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Crítica: «Las aventuras del Doctor Dolittle» (Stephen Gaghan, 2020)

¿Cuándo y por qué se rompió el viejo pacto entre el cine y la literatura infantil? No es fácil saberlo. Supongo que en algún tramo de ese trayecto que conduce al modelo de producción actual, dedicado a fabricar artefactos multigeneracionales, rodados por un comité y comercializados, semana a semana, como «un evento que no te puedes perder».

Es difícil lanzar películas rentables para niños cuando tienes que contentar a adolescentes acostumbrados a los superhéroes y ‒ahora viene lo peor‒ también a adultos en perpetuo estado de ensoñación nostálgica. Para comprobarlo a primera vista, pensemos en dos películas con un ADN parecido a Las aventuras del Doctor Dolittle: Chitty Chitty Bang Bang (1968), de Ken Hughes, y Un mundo de fantasía (Willy Wonka & the Chocolate Factory, 1971), de Mel Stuart. Me temo que hoy serían sonados fracasos, precisamente porque estaban concebidas casi exclusivamente para el público infantil.

El primer problema de la cinta de Stephen Gaghan es justamente ese. Su espectador objetivo quizá ya no existe. El segundo problema es que los responsables de la película son conscientes de ello, y para evitar que los chavales de hoy desvíen la mirada, inyectan esteroides digitales a cada secuencia. Además, como quien no quiere la cosa, permiten a su protagonista, el gran Robert Downey Jr., que sobreactúe a su aire, como si dijese sus líneas de diálogo mirando burbujas de colores.

Sobre el papel, la idea original no era mala. El problema es que esta película, hija póstuma de un cine que ya es arqueología, carece de elegancia o de sentido de la maravilla. Le falta un alma, y por eso acaba dando tumbos, más o menos como las adaptaciones que perpetró Tim Burton en Disney a partir de Alicia en el País de las Maravillas.

Esa sensación de agotamiento es contagiosa, y uno acaba sintiendo que también le afecta a la banda sonora de Danny Elfman. Ni el buen trabajo del operador Guillermo Navarro ni la sólida dirección artística pueden salvar un producto que ha ido corrigiéndose sobre la marcha. Y esto último no es metafórico: el rechazo del público en distintos pases de prueba ha forzado bastantes arreglos de última hora.

El reparto de voces no tiene fisuras, y secundarios como Antonio Banderas y Michael Sheen tiene claro el tono que debería mantener el film. Por desgracia, tras unos títulos de crédito encantadores, la película deja de soñar, y luego deja de imaginar, para después dejar de sentir. Aunque, claro, con el llamativo presupuesto gastado por Universal Pictures, las vías de agua se disimulan hasta un determinado momento del naufragio.

Ah, y no hablemos de ciertos chistes de mal gusto, cuya oportunidad debería explicarnos algún responsable del proyecto.

Todo indica que una adaptación medianamente fiel de los libros de Hugh Lofting ya está gafada. Los críos lectores de mi generación llegamos a disfrutar de títulos como La historia del Doctor Dolittle (1920), Los viajes del Doctor Dolittle (1922), La oficina de correos del Doctor Dolittle (1923) o El circo del Doctor Dolittle (1924). Pero el ingenio y la excentricidad de estas novelas se alterna con cierta incorrección política que ya no está tolerada para menores. Sobre todo si estos son incapaces de comprender el contexto histórico de un libro.

¿Y qué decir de los antecedentes del film de Gaghan? El extravagante Doctor Dolittle (1967), de Richard Fleischer, fue un irrefrenable fracaso, a pesar de la presencia de Rex Harrison y de las canciones de Leslie Bricusse. En cuanto a la película protagonizada por Eddie Murphy en 1998 ‒origen de cuatro secuelas‒, resulta casi imposible relacionarla con la extravagancia victoriana de Hugh Lofting, más allá del nombre del protagonista o de su capacidad para entender a los animales. Y por mucho que nos empeñemos, para citarla como adaptación hay que olvidar demasiadas cosas.

Ya que hablo de olvido, les diré que este será, me temo, el destino de la película de Stephen Gaghan. Pero no le culpen por ello. Le sucede lo mismo a la mayoría de las producciones juveniles de Hollywood, nacidas a impulsos del voluntarismo y de los espasmos de una industria que ya no tiene tiempo para ser original.

Sinopsis

Robert Downey Jr. se mete en la piel de uno de los personajes más emblemáticos de la literatura en Las aventuras del Doctor Dolittle, una vívida reinterpretación de la clásica historia del veterinario que es capaz de hablar con los animales.

Tras perder a su mujer Lily siete años atrás (la actriz italiana Kasia Smutniak), el excéntrico Dr. John Dolittle (Robert Downey Jr.), un afamado médico veterinario de la Inglaterra victoriana, vive aislado tras los altos muros de su mansión con sus animales exóticos como única compañía.

Pero cuando la joven reina (Jessie Buckley, Wild Rose) cae gravemente enferma, Dolittle tendrá que dejar, muy a su pesar, su vida de ermitaño para embarcarse en una épica aventura hacia una mítica isla en busca de una cura, recuperando su sentido del humor y su coraje a medida que se cruza con viejos adversarios y mientras descubre maravillosas criaturas.

En su misión, el emblemático doctor irá acompañado de su joven aprendiz Stubbins (Harry Collett, de Dunkerque) y un estridente séquito de sus amigos animales, entre ellos un estresado gorila (voz en VO del ganador de un Oscar® Rami Malek), un pato entusiasta pero algo tonto (voz en VO de la ganadora de un Oscar® Octavia Spencer), una cínica avestruz (voz en VO de Kumail Nanjiani, de La gran enfermedad del amor), un optimista oso polar (voz en VO de John Cena, de Bumblebee), y un obstinado loro (voz en VO de la oscarizada Emma Thompson), que se convertirá en el consejero de máxima confianza de Dolittle.

Esta épica aventura también está protagonizada por Antonio Banderas (El gato con botas) en el papel del rey pirata Rassouli, señor de la Isla de Monteverde; Michael Sheen (La reina) como el Dr. Blair Müdfly, némesis de Dolittle en la universidad y médico real de la reina Victoria; Carmel Laniado (la miniserie de FX Cuento de Navidad) interpretando a Lady Rose, la muchacha que catapulta a Dolittle y a Stubbins a la aventura de su vida; y el oscarizado Jim Broadbent encarnando a Lord Badgley, el noble designado para proteger a la joven reina.

Las aventuras del Doctor Dolittle cuenta además con las voces de la ganadora de un Oscar® Marion Cotillard como Tutu, un astuto y valiente zorro; Tom Holland (la saga Spider-Man) como Jip, un inteligente y fiel perro de pelo largo con problemas de visión; Selena Gomez (la saga Hotel Transilvania) como Betsy, una jirafa artista del escapismo; Craig Robinson (Yo soy Dolemite) como Kevin, una ardilla herida que es temeraria, honesta y vengativa a partes iguales; Frances De La Tour (Alicia en el País de las Maravillas) como un ancestral dragón que sufre problemas gastrointestinales; Jason Mantzoukas (la serie de Netflix Big Mouth) como James, una libélula al servicio de Dolittle y Stubbins en Monteverde; y Ralph Fiennes (la saga Harry Potter) como Barry, un feroz y perturbado tigre con una turbulenta relación con su madre.

El doctor Dolittle, un genio tan peculiar y particular que la mayoría de la gente tiene por loco, es en realidad un cascarrabias absolutamente brillante que domina casi todos los dialectos animales. Este médico, en su día prometedor, sufrió un devastador varapalo con la muerte de su esposa Lily y, en los años trascurridos desde el fatal desenlace, se ha hartado de la humanidad y ha consagrado su vida a comprender el mundo secreto del resto de criaturas. Ya no le importa nadie ni nada, ni ningún lugar. Pese a ser un misántropo sin remordimientos, con una habilidad sin par para espantar a cualquiera que intente acercarse, el veterinario de Puddleby-on-the-Marsh más afamado (para bien y para mal) anhela secretamente conectar con la gente y formar una familia. Zarpando rumbo a una isla inexplorada junto a Stubbins, Dolittle empleará su talento más peculiar para salvar a la reina… y, de paso, a toda la humanidad.

Downey quiso hacer de Dolittle un personaje típicamente galés. «Pensé en el personaje como alguien que se había convertido en un ermitaño y se había aislado debido a un trauma o una decepción emocional», nos cuenta Robert Downey. «Ha decidido ayudar solo a los animales, y se ha desencantado con la humanidad. Por ello, se recluye en una finca que le donó la reina. Me pareció muy apropiado que fuera galés, porque, aunque los galeses son parte de Inglaterra, también se meten mucho con los ingleses».

Esa parte creativa, sin embargo, presentó retos imprevistos. «Resultó ser el acento más enrevesado del mundo y me dio muchos quebraderos de cabeza», confiesa Robert Downey. «Al menos durante la duración de la película, el resultado da la talla. Se asemeja a un idioma de origen gaélico, y me lo pasé en grande haciéndolo. Michael Sheen es todo un defensor de ese acento, y me dio algunos consejos. Me hablaba de conversaciones que mantenía con su padre, así que recurrí mucho a Michael durante el rodaje y me hice con un preparador de galés».

Su director aprecia el intelecto polifacético de Downey. «Te puede hacer reír en cualquier momento, pero sin perder ese punto peligroso», dice Gaghan, «y ese es el Dolittle que nos encontramos. Es un personaje más listo que los demás. Se ha recluido de la humanidad y vive con una familia de animales porque no quiere trato alguno con las personas. Los animales hacen todo lo que él quiere, pero traman conspiraciones a su alrededor. Robert sabe afrontar todo eso. Tiene el gen de la comedia física y es capaz de interpretar meteduras de pata graciosas como una actuación de un nivel técnico asombroso. Cuando lo conocemos en la película, Dolittle ha pasado de la fase de luto a la de autocompasión, y los animales están un poco hartos de eso. Ese es el caldo de cultivo en el que Robert ha construido su personaje».

Durante casi 100 años, las extravagantes aventuras del personaje de Hugh Lofting, el doctor Dolittle, han cautivado a lectores de todas las edades. La asombrosa habilidad de este héroe para dominar los complejos idiomas de animales de todo tipo ha encendido la imaginación del público en diferentes medios, entre ellos literatura, radio, teatro, televisión y cine.

Para Gaghan, la película de 1967 El extravagante doctor Dolittle fue muy formativa. «Vi la versión de Rex Harrison a una edad crítica», dice Gaghan. «Tenía tres o cuatro años por aquel entonces y me quedé absolutamente fascinado. Creo que se quedó incrustado en un rinconcito oscuro de mi cerebro, esperando a ver la luz 50 años después».

Los supervisores de efectos visuales Nicolas Aithadi (nominado dos veces a los Premios Oscar®) y John Dykstra (ganador de dos Oscar®) recibieron la formidable tarea de dar vida a los animales. Para el director Stephen Gaghan era tan importante subrayar el espíritu victoriano de la película como hacer que fuera totalmente accesible al público actual: es decir, alcanzar un equilibrio entre las imaginativas ideas de Hugh Lofting y las modernas técnicas de efectos visuales y especiales.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.