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«Soy leyenda» («I Am Legend», 2007), de Francis Lawrence

La novela de Richard Matheson Soy leyenda (1954) es un auténtico clásico tanto de la ciencia ficción como del terror. El protagonista es Robert Neville, el último humano vivo, un hombre normal y corriente que por las noches se atrinchera en su casa huyendo de sus antiguos congéneres, mutados en vampiros y que rodean el edificio tentándole para que salga. Durante el día, Neville busca sus escondrijos y atraviesa sus aletargados cuerpos con estacas mientras trata obsesivamente de hallar un antídoto y averiguar la causa de su propia inmunidad. Al final de la historia, es capturado y ejecutado por una subespecie inteligente de esas criaturas y comprende que se ha convertido para ellos en el mismo tipo de figura legendaria que los humanos tenían de los vampiros: temen sus incursiones diurnas y la forma en que los asesina mientras duermen. La última frase del libro expresa esta iluminación: Soy leyenda.

La adaptación de este potente relato se planteó desde poco después de que apareciera publicado. En 1957, Hammer Films trató de rodar una versión titulada Night Creatures, pero el proyecto fue abandonado después de que el organismo censor británico decidiera que no iba a dar su visto bueno a esa historia tal y como estaba planteada. Así que el primer intento cinematográfico en culminar con éxito fue El último hombre sobre la Tierra (1964), una producción italoamericana protagonizada por Vincent Price. Aunque el propio Matheson fue quien se encargó de escribir el guión, quedó poco complacido con el resultado y exigió que su nombre fuera sustituido por el del imaginario Logan Swanson. Es, efectivamente, una cinta poco brillante, incluso aburrida, cuya única virtud es la de mantenerse fiel a la novela, especialmente en lo que se refiere a conservar la idea del último hombre luchando contra los vampiros y el giro final. A continuación, vendría El último hombre… vivo (1971), con Charlton Heston interpretando a Neville, y en la que además de reemplazar a los vampiros por mutantes albinos, se aumentaba la dosis de acción.

La versión que ahora nos ocupa, la tercera, se anunció en fecha tan temprana como principios de la década de los noventa del pasado siglo pero se quedó en el limbo hasta 1997, cuando Mark Protosevich ‒que luego escribiría películas como La celda (2000) Poseidon (2006), Thor (2011) u Oldboy (2013)‒ firmó un guión que hoy está disponible en internet y del que podría haberse derivado un film potente, inteligente y respetuoso con la novela original aun cuando también cambiaba el final.

El proyecto fue asumido por Ridley Scott y Arnold Schwarzenegger. Una de sus ideas más interesantes fue que la primera hora de metraje careciera totalmente de diálogos. Pero la producción fue aparcada por Warner Brothers después de que el presupuesto se estimara en unos entonces excesivos 108 milones de dólares. Era el momento previo al estreno de Titanic (1997), una película que había sobrepasado salvajemente su presupuesto inicial y parecía estar dirigiéndose hacia un desastre financiero de dimensiones épicas. No es de extrañar que los estudios se mostraran reacios a invertir elevadas cifras en sus producciones. Schwarzenegger conservó cierto interés, sin embargo, y se encargó una nueva versión de guión a Tracy Tormé (Fuego en el cielo, 1993; Sliders, 1995-2000).

Rob Bowman, director de Expediente X (1998) y El Imperio del Fuego (2002), trató de sacar adelante una versión recortada con una reformulación del guión de Protosevich escrita por John Logan (La máquina del tiempo, 2002; El aviador, 2004). En 2002 hubo otro intento serio, esta vez dirigido por Michael Bay (Armageddon, 1998; Transformers, 2007) y protagonizado por Will Smith. Esta versión acabó descartada por el estudio tras el estreno de la más barata pero muy eficaz 28 días después (2002), cuyo guión incorporaba bastantes elementos de Soy leyenda. Pero Smith siguió interesado en el proyecto y llegó a convencer a Guillermo del Toro como director antes de que se contratara al austriaco Francis Lawrence (Constantine, 2005). Finalmente y tras un periodo de larga gestación, Soy leyenda llegó a los cines en 2007.

Nueva York, año 2012. Un virólogo militar, Robert Neville (Will Smith) es, hasta donde él sabe, el último hombre vivo del mundo. Un virus diseñado genéticamente para combatir el cáncer, mutó en una cepa letal para la especie humana, que ha perecido masivamente. Neville, sin embargo, es inmune y años después vagabundea por las ruinas de Manhattan con su perra Sam buscando otros supervivientes. Pero no es ésa solamente su misión. Por la noche, salen del oscuro interior de los edificios unas criaturas que son humanos mutados por el virus en una especie de zombis (del tipo rabioso, veloz y superfuerte) cuya única limitación física es que no aguantan la luz del sol. Neville los caza para experimentar con ellos los diferentes sueros que va sintetizando en el laboratorio que ha instalado en el sótano de su casa.

Si se revisan tanto las dos adaptaciones del libro de Matheson al cine como los diferentes proyectos que luego se han ido planteando para una tercera versión, resulta difícil encontrar el grado de fidelidad a la obra original que sería deseable. Quienes esperaran que eso podría cambiar con la película de Lawrence debieron perder la esperanza cuando se enteraron no sólo de que el guion estaba basado en el que John William Corrington y Joyce Hooper Corrington escribieron para El último hombre…vivo sino que, además, era una reformulación del que Protosevich escribiera en los noventa firmada por Akiva Goldsman, en cuya carrera se acumulan los títulos de calidad cuanto menos cuestionable, como Batman Forever (1995), Batman & Robin (1997), Prácticamente magia (1998), Yo, robot (2004) o El Código Da Vinci (2006).

Da igual que el estudio, a diferencia de las adaptaciones anteriores, conservara el título de la novela. Lo que tenemos aquí en realidad es un remake de la cinta de los setenta en lugar de una adaptación directa de la obra de Matheson, lo que de partida es una idea muy poco acertada. Así, se han conservado los cambios que sobre el texto literario realizó el guion de aquella, incorporando algunos más por el camino. En la época del SIDA y las pandemias, el origen del mal ya no es una mutación radioactiva sino producto de un virus, uno de los grandes temores de nuestros tiempos, el enemigo invisible; Neville ya no es caucásivo sino negro (Will Smith ya había interpretado a otro héroe clásico de la cultura popular originalmente blanco: Jim West); los vampiros han sido reemplazados por zombis mutantes alérgicos a la luz; y tenemos la alegoría cristiana del final, en la que la sangre de Neville salva a la especie humana; y la conversión del protagonista en un competente militar que encuentra un antídoto para la epidemia y se salva por que se la inyecta.

Como he dicho, los vampiros del libro han sido sustituidos por una especie de zombis genéricos y todo terreno cuyo único punto débil es la aversión a la luz. Una de las imágenes más potentes de la novela es la de la casa de Neville asediada todas las noches por una horda de vampiros que minan su cordura. Incluso El último hombre…vivo conservó esa escena. La versión moderna, sin embargo, prescinde de ella y, de hecho, los mutantes no consiguen averiguar el paradero del escondrijo del protagonista hasta el final. Es más, pasan unos treinta minutos de metraje antes de que veamos un solo mutante. Todo el primer acto consiste en ver a Will Smith vagabundeando por una Nueva York desierta y en proceso de ruina, algunos flashbacks de su vida anterior en los que se explican las causas de la epidemia. El corazón del libro consiste en presentar la desesperada lucha de un hombre normal contra un mundo que ya no es el suyo, pero ese espíritu está ausente de la película, que solo narra la historia de un hombre roto que se esconde esperando que los zombis no lo encuentren. A esto se añade que Will Smith no quiera presentar a su protagonista como alguien particularmente desagradable, mientras que el Robert Neville del libro dedicaba sus días a buscar vampiros dormidos para exterminarlos sin piedad.

Es cierto que hay algunos elementos de la novela que no estaban presentes en las dos adaptaciones anteriores. Por ejemplo, vemos a Neville practicando obsesivamente pruebas y dolorosos experimentos sobre animales infectados y mutantes con el fin de encontrar una cura. También se respeta el personaje del perro, aunque este Neville no es alguien desolado que se vuelca completamente en el único ser que le brinda compañía y la relación entre hombre y animal es mucho más práctica, formando ambos equipo para cazar y defenderse de los mutantes. Es el tipo de decisiones que a uno le hacen pensar por qué se molestaron en comprar los derechos de una novela si luego no iban a respetar demasiado la misma. ¿No hubiera sido mejor escribir un guion original? Da la impresión de estar ante un sucedáneo de 28 días después. Lo cual no deja de ser irónico porque George Romero se inspiró en la novela de Matheson para crear la seminal La noche de los muertos vivientes (1968), mientras que 28 días después fue en cierto modo una reformulación de los films de zombis de Romero.

Hay otros segmentos de la película en las que el guion entra en lo extraño cuando no lo grotesco, como ese intento de utilizar como metáfora del deseo de Neville de permanecer solo una escena de Shrek (2001) en la que el ogro renegaba del burro que le seguía. La aparición de Anna (Alice Braga) y Ethan (Charlie Tahan) está mal resuelta. Podría pensarse por un momento que la película adaptaba ese pasaje del libro en el que Neville conocía a Ruth, una mujer que se hacía pasar por superviviente pero que en realidad era una vampira capaz de soportar la luz del sol y que había sido enviada para seducirlo. No es el caso aquí y lo que encontramos es una serie de inverosímiles escenas en las que Anna invoca la voz divina para justificar su búsqueda de un reducto de supervivientes en un lugar remoto (una posibilidad de todo punto improbable habida cuenta de la destrucción masiva que hemos visto a lo largo de toda la historia).

Pero la parte más torpe de la película quizá sea su final, que nada tiene que ver con lo imaginado por Matheson. Los extras del DVD revelan que se rodó un final alternativo, una versión suave del radical giro que planteaba el libro. En esa versión del guion, el zombi alfa dibujaba en el cristal una mariposa igual al tatuaje que exhibía la zombi femenina que Neville tenía sedada en el laboratorio. Esa expresión de sentimientos agita la conciencia de Neville, abre la puerta, se disculpa y les devuelve la zombi a los atacantes. Éstos detienen su ofensiva y se marchan con la mujer. Al día siguiente, Neville, Ethan y Anna viajan a Vermont mientras ésta continúa emitiendo mensajes por radio en la esperanza de que alguien los escuche.

Pero como esa conclusión fue recibida con abucheos en los pases de prueba, se optó por sacrificar a Neville al estilo del destino sufrido por Charlton Heston en El último hombre…vivo, dejando que Anna y Ethan salieran con bien del trance para encontrar una colonia de supervivientes en la que entregarían la sangre de Neville, de la que presumiblemente podría sintetizarse un antídoto. La escena final, en la que Anna y Ethan traspasan las puertas del refugio para encontrarse con una especie de comunidad idealizada de la América profunda, suena a falsa por los cuatro costados, un final forzadamente esperanzador.

Soy leyenda es también una hija espiritual de los ataques del 11–S. La acción se localiza en Nueva York en lugar de el Los Ángeles del libro, refiriéndose a ella repetidas veces como “punto cero”. Y también el final, quizá involuntariamente, representa la desesperación de una América confusa ante una nueva amenaza en su propio territorio y que se aferra a sus valores familiares tradicionales: una fortaleza en el interior de cuyas murallas se custodia un reducto de orden y paz, con bandera americana al viento y campanas de la iglesia repicando.

También hay que destacar que cuando, al final, la película explica el título, Soy leyenda, recurriendo a una voz en off, lo hace invirtiendo completamente el sentido de la expresión respecto al libro. En éste, ya lo he apuntado, significaba que Neville, con su obsesiva misión de eliminar a los vampiros, se había convertido para éstos en una leyenda tal y como para nosotros lo es el Conde Drácula. En cambio, en el film se explica que el heroico sacrificio de Neville lo convertirá en una leyenda para los humanos supervivientes.

Francis Lawrence y el equipo de efectos especiales se lucen a la hora de recrear una Nueva York desierta, con edificios y calles agrietados por las inclemencias del tiempo y el abandono y con la vegetación invadiendo el asfalto y el hormigón; también en los flashbacks que narran el pánico previo al desastre absoluto, con las multitudes tratando de huir de Manhattan y el derribo del puente de Brooklyn; o ese magnífico plano de Neville lanzando bolas de golf desde el ala de un avión abandonado en la cubierta de un portaaviones. Conviene recordar que todo este espectáculo visual no era descrito en el libro porque Matheson confinaba mayormente al protagonista en su casa e invertía poco tiempo describiendo el panorama de devastación urbana y desaparición de la civilización. Con todo, este apartado está muy bien logrado en la película, con pasajes tan emocionantes como ese de apertura en el que Neville y su perro acechan a un ciervo por las calles de la ciudad y luego en Central Park antes de que un par de leones se les adelanten. Es una escena perfecta para dejar claro lo radicalmente distinto que es ahora el mundo que antes nos resultaba familiar y en el que nos desenvolvíamos con soltura.

Hay quien a día de hoy le puede encontrar pegas a los efectos digitales de Soy leyenda, pero es esta una crítica injusta hasta cierto punto. Se trata de una tecnología que avanza a gran velocidad y que hace que productos considerados sobresalientes diez años atrás pierdan su antiguo lustre por comparación con los nuevos logros. No obstante y dicho esto, puede considerarse un error el haber optado por los zombis digitales. Originalmente, Lawrence optó por actores reales con maquillaje, pero tras una semana de rodaje, no fue capaz de hacer que transmitieran la violencia y carnalidad amenazante de los que, por ejemplo, mostrara Danny Boyle en 28 días después. El director llegó a decir que lo que tenía entre manos era un grupo de actores de mimo en vez de terroríficos zombis. Así que no tuvo más remedio que recurrir al CGI, limitando el papel de los actores a vestir un traje de captura de movimientos. Al final, pese a que el trabajo de integración de las figuras de animación digital 3D en entornos reales esta razonablemente bien logrado, se nota –y esto lo admitió el propio Lawrence– que no se invirtió el tiempo suficiente en posproducción.

Admito que no soy un gran fan del film de debut de Francis Lawrence, Constantine, con el que ya demostraba el tipo de actitud que adoptaba hacia el material fuente y que básicamente consistía en tirarlo por la ventana quedándose únicamente con la premisa y cuatro detalles generales, para luego hacer lo que le parecía bien. Esta arrogancia que le lleva a pensar que conoce mejor que los autores originales el material que quiere adaptar le ha llevado a dirigir películas mediocres que no hacen honor a su referente literario (o comiquero, en el caso de Constantine). Años más tarde, volvería a dedicarse a las adaptaciones cinematográficas de libros, concretamente las películas de Los juegos del hambre, de las que hablaré en otra entrada.

En el caso de Constantine, Lawrence tampoco supo dar con el estilo visual preciso para ambientar la historia. Al menos, Soy leyenda funciona considerablemente mejor narrativa y visualmente y el director parece sentirse a gusto en una producción intensiva en efectos especiales. También dirige con buen pulso y mucho suspense escenas como aquella en la que Neville se interna en los oscuros sótanos de un edificio para rescatar a Sam; o en la que cae en una trampa dispuesta por los zombis y queda suspendido boca abajo aguardando desesperadamente el inminente ocaso y la consecuente salida de las criaturas para matarlo. Es de destacar asimismo la forma en que retrata la soledad de Neville –sobre todo su pena por la muerte de su compañera canina–. Eso sí, la película no puede sustraerse al mismo problema que comparten todas las historias con “monstruo”: una vez que se manifiestan claramente y con detalle las criaturas, buena parte del suspense se diluye, algo de lo que el propio director se arrepintió.

Will Smith es un actor que gusta a muchos pero que también despierta animadversión en otro sector del público que no consigue olvidar sus bufonadas en El Príncipe de Bel Air. Aquí hay que admitir que ofrece un sólido trabajo dramático teniendo en cuenta que prácticamente todo el peso de la película recae sobre él. Hasta la aparición de Anna y Ethan –cuyo peso en la historia es menor–, Smith solo se tiene a sí mismo y a un perro para interactuar. Resulta creíble en sus esfuerzos por mantener la ilusión de una vida normal y rutinaria mientras trata de hallar una cura y afronta los ramalazos que apuntan a un deterioro de su salud mental. Un actor de menor categoría de la que aquí demuestra Smith no habría conseguido transmitir la intensidad emocional que requería el papel.

El problema con Will Smith no es tanto su trabajo de interpretación como su personaje tal y como está construido en el guion. Y es que me resulta difícil verlo como el genetista militar más importante del planeta, alguien a quien el gobierno americano encomienda la misión de salvar a la especie humana. Y repito, ello no es porque Smith no pueda encajar en el papel, sino porque la historia lo presenta como una especie de superhombre competente en todos los campos: es un guerrero experto en armas de fuego y emboscadas, está en excelente forma física, es capaz de rastrear y cazar animales salvajes, hacer de su piso una fortaleza blindada, montar un laboratorio completo en su sótano y acometer en solitario una investigación genética. Un personaje, en definitiva, poco verosímil.

Buena parte de los defectos que he referido de Soy leyenda tienen que ver con las poco acertadas libertades que se toma respecto a la impactante novela de Matheson, pero está claro que la apreciación que se haga de la película puede ser diferente si se ignora el material literario original. Probablemente por ello y gracias a la presencia de Will Smith y los elaborados efectos especiales que permitieron crear un mundo urbano post–apocalíptico, el film registró un excelente recorrido comercial. Sobre un presupuesto de 150 millones de dólares, recaudó en la temporada navideña más de 256 millones en Estados Unidos y casi 330 en el resto del mundo, convirtiéndose en uno de los títulos más taquilleros de aquel año. El éxito llevó a Will Smith a firmar su participación en una precuela hasta que en 2014 se anunció su cancelación.

Una película, en definitiva, no tan buena como merece la novela y que pierde interés a partir de la primera hora de metraje, pero que ofrece una premisa interesante y suficientes dosis de acción y suspense como para que un público generalista encuentre en ella un entretenimiento eficaz.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".