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«Vampire Tales» (1973-1975)

Antes de atender al presente, muchos aficionados volvemos a lanzar una mirada ‒otra más‒ sobre ese pasado en el que los cómics nos dieron felicidad, recuerdos compartidos y momentos impagables.

Al contemplar con nostalgia todo lo que resume la revista Vampire Tales (junio de 1973-junio de 1975), recuperamos aquellos rasgos con los que la Marvel de los setenta nos atrapó para siempre: emoción, sorpresa, personajes de una pieza, tramas sensacionales y buena realización técnica.

Vampire Tales surge en ese contexto, pero lo hace con un detalle añadido: la recuperación de los temas del horror clásico, personificado en la figura tradicional del vampiro.

Publicada por Curtis Magazines con periodicidad bimensual y bajo el amparo de Marvel, esta cabecera coincidió en el tiempo y en los kioscos con publicaciones de la competencia inspiradas en la misma filosofía editorial. Seguramente, Creepy y Eerie fueron las más conocidas (y al igual que ambas, Vampire Tales también se benefició de la presencia de artistas españoles. En este caso, Jordi BernetJesús BlascoJosé Lombardía o Esteban Maroto, entre otros artistas memorables).

Reforzando su identidad, la revista incluía breves artículos divulgativos y fotografías tomadas del cine de vampiros más tradicional. Reivindicaba así un legado que los aficionados habían aprendido a respetar gracias a las reposiciones televisivas y a revistas como Famous Monsters of Filmland, editada desde 1958 por James Warren y por el inefable Forrest J Ackerman.

En realidad, la elección de los vampiros como eje temático no era algo raro para Marvel. Conviene recordar que el número de figuras vampíricas en todas sus colecciones ‒desde las más urbanas hasta las propias de la fantasía heroica‒ es tan elevado que catalogarlas supone un empeño formidable.

A su modo ‒y esto es algo que podrán comprobar los lectores de este soberbio tomo‒, Vampire Tales proponía un punto de encuentro entre las clásicas recopilaciones de terror de EC Comics y el moderno estilo de Marvel. Así, en sus páginas se alternaban las historias de miedo más usuales con aventuras protagonizadas por personajes de nuevo cuño, propios de un cómic de superhéroes.

Para conseguir esta mezcla, la revista recuperó viejas historias que ya había lanzado en los cincuenta el sello Atlas Comics, y las combinó con otras que, sin perder ese toque clásico, realizaron autores más modernos. Buena muestra de esto último es uno de los platos fuertes de la primera entrega: la adaptación de El Vampiro, de John Polidori, por parte de los guionistas Ron Goulart y Roy Thomas.

En la faceta más novedosa de aquel lanzamiento, y ya sin la censura del Comics Code, encontramos a tres personajes que ya han ocupado su lugar de privilegio en el panteón Marvel: Morbius el Vampiro Viviente, ideado en su momento por Roy Thomas y Gil Kane como antagonista de nuestro trepamuros favorito (The Amazing Spider-Man nº 101, octubre de 1971), Satana, la Hija del Diablo, creada por Roy Thomas y John Romita, Sr. (Vampire Tales nº 2, octubre de 1973), y por supuesto, Blade, el cazavampiros, una creación de Marv Wolfman y Gene Colan que irrumpió en escena en las páginas de otra cabecera legendaria, La Tumba de Drácula nº 10 (julio de 1973).

En fin, nos encontramos aquí ante uno de esos tebeos que deparan emociones muy intensas, tanto para la generación contemporánea de Vampire Tales como para quienes ‒afortunados ellos‒ se acercan por primera vez a estos relatos que resumen, sin lugar a dudas, la crónica sentimental de toda una época.

Sinopsis

A mediados de los años setenta, los vampiros irrumpieron con fuerza en las publicaciones de Marvel, en especial en sus magazines en blanco y negro. Este volumen recoge las once entregas de la mítica serie Vampire Tales, que contaba con algunos de los mayores talentos del cómic internacional en su mejor momento creativo.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Marvel Comics, Panini Comics. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.

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