El cangrejo de las pinzas de oro apareció en este contexto y no es de extrañar que tanto ésta como las siguientes peripecias de Tintín eludieran cualquier referencia política –existentes, como hemos visto, desde las primeras entregas– prefiriendo limitarse a aventuras neutras sin segundas lecturas.

La versión en color apareció en 1943 –la prepublicación en blanco y negro había finalizado en Le Soir en octubre de 1941– realizando algunas correcciones en la raza de algunos personajes y ciertas escenas para evitar problemas con los editores norteamericanos, siempre tan amantes de la corrección política. Además, en la versión publicada a partir de 1948, se añadieron algunas páginas de una sola viñeta y sin texto para completar la paginación habitual de los álbumes de entonces.

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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de viñetas y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".