Existe un rumor según el cual el escritor Bram Stoker quiso resucitar al conde Drácula para escribir una segunda parte de su famosa novela. Esta es una cuestión que posiblemente será una eterna incógnita y se sustenta en un fragmento eliminado al final del libro.
Dicho fragmento narra la destrucción del castillo de Drácula víctima de una repentina erupción volcánica, poco después de que sea eliminado el vampiro: “Mientras lo observábamos hubo una terrible convulsión (…) Todo el castillo, las rocas e incluso la cima sobre la que se alzaba, parecieron saltar por los aires y convertirse en fragmentos que se dispersaron, mientras una inmensa nube de humo negro y amarillo se iba acumulando y giraba sobre sí misma, en un espectáculo de impresionante y horrible grandeza, para acabar ascendiendo a los cielos con inconcebible celeridad”.
No deja de ser un tanto rebuscada esa idea de una erupción en Transilvania. Puede resultar chocante la introducción de un volcán, y más que sobre este se construyera un castillo. Pero hay que reconocer que resulta muy teatral. Y no olvidemos que Stoker hacía gala de ello.
Tampoco hay que olvidar que la Transilvania de Drácula es una tierra repleta de misterios, prodigios y horrores. El propio Van Helsing la describe en esos términos.
Volviendo a la idea de una secuela, quienes manejan esta hipótesis creen que el fragmento fue eliminado a petición de los editores, en beneficio de la supuesta segunda parte.
Barbara Belford, biógrafa de Stoker, sugiere que tal secuela hubiera sido protagonizada por Van Helsing. Sin embargo, esta hipótesis me recuerda a lo que iba a ser la secuela del Drácula de Francis Ford Coppola. Se iba a titular Van Helsing Chronicles, y al final, sirvió de germen al Van Helsing (2004) de Stephen Sommers. En todo caso, en el trasfondo de la novela y del personaje de Van Helsing se sitúa Carmilla, de Sheridan Le Fanu.
Le Fanu escribió los cinco relatos que forman Las criaturas del espejo (In a Glass Darkly), cuyo nexo común era el profesor Martin Hesselius, protagonista en mayor o menor medida de todos ellos. Y las semejanzas entre Hesselius y Van Helsing no son nada desdeñables.
Martin Hesselius es de nacionalidad alemana, frente al holandés Abraham Van Helsing. Sin embargo, en los primeros borradores de la novela, este personaje era un alemán llamado Max Windshoeffel.
Ambos personajes son médicos… y algo más. Los relatos de Hesselius lo retratan como alguien especializado en las dolencias de carácter espiritual. Experto en metafísica y seguidor de las teorías de Swedenborg, es autor de obras como Ensayos sobre medicina metafísica. Por su parte, según el Dr. Seward, Van Helsing “sabe más que nadie en el mundo sobre enfermedades desconocidas”, y se refiere a él como «filósofo y metafísico», además de médico. Por lo demás, ambos son dos ancianos caballeros.
Con todo, hablar de una hipotética serie de relatos sobre Van Helsing es pura especulación. Es más, Carmilla es una narración procedente de los archivos de Hesselius, en la que el médico alemán no aparece. No obstante, le corresponde a Le Fanu el crédito por la creación del primer cazavampiros de la historia de la literatura: el barón Vordenburg.
O sea que Drácula está muerto, y bien muerto. Sin embargo, los defensores de la secuela dicen que Drácula no fue destruido de la manera correcta. Mantienen que Lucy murió debidamente, con una estaca en el corazón y luego decapitada. Pero Drácula, con su cuello seccionado y su corazón acuchillado, no pereció según la tradición. Y esa sería la clave de la futura secuela.
Acaso el argumento convenza a algunos incautos, pero es una cuestión fácilmente refutable. Si algo demuestra la tradición sobre el vampirismo, es la contradicción entre su naturaleza sobrenatural y su vulnerabilidad a las armas físicas. Y cuando me refiero a armas físicas, no sólo me limito a la estaca. Existe un muestrario de formas de eliminación de lo más variado. Entre estas, se cuentan la decapitación mediante un sólo golpe de pala, extraer el corazón y hervirlo en vino o aceite, o clavarle tres clavos de hierro en el cráneo.
De todas formas, es posible que nunca se sepa si Stoker consideró la posibilidad de una secuela. Tardó siete años en escribir Drácula. En 1897, fecha de su publicación, el escritor cumplió cincuenta años de edad. Apenas le quedaban otros quince de vida y los dedicó a otros proyectos.
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Imagen superior: Frank Frazetta. Portada de «Creepy».
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