Cualia.es

«Lobezno: Honor» (1982), de Frank Miller y Chris Claremont

Que a Frank Miller le atrae la cultura japonesa, sobre todo en su aspecto más ancestral y belicoso, queda bastante claro en muchas de sus obras. Lobezno: Honor demuestra que él y Chris Claremont tienen por común centro de interés ese estereotipo de lo japonés que combina samuráis modernos, ninjas dignos de un thriller de los ochenta y yakuzas omnipotentes.

Editado originalmente entre septiembre y diciembre de 1982, este arco argumental consigue una fluidez sorprendente, derivada de la habilidad narrativa de Claremont como guionista y del arte de Miller. Sin embargo, más allá de su calidad formal, lo más interesante de esta obra es el modo en que reinventa un Japón ficticio dentro del universo Marvel.

Esta aventura nipona de Lobezno se desenvuelve en un escenario en el que, por usar un símil cinematográfico, se advierten los decorados de estudio. Los anacronismos y los detalles pintorescos predominan por encima de cualquier interés realista, y nos hacen disfrutar sin pausa de un país en el que los señores del crimen están custodiados por personajes del kabuki o por luchadores sumo, como si los clichés, en lugar de suponer un problema, fueran aquí un rasgo de estilo.

Una vez situado este cómic en su contexto, podemos vincularlo a multitud de producciones de ficción que a fines de los setenta y comienzos de los ochenta reprodujeron el peligroso romance entre un héroe occidental y una japonesa, y sobre todo, la integración de ese mismo anglosajón en el núcleo más arcaico de la tradición nipona. Pienso, sin ir más lejos, en El reto del samurái (The Challenge, 1982), de John Frankenheimer, que coincide en el tiempo con la edición de este excelente tebeo, consolidado ya como una de esas obras de culto que cualquier aficionado ha de atesorar en su biblioteca.

Ni que decir tiene que Honor es un título esencial para comprender la evolución del Lobezno que todos conocemos, una suerte de ronin que hace la guerra por su cuenta y que, despojado del uniforme de los X-Men, oculta ciertas dosis de romanticismo tras su brutalidad descontrolada.

Hay otra virtud muy notable en este cómic, y es el modo en que el dibujante se adueña de aquello que expone el guionista. De hecho, cuando uno habla con seguidores veteranos de Lobezno, el perfil japonés del mutante ‒alejado del semihumano psicótico que fue en otros tiempos‒ se atribuye en mayor medida a Miler que a Claremont, por más que sea este último quien firma el guión. De hecho, esa coreografía de la violencia que siempre destacamos en el universo mileriano adquiere ya protagonismo en las páginas de esta aventura trágica, visceral, épica y profunda.

En todo caso, la mejor forma de interpretar Honor es revisando la doble vía que exploraron Claremont y Miller para construir esta historia. Por un lado, es evidente que se fijaron en clásicos de Akira Kurosawa como Los siete samuráis (1954) y Yojimbo (1961), y por otro, es inevitable encontrarse aquí con la sombra de los spaghetti-westerns de Sergio Leone protagonizados por Clint Eastwood.

Continúa en el siguiente artículo

Sinopsis

Contiene Wolverine 1-4 USA

Dos genios del cómic se unieron para concebir una saga que redefiniría para siempre al mutante de las garras de adamántium. Chris Claremont, el Patriarca Mutante, se alió a Frank Miller, la joven promesa que había reinventado a Daredevil, para realizar la primera aventura en solitario de Logan, repleta de romance, intriga y violencia. Lobezno viaja a Japón para encontrarse con el amor de su vida… ¡Y con los asesinos de La Mano!

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Marvel Comics, Panini Comics. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.