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Crítica: «Marte (The Martian)» (Ridley Scott, 2015)

Hay cuatro cosas que me gusta encontrar en una aventura cinematográfica: optimismo, paisajes exóticos, emoción y rebeldía. Cualquier combinación de esos cuatro ingredientes equivale a una fiesta sorpresa en cuanto se enciende el proyector. Cuando, además, esa mezcla funciona a la primera, un entusiasmo indefinible se materializa de la nada. Como si, contra todo pronóstico, la vida se elevara a un plano más elevado.

Marte (The Martian) es una de esas películas. Está protagonizada por un héroe resolutivo y jovial, el astronauta Mark Watney (Matt Damon), que no se deja llevar por la desesperación ni siquiera cuando se ve abandonado en Marte, con escasa comida y pocas reservas de agua, a miles de kilómetros de cualquiera que pueda ayudarle. Más o menos como un pionero en un desierto infinito.

Hablar del exotismo del paisaje es redundante, al tratarse una peripecia que, en buena medida, transcurre en los páramos y pedregales del planeta rojo. La emoción también se da por descontada, sobre todo porque quienes comparten plano en esta trama ‒el equipo de NASA y los compañeros de tripulación de Watney‒ parecen demasiado alejados del protagonista como para salvar su vida.

Más arriba mencioné la rebeldía. En Marte (The Martian) hay grandes dosis de ella. Watney se rebela frente a un destino que parece haberlo condenado a muerte, y decide aplicar sus conocimientos científicos para sobrevivir de una forma tan insólita como ingeniosa. Por supuesto, también hay otros personajes obstinados e independientes que, desde la Tierra y desde algún otro punto del espacio, irán impulsando la trama.

A partir de la excelente novela de Andy Weir, el guionista Drew Goddard ‒un protegido de Joss Whedon y J.J. Abrams‒ hilvana una historia a medio camino entre Robinson Crusoe, la space opera y el cine de Frank Capra. Para fortuna del espectador, ese relato coral es interpretado por un reparto excelente, en el que encontramos, entre otros, a Jessica ChastainKristen WiigJeff DanielsMichael PeñaKate MaraSean Bean y Chiwetel Ejiofor. Todos ellos demuestran aquí lo que valen y compiten por apropiarse de sus respectivas secuencias.

En todo caso, la gran novedad de Marte (The Martian) es el vigor de su realizador, el veterano Ridley Scott ‒77 años‒, a quien muchos empezábamos a creer en muy baja forma tras El Consejero y Exodus: Dioses y Reyes.

Scott transmite un sentimiento poco habitual en su cine: la esperanza. Y además lo hace con grandes dosis de calidez y humor. Un humor que incluso se contagia desde la banda sonora, integrada por clásicos discotequeros de los setenta y los primeros ochenta.

Por otro lado, Marte (The Martian) es una producción muy realista, excepcionalmente cuidada en el terreno científico, sobre todo si nos fiamos del apoyo que la NASA, a través de James L. Green, ha prestado durante todo el rodaje.

Es más: la película ha entusiasmado a divulgadores científicos tan populares y respetados como Brian Cox. Incluso el propio Neil deGrasse Tyson (Cosmos) ha participado en la promoción.

Despojada del rigor metafísico de Interstellar y de la carga redentora de Gravity, la película de Scott funciona como un luminoso entretenimiento, pero sin renunciar por ello a un mensaje profundo para el espectador.

Esto es cine con mayúsculas. No pierdan la oportunidad de comprobarlo.

Sinopsis

Cualquiera de nosotros ha tenido la sensación de estar solo en el mundo. Sólo Mark Watney (Matt Damon) conoce la sensación de estar solo en Marte.

Presuntamente muerto a causa de una devastadora tormenta de viento que obligó a una evacuación de emergencia, Watney despierta herido y, para seguir con vida, tiene que reaccionar inmediatamente. Si él puede mantener su decisión de no convertirse en la primera víctima humana en Marte, la ayuda está a sólo unos cuantos años y unos pocos millones de millas de distancia.

«Ésta es una historia de supervivencia final», dice el director Ridley Scott. «Mark Watney está bajo inimaginable presión y absolutamente aislado, y la película trata de sobre cómo él responde a esos influjos. El destino de Mark va a estar determinado por si sucumbe al pánico y a la desesperación y acepta la muerte como algo inevitable o elige confiar en su entrenamiento, ingenio, recursos y sentido del humor para mantener la calma y resolver problemas.

«El humor de Watney se convierte en un dispositivo de adaptación, lo que le permite evitar la desesperanza y mantener su mente alejada de preocupars8e por las circunstancias extremas. Su inclinación a permanecer positivo y optimista es vital para la historia, y uno de los rasgos del carácter que atrajeron a Matt Damon a aceptar el papel.

«Me encantó el humor, no sólo el de Watney, sino también el de otros personajes», dice Damon. «El tono de comedia nunca es superficial y complementa el intenso drama de la situación, lo que no suele ser algo asociado con el género de la ciencia ficción».

Damon recibió el guión del productor Simon Kinberg, con quien trabajó en Elysium. Kinberg se lo envió a Damon un viernes y recibió una respuesta entusiasta el domingo.

«Matt respondió a la historia de la misma manera que el estudio y lo acepté», recuerda Kinberg. «Pensó que era original, divertido, emocionante y con una visión única y diferente de una historia de supervivencia. No podíamos imaginar a ningún otro actor haciendo de Mark Watney».

El guión está basado en una novela original del escritor convertido en programador informático Andy WeirAditya Sood fue el primer productor en leer el libro de Weir, antes de su publicación en tapa dura en 2014 por Random House, cuando sólo existía en línea en forma de serie y luego como libro electrónico en Amazon.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Scott Free Productions, Kinberg Genre, TSG Entertainment, 20th Century Fox. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.