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«Battlestar Galactica» (2004-2009): Ética, moral y supervivencia

Otro acierto de Battlestar Galactica (BSG) consistió en variar radicalmente la perspectiva moral y ética respecto a lo esperable en una serie de estas características. Los conceptos del bien y el mal se tornan borrosos a la hora de exponer las brutales decisiones que han de tomarse en aras de la supervivencia.

¿Es moralmente aceptable sacrificar unas pocas vidas si con ello se salvan otras muchas? ¿Debemos dar una oportunidad a los que siempre han actuado como nuestros enemigos? ¿De qué principios podemos prescindir sin dejar de ser humanos? Son preguntas para las que no hay respuestas correctas a priori; que éstas sean correctas o deplorables dependerá al final de las consecuencias que tengan las decisiones tomadas.

Mientras que la serie original de 1978 prefería pasar por alto problemas obvios, como conseguir alimento o combustible para la Flota, a menos que ello sirviera puntualmente como excusa para un argumento, BSG puso el énfasis en la ética del tipo de decisiones que, enfrentados a la supervivencia de toda una especie, se han de tomar.

A veces, esas decisiones son brutales, como destruir una nave de pasajeros porque podría poner en peligro a toda la Flota; o abrir las esclusas al vacío para apagar un fuego, aun sabiendo que ello significará matar a decenas de personas; o dejar abandonados a la muerte a miles de humanos a bordo de naves que no pueden saltar al hiperespacio, porque ello significará salvar al grueso de la Flota; o prohibir el aborto, aunque ello vulnere los derechos hasta el momento establecidos, en aras de aumentar el cada vez más menguado número de humanos vivos. Nunca el capitán Kirk o Picard tuvieron que tomar, en sus respectivas series de Star Trek, decisiones de tal envergadura.

El que personajes hacia los que el espectador siente una especial simpatía o proximidad tomen decisiones moralmente ambiguas, aumenta su complejidad e incluso hace que, en determinadas situaciones, se comporten de manera contradictoria, algo que en el pasado se había considerado narrativamente confuso o, directamente, producto de la ineptitud literaria.

Así, Adama es capaz de abandonar a algunos de sus hombres para que la Flota pueda ponerse a salvo, pero cuando es su hijo el que se pierde unos capítulos después, no duda en enfrentarse a la opinión de sus oficiales y poner en peligro a todos con tal de no abandonar la esperanza de encontrarlo. Su comportamiento quizá sea contradictorio, pero desde luego, lo comprendemos. Es humano.

Es más, hay momentos en que los humanos parecen menos próximos a nosotros que los Cylones, y éstos, a su vez, muestran rasgos claramente humanos. Poco a poco, una y otra especie van aproximándose. Ello se ejemplifica en la drástica evolución que experimentan algunos personajes. En la serie de 1978, el conde Baltar fue un traidor sin fisuras, un humano que decidió aliarse con los Cylones por interés personal. En la versión de BSG, olvidado su título nobiliario, Gaius Baltar es un personaje más humano y complejo. Sí, le dio a los Cylones los códigos de defensa de las colonias; y no reveló a la Flota que Boomer era en realidad un Cylon; o que había mantenido un romance con uno de ellos, Caprica Seis. Pero en lugar de parecernos malvado y traidor, lo vemos como un ser trágico, cobarde, atormentado, ansioso por sobrevivir a toda costa… humano al fin y al cabo… y al que, por tanto, podemos entender bien.

Además, sus experiencias, aunque dramáticas, le han brindado a Baltar una perspectiva única: que los Cylones no son necesariamente malvados. En cambio, a pesar de las evidentes semejanzas entre Cylones y humanos, Adama, la presidente Laura Roslin y, en general, todos los supervivientes de las doce colonias, los consideran máquinas y no dudan en arrojarlos al vacío.

Conforme avanza la serie, otros personajes empiezan a comprender que no todos los Cylones son engendros mecánicos. Una copia de Boomer, que de alguna forma incluso comparte las memorias del original, se enamora de Karl Agathon (apodado en combate Helo). Agathon era una especie de página en blanco en lo que a caracterización se refiere y nunca se pretendió originalmente que alcanzara la importancia y desarrollo que luego obtuvo. En la miniserie original, quedaba abandonado en Caprica tras el ataque nuclear y los guionistas no tenían previsto para él nada más interesante que una implícita muerte por radiación fuera de pantalla. Sin embargo, acabaría siendo segundo al mando y un auténtico héroe de la menguada raza humana. Todo un giro de la fortuna.

Pero volvamos a Boomer. La presidente Roslin estaba dispuesta a matarla, pero Starbuck la defiende. Este modelo nº 8 acabará siendo la esposa de Helo, con quien tendrá una hija, Hera, que juega un papel clave en el destino de ambas especies, la humana y la Cylon, como heraldo de una nueva raza. Boomer, además, conseguirá superar el rechazo de sus compañeros pilotos, demostrar su lealtad para con la Flota y forjar una cercana amistad con el comandante Adama, a quien ella misma trató de matar meses atrás.

La evolución de Baltar continúa cuando se convierte en el presidente electo de las Colonias y decide que la Flota detenga su huida y se establezca en un planeta al que se denomina Nueva Caprica. Algunos preferirían continuar buscando la Tierra, pero otros están cansados de huir y de las condiciones de vida a bordo de muchas naves. Cuando parece que han conseguido escapar de la atención de los Cylones, empiezan a colonizar, no sin problemas, este nuevo mundo.

Un año después, al final de la segunda temporada, los Cylones los encuentran. La Galáctica y la Pegasus (otra estrella de combate que encontraron en esta misma temporada) están en órbita, pero la mayor parte del personal se halla en la superficie comenzando una nueva vida, y no pueden hacer otra cosa que huir para evitar su propia destrucción, abandonando a su suerte a quienes se han establecido en Nueva Caprica. Los Cylones, sin embargo, no los aniquilan: tienen la intención de proteger y gobernar a los humanos como si fueran niños. Crean un estado policial, contra el que surge un movimiento de resistencia humano que recurre a actos tales como los atentados suicidas, en los que inevitablemente mueren congéneres. Son estos episodios, de extrema dureza, los que cambiaran para siempre la vida de los personajes y marcarán de forma indeleble el futuro devenir de la serie.

Estos capítulos, que abren la tercera temporada –como toda BSG en realidad– fueron además una muestra de cómo la ciencia-ficción no sólo queda marcada por el devenir histórico, cultural y sociológico del mundo real, sino de la forma en que puede reflexionar con lucidez sobre éste.

Artículos de la serie:

Galáctica, estrella de combate (Battlestar Galactica, 1978-1979)

Galáctica, estrella de combate (Battlestar Galactica, 2004-2009)

Battlestar Galactica (2004-2009): Concepción visual y diseño de producción

Battlestar Galactica (2004-2009): Un acercamiento realista a la ciencia-ficción

Battlestar Galactica (2004-2009): El desarrollo de los personajes

Battlestar Galactica (2004-2009): ¿Qué nos hace humanos?

Battlestar Galactica (2004-2009): Cultos religiosos en el espacio exterior

Battlestar Galactica (2004-2009): Ética, moral y supervivencia

Battlestar Galactica (2004-2009): Política en un mundo impredecible

Battlestar Galactica (2004-2009): Las secuelas

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".