Cualia.es

Cuando vivir no era consumir. Entrevista a Juanjo Fernández, editor de la revista “STAR”

Esta es la entrevista que le hice en 2008 a Juanjo Fernández, creador y editor de la legendaria revista STAR. Atención ante todo, crónica vivencial del STAR aparte, a la visión personal que Juanjo se ha formado del esquema vital y social de nuestros días. ¿Berrinche típico de la generación anterior sobre la que entra ahora, u opinión lúcida de quien ha vivido épocas distintas? En cualquier caso, personalmente me sorprendió muchísimo la franqueza con la que expuso su crudo punto de vista sobre la juventud de hoy.

El libro que motivó esta entrevista, STAR. La contracultura de los 70 (Glénat Ediciones, 2008), es una antología con todas las portadas, artículos escogidos y otros inéditos sobre la mítica publicación underground, reflejo cultural de unos tiempos muy cambiantes, de pleno tardofranquismo a la transición democrática.

Juanjo, creo que coincidiremos en que la historia cultural barcelonesa de los años 70 fue crucial para entender la evolución de este país. ¿No te da la impresión de que existe cierto olvido de lo que realmente ocurrió en aquellos tiempos y de la gente que protagonizó aquella viva explosión de creatividad?

Yo creo que se marcaron las pautas para todo lo que ha sido después. Allí empezó todo: se llamaba “contracultura”, pero en el fondo era hacer cultura, porque no había nada. Es que no había ni contracultura ni cultura. En aquella época Franco aún vivía, y teníamos cantidad de libros y películas prohibidas, censura a rajatabla, a tope. Y sí, nosotros, toda la gente de esta generación, fuimos el motor. Aunque había personas de diferentes edades, tampoco se puede hablar de una generación determinada.

Os unía una afinidad.

Sí, la idea es que todo el mundo tenía unas ganas inmensas de hacer cosas y cambiar el país. Como abrir un poco las ventanas y que la gente en España viera lo que los artistas estaban haciendo aquí y, sobre todo también, que viera lo que se estaba haciendo fuera. Todo esto empezó hacia el año 74, durante el cual salió el STAR, El Rrollo Enmascarado, y después a finales salió el Ajoblanco. Antes no había nada. Si acaso una página especializada que tenía Claudi Montañà en el Fotogramas.

¿Vuestro grupo no tenía relación ninguna ni bebía de cineastas como la Escuela de Barcelona o de otras movidas culturales anteriores?

No. Nuestra diferencia con la gente del Ajoblanco o con Jiménez Losantos, que acaba de sacar el libro éste sobre Barcelona (La ciudad que fue. Barcelona, años 70, Temas de Hoy)…

Lo podemos comentar, si te parece, lo estoy leyendo. (Risas)

No, yo no lo he leído. No tengo afinidad con él en nada, pero bueno. Quiero decir que los que menciono son gente que vienen de la universidad, y se quedaron en la universidad. Nosotros éramos gente, muchos, que vinimos de la universidad, pero que la habíamos dejado porque no nos interesaba cómo se enseñaba ni la manera de desarrollarse intelectualmente allí, y menos tal como estaba en aquella época. Y otra mucha gente nuestra venía de vivencias de la calle. Ésta es la diferencia más brutal entre el STAR y lo que salió después. El STAR era sinceridad pura y dura. Cada uno escribía lo que sentía y lo que pensaba.

La gauche divine: los pijos se divierten

Vosotros erais autodidactas.

Sí. Mucha gente no había acabado Farmacia, Medicina, Filosofía, Derecho. Lo habían dejado porque se habían aburrido, porque se habían ido a la India, a Ibiza o a vivir por ahí. Después sí entró una gente como Ignacio Vidal-Folch o Ramón de España, que sí que habían acabado ya la carrera de Periodismo, eran tres o cuatro años más jóvenes. Pero el resto de la gente tenía procedencia autodidacta: los ilustradores, los fotógrafos, como Alberto García-Alix, no habían estudiado… la Ouka Leele tampoco. Son gente que, de golpe, había roto con todo lo que su familia le había dicho que tenía que hacer y se había dedicado a la creación.

¿Qué pasa con esto? Pues que toda esta gente que tuvo esta energía para mover todo el engranaje cultural en España nunca ha sido reconocida… muy poco reconocida… casi nada reconocida (Risas). Porque hasta que no salió el libro de Pepe Ribas (Los 70 a destajo: Ajoblanco y libertad, RBA) no se había hablado nada de la época ésta.

En cambio tenemos la época de la gauche divine, de la que estamos saturados: hasta en la sopa. Gente que en el fondo sí, hicieron algo: lo único que hacían era estar en el Bocaccio y tomar copas. Ni políticamente se mojaron ni culturalmente. Hubo algunos que hicieron cine, algunas cosas, pero siempre desde un punto de vista al margen de la sociedad, como elitista. Gente de buena familia que eran creativos, pero siempre con un espíritu alejado de la calle. En cambio, el STAR no. De esa generación se ha hablado mucho, porque muchos proceden de familias de alto poder adquisitivo, y eso siempre al final acaba influyendo, aquí y en todas partes del mundo. Alguna gente del STAR también veníamos de clase alta. Pau Malvido, por ejemplo, era hermano de Pasqual Maragall. Pero éramos las ovejas negras, con una manera de entender y vivir la vida muy diferente.

Más arrabaleros.

Por eso mucha gente durante esa dura trayectoria se quedaron, por las drogas o una serie de cosas, suicidios, etc. Fueron vidas un poco malditas. Algunos han sobrevivido milagrosamente (risas). García-Alix está sobreviviendo, Oriol Llopis, gente que aún sobrevive milagrosamente.

En los 70 tenías a Franco, donde los partidos políticos no pintaban nada. Pero cuando fue decayendo la dictadura, durante dos o tres años, los partidos aún no tenían la fuerza para manipular ni para encauzar lo que ellos creían que tenía que ser la cultura. Y nosotros podíamos ir a nuestro aire, pues. Cuando ya hubo elecciones, que aquí ganó Convergència i Unió, ellos dijeron: “La cultura es esto. Éstas son las pautas y éstos son los artistas que apoyaremos”. Y esa época nuestra, ningún político ha tenido ningún interés en reivindicarla. Porque ellos nunca pintaron nada. Y era la época más creativa de España y de Barcelona en concreto, porque no había ningunas normas de lo que se tenía que hacer. Ni lingüísticas, ni de forma, ni cultural, ni de raíces, ni de nacionalidades. Era pura creación, viniera de donde viniera. Por eso es tan difícil para los políticos hablar de una época en que eran un cero a la izquierda.

¿Políticos? No, gracias

Ahora se da una imagen de los años 70 absolutamente politizada. Y una de las cosas agradablemente sorprendentes de la antología STAR, es que os presenta como un grupo donde ya reinaba un cierto descreimiento general, un cierto… pasotismo.

Sí, después en los años 80 hablaban en El País de la generación de los “pasotas”. Nosotros ya lo éramos en los 70. Lo éramos porque, sin tener democracia, viendo la experiencia que se había vivido ya en Estados Unidos y por la información que teníamos de otros países, además de todo lo que se derivó del Mayo del 68, ya nos dábamos cuenta de que no iba a cambiar nada. Hombre, hay mucha diferencia entre la dictadura de Franco y la democracia posterior. Esto ya es indudable. Pero hablo desde el aspecto creativo y cultural.

Ya no creíais en una intromisión política en el mundo de la cultura.

No la queríamos. Veíamos que toda la ilusión de la sociedad para cambiar las cosas no iba a servir para mucho. En aquella época estábamos a favor de las drogas, y treinta años después siguen siendo ilegales y se siguen confundiendo unas cosas con otras y diciendo tonterías desde el poder. La represión es cada vez mayor, tanto física, policial, como en el sentido de presencia de cámaras, de control: esa obsesión que tiene el Gobierno de controlar, controlar, controlar. Si pudieran poner una cámara en tu casa para saber todo lo que haces, serían felices: esa obsesión por controlar, en la velocidad, en las bebidas, en todo… con la excusa de que lo hacen siempre por tu propio bien, que es este paternalismo tan asqueroso, pues en este tiempo ya nos repugnaba, porque veníamos del paternalismo franquista. Y sabíamos que tarde o temprano vendría igual. Y así ha sido.

Independientemente de la ideología de cada partido.

Ya ves por qué no pintaban nada. Porque en las universidades, que era el círculo más politizado, los que estaban en el PSUC, los troskistas, los que hacían miles de revistas de partido, eran los más tontos. Los más tontos en cuanto a experiencia vital. No estaban nunca en ningún sitio: en los eventos, en las movidas, en los movimientos que había, en las comunas, en las asambleas. No. No participaban en nada. Ellos a lo suyo, que era poder trepar algún día, cuando pudieran, más adelante. Y después te das cuenta del resultado: los más tontos han cogido el poder.

Vosotros erais más ácratas.

Sí, pero el STAR no era tampoco ni ácrata. No éramos anarquistas en el sentido oficial, “vamos a hacernos de la CNT”. Nuestra política era la de hacer lo que cada uno quiera mientras no moleste a los demás. Al final, políticos que eran los más radicales, troskistas y demás, han acabado en partidos de derechas. Por eso te digo que eran los más tontos. No tienen ideología, los políticos. Es una profesión en la que buscan por dónde trepar más, pero no son consecuentes con ellos mismos. Hay muy pocos consecuentes. Tienen un discurso falso. Muchos supervivientes del STAR, como Ramón de España, aún tienen este distanciamiento, este sarcasmo, esta ironía, sobre la política.

Sí, es sorprendente que la mayoría de ex colaboradores, como de España, Ignacio Julià, etc., siguen alejados de los círculos de poder.

Sí, siempre han seguido siendo francotiradores, criticando más o menos. Pero no hay ninguno que sea ministro de Cultura ni esté en el Gobierno. Máximo alguno ha llegado a periodista, como José María Martí en El País, o Vidal-Folch, que creo que dirige Cultura desde Barcelona. Pero siempre han tenido un punto descreído. Estoy muy contento, porque dentro del mundo de cada uno, han sido todos muy consecuentes con lo que ya eran en aquella época. Y eso está muy bien.

Origen de la revista y topetazos con la censura

¿Cómo tuviste la idea de crear STAR?

Estaba estudiando Filosofía y Letras. Mi padre tenía una editorial, Producciones Editoriales. Pero yo me preguntaba qué iba a hacer en la vida. No me gustaba ni interesaba lo que estaba haciendo, pero no sabía qué otra cosa hacer. Un verano, en el 73, fui a Ibiza con un amigo mío, Toni Riera, que es fotógrafo. Allí inauguraron el Pachá Ibiza. Estuvimos trabajando en el Pachá de camareros, yo era muy joven, tenía 17 años. Aquello fue un desmadre. Y me quedé en Ibiza un par de meses, y allí conocí gente de Alemania y tal, las clásicas novietas, y me invitaron en invierno a Hamburgo. Estuve casi un mes. Y allí, en casas donde vivía mucha gente, vi tebeos americanos underground . Y después en París, aparte de la revista Pilote, que tenía cómics muy buenos, vi otras revistas. Y me dije que sería interesante sacar una revista de cómics diferentes…

Mi padre editaba desde siempre tebeos, desde pequeño había crecido rodeado de tebeos: de guerra, del Oeste, de los años 40, 50 y 60… todos los que le gustan a Joan Navarro (risas). Y se me ocurrió crear una revista contracultural que hable de drogas, de música… Vine aquí y entonces pensé quién iba a trabajar en ello, porque aquí no había nadie. Tenía un amigo, ya fallecido, Albert Estival, que venía del mundo de las comunas, y con él empezamos a organizar un equipo. Encontramos a Montesol, que trabajaba en una editorial, y fuimos contactando con gente del mundillo.

Sacamos el primer número con Romeu, que ya me dirás tú, y con algún majara que nos dijo que también dibujaba cómics. Y así, con los más pirados que conocíamos, pero muy poca gente, sacamos los primeros números. Y a partir de ahí fuimos recibiendo cartas de personas de Madrid y otros sitios, apuntándose todos los locos a la revista: Diego Manrique en Burgos, que tenía un programa de música… Claudi Montañà empezó también a escribir, Luis Vigil, que tenía toda una colección de cómics americanos. Metimos historietas de Crumb y Shelton. García-Alix, Ouka Leele, el Hortelano… Poco a poco, nos fuimos agrupando.

En el año 1974 aún sería durillo publicar según qué cosas.

Aún había censura y había que llevar todas las publicaciones a la avenida Diagonal para que la pasase. Con los primeros números ni se fijaban, porque para ellos era “un tebeo”. Cuando salió la portada de Hitler, sí se fijaron (en el número 6, obra de Farriol). Ahí, hostia, cundió la alarma ya.

¿Tuviste muchos problemas con la censura?

Con ésa de Hitler ya tuvimos una multa. Otra con el número 10 (portada de Rodríguez Spain). Y ya secuestraron el número 13 (con portada de Fritz the Cat , obra de Robert Crumb), el 16 (portada con foto de un travesti, obra de ¡Diane Arbus!), algún otro y otras multas.

¿Cuáles eran los motivos aducidos para los secuestros?

Siempre por escándalo público. Por las historietas, las ilustraciones. Se citaba a los dibujantes…

Una portada excepcional es la de Franco en clave pop.

Ésa salió el mes que se murió.

Una época dura, sin duda.

Habíamos recibido también amenazas de la extrema derecha.

¿Qué tiradas solíais hacer de STAR?

La mejor época fue a partir ya de los números 16, 17, 18… Se tiraban 30.000 ejemplares y se llegaron a vender 25.000. Pero la ventaja del STAR es que tenía un público muy fiel, que aún lo tiene. Todos los números se fueron vendiendo por correo. De los primeros números se vendían 2.000 o 3.000 ejemplares, volvían todos, nadie entendía nada. Pero la primera vez que hablaron del STAR en otro medio fue en la revista Triunfo, y alguna otra crítica que la etiquetaba como revista contracultural. A partir de ahí, al poder pedirse números atrasados, durante años se fueron vendiendo, incluso cuando ya había dejado de existir. En los años 90 dejé de editar, y aún recibía cartas pidiendo números del STAR. Y ya había que buscarlas en librerías de viejo.

A nivel económico, ¿STAR fue una jugada loca o era una maniobra calculada?

Nada calculada. En aquella época no había ni publicidad en la revista. No se ganaba dinero. Se imprimía en un papel barato en blanco y negro. Todo el dinero se invertía en el tiraje. Yo tenía la ventaja de que mi padre tenía la editorial y también hacíamos otras cosas más provechosas económicamente. Pero si yo hubiera empezado el STAR de cero, a los siete u ocho números hubiera tenido que cerrar. Después sí fue rodando la cosa, con los libros de la colección Star Books. Y eso sí dio dinero para seguir publicando nuevas cosas.

Cómics “de porros”

¿Y el cómic qué papel jugó en la revista?

Su papel fue cada vez menor, a partir del número 16. Progresivamente fue perdiendo su aspecto agresivo y también el mensaje de la gente que dibujaba se fue quedando estancado. Y encima, y esto es una pequeña crítica hacia la revista El Víbora –bueno, tampoco crítica-, está el hecho de que todos los dibujantes del STAR se fueron para El Víbora. Pero es que a mí El Víbora ya no me interesaba. Era lo mismo: sexo, drogas. Que después en color, mejor impreso y con los dibujantes, que ya habían aprendido más, pues tuvo su boom. Pero a mí como mensaje ya no me interesaba lo más mínimo. Por eso cada vez muchos dibujantes se vieron desplazados en el STAR por lo que era el texto y las fotografías, que aportaban muchas más cosas interesantes que los cómics, que siempre eran historietas cortitas, siempre lo mismo.

¿Tuviste alguna relación con Josep Maria Berenguer, editor de El Víbora, y con el boom del cómic underground de los 80?

Nunca. A Berenguer me parece que le he saludado tres o cuatro veces en mi vida y nunca tuvimos ninguna relación.

Pero El Víbora sí recogió el testigo a nivel de una estética.

Cogió a todos los dibujantes: a Gallardo y Mediavilla, a Carulla, a Nazario, a Max… Casi todos pasaron allí.

¿Y por qué te dejó de interesar el cómic?

Porque era lo de siempre: el porrito y nosequé. Que eso estaba muy bien al principio, pero no nos vamos a pasar la vida haciendo historietas con el porrito. Eran un poco limitados. Y el STAR lo cerré en el 80 porque en aquel momento quería hacer un cambio radical: quería cambiar el formato, agrandarlo, meter papel de revista, publicidad, páginas a color… Pero la editorial sufrió una crisis definitiva con el crack en México y Argentina, y no pude tener la fuerza económica para sobrellevar ese cambio. Después sacamos la revista de cómics Bésame Mucho durante tres años. Ahí ya no había ninguna tendencia, sólo sacábamos dibujantes que nos gustasen, franceses e italianos: Mattoti, Lauzier, todos éstos. Dibujantes que fueran incisivos, pero encuadrados en el cómic.

¿Qué papel jugó la Colección Star Books, donde publicasteis por vez primera en España títulos de la literatura beat , del Nuevo Periodismo, etc.?

Clásicos como las Memorias de un fumador de opio de Quincey o Ubú Rey los vendimos todos. Más tarde continué con algunos libros de Star Books especializados en sexo. Y ya me fui desilusionando. Cada vez me resultó más difícil sacar libros con Star Books, porque todos los libros que me interesaban ya empezaban a quedárselos otras editoriales: Anagrama, Alfaguara, etc., que pagaban mucho más a los autores, a los traductores.

¿Y el capricho por los libros de temática S/M, a qué se debió?

Esto proviene de Luis Vigil, que también era muy fan del sadomasoquismo. Empezamos con las historietas de Gwendoline y luego a dar caña con el S/M en una serie de libros. Pero después de un tiempo, el tema estaba quemado para mí. No me interesaba pasarme la vida haciendo libros de S/M. En aquel momento era un revulsivo, una cosa increíble en la España de aquel tiempo.

Es una estética que se ha quedado unida a aquella época, ahora no están nada de moda.

Venía un poco por los punkies , los imperdibles, los pantalones de cuero, las medias rotas, las tiendas de Londres especializadas en látex, los maquillajes, la estética de grupos como Siouxsie and the Banshees… era un movimiento rompedor con los tabúes. Y los tabúes sexuales son los más fáciles de romper, porque la gente siempre los tiene.

El fin de una época

A nivel cultural, ¿cuáles fueron los años dorados, los más enriquecedores de esa década de los 70?

Toda. Desde el 74 hasta el 80. En el 80 cambia, con la movida madrileña, que sale del germen de Barcelona y el STAR. Gente que colaboraba en el STAR empieza a montar la revista La Luna, junto a nuevos espacios, locales… Tiene mucha importancia la música, que se mueve por la industria. Todo se vuelve más industrial: había que vender discos. Y la movida tenía que vender. Fue paralelo al cambio que también sufrió Barcelona con el diseño: empezaron a salir bares de diseño, el Nick Havanna, el ZigZag, etc. Y eso cambió el espíritu creativo rompedor, que no albergaba ningún interés económico, pasando a ser un poder creativo enfocado hacia la industria. Lo cual también tiene su interés.

Pero tú siempre te has identificado como gestor cultural no encorsetado por las instituciones.

Mi lema es es de una portada del STAR: “Contra todo y contra todos”. Ése ha sido el lema de mi vida.

¿Qué sabor de boca les ha quedado a los colaboradores del STAR? Todos coinciden en la “organización desorganizada” de la revista, sin un plan predeterminado.

Yo creo que todos los que colaboraron tienen muy buen recuerdo del STAR y su época. Allí podían hacer lo que querían. Ahora realmente es muy difícil hacer lo que tú quieres en ninguna publicación.

Àngels Bronsoms os acusa en el libro de hacer “concesiones machistas constantes con las chicas en pelotas y con látigos”.

Bueno, hombre, tú piensa que veníamos de una represión increíble. Aquí en España no se había visto una teta en el 74. Hacíamos un dibujo y salía una teta, y bueno, es cuando teníamos ya el escándalo público. Claro, lo que queríamos era sacar un montón. Los dibujantes, todo el mundo, era un poco como, hostia, sacarse todos los malos rollos y plasmarlos. Por esto era bastante, sí, en el aspecto éste del sexo… No se podía. Se pudo después, a finales de los 70. Pero antes, ya ves tú los dibujos que había. Los de Nazario eran de lo más insinuantes, pero nunca se veía nada. Nazario se pudo destapar a gusto en El Víbora con Anarcoma, con los travestis y las pollas, que en el STAR aún no se podía. Pero la gente el sexo lo tenía a flor de piel. No es que fuera reprimida, porque en la vida normal ya lo solucionaban, pero era el poder plasmarlo.

¿Cómo te planteaste esta antología del STAR?

Primero, la gente decía que el STAR debería volver a salir. Pero yo creo que todas las cosas tienen una época. Yo no soy capaz como el Pepe Ribas de hacer desaparecer y aparecer de nuevo el Ajoblanco. No, las cosas tienen su momento de gloria. Y si las puedes matar en su momento de gloria, mejor.

Y surgió la idea de sacar un libro sobre el STAR con Joan Navarro. Sacarlo sólo de cómics hubiera quedado un poco penoso. Porque tú ves los primeros dibujos de Ceesepe, de Max, de un montón de gente, y comparados con lo que hacen ahora… Eran sus inicios, cuando empezaban a aprender. Los mejores eran los que comprábamos fuera, de dibujantes que ya tenían una trayectoria. Pero los de aquí estaban empezando, aprendieron con el propio STAR. Vimos que sería un poco injusto.

Así que pensamos qué era lo que tenía más fuerza del STAR: las imágenes, las portadas, los carteles. Reproducimos todas las portadas, con artículos nuevos de antiguos colaboradores y no colaboradores, y recogimos los artículos antiguos del Star que tuvieran aún vigencia. Ése fue el criterio. Fue un poco difícil. Yo no soy teórico ni puedo ver el STAR desde fuera. Por eso también quise hacerlo como homenaje y reconocimiento a toda la gente que me ayudó y que hicieron conmigo el STAR.

En tu introducción se te nota muy escéptico con la realidad.

Siempre lo he sido. Desde pequeño ya, es innato en mí. Creo en muy poquitas cosas. En casi ninguna. Cabrían en los dedos de la mano.

¿Crees que a la nueva generación le puede interesar este libro?

No creo. Hay mucha gente creativa en la actualidad, pero tienen un problema: el consumismo les puede más. Están obsesionados en consumir todo tipo de cosas: desde aparatos como móviles, hasta la moda. Y todo lo que crean está pensado para que lo puedan consumir los demás. Y esto es lo que yo creo que merma a la gente joven. Se quejan del dinero, pero, ¿para qué quieren el dinero? Para comprar tonterías. El dinero se lo gastan en chorradas, en zapatillas de marcas que valen un montón. Esta obsesión que tienen les hace ir de culo con los euros y con todo. Siempre tienen la idea de la pasta, la pasta, la pasta.

Algunos me imagino que sí tienen aptitudes para estar interesados en la historia del STAR. Muchos se piensan que están descubriendo el ajo en ciertas cosas, que son la hostia. Que vean que en los años 70 ya eran la hostia algunos mucho antes que ellos, haciendo cosas. Esta gente marcó una época y gracias a esta gente se pueden entender muchas cosas y hacer muchas cosas de hoy. Esta gente se partió los cuernos para que los que ahora tienen 25 años puedan hacer lo que quieran.

¿Crees realmente que la sociedad se ha vuelto mucho más consumista?

Sí, hombre. La gente antes no tenía ninguna ambición en tener dinero. Su máxima ambición era hacer un viaje a Ibiza, a Formentera, a Estados Unidos, a la India, a Marruecos. Viajar, vivir, con cuatro duros, unos pantalones, una camiseta, y ya está. Ésta era la idea. La gente ha ido cambiando, claro. Pero antes la gente joven tenía esta idea de la vida: vivir. Vivir no es consumir. Ahora se ha confundido el concepto: la gente piensa ahora que vivir es igual a consumir. Y no.

Entrevista publicada por Hernán Migoya el 11 de febrero de 2008 en la web de Ediciones Glénat. Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
(Avatar © David Campos)