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Crítica: ‘Napoleón’ (Ridley Scott, 2023)

1789, Revolución Francesa. «A la guillotina«, grita el populacho mientras ruedan las cabezas regias. Los tiempos están cambiando, y un ambicioso artillero corso lo sabe, lo impulsa y lo aprovecha.

Al poco de comenzar esta nueva aventura dirigida por el gran Ridley Scott, vemos «atacar naves en llamas más allá…» del puerto de Tolón, donde el joven Napoleón (Joaquin Phoenix), encabeza una revuelta contra los ingleses a cañonazo y espadazo limpio, y se esboza el retrato incipiente de un individuo sagaz, heroico, y con un gran talento para la estrategia en el combate. Suena un pizpireto clavicordio, Napoleón sonríe, triunfa, y cosecha los réditos de sus gestas. Asistimos al nacimiento de una leyenda histórica, que no cinematográfica. Esto no va a ser Gladiator.

Son tiempos azarosos, revueltos, la película lo refleja con un colorido terroso, polvoriento y desvaído, como de serie de televisión antigua. Nuestro héroe en alza conoce a Josefina (Vanessa Kirby), y Cupido acierta con una andanada en su corazón. Napoleón es un hombre pasional, visceral, sanguíneo, un romántico empedernido de la patria y del amor. Así nos lo presenta el filme, bien sea sofocando ardores carnales con el fuego de la pasión, bien sofocando revueltas populares con el fuego del cañón. Es la biografía de un hombre sofocante, un biopic que, como todos, no nos cuenta una peripecia intrigante, sino un cúmulo de fascículos hábilmente encuadernados, más decorativos en el estante que de atractiva lectura.

[Advertencia al lector poco familiarizado con la biografía el personaje: a continuación incluyo comentarios históricos que, inevitablemente, podrían parecerle un spoiler de la película].

Napoleón aspira a trascender (me refiero al personaje, no tanto a la película), y sueña en cada entrenamiento con levantar la copa del mundo. Nos vamos a la campaña de Egipto; otro cañonazo que lleva su firma desmocha la gran pirámide de Guiza, mientras nuestro protagonista trata de medirse con la grandeza de los antiguos reyes, con el peso y la solemnidad de una historia ancestral que ansía emular. Rey, emperador, césar, faraón, dios… no parece haber título suficiente a la medida de su ambición, pero Napoleón se sabe humano, y su mano tiembla al acariciar la embetunada mejilla del faraón.

La película nos va llevando en zigzag por derroteros de distinto pelaje y desigual tensión; desde las andanzas de alcoba de Bonaparte con su amada y no siempre fiel Josefina, a episodios de diplomacia política, intrigas palaciegas, pactos y traiciones, o alianzas y contiendas.

Robespierre, y otros nombres ilustres, aparecen fugazmente, casi porque no queda más remedio que trazar un contexto histórico, cuyo centro acapara la figura política, humana y divina de Napoleón.

Los cañones apuntan ahora a la inmensa frontera norte. La batalla de Austerlitz resulta soberbia, cruda, dramática y sangrienta, nieve tiñéndose de rojo, hombres y monturas naufragando en lagos helados. Napoleón exhibe sus dotes para la estrategia militar y sus recursos para la emboscada, al igual que el director demuestra su talento para el rodaje de la acción y el montaje de la misma, en espléndidos panoramas naturales desapacibles y salvajes, que evocan la batalla inicial de las fuerzas del emperador Marco Aurelio contra los bárbaros en Gladiator.

Vemos fugazmente la campaña de Rusia, y el gran error estratégico propiciado por la megalómana ofuscación del emperador, enviando al frente a 600.000 valientes de los que sólo regresaron a Francia 40.000. Se echa en falta en este episodio algo más de nieve, carros y caballos atrancados en el barro, y soldados criogenizados por el general invierno. No es un capítulo baladí, más teniendo en cuenta que otro histórico fanático cometió la misma imprudencia un siglo y pico después llevado de la misma soberbia.

Llegamos al final de la película, y causa cierta ternura ‒es casi un chiste de los Looney Tunes‒, ver cómo nuestro emperador traza un plan para derrotar definitivamente a los ingleses, mientras señala en el mapa con audacia el descampado de la anticipada victoria, y que lleva por nombre el de una canción de ABBA: «Waterloo». Realmente dan ganas de advertirle, es como ver a Di Caprio embarcándose de polizón en un crucero llamado Titanic. Queda el consuelo de que de nuevo asistimos a una batalla épica bien filmada y bien explicada, y la «añoranza» de aquellas guerras de honor castrense en las que no se lanzaban misiles contra la población civil.

Exiliado finalmente al islote de Santa Elena, Napoleón muere pronunciando las palabras que describen el filme: «Francia… Ejército… Josefina…»

La adusta sobriedad tensa de Joaquin Phoenix, contrasta con los aspavientos a los que nos malacostumbró en pasadas películas, como Joker o The Master, y (quizá por ello), no puedo evitar que su presencia contenida como una bomba de relojería, me haga evocar la mascarada que interpretan los cómicos protagonistas de Ser o o ser (1942), de Ernst Lubitsch.

No resulta fácil analizar desde un punto de vista meramente cinematográfico, algo tan desmesurado como la vida de Napoleón Bonaparte, que aquí se convierte en un camión fílmico sobrecargado de mercancía, de cuyo pilotaje se encarga Ridley Scott, a quien se percibe algo agotado de tanta carretera, y que en ocasiones parece dormirse al volante.

Nos cuenta esta versión la vida de un tipo sensible y de modales rudos, un contrapunto áspero incrustado entre la refinada nobleza europea; un hombre que batalló por la «paz» de guerra en guerra (la historia se repite, pónganle los nombres que quieran), sembrando los campos de batalla con tres millones de cadáveres de sus compatriotas. Un «idealista» para el que el fin justificaba cualquier medio, y que parecía amar más a su país (y a sí mismo), que a quienes lo habitaban.

Sinopsis

Napoleón la superproducción dirigida por Ridley Scott (Marte, Gladiator, Blade Runner) y protagonizada por el ganador del Oscar® Joaquim Phoenix (Her, The Master, Gladiator, Joker) junto a Vanessa Kirby (El mundo que viene, Misión Imposible: Fallout) que llegará exclusivamente a los cines de toda España el próximo 24 de noviembre.

Napoleón es un espectáculo lleno de épica y acción que detalla el enrevesado ascenso y caída del icónico Emperador francés Napoleón Bonaparte, interpretado por el ganador del Oscar® Joaquim Phoenix. Tras un rodaje orquestado por el legendario director Ridley Scott sobre un deslumbrante telón de fondo a gran escala, la película muestra la incesante carrera de Bonaparte hasta el poder, a través del prisma de la adictiva y volátil relación con Josefina, la que fue su único amor verdadero, presentando sus visionarias tácticas políticas y militares a través de algunas de las secuencias prácticas de batallas más dinámicas jamás filmadas.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Scott Free Productions, Apple, Apple Studios, BGI Supplies, Dune Films, Latina Pictures, Apple TV+, Sony Pictures. Reservados todos los derechos.

Fernando Mircala

Artista, escritor, traductor y fotógrafo. Premio Lazarillo en el año 2000. Entre otros libros, es autor de 'Ciudad Monstrualia' (2001), 'El acertijo de Varpul' (2002), 'Eclipse en Malasaña. Una zarzuela negra' (2010), 'Lóbrego romance, pálido fantasma' (2010), 'Compostela iconográfica' (2012), 'Pentagonía' (2012), 'En un lugar de Malvadia' (2016; ilustrado por Perrilla), 'Pánico en el Bosque de los Corazones Marchitos' (2019), 'Versos para musas y cuatro cuentos de Edgar Allan Poe' (2019) y 'Concéntrico' (2022).