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Crítica: «Malasaña 32» (Albert Pintó, 2020)

La fiebre por el cine de terror español ha remitido, cediendo paso a los thrillers que se ambientan en las provincias del Reino. Sin embargo, todavía hay sitio para los espantos de factura patria, siempre bien recibidos por el público foráneo, como demuestra el éxito de Verónica (Paco Plaza, 2017) en Netflix.

Malasaña 32 cuenta entre sus productores a Warner, casa que también ampara las producciones de James Wan. No parece casualidad. El film de Albert Pintó se adhiere al estilo y fórmulas de sagas populares como Insidious o Expediente Warren, con sus atmósferas y ambientaciones cercanas al terror clásico, pero rebosantes de sustos ruidosos. En este tipo de films, el 90% de las escenas ha de incluir un sobresalto, casi siempre producido por un ruido estruendoso.

Malasaña 32, como sus “parientes”, ofrece una interminable y cansina acumulación de estos momentos, con la novedad de mover la acción no a los suburbios estadounidenses, ni a viejas granjas de Maine, sino a un viejo edificio madrileño. Uno de esos lugares de oscuro encanto, decadente y castizo, tan propios de la capital.

La acción, como indica el título, transcurre en la calle Malasaña (en un número inexistente, para no fastidiar a los vecinos del inmueble con visitas de futuros fans, suponemos). Todo ocurre unos treinta años antes de que el barrio se gentrificara, y lo más terrorífico ya no fueran los fantasmas ni los yonquis, sino los precios de los alquileres y los turistas Airbnb borrachos.

El film se inspira en la mala fama de otros edificios encantados de Madrid, en especial el número 3 de la calle Antonio Grillo, cercano al lugar ficticio donde sucede la trama. Sin embargo, desde el comienzo está claro que se trata de una invención descabellada. Malasaña 32 bebe, como tantas otras películas, de referentes tan inevitables como Terror en Amityville (Stuart Rosenberg, 1979), Al final de la escalera (Peter Medak, 1980) y Poltergeist (Tobe Hooper, 1982).

Nos encontramos aquí todo el repertorio de grandes éxitos del género: niño que habla con la tele y realiza dibujos espeluznantes, juegos infantiles transformados en algo ominoso (incluyendo un Telesketch algo anacrónico en la España de 1976), intervención de una médium (acompañada de Concha Velasco, inesperada y estupenda) y la presencia de Javier Botet, interpretando a uno de sus ya clásicos espantajos crujientes.

Impecable en lo técnico, la cinta destaca  por la dirección artística y la penumbrosa fotografía. No obstante, el interés de Malasaña 32 no reside tanto en sus secuencias de actividad paranormal, sino en otras peculiaridades, muy españolas. Al contrario de lo que sucede en las películas de Hollywood, donde una familia emprende una nueva vida en una casa en el campo, en este caso los protagonistas son una familia de pueblo que llega a la capital buscando un futuro laboral, para así dejar atrás las habladurías de un entorno rural asfixiante.

Para la generación de nuestros padres, Madrid representaba el futuro (así se dice en la propia película). Pero no todo el mundo sobrevive a la inmersión en la gran ciudad, capaz de masticarte y escupirte sin dejarte siquiera un lugar en el que caer.

Este último es un drama humano que quizá podría haber tenido más presencia en el film, al igual que el sentimiento de culpa y la relación de los personajes con la religión. Sin embargo, por razones fáciles de entender, la acción se decanta hacia el clásico «tren de la bruja»,

Obviamente, no estamos ante un drama social. Tampoco ante un film costumbrista. Esta es una película de miedo sin trampa ni cartón, que no está ideada para engatusar a los fans de Cuéntame, sino al público joven, ávido de sustos.

Sinopsis

A finales de los 70 la familia Olmedo compra un antiguo piso en el número 32 de la calle Manuela Malasaña de Madrid. Atrás dejan el pueblo en busca de la prosperidad que parece ofrecerles la capital. Pero, hay algo que la familia Olmedo no sabe: en la casa que han comprado, no están solos… Algo que desconocen va a poner en peligro sus vidas y tendrán que defenderse.

¿Y si lo más terrorífico de la ciudad no estuviera fuera… sino dentro de tu casa?.

En palabras del productor, Ramón Campos (El caso Alcásser, Fariña): «Estamos seguros de que a todos los fans del género les entusiasmará esta historia dirigida por Albert Pintó, uno de los jóvenes directores con más talento de nuestro país, y en la que entre muchos otros participan David Martí y Montse Ribé, artífices de los efectos especiales de películas como El orfanato o Mamá«.

El proyecto cuenta con un reparto coral encabezado por Begoña Vargas (La otra mirada, Alta mar), Iván Marcos (Fariña), Beatriz Segura (La caza. Monteperdido), Sergio Castellanos (La Peste, Todos los saben, Tu hijo), José Luís de Madariaga (Hierro), Iván Renedo, Javier Botet (IT, IT: Capítulo 2, Expediente Warren: El caso Enfield, Mamá, Rec), María Ballesteros (Que Dios nos perdone) y Rosa Álvarez, entre otros.

Notas del director (Albert Pintó)

«Malasaña 32 es una película de terror que, más allá del susto, cuida a sus personajes y se preocupa por el componente humano. Una familia llega de un pueblo decidida a construir un nuevo y mejor futuro en el Madrid del 76. Los Olmedo han comprado un piso en la icónica calle Manuela Malasaña, en el barrio anteriormente conocido como Barrio Maravillas y hoy famoso Malasaña, y lo que pronto van a descubrir es que ese inmueble, la inversión de sus vidas, trae consigo una hipoteca sobrenatural además de la económica.

Una mala decisión que pondrá en jaque las ilusiones, deseos y sueños de nuestros protagonistas que creían que sus problemas, así como la dictadura, habían quedado atrás.

Después de estudiar quiénes eran los personajes y lo que deseaban, estaba muy claro que el contexto de la película tenía que sumar para contar más cosas sobre ellos. El pueblo se había quedado pequeño y sofocante, el proceso lógico era la migración hacia un lugar con futuro; la gran capital. El Madrid del 76, centro neurálgico de la España de la transición, la viva imagen de la luz, la esperanza y el progreso para la familia Olmedo. Generar esa ilusión en los protagonistas era clave para después arrebatársela al descubrir que ese oasis que perseguían en Madrid, en realidad les iba a engullir poco a poco. Alienándolos poco a poco de todos y de todo.

En concreto, sentí que la cinta debía centrarse desde un principio en la historia de Amparo (Begoña Vargas); una niña que saldrá de un pueblo y en la ciudad se hará mujer. Un personaje que durante el metraje deberá asumir la responsabilidad de sacar adelante a una familia que se queda sin herramientas y recursos ante un escenario totalmente nuevo y terrorífico.

En ese marco incómodo y agobiante lo más importante era que el terror viniera de lo cotidiano, de lo español. Sentir que en el transcurso de la normalidad algo se truncaba y se volvía peligroso y maligno. Usando elementos icónicos y españoles para brotar el miedo. Usar aquello que nos hace únicos, diferentes y notorios: la peonza, la canica, los boleros, las corralas, el tendal de los patios interiores…

Mi labor fue conseguir que esos elementos que son de nuestro entorno y, aparentemente no tienen ninguna maldad, se pudiesen convertir en terroríficos tal y como marcaba el guion. De este modo, los canalizadores del terror debían ser, por lo general, los niños y la relación que tienen con estos objetos y el uso que les dan. Coger desprevenido al espectador igual que se sorprende el niño al ver que su objeto de juego y diversión puede llevarle a caminos muy oscuros.

En Malasaña 32 he querido abordar el terror desde la simplicidad y el poco artificio. Escondiendo el truco y sugiriendo más que mostrando. Siento que el miedo cala cuanto más tiempo y pausa se les da a las escenas y se deja respirar al personaje en la situación adversa en la que se encuentra. Evitando cortar y fragmentar en exceso para no engañar al espectador y dejarle sentir y oler el miedo igual que lo sienten los personajes. Un miedo que vendrá desde lo inesperado, desde lo diurno. Esculpir las escenas de miedo en su máxima expresión de cotidianidad en una mañana de verano. Lograr que el espectador no sepa cuando va a surgir el terror puesto que ni durante el día se siente a salvo.

En definitiva, Malasaña 32 siento que es una rara avis dentro del terror español. Es una película que enamorará por cómo aborda el terror en medio de un guion rico en matices y sensibilidades. Atrapará porque a los espectadores les importará lo que suceda en la vida de esa pobre gente que lo ha dado todo por un futuro que se desmorona ante sus ojos. Una película de terror, sustos y tensión, pero también de emoción, sueños rotos y madurez. Sin duda un híbrido muy especial y merecedor de experimentar en la gran pantalla.

Notas de producción

En el año 2018 encontramos una historia real que nos pareció que podría inspirar una gran película de terror. La historia se desarrollaba durante los años 70 en el madrileño barrio de Malasaña, uno de los más característicos de la capital. Esta historia nos permitía además hablar sobre algunos de los temas que más nos interesan como creadores: El choque entre el campo y la ciudad, la familia, la maternidad, el rechazo al diferente… en un entorno social, el final de la dictadura y el comienzo de la democracia, de auténtica ilusión para nuestro país.

Cuando les contamos la historia a los equipos de Warner Bros. Pictures España y Atresmedia Cine se mostraron tan entusiasmados como nosotros y nos propusieron intentar estrenarla en enero de 2020. Corría entonces junio del año 2018 por lo que quedaba un año y medio para la fecha de estreno. Durante meses trabajamos en el guion de lo que luego se titularía Malasaña 32 con una idea en mente: Que el terror procediese de elementos muy reconocibles por el público español. Así fue como entraron en la historia la peonza, la canica, la cuerda del tendal, el crucifijo fluorescente, la música de Rafael, los programas infantiles de TVE…

Era enero de 2019 cuando terminamos el guion y quedaba un año exacto para el estreno. Cualquiera que sepa algo de cine entenderá que un año es un tiempo muy justo para rodar y postproducir una película y mucho más si es de terror. Para dirigirla todos teníamos claro que queríamos una nueva voz. Alguien que aportase la frescura que buscábamos en el guion. Así fue como llegamos a Albert Pintó que ya había sorprendido con sus cortometrajes y sobre todo con su primera película Matar a Dios, ganadora del Gran Premio del Público en el Festival de Sitges. Desde la primera reunión nos dimos cuenta de que hablábamos el mismo idioma cinematográfico y que compartíamos el amor por un terror en el que el entretenimiento no desmerece a los personajes ni al subtexto. Juntos comenzamos a trabajar en el diseño de la película y en el casting.

Para protagonizarla necesitábamos encontrar a un reparto que fuese lo suficientemente fresco como para que esa familia fuese creíble al tiempo que muy experimentado para poder cumplir con los tiempos de rodaje que teníamos establecidos. Para el personaje de Amparo, la figura central de la historia, necesitábamos una actriz que pudiese ser una chica de campo y al tiempo que funcionase en sus sueños de ser azafata de Iberia. Begoña Vargas tiene todos esos elementos. Es posiblemente una de las actrices jóvenes más versátiles que tenemos en este país y debemos disfrutar de su talento mientras podamos porque no tardará en convertirse en una estrella internacional. A su alrededor fuimos seleccionando el resto del casting hasta conformar a la familia protagonista. Iván Marcos (conocido por su trabajo en Fariña) Sergio Castellanos (coprotagonista de La Peste) Bea Segura (coprotagonista de La caza Monteperdido) y José Luis de Madariaga (que entre otras muchas ha trabajado en Hierro) acompañados del pequeño y sorprendente Iván Renedo.

Si hay un elemento clave en una historia de terror este es el monstruo o fantasma. Para diseñarlo queríamos a los mejores y si alguien dice esto en una película de este género siempre aparecen tres nombres sobre la mesa: Montse y David de DDT, ganadores del Oscar por El Laberinto del Fauno, y Javier Botet, intérprete detrás de algunos de los monstruos más icónicos del cine mundial. En julio del 2019 comenzamos a rodar Malasaña 32 en pleno centro de Madrid con una idea en mente: Trasladar a pantalla el storyboard de la película que Albert había dibujado detalladamente. Todos los planos que el espectador podrá ver en pantalla, desde el primero al último, estaban ya en aquel storyboard de Albert. Hoy, 29 de noviembre del 2019, queda poco más de un mes y medio para el estreno. Acabamos de terminar la película y podemos decir que es exactamente lo que teníamos en mente. Solo esperamos que el espectador disfrute tanto como lo hicimos nosotros en este apasionante año y medio de trabajo para crear la que esperamos sea una de las principales películas de terror de este año, además del descubrimiento para el gran público de los nuevos grandes talentos del cine español como director y como actores.

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Mr. Fields and Friends, Atresmedia Cine, Warner Bros. Entertainment España, Bambú Producciones, Malasaña Movie AIE y 4 CATS Pictures.

Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).